17 jul 1989

1.89. LA DOME DE GOUTER NUESTRO PRIMER CUATROMIL EN ALPES. 17-7-1989.

Montblanc y Dome de Gouter desde Chamonix. 31-7-07.

Nid d’Aigle, Refugio de Tete Rousse, Norte de la Aguja de Gouter, Refugio de Gouter y cara norte.
16 y 17-07-1989.
Salida 10 h Llegada 04 h.
Sol.
Bastante fácil.
2 d.
Ascensión.
 Juan Castejón. Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Croquis de la Dome de Gouter procedente de R. Goedeke. Vía en amarillo.

Solo En contadas ocasiones los sueños se convierten en realidad. De esas contadas ocasiones, quizás las más quiméricas que se desechan  por inaccesibles tonterías que vagan en las mentes desocupadas de los soñadores, tocadas por mágico polvo de estrellas, vuelven a ocupar un lugar en nuestra mente.
Volvíamos del Posets quizás un tanto “borrachos” de un tresmil tan gratificante… ¡Y si nos fuéramos al Mont Blanc!... Había pasado un ángel por el coche.
-¡Tú no estás bien de cabeza chaval! Lo normal entre unos aprendices de montañeros  con ni siquiera demasiada experiencia en Pirineos.
Recordamos aquella tarde del verano del 78 en Chamonix, era nuestra primera escapada a Europa por libre. En aquella tornasolada tarde, el Pastor nos enseña entre nubes y claros  el Mont Blanc. Luego sabríamos que eso no era el Mont Blanc sino La Dome de Gouter.
Tenemos en nuestra cabeza el inmenso abismo entre los 3404 metros del Aneto y los 4807 metros del Mont Blanc, nuestra casi inexperiencia en hielo y nuestra enorme ilusión además de unas condiciones físicas decentes.
Fui echando la caña y al final pesqué cuando ya estábamos decididos a echarnos al monte solos: Juan se vendría con nosotros, lo que sería maravilloso pero a la vez traería consigo el martilleante latazo de mi esposísima con sus inevitables “y si os retraso”, “y si…”
El inicio del 87 estuvo ocupado. Por una parte hacemos actividad con intención de alcanzar una forma física aceptable, pues sabemos que nos puede ayudar al éxito del asunto y por otra hay que planificarlo todo sin experiencia ya que, cuanto más rodado esté el tema menos problemas surgirán y sabemos que no han de faltar: planifico el viaje, las actividades, los materiales y las comidas.

Dome y Aguja de Gouter desde Chamonix. 31-7-07.

El viernes 14 de Julio nos metemos en marcha al mediodía con un coche a rebosar. Había terminado la primera fase.
Acampamos en una viña entre Carcasona y Narbona y disfrutamos de una noche de fuegos artificiales pues es la Fiesta Nacional Francesa.
Al día siguiente, temprano proseguimos viaje que resulta largo. Además en Albertville nos queremos marchar a Italia, luego viene un St. Gervais que mejor olvidar y a las siete de la tarde entramos en Chamonix.
Nos instalamos en un camping y cenando antes de anochecer contemplando un premonitorio Mont Blanc al que las nieblas han dejado todo despejado.

Chamonix o no. 

Luego damos un paseo y nos acercamos a la Casa de los Guías de Chamonix para leer lo que queríamos leer: buen tiempo con nieblas en altitud al principio de la tarde para disiparse posteriormente y sin cambios en los próximos tres días.
La mañana del 16 de Julio llega con hora suficiente para estar a las ocho en la parada del autobús que coincide con la entrada del camping. Diez minutos y 10 francos son suficientes para que nos deje junto a la estación del Teleférico de Bellevue que ha partido ya, no sabemos sin con materiales o con personal.
Enseguida montamos tras pagar 19 francos y en unos cortos cinco minutos, salvamos casi 800 metros de desnivel y desembarcamos en la estación terminal del teleférico a 1800 metros de altitud. Chamonix se ha quedado allí abajo. La contemplamos medio bañada por el sol, la mini molestia del cambio de presión y la ansiedad por llegar al Refugio de Gouter.

Montblanc y Glaciar de Bosssons. 9-8-93.

Con las mochilas al hombro recorremos un cortísimo trayecto para alcanzar la Estación de Bellevue en la que cogeremos el tren cremallera que sube desde St. Gervais.
Un cartel anuncia un próximo viaje  a las diez menos cinco, son las ocho y media y se nos ha pasado ya algún tren. La mañana, espléndidamente soleada se acaba de teñir del color del desencanto, pues alguno es tan frágil como inexperto. Tenemos tiempo para todo e incluso para contemplar el Glaciar y la Aguja de Bionnassai con los lentes de la inquietud que dificultan decididamente el disfrute.
Pasa el tiempo, pagamos 20 francos por billete, llega gente y finalmente un tren con cuatro vagones llenos.

 Zona Inferior del Glaciar de Bossons. 9-8-93.

¡Toda esta gente no irá al refugio! Nosotros no hemos reservado en Gouter.
Después de 20 minutos a paso de carga el trenecillo, que ha conectado la cremallera, ha salvado 600 metros de desnivel y nos deposita en el Nid de l’Aigle, un desconsolador pedregal a 2396 metros de altitud. Son las diez y veinte y ha llegado la hora de la verdad.
Dejamos al personal que mayoritariamente se alargará a contemplar el Glaciar de Bionnassai y con las mochilas al hombro nos introducimos en un pedregoso y transitadísimo camino orientado al sudeste y balizado en rojo que enseguida se reorienta al nordeste.

Seracs de Bionnassay desde Nid de L'Aigle. 

Me parece que vamos a sudar de lo lindo pues hay gente que ha salido con más prisas que nosotros y sería conveniente enseñarles las suelas de nuestras botas si se dejan.
Rosa comienza a subir con los gemelos bloqueado quizás por los nervios y la ansiedad. La ponemos delante para que se relaje, coja su ritmo y funcione como ella sabe. Comenzamos a adelantar gente.
Ganamos altura, pasamos junto a la Cabaña del Desert de Pierre Ronde virando al sudeste cuando el camino se allana, lugar aprovechado para la instalación del primer nevero. El camino asciende  entre rodeos por un espolón de la Aguja de Gouter y de nuevo se allana: estamos en el Refugio de Tete Rousse.

Nid de L'Aigle desde Tete Rousse. 

Rosa ya sube como un avión. Son las doce menos diez, el altímetro va bien, estamos a 3187 metros de altitud y hemos subido 800 metros en hora y media escasa. Echamos un trago, picamos algo y respiramos un cortísimo cuarto de hora.
El arranque desde el refugio se inicia en dirección oeste con un paretazo nevado recorrido por un corredor que hemos de atravesar con cuidado y aligerando. Cerca del refugio hemos adelantado a bastante gente y ahora en el nevero seguimos adelantando es un primer paso que requiere cierta atención pues por el corredor suele bajar de casi todo.
Salvado el corredor ganamos la arista norte de la Aguja de Gouter sobre materiales metamórficos medianamente inclinados y en los rellanos y escorrentías se aloja discretamente el verglas. Pero enseguida la arista se pone tiesa, y el camino deja de merodear tirando para arriba sin concesiones, la mochila tira para atrás y los brazos trabajan a tope.

Desde Tete Rousse, la Pared de Gouter. 

Poco después aparecen las clavijas y las sirgas en bastante mal estado. Nos cruzamos con gente que baja y seguimos adelantando a otros que suben con menos ritmo. La arista bien escalonada es fácil y se puede subir un poco por cualquier parte, pero es tan fuerte que nos obliga a hacer continuas paradas para respirar.
Una mochila baja a vueltas por la abrupta pared para perderse en las grietas del Glaciar de Bionnassai, la suerte es que baja sola.
Nos hemos enzarzado en un ritmo infernal, las paradas continuas apenas permiten una mínima recuperación y yo al menos subo con todas las que puedo  y con algunos indeseados espinillazos. Luego el personal dirá que si se le afilaban las yemas de los dedos, que si la mochila se clavaba en los hombros y otras lindezas por el estilo que yo creeré.

Corredor en la Pared Oeste de Gouter, la Bolera, desde el Refugio de Tete Rousse. 

Llegamos al Refugio de Gouter a la una y media pasadas habiendo empleado otra hora y media en subir los últimos 630 metros de desnivel.
Los guardas nos dicen que no hay literas pero que podremos pasar la noche en el comedor: nos inscribimos. ¡Tantas prisas al fin para nada!
El refugio está situado en un lugar inverosímil de la arista a 3817 metros de altitud, contorneando su fachada principal una barandilla que lo defiende del despeñadero. Es grande, metalizado por fuera y su interior está forrado de madera todavía en buen estado.

Subida a la Aguja de Gouter. 

Tiene un amplio comedor pero me da la impresión de que resulta pequeño para el tráfico que ha de soportar. Cuenta también con una cocina libre y el aseo está en el exterior.
Nos alojamos en una mesa del fondo próxima a la cocina libre y preparamos tranquilamente una comida que entre otras delicadezas incluye los mejores huevos fritos que se pueden comer a casi 4000 metros para celebrar nuestro record de altitud.
Fundimos hielo de la parte trasera del refugio consiguiendo el agua suficiente tanto para la tarde como para el día siguiente y dormitamos, como vacías tazas de café italiano, con cierta pesadez de cabeza, charlamos con un grupo de jóvenes madrileños, departimos mesa con un grupo de italianos y contemplamos las maniobras del helicóptero que sube las cargas que hemos visto en Bellevue.
Las nieblas anunciadas han llegado puntualmente jugueteando de aquí para allá y llenando el refugio a rebosar de gentes que han ido llegando poco a poco.
Bebemos abundantemente, preparamos la cena pronto y la liquidamos pensando en el mogollón posterior. Luego salimos a la calle para dejar sitio cuando las nieblas se disipan y permiten la llegada del sol.

En la Terraza de Gouter. 

Contemplamos los luminosos campos de nieve de la Dome y de la Aguja de Bionnassai pero se hace fresco y nos metemos al rato en el refugio, momento en el que nos anuncian que nos corresponden dos literas para los tres: ¡Premio! Con el follón que hay aquí cualquiera sabe a qué hora se puede acostar uno en el comedor.
Poco después nos empiltramos forrados de mantas aunque no podamos conciliar el sueño en un buen rato. Debe ser la inquietud mental que nos proporciona la siguiente jornada ya próxima. Al final nos ocurre con el sueño lo que a Machado con la primavera: que ha venido y nadie sabe como ha sido. De todas formas, para lo que nos va a durar…
La incidencia más notable de la noche es que a mi seño no se le ocurre otra cosa que  levantarse a hacer un pis y ya estamos arreando los dos a la jodida calle, pues hay una plancha de hielo en el caminillo al aseo que te puede pasaportar a Tete Rousse incluso sin billete. A las dos menos cuarto de la madrugada ya no hay forma de dormir en el refugio, la movida lleva ya un rato en marcha. Echan la luz y… nos levantamos.
El día 17 comienza con un rápido desayuno de lo que habíamos dejado preparado a lo que le añadimos leche caliente e inquietud. No lo podemos evitar. Nos sucede casi siempre y particularmente en esta ocasión.

Vivacs encima del Refugio de Gouter.

Cada cual va a lo suyo que más o menos es lo mismo para todos y el refugio es un auténtico enjambre con un lío monumental. Nos abrigamos bien, nos ponemos los crampones y salimos para afuera.
En la calle más de lo mismo, líos, empujones, cuerdas por el suelo, mochilas. Una de nuestras frontales no funciona y ya empezamos. La arreglo pero durará diez minutos y eso que la pila de petaca va alojada dentro del anorak
Sobre las tres de la mañana tomamos la senda sobre nieve bastante helada para ganar el nivel del tejado del refugio donde hay un rellano con tiendas y así salir del mogollón. Allí nos reunimos e iniciamos la marcha sobre los campos de nieve  de la Dome de Gouter.
La noche está serena y estrellada, la luna se esconde tras la Aguja de Bionnassai y con el lechoso reflejo de esta luz sobre la nieve vamos a caminar bastante bien, tan pronto como nuestros ojos se acostumbren. Yo inicio mi curso de graduación en la especialidad de caminero nocturno sin frontal. Con dos frontales será más que suficiente puesto que formamos parte de un largísimo gusano de luz que camina la noche sobre la nieve.

Aiguille de Bionassay. 

La huella deriva llana hacia el oeste para enseguida virar al sur y empinarse. Nada más ganar el rellanito nos ha recibido el viento, en principio un buen presagio; ahora al amparo del mismo se hace incluso un pelín de calor pero tan pronto como llegar a una zona no resguardada lo notas desagradablemente.
Comenzamos a adelantar gente, algunos van encordados, menos mal que la nieve fuera de la huella está estupenda. Tú a tu marcha le dice repetidamente Juan a Rosa que es la que nos va marcando el ritmo, sobre todo cuando adelantamos otros montañeros.
Seguimos ganado altura en la pared de la Dome a la vez que la brisa se convierte en viento y me pongo el pasamontañas al mismo tiempo que nos ajustamos todos un poco más las ropas.
Las maniobras de este tipo son una auténtica lata porque te tienes que quitar los cubremanoplas y las manoplas e inmediatamente volverlos a poner y eso que no que quitas los guantes finos. A pesar de ello seguimos pasando a gente. Por lo visto, nuestro ritmo, siendo normal, se está convirtiendo en bueno.

Amanece mientras subimos a Montblanc. 

Una cierta claridad se destapa a nuestra izquierda y el viento que ya azota descaradamente me empieza a arrancar moquitilla de la nariz para quedarse sobre los cristales de las gafas y eso que yo no estaba acatarrado. Al mismo tiempo la frontal de Juan, con la pila al aire, se despide también. De cualquier forma ya no son necesarias.
Progresamos tranquilamente pared arriba y enseguida se arrellana para que alcancemos cómodamente la cima de la Dome de Gouter con sus 4304 metros de altitud. Como nos dirá Juan, nuestro primer cuatromil.
No le dedicamos ninguna atención ni lo celebramos de ninguna manera pues vamos en busca de otro objetivo y consecuentemente no nos produce  la satisfacción que nos debería haber producido en otras circunstancias. ¿Pues no hemos venido a los Alpes a hacer cuatromiles?
La cima es un dorso plano que se afila in poco hacia el sur  en dirección al Col de Dome. Aquí el viento es de justicia y la temperatura comienza a ser dura: rondará fácilmente los -12 grados aunque la sensación es más frío todavía.
La nieve que es más hielo que otra cosa difícilmente es mellada por los crampones, especialmente en las zonas azotadas por el viento. La gente encogida sobre si mismo, más bien sin prisa o aparentemente indecisa lo acusa claramente. Ni siquiera miramos el reloj, serán alrededor de las cuatro de la mañana y el día ni siquiera ha empezado.

Para ver la Continuación.

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