17 jul 1989

2.89. MONT BLANC. 17-7-89.

Mont Blanc desde le Brevent. 12-8-05.

Dome de Gouter, Col de Dome, Refugio Wallot y Les Bosses.
17-7-89.
Salida 04 h Llegada 07 h.
Sol.
Bastante fácil.
Ascensión.
Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Mapa de Mont Blanc procedente de R. Goedeke. Vía en amarillo.

            En la cima de la Dome de Gouter  a 4304 metros de altitud, han dejado abierto el ventilador y poco o nada de agradable tiene, todavía en la semioscuridad de la madrugada. No hay ninguna razón que nos retenga en este lugar y sin solución de continuidad pasamos de la misma  e iniciamos un suave descenso en dirección este para recuperar la amplia huella y seguir para abajo suavemente en busca del Col de Dome ya en dirección sudeste.
            Vamos en medio de un gusano de frontales, cada cual a su ritmo defendiéndose como puede de las inclemencias meteorológicas de una madrugada fresquilla. Imposible perderse aun contando con que hay tramos de nieve muy dura en que la huella desaparece.

Bajo las piernas del Pastor. 31-7-07.

            Alcanzamos el amplísimo collado y siguiendo en dirección sudeste proseguimos en ascenso en busca de algo así como una arista por la que ha de discurrir la huella en busca del Refugio Wallot. Hemos perdido unos cuantos metros que recuperamos pronto cuando ya quiere comenzar a clarear por el este.
            Enseguida alcanzamos tras un pequeño resalte unas afloraciones rocosas y a nuestro frente aparece una masa oscura que destaca sobre el fondo nocturnamente nevado: es el Refugio Wallot situado en un promontorio arrellanado de la arista que hemos iniciado, a 4362 metros de altitud.

Luces de amanecer sobre la Dome y el Col de Gouter.

            Ya de cerca parece una gran caja metálica suspendida en el aire a un par de metros de la nieve. El momento es duro y decidimos entrar.
            La entrada es un poema con gentes que quieren entrar y otras que salen a la vez por una estrecha escala metálica vertical, encorsetada entre cuatro paredes que se sube con los crampones puestos sin duda alguna y tropezando y rozando con mochilas y piolets por todas partes.
            Son las cinco de la mañana y hemos subido en un par de horas escasas 555 metros de desnivel que no es demasiado pero las realidades mandan más que los deseos.

Más arriba del Refugio Vallot.

            El refugio es lóbrego,  parece húmedo, está muy oscuro pues solo se ilumina con las frontales y está lleno a rebosar; pero en estas circunstancias resulta casi acogedor. Nos acomodamos en una esquina sentándonos un poco en una litera.
            Echamos un trago de té que está solamente templadito y nos recuperamos un poco del frío que ha sido rigurosamente inclemente en este tramo último.

Desde debajo de les Bosses.

            Afuera el viento aúlla salvajemente y nos ponemos los pantalones cortavientos ajustándonos de nuevo el equipo.
            Llega más gente y entre ellos una cordada con una chica a la que tienen que reanimar sus compañeros con fuertes masajes; la decisión es desagradable pero llevamos media hora de parón en el refugio y hay que tomarla sobreponiéndote a todo lo que a tu alrededor y dentro de ti te dice humanamente que te quedes: ¡Vamos, que así dejamos sitio!

Les Bosses.

            Fuera ya hay mucha más luz aunque el resto sigue igual. Entonces llegan los madrileños con los que charlamos en el refugio y nos dicen que van a tener que dejar aquí al que llegó a Gouter tocado. Les decimos que hay literas y algunas mantas, les deseamos suerte y nos dirigimos hacia la arista en dirección sudeste, en busca de Les Bosses
            Alcanzada la arista alabeamos con ella en una y otra dirección y serán frecuentes las cornisas en el flanco sur con nieve laminada por el viento que mayoritariamente proviene del norte, pero eso no es problema: hay una huella muy segura además de transitadísima.

Vista atrás llegando a la Cima de Mont Blanc. 

            Otra cosa es el viento, un auténtico vendaval que nos obliga a trabajar a tope con todo el cuerpo especialmente con las piernas y el brazo del piolet y que nos regala algún que otro susto, a pesar de pelear sin concesión alguna. La temperatura rondará los -15 º centígrados, pero de cualquier forma son condiciones consideradas como habituales en la mejor época del año.
            La moquita sigue su marcha pero con la diferencia que ahora se queda helada en los cristales de las gafas. La arista no es demasiado erguida pero subimos despacio debido al viento.

Desde les Bosses el Mont Maudit. 

            Animo constantemente a Rosa que sigue delante llevando el ritmo, advirtiéndole encarecidamente que tenga cuidado, el Gran Plateau se queda ya muy abajo y con alguna frecuencia la arista se afila absolutamente desamparada. Yo subo concentrado en mis propios pensamientos sobre todo en los momentos en los que la huella se amplía y segura nos invita a “machacar hormigas”.
            En un esperado momento el sol hace acto de presencia entre el Col de la Brenva y el Monte Maldito y nos tiñe de un espectacular rojo coincidiendo con un momento estelar de frío. Mas esas absoluta belleza no es degustada debidamente. Tenemos otras inquietudes más perentorias.

En la Cima del Mont Blanc.

            El crujido monótono de los crampones al romper el hielo te conduce mentalmente a cualquier parte. ¡Qué pequeño se siente uno en medio de tan grandioso escenario! Un pequeño empujón de la montaña y… te das cuenta de que estás a su merced. En un lugar como éste, con claridad meridiana, se puede llegar a comprender lo brutal  e inhóspita  que puede llegar a ser la montaña, cuando puedes sentirla como un enemigo al que has de resistir a cualquier precio. ¡Quién se iba a pensar que Las Bosses y sus condiciones me fueran a llevar a semejantes reflexiones!
            Dos madrugadores bajan ya. Han debido tocar chufa y vuelven. Nosotros continuamos con nuestro ritmo que poco a poco se ha ido ralentizando pero a pesar de ello, con mucho cuidado, vamos adelantando. El viento y la altitud nos han ido mermando las fuerzas y ahora seguimos subiendo pero con frecuentes paradas para respirar pues con el viento que ahora sopla en contra se respira con cierta dificultad y nos empieza a faltar un poco el aire.

Mont Blanc de Cormayeur desde la Cima de Mont Blanc.

            Nosotros que por costumbre somos amigos de restar alguna importancia a las cosas, no hemos prestado atención al ligero dolor de cabeza de la tarde anterior probablemente a causa del cansancio y de la altitud. Pero reconsiderándolo, habíamos subido en poco más de cinco horas 3000 metros y durante la primavera pues habíamos hecho lo normal en Pirineos. Ahora, por encima de los 4600 metros voy algo tocado, probablemente se me ha juntado todo un poco: justo de fuerzas, de respiración y de moral noto una somnolencia-atontamiento que me preocupa.
            Esta preocupación  me lleva, sobre todo en la parte final donde la arista se afila hasta obligarnos a caminar con un pie a cada lado, a recomendar a Rosa cuidado y atención, aunque en verdad se que fundamentalmente me lo digo a mí mismo. Pero ya es tarde, estamos inundados de luz, la arista se ensancha y allana y el sol nos da ya en la cara: hacemos cima.

¡Qué mal salio la jodida! Para volver a hacerla.

            Son las siete y cuarto. Nos estiramos y relajamos un poco a la vez que se nos llenan los ojos con un enorme desierto de montañas hacia los cuatro puntos cardinales. Todas están más debajo de nosotros, estamos en la cima del Mont Blanc con sus 4807 metros de altitud: lo que queríamos.
            Estamos solos aunque solamente sea durante unos minutos en una cima que es un lomo plano y alargado en dirección este-oeste y ligeramente deprimido hacia el este. Allí encontramos un poco de abrigo del viento y nos sentamos en la nieve: hay que descansar, comer y fundamentalmente beber pues el día, a pesar de todo acaba de empezar. El agua se ha helado dentro de las mochilas y eso que, yo al menos, la habíamos colocado lo más protegida posible. Bebemos té y comemos unos frutos secos.

Italia desde la Cima de Mont Blanc. 

            Llegan otros montañeros. Hay sitio para todos y se vienen junto a nosotros. Hace frío a pesar del espléndido sol.
            -¿Qué tal Juan?
            -Bien, bien.

Grandes Jorases entre Cervino y Monte Rosa desde Mont Blanc. 

            Ha subido tranquilo, aparentemente sin esfuerzo al ritmo que ha marcado mi chica pero se ha olvidado de recoger unas rocas en Les Bosses.
            Hacemos y nos hacen alguna fotografía para la “posteridad”   
            El paisaje es enorme. Busco al Cervino y al final lo encuentro. ¿Por qué será?

Desde la Cima de Mont Blanc la Aguja del Midí el Mont Blanc de Tacull y el Maldito.

            Identificamos a las Grandes Jorasses y el Dent du Geant, Las Droites, los Drus y la tira más, están a barullo. Más a lo lejos distinguimos algunos macizos. Creemos que se trata del Combin, del Monte Rosa y del Gran Paradiso y aquí mismo el Mont Blanc de Cormayeur distanciado por una corta arista con un par de dientes intermedios. Hemos tenido suerte, dice Juan, y es que debe ser que soy algo cenizo.
            Se cumple una vez más esa máxima que afirma que no se disfruta una cima hasta que no has descendido. La verdad es que yo no estaba para muchos disfrutes a la llegada y eso que no me pasó desapercibido el hecho en el momento; y que, en alguna ocasión, había pensado en algún tipo de celebración especial en medio de alborozada alegría.

Ya hemos estado allí.

            Se que este paisaje no es fácil de volver a verlo, pero en ese momento no le concedo excesiva importancia y no es que esté precisamente con los ojos cerrados. Supongo que nos atracamos de paisaje y es que, como alguien dijo, ¡cuesta tanto subir! y no hablaba del Mont Blanc precisamente.

Para ver la Continuación.

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