Entrada al Cañón de Ordesa desde Torla. Primera imagen que se acostumbra a recordar.
El Tozal del Mallo desde la Pradera de Ordesa imagen símbolo del Parque.
A
Ordesa he ido repetidas ocasiones, seguro que bastantes más de cincuenta, llevo
más de media vida yendo a Ordesa, de excursión, como se hacía antes, en visitas
didácticas con mis alumnos, de montaña para conocer… soy un enamorado de Ordesa
por si alguien no lo sabe.
Pero
eso no es trascendente pues ¡Todo el
mundo va a Ordesa!
Es
cierto que no he estado en la Torre de Góriz, ni he recorrido la Mitad Inferior
de la Arista de Gabietos, pero he pisado sus cimas más y menos significativas,
he entrado o salido al Parque por no menos de dieciocho lugares diferentes y me
creo mediano conocedor de Ordesa.
Todos
los años acostumbro a realizar alguna visita, más con el buen tiempo que en el
crudo invierno, que en el parque lo es de verdad. He acampado y vivaqueado en
numerosas ocasiones en altura siendo siempre escrupulosamente respetuoso, no me
gusta coger el autobús e intencionadamente no acudo en esas fechas pues si lo hago hay otras alternativas, he sido
denunciado por tener aparcado mi coche en la Pradera de Ordesa y no por dejarlo
aparcado en la carretera de acceso… y el Centenario de la Declaración como
Parque Nacional me ha pillado frío: para mí no son necesarios tales eventos y
fastos pues mi valoración de Ordesa está por encima de esas “tonterías.”
Pero
sin querer piensas. Sonríes beatíficamente con cara de bobo recordando y sin
proponértelo… un buen día me viene a la memoria la primera vez que fui a Ordesa.
Sería
allá por el año 60 ó a lo sumo 61, tendría 10 ó 11 años, no más. Alguien, no
recuerdo quién, me llevó de excursión a Ordesa un buen día de verano.
Majestuosa Cola de Caballo de la que hablaban.
Con
anterioridad, yo todavía más crío, otros más mozos: uno de los hijos de los Holadeses,
Directores de la Fábrica de Aluminio, decía que iba a Ordesa; también el hijo
pequeño de los Plançon, francés, acudía por allí, (cómo siempre los extranjeros
nos llevaban camino por delante.) Además, Gonzalo Pardo, algo mayor que yo y
que me llevara a Santa Orosia la primera vez que recuerdo, también iba y
hablaban de la Cola de Caballo.
Con
semejante bagaje informativo y no más competencia que la que adquiriera personalmente
en los Capitiellos, al lado de mi casa; téngase en cuenta que a mí no me
permitían pasar el Puente del Ferrocarril para llegar a la Carretera de Huesca
y era cruzar el Río Tolibana y subirme corriendo a los Capitiellos mi único
escape; aparezco una buena mañana en la Pradera de Ordesa y hay gente por allí
que va y viene algunos con palos herrados, sombreros de paja y mochilas de
loneta o cretona. Es el camino a la Cola de Caballo pero eso está muy lejos.
Cruce de Caminos de Cotatuero y Soaso
Tomé
el camino que se adentraba valle adelante hacia el sol pero pasada una capilla,
era la Capilla de la Virgen del Pilar y viendo que salía a mi izquierda otro
camino, supongo que pensando que sería más corto para llegar a no sé dónde… lo
tomo; no sé si había alguna indicación pero se trataba del Camino a Cotatuero.
Hayedo de camino a Cotatuero.
Del
camino solamente recuerdo que iba entre enormes árboles, a buen paso, tenía
bastante costumbre de caminar y no recuerdo si alcancé algún puente o salte
entre piedras para pasar a la Orilla Izquierda del Barranco de Cotatuero. Me
quería acercar a una cascada de espumosas aguas que saltaba desde allá arriba.
Aquel día pude cruzar el Barranco de Cotaturero por algún lugar como este.
Debí
pensar que sería estupendo poder ver desde donde saltaba y por la orilla
izquierda del barranco me fui acercando a la cascada ascendiendo enseguida por
la ladera, en este caso de la Fraucata.
La
ladera se iba inclinando a la vez que ganaba altura sobre el curso de agua.
Estaba muy cerca de las paredes, el terreno estaba ya muy inclinado, incluso
escalonado y me servía de los pinos como apoyo y seguro para progresar en mi
ascenso ya en plena pared.
Cascada de Cotatuero y posible lugar donde terminó mi aventura.
Todavía
ascendí unos cuantos metros algo complicados y con la respiración entrecortada
pero el agua de la cascada saltaba todavía un poco por encima del lugar donde
me encontraba, hasta que los pinos ya no me prestaron la suficiente confianza y
me dije que había que darse la vuelta pues no iba a conseguir el objetivo que
me había propuesto.
Estaba
muy arriba, era mi primera renuncia en la montaña pero mi auténtica
preocupación no era eso, sino deshacer el camino hecho.
Acostumbrado
a saltar y correr me arrastré de espaldas al valle para abajo agarrado a los
pinos hasta alcanzar el siguiente con los pies, en un ratito de adrenalina a
pozales que alguna vez he recordado.
Aquello
sería durante un buen tiempo la excepción a una regla general que me mantendría
ajeno a la montaña, salvo mis familiares incursiones en los Capitiellos de
frente a mi casa y las Romerías a Santa Orosia que se hacían andando desde
Sabiñánigo por Isún de Basa.
Tres Sorores desde Sarrcils, las bedettes de Ordesa.
Festival del agua en Soaso.
Siempre
sucede lo mismo: vives de espalda a lo que tienes en la mano y te centras en
cualquier asunto carente o de valor ínfimo que puede estar en la quinta
puñeta; pero por suerte, el tiempo lo coloca todo en su lugar.
Cada
vez que subo por Cotatuero no puedo dejar de recordar aquella mañana en la que
quise tocar el cielo elevándome con la escalera de la ilusión. De cuando en
cuando creo que sigo siendo ese crío.
Cola de Caballo con pantalones de pana tiroleses. jerseis de lana y toda la ilusión del mundo por delante. Mayo 82.
Cascada de Cotatuero. Mayo del 83.
La Brecha de Rolando por la vertiente de Sarradets. Agosto del 96.
Nuestro campamento al Sur de la Torre de Marboré. Agosto del 96.
¡Cómo
me gusta Ordesa!
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