15 ago 1987

5-87. TRAVESÍA BENASQUE-ORDESA. CILINDRO DE MARBORE 87. 15-8-1987.


Desde el Corredor Oeste del Perdido. 16-8-09.

Balcón de Pineta, Cuello del Cilindro. Ibón Helado, Corredor Este y Arista Oeste. Descenso al Ibón Helado, Refugio de Góriz y Pradera de Ordesa.
15-08-1987.
Salida 06:30 h. Llegada 16:45 h.
Sol.
Fácil.
Ascensión.
Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Mapa del Cilindro procedente de Iberpix. Vía en amarillo.

            La noche es larga y en nuestra mente están las tres fisuras del primer escalón  sobre el que se asienta el Glaciar de Monteperdido y de ellas la que se abre en la parte superior nos parece la más asequible. No hemos observado trazas firmes de camino en el gran pedregal recostado sobre la pared y estamos ansiosos.  Esta ansiedad nos llena de inquietud toda vez que nos encontramos a punto de emprender  una especie de examen de una asignatura pendiente  desde hace dos años: querríamos que despuntara ya el alba; hemos esperado dos años y ahora que nos faltan tan solo unas pocas horas se está parando el reloj de nuestras mentes.
            Ese enorme silencio que lo llena todo, al empezar a caer la tarde, se ha comenzado a romper discretamente: el glaciar despierta tras una jornada cumplida de calor infernal lo que no nos sorprende demasiado. Los crujidos se van repitiendo, quizás con mayor intensidad o al menos así nos lo parece cuando cae la noche sobre nuestra tienda.

Glaciar del Perdido desde la Brecha Tucarroya. 6-10-11.

            Sobre las dos de la madrugada del 15 de Agosto de 1987, lo hemos oído los dos y callado también ambos,  un brutal y terrorífico crujido ha rematado nuestro frágil sueño y por nuestra sorprendida mente ha pasado el derrumbe del glaciar entero por lo menos. Quien no tenga claro que un glaciar es un ser vivo, que pase una noche en circunstancias como esta y saldrá de dudas. Conciliamos malamente el sueño ocultándonos la inquietud el uno al otro.
            No serán todavía las cinco y media de la mañana cuando estamos ya a la nívea claridad de las estrellas, total para lo que hemos dormido…
            Desayunamos sin gana, recogemos con premura pero nos cuesta lo mismo ya que lo hacemos sin luz pues queremos estar, según nuestra última estrategia, en la base de la pared cuando empiece a clarear.

Remontando el Glaciar del Perdido hacia el Collado del Cilindro.

            Cruzamos el barranco algo disminuido de caudal alrededor de las seis y media y atacamos el pedregal. Las dimensiones reales de la pared se irán descubriendo a la vez que nos vayamos aproximando a ella y la claridad del día comience a llegar.
            Los primeros tramos mixtos del pedregal inestable y empinado  nos llenan de sudores y llegamos parejos con el sol a la base de la pared cuando son las siete de la mañana ya entre los primeros hitos que acabamos de encontrar y que tiran por tierra nuestro pronóstico al dirigirse hacia la fisura central.

Después de una noche a la música del Glaciar del Perdido.

            Reafirmamos algunos hitos y atacamos la fisura con decisión: sube ligeramente acostada hacia nuestra izquierda y tiene buenas presas. Subimos con un ritmo excelente pero a pesar de ello se nos lleva veinte minutos; claro que la fisura subirá alrededor de los 125 metros que se rematan con una serie de escalones rocosos en los que nos guían hitos. El glaciar que esperábamos encontrar allí está más retirado.
            Hemos abandonado la dirección de la fisura para continuar hacia el Cilindro. Nos han aconsejado ganar la característica loma pétrea y redondeada tal y como vamos de camino, por la parte posterior; es decir, por la parte que da al glaciar por lo que atacamos por  la rimaya al principio con nieve blanda y con los piolets mientras esta nos lo permite. Luego la nieve se endurece, tallamos unos pocos escalones sobre nieve ya muy dura y alanzamos el rellano que el glaciar forma al apoyarse sobre el lomo que acabamos de subir.

El Ibón Helado desde el Cuello del Cilindro. 3-8-07.

            Nos ponemos cómodamente los crampones pues aunque no es grande el trecho de glaciar que hay que atravesar para ganar el roquedo por el que acceder al Collado del Cilindro, la caída por el embudo que forma el hielo en la margen oeste del glaciar es francamente espantosa, además y exclusivamente para esto los hemos llevado encima toda la travesía.
            Luego de puntillas como los gatos  atacamos la pared de hielo que se comienza a empinar. El hielo que se derrite abundantemente y son solamente las ocho de la mañana, corre haciendo profundos regueros glaciar abajo. Nosotros glaciar arriba vamos tan a gusto que en lugar de cruzar el embudo y ponernos a pelear con el inestable pedregal, proseguimos por el hielo un poco a nuestra izquierda y ganamos altura con mayor comodidad.

El Corredor Este y el Pitón Sudoeste del Cilindro. 9-8-96.

            Se nos acaba el hielo en la dirección en que ascendemos cuando la pendiente es decididamente brava. Hemos perseverado tanto sobre el hielo porque nos encontrábamos seguros y continuamos subiendo los últimos tramos del pedregal que nos conducen al Collado del Cilindro.
            Nos miramos y sonreímos bajo la severa mirada de los violentos pliegues de los estratos del Cilindro que nos regalan el aprobado de esa asignatura pendiente con la que con tanto ahínco y voluntariamente nos habíamos comprometido.

La imagen más guapa del Cilindro desde el Corredor Oeste del Perdido. 26-6-12.

            Buscamos el camino que nos conduzca hacia el Pequeño Lago Helado que discurre hacia la Vertiente Sur del Cilindro. A media ladera, superados los resaltes rocosos, tomamos a nuestra derecha  el camino que serpenteando por el canchal del pico asciende corredor arriba.
            Dejamos las mochilas y en mangas de camisa con la cámara y el tomavistas además de la cantimplora, emprendemos ligeros  la ascensión del corredor sur que nos conduce al Cuello de Marboré, para darnos de narices con una pared que no quedará más remedio que estudiar.


Los Corredores de la Oeste del Cilindro. 9-8-96.

            La primera conclusión es que hay que dejar el tomavistas, por segunda vez una cima nos ha vuelto a engañar y la segunda  es que ligeramente a la izquierda del collado, orientados hacia el pico hay una especie de corredor con presas que parece hacer accesible la pared. No creemos que tan transitado camino en la pedrera sea hecho por gente que llega al collado y se dé la vuelta.
            Superamos con lógica el corredor, avanzamos un poco por una crestecilla para luego continuar el ascenso por dos amplias lomas terminales.

La Arista Oeste del Cilindro. 9-8-96.

            Un francés madrugador que vuelve de la cima nos hace una foto en el promontorio terminal. Son las nueve y media de la mañana cuando respiramos el aire de la Cima del Cilindro de Marboré a 3355 metros de altitud. No he resistido la tentación de encaramarme  en el montón de piedras de abrigo cimero y decirme: “se acabó la subida por esta vez.”
            Rosa se ha sentado al lado del abrigo y enciende su acostumbrado cigarrillo de las cumbres que le debe de sentar bastante bien pues entre volutas de humo contempla sus botas que tan bien le han ido hoy tras reservar sus pies con las zapatillas en las jornadas anteriores. Yo hace ya algún tiempo que paso de tabaco.

El Perdido desde la Cima del Cilindro. 12-7-92.

            No se mueve ni un solo pelo de nuestras cabezas. Abajo en Marboré el sol se recuesta en el rellano, más abajo el Balcón de Pineta parece dormido, El Cañón de Ordesa se adivina bajo una espesura lechosa rebosante de las paredes del cañón y a este nivel está todo bañado por una luminosidad translúcida que nace de un sol que a duras penas molesta cuando se le mira de frente: la calima está servida.
            Estamos de buen humor, bromeamos sobre nuestros aspectos y nos fotografiamos con las camisas cambiadas. Rosa pasa a la posteridad recién mudada y el Perdido complaciente que recibe a los primeros visitantes del día que promete serán multitud. Nosotros compartimos el Cilindro con nuestra felicidad.

Desde el Cuello del Cilindro. 16-8-09.

            Tenemos que bajar 2000 metros y no estamos dispuestos para dejarlo para el día siguiente. Delante de nosotros tenemos dos jornadas de nuestra travesía pero nos damos la vuelta, echamos una visual larga al Circo de Gavarnié y empezamos nuestro descenso por donde hemos subido.
            Llegamos a la pared sobre el cuello  unos metros más al sudoeste y encuentro una clavija con dos anillos de cuerda preparados para rapelar o montar un seguro. Particularmente nos parece bien que en los pasos complicados de las vías normales a los picos se coloquen elementos de seguridad para ser utilizados discrecionalmente y que pueden ser la llave adecuada que abra el camino a un lugar digno de ser visitado no dependiendo exclusivamente del nivel de competencia para ese paso.

Faja Roya y Cilindro desde la Ciudad de Piedra. 13-7-01.

            Destrepamos hasta el Cuello del Cilindro, recogemos el tomavistas y nos vamos pedregal abajo mientras contemplamos el desperdigado rosario de montañeros en el Corredor Oeste del Perdido. Sería curioso hacer una estadística del personal que sube al Perdido, al Cilindro o pasa hacia Pineta. Comprobaríamos que el hombre es un animal de costumbres, que el pirineo integral es un perfecto desconocido y que es realmente cierto el refrán que dice: “va Vicente a dónde va la gente.”
            Llegados al Ibón Helado, remojamos nuestros pies y tomamos un vaso de leche a la temperatura del agua del ibón. El día va de calores.
            Luego continuamos de camino para bajo por un camino conocido con el asunto completamente consumado.
            Una pareja de jóvenes montañeros deben ver en nosotros a gente adecuada y nos preguntan. Van hacia Pineta, sin crampones ni piolets y nos dan un poco de miedo. Les diremos que se puede hacer casi todo fuera del hielo pero que los pocos metros que hay que atravesarlo son de alto riesgo.

Cañón de Ordesa por encima del Circo de Soaso. 3-8-07.

            Poco más abajo llegamos al “Laberinto” un caos de piedras a medio camino entre el Ibón Helado y el Refugio de Góriz y que nunca he logrado atravesar por el mismo sitio y lo acabamos haciendo el sarrio en un escalón rocoso en el que Rosa está a punto de pegarse un castañazo. En la montaña, cuando menos lo esperas salta la liebre y es que son esos momentos en los que por cansancio, desidia, descuido o desatención se relaja la vigilancia y se producen accidentes más o menos trascendentes. Lo sabemos pero… De  cualquier forma vale más recordarlo pues es el mejor camino para que esto difícilmente suceda ya que seguro no hay nada.
            Nos alcanzan cerca del refugio un par de montañeros a los que hemos despistado con nuestro ascenso al Cilindro. Iban al Perdido y se darán la vuelta desde el Cuello del Cilindro. Nos cuentan y les hacemos los dientes largos contándoles.
            Abandonamos los grises calizos para introducirnos poco a poco en el verde de los primeros retazos colonizados por las pratenses aunque seguimos en el gris caliginoso del día. Nuestros fortuitos compañeros nos toman con el tomavistas a la entrada de Góriz pues queremos aparecer los dos en el reportaje. Son las doce y media del mediodía.

Cola de Caballo. 11-7-92.

            Preferimos estar a la fresca penumbra del refugio y nos sentamos en el fondo del comedor. Rosa va a por un par de cervezas y una bolsa de aceitunas y tiene un rifirrafe con la esposa del guarda más que otra cosa por desagradable pues no creemos sea pecado preguntar si están frescas. No debe saber que hay ya refugios que te sirven el champagne con el termómetro. Le deseamos suerte para beberse las cervezas calientes porque somos gente educada.
            El comedor está vacío a excepción de un montañero que reposa lo que parece ser una frugal comida, no es de lo corriente que funciona por estos pagos, tiene aspecto de estar de vuelta de casi todo y no ha perdido detalle del suceso.
            -Estos no cambiarán no, le comento a Rosa.
            -Qué, ¿a dónde vais?
            -¿Quién, nosotros? En polvo para casa.
            -¿Hacéis travesía no?
            -Sí, venimos desde Benasque y nos desmontamos aquí.
            Sin querer y solidariamente en contra de los avinagrados guardas del refugio entramos en conversación.

Las Tres Sorores desde el Pueto de Mondicieto. 27-9-00.

            Yo entiendo que regir un refugio concurrido como éste, con todo tipo de personas, montañeros y algún que otro guerrillero urbano que lo confunda con su acostumbrada boite, se las debe traer con abalorios; pero por encima de todo deben de ser profesionales y disimular  cuando no se pueda evitar tales contingencias personales y además, la experiencia, que estos la tienen,  debe capacitarles para distinguir a unos de otros propiciando un trato adecuado a cada uno. Ni el momento, ni la concurrencia ni nuestro aspecto y modales podía llevarles a engaño.
            En algún momento debemos nombrar nuestro pueblo.
            -Yo también soy de Sabiñánigo.
            -¡No me digas! Somos de una edad muy aproximada.
            -Soy Carlos.
            Le invitamos a otro vaso de leche, se acaba de tomar un cazo de campeonato y charlamos. Se ha venido a despedir del Pirineo por estas vacaciones.
            Se iba a marchar para abajo cuando hemos llegado e insiste en esperarnos y en bajarnos a Sabi. Recogemos a todo trapo e iniciamos juntos el descenso del Camino hacia el Circo de Soaso.

Quinta y última etapa de la travesía. 

            Es un mozo de paso ligero y nosotros de invitados le seguimos.  La magia de la conversación que para los tres es tema preferido, nos deposita en un suspiro en la Cola de Caballo, hemos bajado en tres cuartos de hora exactos. El ritmo del descenso y el calor del día nos invitan tomar un baño y en un momento estamos los tres en bañador y en el agua que está fresquita pero estupenda.
            En las gradas de Soaso tomamos unos litines que Carlos se fabrica y felices y animados, cuando todavía falta bastante para que el reloj llegue a las cinco, dejamos las mochilas en el coche. Nuestra travesía ha tocado a su fin. Han sido 7200 metros de subidas y 6400 metros de bajadas a lo largo de 90 kilómetros bastante bien lastrados por si soplaba viento en los collados.
            Tomamos un refresco en el Restaurante de la pradera de Ordesa ya sin prisas, nosotros celebrando sencillamente nuestro subjetivo éxito con tres tresmiles de prestigio.
            El coche nos regala el mullido de sus asientos y por conocida carretera nos deposita en la puerta de nuestra casa. Nos despedimos no sin el deseo de preparar algún reto juntos para sus próximas vacaciones.

Croquis completo de la travesía

            Una vez duchados nos vamos  a por nuestra hija andando, nuestro coche está en Huesca y habrá que bajar a buscarlo. La bofetada de calor que recibimos, al abrir la puerta de la calle donde el asfalto hierve día y noche en la semana más caliginosa que se recuerda por estos pagos, la recordaremos durante mucho tiempo. Luego, el atroz calor disipará discretamente nuestras mentes para en cualquier momento volverse a condensar en alguna parte del Pirineo.
           
Para ver el Comienzo.

14 ago 1987

4-87. TREVESÍA BENASQUE –ORDESA. CUELLO ROBIÑERA-BALCÓN DE PINETA 87. 14-8-1987.


Paredes del Fondo del Circo de Pineta.5-10-11.

Cuello de Robiñera, Ibones y Barranco de la Larry, Pineta, Gran Cascada, Balcón de Pineta, Breha Tucarroya y Rellano del balcón de Pineta.
14-08-1987.
Desnivel ascendido 1268 m. 
Desnivel descendido. 1650 m.
Distancia recorrida 21000 m.
Tiempo efectivo de marcha 09 h.
Sol.
Fácil.
Senderismo.
Jornada exigente si se ha de hacer con carga.
Agua en el Cuello de Robiñera, en los Ibones y Barranco de la Larry, en Pineta, en el Ibón de Tucaroya y en el Cinca.
Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Mapa del Collado de Robiñera al Balcón de Pineta procedente de Iberpix. Vía en amarillo.

            Empieza a clarear el alba cuando nos levantamos al 14 de Agosto del 87. Estamos a 2850 metros de altitud en el Cuello de Robiñera y la temperatura es impensable. Pasamos revista con nuestros ojos y todo está en su sitio: el Perdido despierto,  los Ibones de la Larry medio dormidos y nosotros, con el sueño de quedarnos aquí, desayunamos, recogemos los bártulos e incluso algunas piedras dispersas en el praderío, lo dejamos todo impoluto como es nuestra costumbre abrigando la esperanza de que quede mejor de lo que lo hemos encontrado. Tenemos costumbre de arrimar piedras a los abrigos, barrer los refugios si se es posible… se pueden hacer tantas cosas que cuestan tan poco…
            Salimos a las siete y media derrumbándonos pedregal abajo hacia los ibones. El cielo se araña de nubes de escaso desarrollo vertical que nos van a filtrar el sol con lo que el agradable fresquito de la mañana se va a prolongar un rato pues hemos de bajar 1500 metros de desnivel.

 Ibones de La Larry desde el Cuello de Robiñera. 6-8-03.

            Tras despedirnos del ahora oscuro y acantilado Cresterío de la Munia, al amparo del Pico Robiñera llegamos a la vacía y extraña cubeta lacustre donde se asientan los dos Ibones de la Larry. Se respira una soledad especial en el lugar.
            Acompañamos al barranco valle abajo hasta encontrarnos con la pradera alpina salpicada de hitos hechos con estacas de madera que sin duda guiarán a los campistas que saliendo de entre la multitud de Pineta se atreven, más arriba de los llanos, con los ibones.
            Hemos descendido 800 metros,  nos cruzamos con los más madrugadores y nos detenemos para almorzar vigilados por el Perdido. Un sudoroso montañero, el repecho es importante, se detiene junto a nosotros y conversamos. Nos dirá que pasaron el glaciar sin crampones, nosotros le informamos de la zona a la que va y de la que venimos.

Robiñera tras los Ibones de la Larry. 13-9-13.

            Se va disipando la nubosidad a la vez que aparecen las primeras huellas de la calima con lo que el día puede ser una copia del anterior.
            Seguimos bajando y nos precipitamos vertiginosamente en la herbosa y vertical pared norte que cierra el Circo de los Ibones de la Larry para recorrerlo posteriormente por un pateado sendero.
            Es mediodía cuando desde el límite superior del arbolado contemplamos el Parador de Pineta y la multicolor acampada de la que huiremos mientras podamos, lo nuestro es otra cosa y decididos a perder el mínimo de altura iniciamos el descenso del sendero boscoso cuando aparece un camino forestal muy transitado que se dirige al oeste.

La Munia y el Ibón Sur de la Larry desde el Collado de las Puertas. 13-9-13.

            Dispuestos a pasar si fuera preciso hasta el barranco a nado lo tomamos dándonos cuenta inmediatamente de que se trata de un camino perfectamente acondicionado por los equipos de conservación del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido en cuyos límites hemos entrado.
            Dulcemente sombreado es recorrido por un buen número de paseantes nos conduce e incorpora al camino general del valle, concurrido y polvoriento en extremo pues la Gran Cascada atrae.
            Decidimos ganar altura  y a falta de sombras acerarnos al frescor del agua pulverizada que se despeña desde el Balcón de Pineta formando un rosario sinigual de cascadas.

Llanos de la Larry, Punta Blanca y la Munia. 16-10-10.

            Fuera de la vorágine de los visitantes y sumergidos en el fragor de las espumosas aguas, nos aseamos y comemos en bañador mitigando los rigores de un sol de auténtica justicia mientras nos concentramos en la tarde que nos espera.
            Son las dos cuando abandonamos la orilla del barranco y comenzamos a remontar el circo. Nos separa del balcón de Pineta 1100 metros de vertiginoso y decidido desnivel por un hollado y serpenteante camino que hemos visto en fotografía.
            A estas alturas de la travesía pensamos que o la has abandonado o que te echen lo que quieran: nos encontramos fuertes como osos y subimos suavemente a un ritmo de 500 metros por hora con paradas cada 200 metros y el altímetro se está llevando su palo con los rigores de nuestra espléndida forma.

Llanos de la Larry. 22-6-05.

            Contemplamos elevados la sinuosa senda por la que hemos ido ascendiendo, queda perdida allá en el fondo la recóndita Pradera de Pineta y ya muy altos nos comemos el limón que llevábamos por si surgía alguna pájara.
            La gente baja apresurada y nosotros sin problemas, a las cinco y cuarto estamos en la Cruz de Marboré.
            Echando pestes por la cantidad de basura que encontramos, posiblemente por su aspecto proveniente de Pineta y que no ha vuelto al lugar de dónde salió, avanzamos a través de un impresionante caos calizo que suavemente se eleva hacia el Collado de Astazu. Contemplando las enormes magnitudes de la cubeta nos acercamos al ibón.

Ibón y Brecha Tucarroya. 6-10-11.

            Dejamos las mochilas y casi en bañador continuamos hacia el ibón de camino a la Brecha de Tucarroya. Hay tiendas acampadas en la orilla sudoeste.
            Pasamos por las huellas y los restos de las obras para represar brevemente el Ibón de Marboré  cuyo entorno se ha convertido hoy en un basurero donde destaca la chatarra que tardará cientos de años en desaparecer si la educación y la cultura de este país no lo remedia y francamente, no llevamos camino de ello. Claro que la sociedad que lo explotó no sé si sigue haciéndolo, sí estuvo presta para recoger los beneficios económicos de la explotación aunque no tuvo la misma presteza para recoger sus basuras y adecentar el lugar y es que una sociedad especulativa como la nuestra no está para esas zarandajas. En Respomuso y Bachimaña la misma película.
            El ibón, si se mira desde la presa, está allí como si llevara siglos comprimido a la Pared de Tucarroya y petrificado testigo del caos de gris silencio calcáreo que las últimas glaciaciones del cuaternario regalaron al Pirineo.

En la Brecha Tucarroya. 14-8-87.

            Nos sentimos definitivamente minúsculos ante las colosales dimensiones que pasan desapercibidas hasta que no llegas a dominar la vastísima extensión del caos rocoso de Marboré y el ibón que a primera vista parece una charca grande, adquiere su definitiva magnitud al rodearlo para llegar por el este a la Brecha de Tucarroya. Allí está el refugio, pequeño y sucio, guardando su intemporal equilibrio de venteado y minúsculo collado. En un lugar internacional, internacionales basuras que no deben acumularse en mayores cantidades debido a que se precipitan a ambos lados del collado. En todas partes cocemos las mismas habas.

Glaciar en la Norte del Perdido desde el Ibón de Tucarroya. 6-10-11.

            La chimenea que se despeña hacia el Circo de Estaube es vertiginosa, luego se dilata el panorama con las estribaciones del Pico Monferrant. Los Astazus de amable aspecto te conducen por su cuello al recordado e imaginado Circo de Gavarnie y cara al sol, te encuentras con la inevitable y colosal pared que, ahora ya tan próxima, se ha llenado de relieves y colores y aquellas manchas blancas desde el Cuello de Robiñera se han convertido en enormes escalones de un glaciar que en franco retroceso defiende aguerrido la Cara Norte del Perdido.
            Desandamos largamente nuestros pasos  perdiéndonos de nuevo en la inmensidad de la cubeta. Hemos recogido nuestras mochilas y nos sumergimos en la sombra que proyecta ya la gran pared para plantar nuestra Mckinley en mitad de la cubeta próximos a un torrente, quizás en una de las brevísimas manchas de verde frente al Glaciar de Monteperdido  y en un lugar inmaculado en el que hay protectores para  fuegos por lo que deducimos que se trata de un lugar habitual para acampar. Por suerte no todo está perdido.
            Hacemos la cena bajo la supervisión del Cilindro de Marboré, serio y circunspecto. Es nuestra comida caliente del día que agradecen nuestros estómagos más si cabe ya que no hemos consumido nuestras vituallas de media tarde.

Croquis etapa cuatro de la travesía. 

            El silencio es absolutamente sagrado siempre que no te aproximes al lecho del, a estas horas, tumultuoso barranco que podríamos decir se encuentra en plenos ejercicios de calentamiento antes del impresionante salto que precipitarán sus aguas al llano de Pineta.
            Unos franceses dormitan ya en su tienda a pesar de que la tarde es agradabilísima y el marco además de incomparable es sobrecogedor. Nosotros nos empiltramos cuando son poco más de las nueve y todavía no se asoman las estrellas.

Para ver la Continuación.

13 ago 1987

3-87. TRAVESIA BENASQUE-ORDESA. LA MUNIA 87. 13-3-1987.


La Sudoeste de la Munia. 12-6-04.

Valle y Cabaña de Barrosa, Cuello de Robiñera, Cara Sur, Arista Oeste, Cima de la Munia y descenso al Cuello de Robiñéra.
13-08-1987.
Salida 10:30 h. Llegada 21:30 h.
Sol.
Bastante fácil.
Ascensión.
Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Mapa de la Munia procedente de Iberpix. Vía en amarillo.

            Cae la noche cuando nos empiltramos en la tienda, ni siquiera hemos subido a Bielsa, lo único que querremos es descansar y que pase el atroz calor que soportamos en la tienda a salvo de los mosquitos. Yo me encuentro bien pero a Rosa le molesta hasta el roce de los sacos en los pies. Nos dormimos con la esperanza de que un par de calcetines finos y las zapatillas puedan salvar la situación.
            La mañana del 13 de Agosto de 1987 nos sorprende algo más tarde de lo habitual. No tenemos prisas pues las tiendas no abrirán hasta las nueve al menos. Recogemos, desayunamos, enmochilamos y nos subimos a Bielsa que está prácticamente cerrado. Echamos al correo una cinta del tomavistas, localizamos un taxi que nos puede subir hasta la Entrada del Valle de Barrosa como teníamos programado, compramos algo más de lo previsto, fruta y verdura, pues estamos dispuestos a acarrearlo por darnos el gustazo; sabemos que en las travesías las frutas y las verduras son lo que más se acostumbra a echar en falta pues su peso y su conservación desaconsejan su uso.
            Habíamos previsto comer pronto en Bielsa quizás alguna ensalada y algo de pescado fresco con abundante fruta pero hay que cambiar y lo haremos de esta manera no prevista. También compramos los calcetines de algodón y llamamos a casa para que sepan que todo marcha conforme al programa, liquidando, de paso, la calderilla que también pesa pues sabemos que el taxi nos costará cien duros.

Valle y Circo de Barrosa. 2-7-07.

            Son las diez de la mañana cuando nos sentamos en el taxi, un  Land Rover que nos llevará los 8 kilómetro que hay hasta la Entrada del Valle de Barrosa.
            Nos paran en la Aduana, nos piden la documentación y les presentamos los Carnets de la Federación Aragonesa de Montaña pues he cometido el error de no haber puesto los Carnets de Identidad. Todos cometemos errores.
            -Con esta documentación no pueden pasar, ¿no llevan otra?
            -No. Tiene gracia, pienso para mí. Si lleváramos otra ya la hubiéramos presentado.
            Mire usted, venimos desde Benasque y aquí mismo nos metemos por el Barrosa…
            -Sí, pero no pueden pasar.
            -(Ya decidido a todo.) Bueno, ¿qué quiere usted, que pasemos por el monte o qué? pues como podrá imaginarse no vamos a dejar colgada la travesía aquí. Ahora que también se puede usted dar la vuelta, nosotros pasamos por el río y usted no ha visto nada.

Vista atrás en el Valle de Barrosa. 2-7-07.

            -Bueno, eso…
            -Oiga, a ver si ahora nos va a emprender a tiros cuando pasemos por allí enfrente…
            No contesta. Le damos las gracias, arranca el taxi y nos espera un poco más adelante. Pasamos a 10 metros del guardia, nos subimos al taxi e inmediatamente nos deja en la Entrada del Valle de Barrosa.
            El día está caliginoso con una situación anticiclónica de sur y en la Mina nos aligeramos un poco de ropa a cambio de cargar un pelín más las mochilas. Rosa se adelanta un poco para probar las zapatillas pero lo que comprobará será el peso de las botas en la mochila.
            Me entretengo tomando algunas vistas para alcanzarla luego. Me dice que va como los ángeles y respiro confiado pues conozco su tenacidad y resistencia con lo que comienzan a disiparse los negros nubarrones de mi mente. Había llegado a pensar que podría terminarse aquí nuestra travesía por culpa de los pies.

Circo de Robiñera. 

            Continuamos valle adelante sencillamente felices, nos espera al fondo un barranquete y un baño pues para completar vamos bien de tiempo. También al fondo, nítido, preciso, inconfundible y altísimo el Cuello de Robiñera entre el Pico Robiñera a la izquierda  y la Munia a la derecha pero eso es para después de comer, primero habrá que aproximarse a la base de la pared y elegir un acceso u otro ya que la duda ya nos surgió la primera vez que nos acercamos al valle y nadie nos la ha podido aclarar.
            No son las doce y estamos refrescándonos en el Barranco de Barrosa y mientras mi señora se alarga en el tema, yo más breve prepararé la comida con todo eso que en una travesía haría saltar de gozo y alegría a todo el que tenga experiencia en este asunto. Terminamos llorando a moco tendido de puro gozo.
            Hemos descartado ya la vía directa por debajo del Pico Robiñera y estamos en el Refugio Pastoril de Barrosa abierto y lleno de estiércol, en lamentable estado a 1700 metros de altitud cuando es la una y media. Hemos decidido ascender el circo comenzando por nuestra derecha y utilizando una loma arbolada en la vertical de la Munia.

Nuestro campamento en el Cuello de Robiñera. 

            La pendiente es fortísima y vamos trazando nuestro camino, algo que goza de nuestras preferencias y no lo podemos negar, con lo que le damos trabajo al altímetro.
            Poco después viramos un poco a nuestra izquierda como si fuéramos hacia el centro del circo a buen ritmo, seguimos intuitivamente la ruta proyectada pues nos encontramos en una parte de la pared, tras salvar un par de resaltes rocosos tan vertical que disponemos de un reducidísimo campo de visión.
            Erramos un poco la vía y cuando nos damos cuenta estamos trepando una pared rocosa con no muy abundantes presas sin saber si tendrá salida tan discreta trampa. La fortuna nos acompaña y con precisa dedicación superamos la pared  con lo que salimos de la verticalidad aunque la pendiente siga siendo valiente.
            Un poco hacia nuestra derecha contemplamos una pared que estará situada entre la Munia y la Pequeña Munia pero nuestras opciones no se presentan hacia allí sino perseverando hacia el centro del circo  por un inestable y caótico pedregal que atravesamos casi en horizontal para alcanzar un espolón más pedregoso que herboso a la vez que se nos va ampliando el horizonte. El valle que se ha dormido muy abajo y que hemos contemplado repetidamente desde algunos miradores excepcionales, se nos esconde con prisa a la vez que las pendientes se moderan.

Arista Oeste de la Munia. 12-6-04.

            Pisamos planos neveros entre un caos de rocas miles de veces trabajadas por hielos y soles y contemplamos, ya a nuestra derecha, las Paredes Cimeras de la Munia: el Cuello de Robiñera frente a nosotros ya es nuestro; mejor dicho, lo compartimos con algunas ovejas que desperdigadas denuncian la presencia de minúsculos rellanos herbosos cuando el reloj marcha las cinco y cuarto.
            Cuando se llega a un collado es normal echar una ojeada de despedida a lo que hemos dejado atrás para asomarnos lo antes posible al otro lado. En esta ocasión cumplimentamos la primera parte de manera muy parcial  pero posponemos la segunda pues nuestra vista  resbala por la cresta  hasta el Collado de la Munia, sigue por las Blancas de la Larry y de pronto sientes  como un golpe seco en tu interior y tus ojos son ineludiblemente arrastrados y secuestrados por una imagen oscura y profundamente tornasolada, aérea, altiva, respetada y deseada: La Norte del Perdido y te quedas quieto como un muerto, contienes sin querer la respiración a la vez que un volcán de recuerdos entra en erupción dentro de tu cerebro. La de veces que en dos años  he bajado el glaciar desde aquella mañana en Góriz, cuando en un claro de la tormenta dijimos adiós al personal del refugio y salimos en polvo hacia el Cañón de Ordesa en lugar de haberlo hecho cuatro horas antes hacia el Cuello del Cilindro.
            -¡Ahí está! (quedamente como con miedo a despertar a ese gigante  que duerme un sublime sueño de dos años.) Luego se amplía la postal con el Marboré, el Cilindro, el Soum de Ramond y la Sierra de las Tucas perdiéndose Pineta para abajo.

La Oeste de la Munia 13-9-13.

            Nos asomamos a la otra vertiente y un brutal tajo en la Oeste de Robiñera  descansa en la Cubeta lacustre de los Ibones de la Larry y en medio, llenándolo todo con una blancura lechosa cual polvo de estrellas encarnación de Vía Láctea: la sahariana calima.
            Acampamos en un lugar de ensueño absolutamente solos a 2850 metros de altitud, con una temperatura envidiable, en un balcón inimaginable, al lado de un diminuto y encantador ibón pirenaico, en un escalón herboso recostado con el Pico Robiñera, con tiempo y descansados. ¿Se puede pedir más?
            Tenemos tiempo para asearnos a conciencia, contemplar el paisaje acercándolo con el Zoom del tomavistas, estudiar el plan a seguir, tomar fotografías y cenar tranquila y plácidamente en bañador. Son las siete y media.
            Es fácil de asumir la escasa calidad de nuestro sedentarismo. Estamos rematando la cena cuando, casi sin querer y de repente, se me ocurre proponer el ascenso a la Munia que tenemos prevista para el día siguiente por la mañana: enorme locura  desde casi todos los puntos de vista dada la hora y el desconocimiento total de la cresta.

Ordesa desde la Cima de la Munia. 5-8-98.

            Rosa que es brava como ella sola y con una moral como la copa de un pino asiente y con el anorak sobre la camisa inicia la subida. Entre tanto, yo también me visto, cojo la cámara fotográfica y el tomavistas, lleno la cantimplora y arreo tras ella.
            Subimos en diagonal la ladera, un canchal en el flanco sur de la arista para llegarnos a la misma junto al sombrero: una piedra con dos apoyos y un hueco por debajo del cual accedemos  al primer escalón rocoso: sorpresa. Tenemos que trepar de buena manera y el tomavistas sin funda ni procedimiento de transporte que no sea en la mano, con sus 1500 gramos de peso que no puede ir entre la piel y la camisa queda aparcado en la base de la pared.
            Buscar una vía accesible que nos permita afrontar la situación y encaramarnos en la pared es todo uno. Superado este paso encontramos las trazas de paso que recorren intermitentemente los afilados y a veces dislocados dientes del cresterío: volamos superando dientes que cada uno nos parece el último, trepamos decididamente en repetidas ocasiones y a las ocho y media tras cuarenta y cinco minutos de ascensión  acelerada estamos en la Cima de la Munia a 3134 metros de altitud tras salvar un desnivel de 300 metros que nos separaba de ella y mi señora con el turbo puesto en los pies: las zapatillas.

Desde la Munia así tuvimos que ver el Glaciar de Monteperdido. 13-9-13.

            En esta frontera no nos han pedido  la documentación, algo es algo y por ello en lugar de dialogar con el aduanero entramos con la vista en el Circo de Troumouse desde el Col de la Seda hasta el Pico Montferrant. Es una pena que la luz del día no nos permita una contemplación con el detalle que deseamos, pero ya sabíamos que se trataba de llegar, tocar chufa y bajar. Así lo hacemos tras la foto de la constancia que inmortalizará a un simple par de zapatillas.
            Caemos cresta abajo parejos con la noche, recogemos el tomavistas, nos despedimos del país vecino hasta el día siguiente, que si todo va bien nos reencontraremos en la Brecha Tucaroya y dulcemente nos descalzamos al lado de minúsculo punto plateado que contemplábamos hace cuarenta y cinco minutos desde la cima.

Croquis de la tercera etapa de la travesía.

            Tomamos nuestro vaso de leche en amor y compañía de un cielo indescriptible: hoy estamos más cerca de las estrellas y la luna, esa vieja envidiosa censura decididamente la inolvidable velada. Nos acuna el bucólico tintineo de dulces y remotas esquilas mientras regalada y blandamente  nos desleemos diminutamente en la noche.

Para ver la Continuación.