17 jul 1989

3. 89. MONTE MALDITO EN TRAVESIA DEL MONT BLANC. 17-7-1989..

Monte Maldito desde el Mur de la Cote. 

Cima del Mont Blanc. Col de la Brenva, Monte Maldito, Arista noroeste. Collado Maldito, Pared de Bossons, Col del Midí y Aguja del Midí.
17-7-89.
Salida 08:30 h. Llegada 16 h.
Sol.
Algo difícil.
3 p.
Ascensión.
Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Croquis de Mont Blanc procedente de R. Gondeleke. Vía en amarillo.

            Se nos hacen las ocho y media de la mañana en la Cima de Mont Blanc a 4807 metros de altitud en un día, el 17 de Julio del 89,   todavía joven. Tenemos un horizonte amplio de alrededor de 7 horas hasta que suban las anunciadas nieblas, las condiciones son idóneas para realizar la travesía y lo tenemos claro, comenzamos el descenso.
            Nos hemos encordado y nos tiramos para abajo por la pared en dirección nordeste. Hay algunas huellas desperdigadas que nos van guiando en la distancia y bajar es un placer. Abandonada la cima, al amparo del viento, al calorcillo del sol de la mañana y recuperados física y moralmente bajamos como motos a pesar de que la pared del Glaciar de la Brenva está ciertamente erguida en las proximidades de la arista. Rosa encordada y con la nieve en perfectas condiciones, confiada, baja con el turbo puesto lo que nos va a facilitar sobre manera las cosas.

Mont Blanc de Tacull desde la Cima del Mont Blanc.

            Dejamos atrás a nuestra izquierda las afloraciones rocosas verticales del Mur de la Cote y seguimos para abajo alternando rampas más o menos erguidas, algunas son bastante verticales, pero no suponen problema alguno a la vez que sorteamos importantes grietas. Paramos repetidamente para contemplar tan extraordinario paisaje, deteniéndonos casi tanto como caminando. Disfrutamos el descenso. A pesar de todo el descenso es rápido y alcanzamos el amplio y plano Col de la Brenva situado a 4303 metros de altitud.
            Son las diez y cuarto de una mañana absolutamente espléndida y nos volvemos para contemplar nuestra trayectoria en el glaciar adornado de enormes grietas y seracs que hemos salvado sin contratiempo alguno.
            Transitando el collado se me rompe un crampón. Es una contingencia que habíamos previsto como posible y nos detenemos para practicarles una reparación con alambre y alicates, que para eso los llevamos. La reparación de urgencia se quedará en firme hasta que volvamos a casa.

Parte Inferior de les Bosses tras el Mur de la Cote.

            Entre unas cosas y otras se nos va media hora pero lo importante ha sido ventilar el problema y a eso “ha contribuido” el ligero vientecillo que domina el collado. Unicamente quedará una pequeña molestia en la planta del pie debida al bulto de las vueltas del alambre sobre la superficie de apoyo de la suela de la bota.
            Solventado el asunto proseguimos hacia el Maldito retomando ahora una huella que se va directamente hacia el pico orientada un poco al sur.
            Poco más adelante se abre en dos  y nosotros proseguimos por la rama más próxima a la arista en suave ascenso e iniciando la travesía de la cara oeste del pico. La otra huella se va directamente a faldear el Monte Maldito.

Cima del Mont Blanc desde el Col de la Brenva

            La huella desaparece  cuando se encuentra en mitad del flanqueo y la pala de nieve suave se yergue y nos enseña la parte superior bastante lisa y brillante además de muy erguida. Son las once y cuarto.
            La nieve se ha endurecido un poco pero Rosa delante sube bien. Lo que le preocupa es el descenso pues ha oído músicas celestiales al respecto.
            -¿Luego volveremos por aquí o…?
            -No mujer, tranquila que es muy fácil. Ya verás.
            -¿Pero habrá que hacer el rápel?
            -¡No te preocupes y sigue para arriba!

La Pared de la Brenva.

            Y si que sigue, si,  tanto que al momento de haber entrado de lleno en la pared, se le suelta a Juan un crampón y si nos descuidamos nos sube arrastro a los dos.
            Unos instantes después se le vuelve a soltar el crampón y, parece que lo estoy viendo: Juan con el crampón en la mano, Rosa que sigue para arriba sin enterarse, la cuerda que se va tensando…
            -Bueno, ¿pero vas a parar niña o no?
            Las muescas de la hebilla deben estar un poco desgastadas y le están dando la lata al no poder apretarlos en condiciones para que no corten la circulación sanguínea con lo que se le enfriarían los pies. Y lo que son las cosas. Yo que me suelo resistir un poco a poner los crampones porque me suele tocar ración doble, esta noche se los ha puesto mi chica solita y va de cine mientras nosotros estamos haciendo comedias. ¡Vivir para ver!

La Arista Sudeste del Monte Maldito desde el Col de la Breva.

            La pared se ha puesto vertical y subimos clavando la cuchilla del piolet y las puntas delanteras de los crampones. Lo que brillaba es una placa de hielo vivo de alrededor de 40 metros de larga que hemos de subir con travesía incorporada para salvar por la izquierda la afloración rocosa de mitad de la pared, lugar en el que hielo es más vivo y proporciona algún que otro problema tanto para clavar la cuchilla como para sacarla cuando se clava en condiciones especialmente a Rosa.
            Poco más arriba el hielo se vuelve algo quebradizo convirtiéndose de inmediato en nieve muy dura a la vez que se dulcifica la pendiente.
            Enseguida, entre afloraciones graníticas con componentes de gran tamaño de entre los que destacan poderosamente los blancos, hacemos cima entre dos potentes lajas, también de granito, inclinadas hacia el norte y amparadas en el abismo que se abre sobre esta cara. La cima del Monte Maldito es una pirámide que ni pintada para el vértigo.

Casquete Somital del Monte Maldito antes de llegar a las placas de hielo.

            Son las doce menos diez y en esta cima hace frío a pesar de que el día sigue siendo espléndido. Estamos a 4465 metros de altitud y nos hacemos una foto en el tercer cuatromil del día.
            No vamos a permanecer casi nada en la cima. Hemos bajado el primer escalón y vamos a emprender el descenso del segundo.
            Comenzamos el descenso siguiendo un tramo próximo a la naciente arista oeste para ganar enseguida el filo nevado de la misma donde inicia un suave hombro, lugar donde sacaremos de dudas a mi chica.

En la Cima del Monte Maldito.

            La primera vista es acongojadora: es un largo de cuerda pero alrededor de 75º de inclinación y cara abajo hay que verlo. Además debajo la pendiente se suaviza bastante pero hay un tomate de cuidado.
            Juan hace seguro con el piolet  y yo me tiro de espaldas para abajo. Rosa no pierde detalle pero la nieve está divina y me clavo de cine. Cada paso bajo casi un metro.
            Salgo de la base de la pared y ligeramente al sol hago seguro clavando mi piolet hasta la empuñadura. Baja Rosa doblemente asegurada y seguidamente Juan.

Seracs en el Monte Maldito después del rápel. 

            Luego, con buena nieve proseguimos hacia la arista nordeste como procedimiento de aminorar la pendiente que, a pesar de todo es considerable.
            Dejamos a nuestra izquierda un sistema de potentes grietas y proseguimos al nordeste en franco descenso hacia la enorme rimalla que defiende la cara norte del Pico Maldito.
            La rimalla  nos enseña un enorme puente al que llegamos tras abandonar nuestra trayectoria y orientarnos al noroeste. Desde aquí localizamos la pared gemela que tienen que descender los que se saltan el Maldito por debajo y la amplísima huella por la que descienden los orientales con los que iniciamos el viaje en autobús hasta Les Houches. Atraviesan la rimalla por un puente de buen aspecto y nos juntamos al inicio de la Cascada de seracs de la cara nordeste del Maldito justamente por encima del collado al que nos dirigimos.

El Mur de la Cote desde la Parte Superior del Collado Maldito.

            La huella atravesará en descenso el escalón inferior del glaciar sorteando importantes grietas por la parte inferior de una amenazadora cascada de seracs. Algunos, nos parece que no tienen buen aspecto, es algo tarde ya, pero hay que pasar.
            Frente a nosotros se extiende la considerable planicie del Collado Maldito y detrás la suave ladera que conduce a la arista rocosa del Mont Blanc de Tacull.
            Descendemos atravesando algunas grietas de dudosa consistencia y como rayos pasamos por debajo del un último y monumental serac que parece dispuesto a enterrar medio Collado Maldito en cualquier momento. Su aspecto es terroríficamente majestuoso además de inolvidable: un prodigio de la naturaleza. Al principio me he detenido para hacer una fotografía con las Crestas del Diablo y el Mont Blanc de Tacull pero si lo hubiera visto bien, probablemente no me hubiera parado.

Llegando al Collado Maldito bajo amenazantes seracs.

            El Collado maldito se encuentra a 4035 metros de altitud y es una pequeña cubeta, deprimida hacia el noroeste que alimenta al Glaciar de Bossons. Lo atravesamos ligeramente hacia el oeste y en las inmediaciones del inicio del Glaciar de Geant nos detenemos frente a las Agujas del Diablo, son las dos menos cuarto y hay que comer cosa que haremos en el fondo de un abrigo vivac excavado en la nieve como forma de protegernos del viento que campa por el collado.
            El agua se ha deshelado y bebemos pues no lo hemos hecho en toda la mañana. No tenemos mucha hambre pero picoteamos un poco de todo. Hemos preparado alimentos energéticos, variados y propicios para despertar la sed. Hace falta beber y la verdad es que este ambiente invita poco a ello, excepto ahora que la temperatura rondará aquí los 2º ó 3º centígrados.

Agujas del Diablo desde el Collado Maldito.

            Poco después continuamos, en suave ascenso que se hace pesado enseguida, hacia la arista del Mont Blanc de Tacull la nieve se hace profunda, son casi las tres de la tarde, las nieblas pueden llegar no tardando demasiado y nos queda todavía un buen trecho para llegar al Teleférico de la Aguja del Midí. Por tanto, el asunto ya está decidido: no vamos a subir al pico a pesar de que queda una corta y amable pala nieve y un poco de arista terminal algo mixta. Entre unas cosas y otras se nos puede llevar una hora el tema y no queremos acumular más riesgos.
            Aproximadamente sobre los 4150 metros de altitud alcanzamos la arista  oeste del pico e iniciamos el descenso del tercer y último escalón. La Huella  toma  el Glaciar de Bossons en descenso. La nieve es profunda y fuera de la huella nos hundimos hasta algo más de la rodilla. La pendiente es fuerte y nos obliga a dar unos pasos muy largos. Menos mal que es descenso pues a estas horas requiere un esfuerzo considerable.

Descenso del Maldito desde el collado del mismo nombre.

            En medio de la pared hace un calor extraordinario que nos obliga a quitarnos algo de ropa, ya era hora; a la vez que el cielo se va tiñendo de gris plateado y a tramos ceniciento: se acerca la hora.
            Yo empiezo a estar cansado, fundamentalmente noto molestias del crampón reparado pero en fin, ahora entre enormes grietas abiertas, alguna de las cuales hemos de saltar y entre torres de hielo de abrumadoras dimensiones nos aproximamos en fuerte descenso hacia el Collado del Midí. Charlamos con una cordada de españoles que van cansinamente para arriba y con un madrileño que baja pues está acampado en el collado.
            Chamonix, 2500 más abajo emerge tras el sucio hielo del Glaciar de Bossons. Dentro de un rato estaremos por allí.
            Ganamos la cabecera del Valle Blanco cerca de las cuatro de la tarde pero la Aguja del Midí queda todavía lejos. Estamos en el Collado del Midí a 3532 metros de altitud con lo que acabamos de descender el tercer escalón y último del día. Nos queda subir hasta la Aguja para coger el teleférico y para ello habrá que ascender 300 metros.

Nuestra huella de descenso del Maldito en la arista nordeste y la de la mayoría.

            La niebla que llega puntual desde el norte se nos viene encima. Nos da el tiempo justo para localizar precisamente la Aguja y despedirnos del Diente del Gigante que desde aquí está majestuoso. Inmediatamente iniciamos un casi imperceptible ascenso sobre nieve blandísima.
            En algún momento nos ha pasado por la cabeza atajar directamente a la Aguja del Midí pero es una vana ilusión creada por las ganas de acabar la jornada. Primero las nieblas y después unos tremendos ruidos de escombros nos conminan a proseguir huella adelante a media ladera y en dirección nor-nordeste para alcanzar la arista y volviendo con ella al oeste lograr nuestro objetivo final. ¡Menuda vuelta!
            La niebla se espesa y asienta definitivamente. Juan va delante y nosotros detrás ponemos la reductora y hacemos acopio de nuestras reservas algo diezmadas: los pies de plomo pesan lo suyo.

Vista atrás faldeando el Mont Blanc de Tacull.

            Seguimos ascendiendo y comienza a nevar esas clásicas bolisnas de altura. Vamos en mangas de camisa  y ni nos inmutamos pues no mojan. La huella nos conduce a la arista y al frío viento que la azota.
            ¡Que largos se hacen los últimos momentos! Parece como si nos hubieran corrido de sitio a la Aguja.
            La espesa niebla no nos permite admirar la espectacular cara norte de la Aguja del Medí. Solamente sabemos que transitamos una finísima arista de nieve y que si perdemos un pie podemos aparecer en Chamonix.

Primeros escalones del Glaciar de Bossons hacia el Valle Blanco.

            Estoicamente y con un poco de frío pues no nos abrigamos, continuamos hasta que termina la pendiente y aparece la entrada al teleférico de la Aguja del Midí. Son las cuatro y media.
            Dentro del túnel de acceso a las instalaciones nos sentamos en una esquina con ganas: han sido alrededor de 1600 metros de desnivel los que hemos hecho durante trece horas y media y no nos hemos dormido precisamente.
            Luego habrá que sacar billetes y esperan un par de horas a que se desaloje la enorme marabunta del personal que ha subido con el teleférico a ver un grandioso paisaje que las nieblas les ha hurtado y empujado posteriormente a bajar apresuradamente a Chamonix.

Chamonix y el Glaciar de Bossons justo antes de las llegada de las nieblas.

            A las seis y media tomamos un teleférico y seguidamente otro. Nos sacan de las nieblas por 51 francos y en diez minutos nos depositan, tras un brutal descenso 2800 metros, en Chamonix que nos recibe con una indolente y tórrida tarde de verano.
            Caminando como si lleváramos todavía los crampones y abofeteados por un caliginoso asfalto nos vamos a por una ducha que disfrutaremos con sacratísima gula.

Túnel de la Aguja del Midi. 

            Luego nos miramos y nos sonreimos desde nuestro humilde y particular cielo. Y nada de colgar los piolets ni de celebrarlo con champagne:¡La fiesta acaba de empezar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por tu comentario! Responderé tan pronto como lo localice.