Rimpfischhorn desde Allalinhorn. 1-8-07.
Teleférico de Felskin, Cabaña
Britannia, Glaciar de Hohlaub, Glaciar de Allalin, Allalinpass, Glaciar del
Ried, Rimpfischsattel y Cara Oeste. Vuelta a Saas Fee.
22-07-1989.
15:15 h.
15 h.
Mixto.
Poco difícil.
2 d.
3 p.
Ascensión.
Juan Castejon, Rosa Mª. Martínez
y Mariano Javierre.
Mapa de Rimpfischhorn procende de Landeskarten der Schweigh. Vía en amarillo.
En
la estación del Teleférico a Felskin deSaas Fee nos aligeran 26 francos suizos
por barba en concepto de ida y vuelta. Montamos con poca gente pues no es
precisamente la mejor hora para subir, e inmediatamente nos elevamos
vertiginosamente primero por la morrena y seguidamente sobre la parte sur del
Glaciar del Fee.
Diez
minutos más tarde estamos a 3000 metros de altitud y fuera de la estación
contemplamos hacia el este una especie de pista practicada sobre el hielo del
glaciar que suponemos será para uso de máquinas pisanieves. Va desde la salida
del teleférico hasta el Eginerjoch. ¡Cómo se están cargando los glaciares! Y
los suizos no son una excepción.
La
pista es prácticamente llana y sabemos que para llegar a la Cabaña Britannia no
hemos de salvar desniveles pero en contra tenemos una nieve convertida en sopa
por una temperatura más propia de fondo de valle que de otra cosa.
Vamos
dejando a nuestra izquierda el glaciar rocoso y vertical en esta parte y
pasando el collado continuamos levísimamente en descenso. A nuestra izquierda y
por una brecha aparece el camino que partiendo un poco más arriba de Saas
Almaguel conduce al refugio.
Media
hora de camino bajo la arista este del
Allalinhorn nos deposita en la doble escalera de acceso a la Cabaña Britannia.
Estamos a 3029 metros de altitud y son las cuatro menos cuarto de la tarde.
La Cabaña Britannia desde la Morrena Glaiar de Allalin.
El
refugio es un viejo caserón de gruesas paredes de piedra, se nota enseguida que
se trata de un viejo y clásico refugio: ventanas pequeñas y verticales, muros
de piedra, acceso casi señorial. Por dentro es angosto, con una cierta pátina
de uso antiguo sobre todo en la madera que es el principal elemento
constructivo. En el comedor hay mesas como hongos en temporada; las paredes
están cosidas de fotografías, carteles, pegatinas, posters y anuncios
absolutamente variopintos. Rosa se calza unos zuecos de madera.
Nos
inscribimos. Hay que apuntar la actividad que vamos a realizar, medida
ciertamente interesante y que no se suele practicar en los refugios españoles.
Fuera
hay unos servicios absolutamente medievales y creo utilizar la palabra en su
más justa medida. Se trata de una bancada de obra cubierta de madera en la que
hay unas tapas redondas de madera que hay que sacar y dejar en el suelo para
utilizarlo. Evidentemente no hay cisternas de agua.
En
un momento nos damos un paseo hasta la inmediata y próxima cima del Pequeño
Allalin a 3066 metros de altitud. Merecerá la pena puesto que se trata de un
pináculo incomparable. Nos enseña al oeste el Allalinhorn y el Glaciar de
Hohlaub; al sur el comienzo del Allalinpass, la cara oeste del Rimpfischhorn
con el Gran gendarme en primer plano, el Adlerpass y el glaciar de Allalin con
su, a estas horas, fastuosa cascada de desagüe y el Strhalhorn con su enorme
espolón el Fluchthorn; al sur, justamente debajo de nosotros pues la cara sur
del pico es un brutal y vertical paredón de más de 500 metros, está el Embalse
de Matmark tristemente célebre en su época de construcción ya que se instalaron
los barracones de los trabajadores junto a la pared de la presa y un enorme
desprendimiento del ahora colgante Glaciar de Allalin sepultó a casi un
centenar de personas y al norte en la distancia el Weissmies y el Laginhorn y
aquí mismo el Eginer, el Mittaghorn y cerrando el Circo de Saas Fee el Dom, la
Lenzspitze, la Nadelhorn y el Ulrichhorn. Además contemplamos largamente parte
de nuestro camino del día siguiente en una tarde de luces cambiante ante un
posible cambio de tiempo, no demasiado consistente, al que no hacemos demasiado
caso.
Ya
de vuelta al refugio nos entretenemos haciendo fotos a las cabras que se han
acercado hasta el lugar donde queman las basuras del refugio. Luego pagamos 13
francos suizos por la litera y cenamos a nuestra manera entre la curiosidad del
personal. La ensalada de tomate cebolla y olivas negras llama la atención, no
así el puré de patatas, el pan de pueblo y el latón de sardinas subsiguiente,
pero los plátanos y las naranjas que tenemos sobre la mesa son la envidia del
comedor, sobre todo si se comparan con la compota de pera que servirán en el
refugio.
Mi esposa con la fauna autóctona de la Cabaña Britannia.
Ceno
con poco apetito pues de nuevo me molesta el estómago al que no voy a hacer
caso y sobre las ocho y media nos vamos a las literas. Nos han confirmado el
empeoramiento del tiempo para mañana al mediodía y hemos decidido salir
temprano.
Las
habitaciones son un tanto especiales con dos filas de literas sin miedo a
coscorrones, taquillas y perchas frente a las mismas, todo comodidades para los
escaladores a los que el tiempo les podía obligar a permanecer encerrados en el
refugio: muy al estilo colonial. Tiene nombre y diseño de los escaladores
ingleses miembros del Club Alpino Suizo, algo así como un bastión inglés en el
corazón de los Alpes que les permitió estudiar y dominar la zona a fondo y con
la comodidad de sentirse un poco en su propia casa.
La
noche va a resultar movida por el calor y por el viento que funciona fuera y
que nos regala con el martilleo de la cuerda sobre el mástil en el que ondea la
sempiterna bandera suiza de los refugios.
El
personal comienza el Sábado 22 de Julio de 1989 a las tres de la madrugada.
Nosotros nos levantamos a las tres y cuarto en medio de la movida. Recogemos
nuestra ración de agua caliente incluida en el precio de la litera y
desayunamos tranquilamente mientras el personal marcha. Nosotros salimos los
últimos utilizando las frontales. Sigue
haciendo calor y no hay estrellas. El
tiempo ha cambiado innegablemente.
Son
las cuatro y diez y por marcado camino nos vamos en descenso al encuentro del
Glaciar de Hohlaub. Enseguida encontramos a un grupo al borde del mismo
calzándose los crampones y nosotros decidimos hacer lo mismo pues no sabemos
cómo estará el glaciar y nos quitamos los anoraks.
Desde Britannia en un momento claro: Stralhorn, Rimpfischhorn y Allalinhorn.
Pronto
vamos a comprobar lo que de alguna manera nos temíamos. No ha helado y la nieve
está blanda y húmeda por lo que el asunto puede ser valiente.
Nos
encaramamos en el Glaciar de Hohlaub atravesando las primeras grietas
transversales abiertas, para cruzarlo en dirección sudoeste y alcanzar en suave
ascenso un pequeño collado entre el Allalinhorn y un resalte rocoso que emerge
en medio de los dos glaciares.
Alcanzado
el collado, es La Silla Nevada, nos encordamos como medida preventiva. Amanece.
Un
pequeño y suave descenso nos coloca en el glaciar de Allalin. Llevamos delante
una cordada a la que vamos a alcanzar y desde arriba no se ve a nadie más por
delante.
La
mañana está cálida y nublada. De pronto oímos un silbido. Una piedra vuela de
la cara oeste del Allalihorn. Juan la ve golpear en la ladera nevada bajo la
pared y rebotar en la nieve como una pelota, con tan mala fortuna que golpea en
una pierna a uno de los escaladores de la cordada que va delante.
Cuando
los alcanzamos, poca cosa se puede hacer pues un compañero ya se da la vuelta
para ir hacia el refugio en busca de socorro mientras que el otro acompaña al
accidentado haciendo de bastón ya que no puede apoyar la pierna en el suelo.
Están a unos 50 metros del roquedo y cuando lleguen allí esperarán para ser
evacuados pues no creen que puedan volver por sus propios medios.
Las Cabras de la Cabaña Britannia y parte inicial de nuestra vía al Rimpfischhorn.
Han
rechazado nuestro ofrecimiento de ayuda y continuamos apartándonos rápidamente
de la pared para proseguir fuera del alcance de las piedras que puedan
desprenderse.
Alcanzado
un punto bajo en el glaciar proseguimos en suave ascenso por una zona de
enormes grietas abiertas sobre el hielo vivo en busca de puentes que nos
permitan franquear la zona. Damos algunas vueltas hasta que por fin nos
introducimos en una cuenca llana de nieve profunda en la que hay instalada una pequeña
tienda.
Dejamos
atrás el emplazamiento de la tienda y comenzamos a girar al oeste atravesando una zona de grietas no muy anchas
pero cubiertas de nieve blanda que se sima a nuestros pies.
Voy
delante con Rosa en medio, como casi siempre cuando avanzamos por glaciar y de
esta manera ascendemos una considerable y empinada ladera que nos ha de
conducir al Collado de Allalin cuando ya estamos completamente a salvo de la
posible caída de piedras de la pared del Allalinhorn pero en medio de una
maraña de peligrosas grietas, alguna de las cuales hace emplearnos a fondo para
salvarla.
En
el repecho de cuando en cuando nos hundimos hasta la rodilla, subimos
persistentemente pero el ritmo se reducirá considerablemente cuando alcancemos
el Allalinpass situado a 3564 metros de altitud. Son las seis y cuarto de la
mañana.
Desde la Silla Nevada del final de la Arista Hohlaub del Allalin.
En
el collado giramos ligeramente al sur y remontamos un poco la nevada cara norte
del Rimpfischhorn; vamos en busca de un dorso rocoso que baja de la cresta al
Glaciar de Melich: el Gran Gendarme nos vigila.
Especulamos
acerca de lo fácil que sería progresar por la cara norte, pero la cresta
posterior y el día que no está para bromas nos indican progresar en busca de la cara oeste en busca
de la vía normal.
El
espolón rocoso está delante de nosotros y todavía proseguimos un poco en
ascenso diagonal ya que, cuanto más subamos…
Alcanzamos
la arista del espolón y nos damos cuenta de nuestro error: tras el dorso hay un
enorme paredón de hielo que nos corta el paso hacia el glaciar cuyo fondo está
alrededor de 150 metros más abajo: ¡Lo que nos faltaba hoy!
La
continuación a este nivel es francamente complicada y se impone descender algo
más de 150 metros de altura en dirección hacia el Allalinpass, la vía pasaba
por la parte más baja del collado hacia el fondo del glaciar que se encuentra
un poco por debajo del nivel del collado.
Desde Allalin el Rimpfischhorn y detrás de Monte Rosa y Breithorn. 1-8-07.
El
descenso es complicado y no por la nieve profunda sino por las grietas que
hemos de atravesar. Tenemos que hacer algunos quiebros e incluso asegurar
algunos pasos con el fin de no correr riesgos innecesarios. Finalmente ganamos
el fondo del Glaciar de Melich cuando
son las siete y media. Lo que nos hubiera costado un cuarto de hora se nos ha
llevado hora y cuarto, un auténtico chollo.
Recorriendo el anfiteatro glaciar oímos el
ruido del helicóptero, suponemos que rescatando al accidentado; entre tanto el
cielo prosigue muy cambiante y las nieblas que han tomado el ascensor están
jugueteando en los paredones de la cara oeste del Rimpfischhorn, velando y
desvelando caprichosamente un ramillete de palas y corredores que visten la
larga cresta de gendarmes. Hago una foto de la terrorífica cara, al menos para
mí en estos momentos mientras me cuestiono si seré capaz de llegar al pico, alargar
el paso con nieve profunda me resulta casi imposible pues me encuentro cansado
y con la moral baja.
El
Cervino a nuestra derecha está siendo sitiado por las nieblas. Esperamos que
levanten y nos dejen contemplarlo a gusto.
Nuestra
ruta sigue ahora invariablemente al sur por una amplia rampa o modo de corredor jalonado por grandes
seracs, algunos de los cuales hemos de sortear describiendo lazadas en un
repecho al menos fuerte para mí. Ultimo de la cuerda, difícilmente sigo el
ritmo que marca Rosa, las piernas me pesan como si fueran de plomo, las
rodillas no me suben, voy sin aire y en las paradas no me recupero pues cuando
llego ellos ya marchan.
Glaciar de Melich desde Allalinhorn y segunda parte de nuestra vía al Rimpfischhorn.
Digo
que voy bien, es lo más corto que se me ocurre. Sonrío de mí mismo pues me
siento tremendamente angustiado y carezco de energía tanto física como moral.
Prieto los dientes y prosigo mi lucha con el enemigo que llevo dentro.
Subimos
con los pies fríos y no porque lo haga sino porque los llevamos mojados. El
Rimpfischsattle se resiste pero finalmente alcanzamos el collado que es más
bien un hombro: un amplio descansillo nevado a 3990 metros de altitud. El
altímetro anda loco casi haciendo cima ya. Son las nueve y cuarto, hace frío y
nos abrigamos.
Las
nieblas están puestas sobre el Monte Rosa: todo el gozo en un pozo. Como y bebo
vorazmente, casi con rabia y liberado psicológicamente del peso de la mochila
recobro la respiración y mi desmoralización se transforma en conformismo.
Dejamos
las mochilas y nos vamos hacia arriba al encuentro de la roca y de las nieblas
por un corredor orientado al este. Se
sube bien pues la nieve no está muy dura pero enseguida se empina, se estrecha
y la nieve se endurece. A nuestra izquierda hay una incorporación a la pared
rocosa y proseguimos junto a la misma con unos tramos mixtos muy erguidos que
estarán por encima de los 60º: roca para las manos y nieve para los pies.
Glaciar de Melich y Cara Oste de Rimpfischhorn.
Subo
bastante bien, todo lo contrario al infierno que acabo de pasar. Jamás sabré
por qué. Son alrededor de 100 metros que hago delante y que nos conducen a una
brecha, La Kanzel, en la que termina el corredor.
La
vía prosigue por un pilar vertical de
más de 50 metros de largo en el que la localización de un lazo de cuerda en la
pared nos avisa del posible calibre del asunto. La vertiente este del pilar se
prolonga indefinidamente hacia abajo.
No
termina de gustarnos la idea de hacer una travesía en horizontal por el inicio
de la cara oeste y decidimos volver unos metros e incorporarnos a la pared
oeste del pilar.
Nos
quitamos los crampones en unas repisas pequeñas ya en plena pared, los dejamos
junto a los piolets e iniciamos una travesía horizontal hacia un minúsculo
gendarme aprovechando toda la longitud de la cuerda. No resulta complicado
puesto que el gneis a pesar de estar algo descompuesto ofrece muy buenas
presas.
Hemos
oído voces a nuestra izquierda, posiblemente en paso hacia la roca que hemos
desechado antes pero no sabremos más de ellas. De cualquier forma vamos hacia
la vía de la que han surgido y para ello hemos de hacer una nueva travesía
hacia nuestra izquierda. Juan explora el terreno mientras le aseguramos,
desaparece tras un dorso y enseguida nos indica que podemos proseguir. La
continuación no es difícil pero tiene un paso que hay que hacer en extraplomo
con excelentes presas de mano dejando colgar el cuerpo. Es un paso vigoroso de
brazos pero el resto es fácil.
Resalte en el Glaciar de Melich.
Reunidos,
la pared pone mejor cara ya pero el que pone mala cara es Juan pues le preocupa
el tiempo. Proseguimos un poco por una cresta mientras Juan lo hace por medio
de la pared, no nos ponemos de acuerdo. Ganamos enseguida la parte superior del
pilar y enseguida estamos en la cima: ¡El Rimpfischhorn es nuestro! Son las
once menos cuarto.
La
cima principal del pico es una afilada pirámide de oscuro gneis en medio de la
claridad lechosa de la niebla que por debajo de nosotros lo rellena todo. Está
a 4199 metros de altitud y hemos subido teóricamente 1170 metros de altitud
pero en realidad habrás sido algunos más de 1400 metros.
No
hay que perder el tiempo mirando un paisaje que no se ve, ni siquiera saldrá la
foto que hago puesto que no he quitado la tapa del objetivo, por tanto, no
permanecemos ni diez minutos en la cima a pesar de que no se hace frío. Seis
horas y media para subir y diez minutos de cima son un “efímero premio” a
semejante esfuerzo pueden pensar algunos pero se equivocan, hay algo más que empuja
más alto, más fuerte y más arriba; ellos ni lo saben ni lo disfrutarán jamás.
Nos
vamos para abajo desandando exactamente el camino de subida. Deshacemos las
travesías en orden inverso y enseguida alcanzamos los piolets y nos ponemos los
crampones.
El Rimpfishsattle y el Casquete Somital del Rimpfischhorn.
No
ha resultado tan fiera la pared como parecía antes de emprenderla y es que en
una buena porción de situaciones, tras un estudio más o menos detallado, se
suele encontrar alguna solución adecuada a las posibilidades de cada uno y esta
ocasión no ha sido excepción.
Encordados
con menos cuerda nos vamos corredor abajo abreviando con cuidado. El gneis tan
oscuro, sobre todo en los tramos húmedos es una roca un tanto cruda y
siniestra, nada que se le parezca al festival de los ocres de las calizas ni a
la cascada de luz de los granitos sin líquenes; tiene, eso si, unos apoyos tan
firmes y francos como el granito que recordaremos por mucho tiempo.
Salvado
el tramo mixto y aprovechando que la cama es cada vez más confortable y más
blanda, dejamos el paso por el trote y a las once y cuarenta nos plantamos en
el Rimpfischsattle, recuperamos las mochilas y proseguimos para abajo. Del
Monte Rosa ni rastro y habíamos venido, entre otras cosas para eso.
Descendemos
el amplísimo corredor que conduce al fondo del Glaciar de Melich primero al
paso y luego al trote hundiéndonos hasta la rodilla. A mi se me antoja
demasiado ritmo pero como los socios tiran pues, detrás.
Rimpfischhorn de la Kanzel, por aquí no.
Descendemos
la barrera de grietas y seracs y me noto de nuevo cansado pero hay que seguir
hasta alcanzar la zona más llana del glaciar.
Juan
tiene prisa, Rosa va detrás al trote, yo no puedo y tiene que ceder gazas de
cuerda tara terminar casi remolcándome: tira con un jabalí.
El
kilómetro escaso de rellano se me convierte en un infernal e interminable
suplicio y le digo a Juan que si sigue tirando así terminará arrastrándome por
el glaciar.
No
termina de creérselo pero cuando llegamos al imperceptible repecho que conduce
a la zona más favorable del Allalinpass me clavo pues estoy completamente
vaciado.
Mis
avisos no eran en vano y el proceso de la subida se ha reproducido a la bajada
pero de manera más severa pues empiezo a estar “grogui”.
En el Rimpfischsattle, queríamos ver Monte Rosa.
Rosa
me quiere quitar peso pero si no llevo más allá de cuatro kilos... No es ese el
problema y me dejan ir delante para que ponga mi ritmo.
En
el Allalinpass nos hace una foto Juan con la tormenta pisándonos los talones
aunque no creemos que sea importante ya en el lugar en el que nos encontramos.
A mí desde luego me da igual. Voy delante por simple convencimiento: detrás no
valgo nada en el caso de que alguno se precipite en una grieta, delante, si
caigo, es más posible que me saquen además de que así me van viendo
continuamente. Bajo por pura inercia entre el temor y el aturdimiento.
En
el rellano en el que estaba plantada la tienda nos alcanza la tormenta. Es la
una y media.
Nos
ponemos los anoraks. Nos va a regalar una pequeña granizada mezclada con agua
para proseguir con un chaparrón poco importante que se liquidará en media hora.
Bordeamos
el espolón este del Allalinhorn y nos metemos de lleno en el enorme laberinto
de grietas. Hemos progresado demasiado hacia la pared y vamos a tener que dar
bastantes vueltas en busca de puentes de hielo verdinegruzco, limado y firme
que nos saquen del atolladero.
El
agua forma auténticos arroyos por el glaciar y se precipita a las grietas,
descomunales fauces de míticos animales. Yo siento auténtico vértigo al saltar
algunas de ellas cuando no requieren más que un simple paso largo.
En el Allalinpasss el adiós al Rimpfischhorn con la tormenta en los talones.
Cede
el chaparrón, vuelve el calor y ascendemos con pena hasta la Silla Nevada para
marchar hacia el inicio del Glaciar de Hohlaub. Hoy ha sido el día de los
glaciares, vamos a cruzar tres de ellos dos veces cada uno. Suerte que son más
bien tramos pequeños los que hemos hecho. En esta zona son generalmente
pequeños con la excepción del Fee
Son
las dos de la tarde, el empeoramiento del tiempo no parece demasiado
consistente aunque las nieblas siguen apelmazadas en las cimas y mi calvario
sigue cuesta abajo liberado si cabe porque las grietas que nos quedan en el
glaciar no son peligrosas y estamos ya fuera de la zona conflictiva.
Camino
con rabia contenida, estoy cabreado conmigo mismo: lo que debería haber sido un
disfrute por rematar un proyecto, nuestra primera incursión en los Alpes, se
puede decir que con cierto éxito, se ha convertido en un refinado suplicio. ¡A
esto no había venido! Pero esta claro que uno nunca sabe lo que se puede
encontrar y es mejor estar bien preparado por si vienen mal dadas.
Se
termina el glaciar, nos quitamos los crampones y nos desencordamos para subir
el repecho del caminillo que nos deposita en la Cabaña Britannia.
Son
las dos y media de la tarde y ni siquiera nos detenemos en el refugio, pasamos
de largo y nos dirigimos hacia Felskin en un camino que si ayer era una
chapaleta hoy es un pantano.
Cabra en la Cabaña Britannia.
Estamos
locos por alcanzar el teleférico y cuando alcanzamos el Eginerjoch vemos salir
gente de la estación pues llega un viaje. Inmediatamente nos enzarzamos en una
frenética carrera, menos mal que en suave descenso, con la intención de cogerlo
no vaya a ser que baje y cualquiera sabe cuánto tendremos que esperar al
siguiente, pues con el día que hace no creemos que tenga mucha clientela.
El
personal nos mira cuando entramos en las instalaciones, la barrera se cierra en
nuestras narices, el teleférico va a bajar de vacío y yo he querido entender
que el próximo viaje es a las cinco y cuarto: la decepción es importante más
cuando el teleférico sigue allí.
El
ambiente de la estación es frío y húmedo. Busco un lugar seco en el cemento del
suelo y me siento relajado tras la crispación del último afaire. ¡Ya se acabó!
¡No hay mal que cien años dure… ni cuerpo que lo resista!
Comemos
un poco de queso por hambre y por matar el rato pues son las tres y cuarto de
la tarde. Es un refrigerio de mudos pues nadie dice nada. Empiezo a creer que
la falta de alimentación ha podido ser la causa de mi monumental pájara aunque
no creo que sea única.
Cuando
nos queremos dar cuenta, está llegando otro teleférico. Caemos en la cuenta de
que los viajes son cada cuarto de hora y no a las cinco y cuarto.
Croquis del Rimpfischhorn.
No
tenemos tiempo ni de apoyarnos en la barandillas. Son las tres y media y en
diez minutos estamos en Saas Fee dejando atrás las alturas por vía de
emergencia.
De
camino por el asfalto del pueblo se van escurriendo las botas a la vez que
contemplamos una especie de mini festival folklórico en sus calles, yo al menos
como tronco abandonado por la riada, con un estado deplorable con barba de ocho
días y espantosamente cansado. El personal nos mira o al menos a mí me lo
parece.
Luego
llegaremos al coche, lo pondremos todo patas arriba, nos ducharemos en el
camping. Primero mis socios y luego yo, mientras tanto he de recogerlo todo a
la carrera pues el cielo se pone amenazante para echarse a llover seguidamente.
A
la vuelta ha cesado de llover, brindamos con cervezas al frío hielo del Glaciar
del Fee: ¡Por la próxima! Y ¡Que sea pronto! Y ¡Que nos vaya tan bien como
esta!
Algo
se nos ha quedado allá arriba en las montañas, algo se nos queda siempre, de
otra forma no tiene explicación el asunto, aunque tampoco se trata de
explicarlo sino de vivirlo. Sonreímos mientras bebemos
Luego
nos quedará un largo regreso en coche hasta Sabi pero eso será ya otra historia.
Ya en casa, nuestra hija Biola no sabe qué hacer con nosotros. Nosotros sí.