Al fondo Collarada desde la Pista de Acumuer a Bucuesa. 31-5-09.
Polideportivo
de la Plaza de la Constitución, Acumuer, Churrón, Cima de Collarada y vuelta.
02-09-2000.
Salida 08
h. Llegada 16
h.
Sol.
Fácil.
90
personas.
Ascensión.
Mariano Javierre.
Esquema Puyada a Collarada 2000.
Un
buen día escuché eso de “hacer una carrera de montaña hasta Collarada.” Eran
2100 metros de desnivel y 60 kilómetros de recorrido total y me pareció
sencillamente una burrada de ésas que estaban puestas de moda entre una
importante pléyade de practicantes de
los deportes de aventura.
Algún
año después, en el 99, se anunció y celebró la primera Puyada. Nosotros
colaboramos yendo a balizarla y estando posteriormente el día de la prueba en
un puesto de orientación. Por aquella época yo tenía la mano izquierda enyesada
y, de ninguna manera, podía plantearme la participación, pero tenía claro que,
algún año habría que hacerla: era de Sabi y había que hacerla.
También
tenía claro que había que entrenarla algo, porque era sabedor de que el asunto
se las traía y especialmente la bicicleta junto con la carrera en pista; de la
montaña me podía encargar con cierta
“suficiencia.”
Llega
la convocatoria del 2000 y con ella mi secreta esperanza
Un
día me fui con la bicicleta para recorrer el tramo correspondiente…han
asfaltado hasta Acumuer, lo que facilita mi trabajo como neófito de las dos
ruedas. Tenía mis miedos a no poder con la prueba, no estaba dispuesto a
entrenarla… pero me decido a hacerla.
El
jueves y el viernes ayudamos en labores de preparación. Alguien ha corrido lo
de mi participación.
Por
fin llega el sábado día 2 de Septiembre.
Rosa se va de casa a coger un coche y luego a estrenar el helicóptero que la
llevará hasta la Espata; mi hija Biola se va después con Pablo andando para
verme pasar en algún lugar del camino y yo me bajo al polideportivo para tomar
la salida a las ocho.
Me
había hecho la ilusión de acabar la prueba en
ocho horas concediéndome cuatro
horas y media para la subida y menos de tres horas y media para la bajada.
Emplear más tiempo sería una decepción y el temor mi martirio particular; que
comienza especialmente cuando me dicen que hay que ir por la cabañera, con lo
que además de hacer más distancia se perdían un par de kilómetros de carretera
lisa y uniforme, lo que limitaba mis pobres poderes ciclistas.
Entrego
mis botas al coche que va al Churrón, según me dicen, y yo me quedo con mis
zapatillas que me irán bien para la bici y mejor para hacer la pista.
Cojo
el primer sello y ligero de equipaje pues solamente llevo un chubasquero y una
riñonera pequeña, mi señora lleva una sudadera que no espero utilizar ya que la
mañana está muy buena; y a las ocho y
cuatro minutos con un poco de retraso nos disparan la salida.
La
subida a la Corona sirve para ensancharnos un poco pues somos 90.
Desde
allí hasta el polideportivo la gente va cogiendo su ritmo y pasando. No hay
problema puesto que sabía que sucedería.
Salimos
a la pista por delante de los adosados, que por cierto está que mata, y salidos
de este tramo la pista se arregla un poco. Los primeros están ya a media cuesta
de Santa Lucia.
Yo
quiero ir más aprisa de lo que debo y no cojo el ritmo, pero en la subida a
Santa Lucia, a pesar de ir con el plato grande ya que el cambio funciona de pena, no me encuentro mal.
Hemos
subido bastante separados y en la bajadilla a Cartirana bajo despacio
aterrorizado por tres o cuatro que pasan como motos. ¡Joder con la gente!
En
Cartirana cogemos el asfalto y me sigue pasando gente, ya deben de quedar pocos
detrás. Pasado el cruce de Cartirana nos echan a la cabañera.
Enseguida
hay un descenso corto y fuerte que bajo con cuidado. Allí están Biola, Fene y
Pablo que se alegran de verme ya que todavía llevo gente detrás.
En
le repecho siguiente, más corto que la bajada, se cae Piné y en un traqueteo
continuo e incomodo en levísimo ascenso hacemos el tramo de pista hasta volver
de nuevo a la carretera asfaltada antes de Larrés.
Creo
que la bici, al menos a mí, me ha colocado en mi puesto.
Pasado
Larrés cojo mi ritmo, el tiempo pasa rápido y voy haciendo camino casi siempre
solo.
En
la bajada hacía la Presa de Isín alcanzo a uno y con él voy a continuar. Es de
fuera, va mejor en bici que yo, pero o no está fuerte o se conserva.
Le
explico como es la carretera, la pista y la montaña; le indico cuál es el pico
y vamos haciendo el camino juntos: creo que la sociedad me va bien.
A
las nueve y cinco llegamos a Acumuer. He
hecho los 14 kilómetros de bici con 350 metros de desnivel bastante bien.
Me
recogen la bicicleta, me anima Monse Ferrer y me dicen que allí tengo las botas.
Pero ¿qué botas?, si me las llevaban al
Churrón.
Tengo
que tomar una decisión urgentemente, el tiempo vuela: no puedo hacer la montaña
con las zapatillas a pesar de llevar los dedos y los talones cubiertos de
esparadrapos, hacer la pista con las botas va
a ser una leche de categoría y solamente me faltaba eso. ¿Y si me llevara las botas en la mano? Menuda
lata.
Con
una considerable decepción tomo la decisión: me pongo los calcetines y las
botas, cambio el isostar que llevo en el bidón al botellín de la riñonera, ya
que solamente hay agua, tomo un puñado de almendras sin pelar con rabia y me voy. He perdido siete
minutos.
Sin
gana, a duras penas puedo tragar el amasijo
que las almendras hacen en mi garganta. ¡Que me pase a mí ésto con los
frutos secos que me gustan más que a un tonto un lápiz!
Me
cuesta iniciar el trote y no lo aguanto nada sin ritmo. Poco más adelante y
cuesta abajo empiezo a rodar un poco con las botas, algo medianamente difícil
con semejante calzado. Delante tengo un grupo. Voy a por ellos.
Me
costará un imperio alcanzarles. Recuperarles 40 metros me habrá costado más de
1 kilómetro.
Me
recupero un poco y de nuevo en la pista vamos charlando y alternando
trotecillos en llano con andadas en las cuestas. Uno de ellos es el que ha
hecho la bici conmigo, otro dice que su madre piensa que está en la playa y no
vaya a accidentarse, en fin, lo pasamos
relativamente bien.
Yo
llevo más ritmo andando y no me encuentro mal, así que, tras probar un par de
repechos, en el siguiente ya no me dejo coger, echando un trote continuado
después.
Subo
bien dentro de lo que cabe caminando más de lo esperado y ya arriba del puerto
me acerco a una pareja preguntándome de dónde habrá salido esta tía y como
habrá llegado hasta allí. La respuesta la tendré a posteriori: la rubia es la
moza que está en el Refugio de Piedrafita, y según dicen, hace deporte por un
tubo.
Mis
esfuerzos me cuesta alcanzarles pues llevan un trote largo en los llanos.
Charlamos un poco y los dejo en el último repecho anterior al control del
Churrón.
Iniciando la Subida desde el Churrón alcanzo a Sergio Cazcarro, gentileza de Felix Acín.
Con
renovada moral me llego al control cuando sale Sergio Cazcarro uno de mis
exalumnos. Son las diez y, claro, la pista me ha costado un pelín más de lo
calculado y consecuentemente ya voy “debiendo tiempo.” Han sido 400 metros de desnivel
en 9 kilómetros puesto que las planas bajo el Churrón están alrededor de los
1520 metros de altitud.
Me
echo dos vasos de isostar, me como un plátano y un donuts, relleno mi botellín
que lo he traído medio porque no he bebido casi nada, y cinco minutos después
abandono al personal bajo la carpa y salgo al trote. Le he dicho a Sergio que
ya nos veríamos y en eso estoy.
Cruzo
el barranco y en el prado de la caseta me hace una foto Felix Acín.
En
el barranco alcanzo a Sergio que también ha hecho la pista con botas de montaña
y conversando iniciamos el ascenso por el fondo del barranco que baja del
Collado de Marañán.
Le
dejo ir delante para que marque ritmo pero no lo veo muy fuerte. Poco después
me pongo delante para probarlo y enseguida me empiezo a ir, así que, me dice
que se queda pues yo llevo un poco más de ritmo que él.
Vertiente Sur del Collado de Marañán. 17-9-12.
En
el rellano intermedio me voy directamente por la izquierda adelantando a cuatro
que van en grupo. He puesto mis ojos en uno que va un poco más arriba.
Subo
con las que puedo y enseguida alcanzo a Quique Gil, me da la impresión de que
su empeño también es un poco de barbaridad.
Llegando al Collado de Marañán.
Lo
dejo de inmediato apoyado en un bloque, algo fundido; y gastando fuerzas a tope
alcanzo el avituallamiento que está situado en el Collado de Marañán, que
llaman de la Espata. He subido en treinta y cinco minutos los 520 metros de
desnivel, como un avión. Estoy en lo mío.
Bromeo
con los guardias que están allí mientras me como otro donuts y otro plátano y
charlo con el personal. Les pregunto en plan de broma que cuánto me lleva
Samuel. Relleno con isostar y en menos de cinco minutos me despacho y salgo al
trote para arriba gritando: Sociaaa...
Subo
con fuerza la zona de lapiaz calizo que conozco perfectamente y que no está
señalizada con banderitas. No tiene nada de llano y consecuentemente,
presionado como voy por el tiempo, el tramo final más erguido me pilla con los
gemelos un poco bloqueados. Voy a tope a llegar, pues he mirado el reloj y van
a ser...
Son
las once y tres minutos. Voy como un reloj suizo y estoy junto a mi chica que
no se lo puede creer. Le había dicho que empezara a temblar a partir de las
tres horas si no estaba allí.
Allí
estoy, a 2200 metros de altitud y no quiero nada, no necesito nada, voy bien de
ventilación. Me descanso un momento, echo un pequeño trago y me marcho
dispuesto a tragarme lo que me echen, cosa que dura hasta que “mi maquineta”
calcula que llevo ya tres horas y que en hora y media más, a lo sumo, tengo que
subir alrededor de 700 metros.
Collarada y Collaradeta desde el Collado de Marañán. 17-9-12.
Paso
los tramos mixtos bastante bien, pero en el Corredor de la Trapa me vuelvo a
atrancar de piernas pero subo recortando distancias con algunos que me
preceden, o lo que es lo mismo, los de delante van más atrancados que yo.
Arriba
en la Trapa está mi primo Ignacio Herbás. Le digo que subo mal, que no sé...
Saludo a su compañero y me voy sin parar.
En
el rellano bajo Collaradeta esta Jose Luis Domec que me anima. Yo me animo
solo.
Inicio
el suave descenso y me cruzo con Samuel: chocamos las manos y nos deseamos
suerte. Seré el primero en felicitarle por su próximo, y para mi seguro,
triunfo.
En
la hondonada siguiente está Juan Carlos Lacasta. Charlo un poco pues también
somos primos pero prácticamente paso sin parar.
Subo
bastante bien el corredor que conduce a la Plana de Ip, lugar en el que está
instalado el avituallamiento. Vamos, que lo subo con menos angustia que los
anteriores. Me debe estar pasando lo que a los vinos buenos que dicen que
mejoran con la altura.
Son
las doce menos veinte cuando llego al avituallamiento. En el corredor me he
cruzado con el segundo y casi alcanzo a otro. Allí está otro primo de Rosa, el de Esposa y Alvaro el hijo
de Pepito, era al que casi he alcanzado.
La Este de Collarada desde el Collado de Ip. 17-9-12.
Sale
dando un rodeo hacia el este y yo les digo:
- ¿Se puede subir por allí
de frente?
- Por poderse sí, pero mira
que...
- Bueno, ya te lo contaré.
Tiro de frente hacia el
Collado de Ip, la pedrera la conozco, me salvo de las grabas y a buen ritmo
alcanzo el collado mientras que Alvaro se ha quedado bastante atrás.
Baja gente y sube gente allá
arriba y me voy a por ellos.
Subo bien el primer tercio
de la pared y en el segundo sigo caminillos suaves: son casi 400 metros de
desnivel y hay que dosificarse para no reventar.
Algunos de los que iban allá
arriba los tengo aquí. Uno de ellos es Miranda El Jefe, que ha hablado un
momento con Piné, Ruiz y Chabier también
ex además de amiguetes. Van para abajo e inmediatamente nos cruzamos.
- ¡Hostia Mariano! ¿Bien!
Dice Chabier.
- No voy mal, pero subo a
tope.
- ¡No te jode! ¿Y cómo crees
que vamos los demás?
Se van para abajo e
inmediatamente alcanzo al Jefe. Sube flojo y desmotivado, dirá. No tiene su
día.
Voy un poco con él, pero no
sigue. Así que le digo que se busque camino que yo subo por cualquier parte. Y es que no es necesario:
estamos en la pared somital del pico y allí hay que subir sin más.
Adelanto a otro y casi a
otro llegando: he subido como un poseso, son las doce y veinte y estoy en la Cima
de Collarada a 2886 metros de altitud. He conseguido 14 minutos de margen que me pueden ir muy bien.
¡Qué rápidamente se han
pasado estas cuatro horas y cuarto¡ No sé si recuerdo alguna ocasión en que el
tiempo se me haya pasado tan aprisa. He llegado algo castigado de piernas,
pero quién no llega a una punta un poco
con todo.
Me ponen el sello, charlo
con el personal y me asomo a ver Esacarra. Le digo a Fiti que el domingo pasado
había menos gente allí que aquí hoy. El, mientras tanto, está dando por radio
mi llegada.
En
cuatro minutos me desocupo tras echar un trago de mi isostar, no quiero agua. enicio
el descenso con un trote ligero e incertidumbre, a ver qué pasa con min mis
piernas después de la subida: es lo único que me preocupa en este momento.
En un par de minutos se me
relajan los gemelos e inmediatamente adelanto a los dos que me quedaban por
adelantar y alcanzo la pedrera.
Los pies me van de cine,
bien forrados y me marco un trote de quince minutos que me deja en el
avituallamiento de Ip.
- ¿Te ha gustado? Le digo al
primo de Rosa.
En el avituallamiento del Collado de Ip a la vuelta.
Allí me encuentro con
alguien que no deseo y pierdo poco
tiempo en el asunto: relleno de isostar, me como medio plátano y dos minutos
después comiéndome un donuts me voy para abajo con la moral de un caballo.
Ahora ya estoy en la gloria, tengo seguro que terminaré antes de las cuatro que
es lo que quiero. La montaña me ha transportado del infierno a la gloria.
Voy
adelantando a alguno, cruzándome con gente que sube y charlando un poco con
todos, estoy disfrutando tras el padecimiento anterior.
En
otro trote cortado únicamente por el repecho al Llano de la Trapa, diciéndoles
a Domec y a Lacasta que voy mejor me presente bajo el collado en el que está Rosa.
Domec le ha dicho a mi chica que ya estoy allí y que bajo como un chaval.
La saludo desde abajo y me
subo andando los 25 metros del repecho. Cuando estoy a cuatro pasos de ella, se
me contrae el abductor de la pierna izquierda y me quedo allí clavado
“cagándome de miedo en los calzoncillos.” No puedo dar un paso. ¡Será posible,
con lo que me ha costado llegar hasta aquí!
Ha debido ser el cambio de
ritmo, después de tanto tiempo bajando al trote, el causante de que se me haya
cargado definitivamente.
Collado de Marañán desde el Falso Collado de Samola Baja. 17--9-12.
Es la una y a duras penas
doy tres pasos para llegar al collado. Un mozo me dice que me puede dar un
masaje, que es masajista. Le digo que a qué espera.
Me da un poco de masaje de
pie y luego un poco mejor pues me hace sentar en una piedra, mientras a mí se
me cae el cielo encima ya que, nunca me ha pasado nada muscular y no entiendo
nada de músculos.
Consigue relajármelo un poco y me va cediendo
el dolor. Me dice que baje despacio que abajo en la Espata tendán Reflex o algo y allí me ayudarán.
En el percance se me va casi
diez minutos. Me voy para abajo con sumo cuidado a ver qué pasa.
En menos de quince
minutos me llego al Collado de Marañán. Sonia Cirés la fisioterapeuta me da un masaje en
los abductores de las dos piernas sentado en su colchoneta. Me dice que no están muy mal y que si siento que se me
cargan que me pare, ya que me puede producírseme alguna lesión.
Diez minutos más tarde
inicio el herboso descenso del barranco con cuidado. Delante de mí bajan los
que he adelantado yo bajando y que en el tiempo empleado en los dos masajes me
han vuelto a adelantar.
Por esta vez se van a quedar
definitivamente delante. Yo tengo que llegar como sea y eso pasa por regular el esfuerzo de mis
abductores y el tiempo a tope. Ellos se van marchando y yo me quedo librando mi
particular batalla.
En la parte final del
barranco me encuentro con Javier el tío de Sergio Cazcarro que sube a su
encuentro. Charlamos un rato y le digo que tiene que bajar ya enseguida
calculando por mi ritmo.
Son las dos de la tarde
cuando llego al control y avituallamiento del Churrón.
Enseguida cantan por radio
mi llegada. Me tienen completamente controlado.
Relleno el botellín con
isostar y me bebo un par de vasos, también me como otro platano: me voy a
terminar aplatanando.
La verdad es que apetece
poco comer. He cogido una barrita energética aquí a la subida y no la he
tocado. Pastillas de isostar me sobrarán con las que me he llevado de casa;
solamente he tomado un trozo de limón y eso que he tenido miedo a quedarme sin
gasolina.
Le dedico poco tiempo al
tema, ya que ahora viene la pista que no voy a poder correr y habrá que pelear
mucho hasta coger la bici.
Bajo la pista andando y no muy
rápido, intercalo algunos trotecillos cortos; me pasan un par y a mitad me
alcanza Alvaro, le digo que se vaya que yo no puedo forzar.
La pista resulta dura y se
hace eterna a estas horas, con este calor y rondándote por la cabeza la idea de
tirar para ver qué pasa y desecharla inmediatamente. No tengo duda de que poseo
margen de tiempo, solamente me hubiera faltado ir justo o mal de tiempo.
La llegada a Acumuer tras
ver la torre de la iglesia resulta un delicado martirio, el reloj se acerca a
las tres.
Encuentro al final de la
pista a los padres de Sergio y les digo que tiene que estar llegando. No será
así, él también ha debido reducir su ritmo, ya que terminara después que yo.
Son las tres cuando me
siento tranquilamente en una silla en Acumuer. Me quito una piedra de dentro de
una bota, les digo que no quiero para nada las zapatillas, trasvaso el isostar
del botellín al bidón de la bici y sin
echarme ni un simple trago me pongo el casco que ya se me olvidaba y me monto
en la bicicleta. Son las tres y cinco.
Entra un vientecillo divino
en la plaza que viene del oeste. Me dicen que ayudará a bajar. Y claro, ayudará
a jurar, no a bajar.
Meto el piñón pequeño y en
el tercer lazo de la carretera comienza a pegar el viento: un viento de cara y
no de espaldas que me va a obligar a pelear hasta en el descenso. A los demás
les pasará tres cuartos de lo mismo según dirán.
Es
tanto el viento que pega que no puedo dejar de dar pedales en todo el descenso,
y en los repechos hay que tirar de piñones a base de bien. Pero a pesar de ello
tengo tiempo.
Ultimo tramo de tierra en bicicleta.
La
subida a Larrés la hago despacio al igual que el repecho posterior. Jesús
Manero me dice: ¡No es por aquí! y me manda a la cabañera que hago ya a la marcheta con intención de desmontarme en
el repecho.
Cuando
empiezo la bajada, me hace un extraño el cambio, se me mete la rueda delantera
en un reguero y salto por encima del manillar arreándome un chaquetazo de
categoría. El golpe lo llevo en el hombro izquierdo que se pondrá bastante
morado después; las manos, los dedos y las rodillas van con repelones. Cojo la
bici con miedo y tras comprobar que no le ha pasado nada, me monto y continuo
adelante chupándome las heridas de las manos.
Subo
el repecho andando y enseguida alcanzo la carretera, luego el Cruce de
Cartirana a buen ritmo y con gente, y saludo a Encarnita Lanaspa a la entrada
del pueblo.
La
cuesta de Santa Lucia la subo andando desde un poco abajo, no me quedan ganas
de pelear; la bajada “despaciooo.”
Luego
a mi ritmo me llego al polideportivo de la Corona y en el desvío encuentro a mi
hija con ,Fene y Pablo. Biola me hace una foto y casi no cojo la pista.
Tranquilamente me llego a la
urbanización y sin dar pedales, es un placer que me permito, llego a la meta:
he empleado siete horas cuarenta y dos minutos y cincuenta y cuatro segundos, y
he conseguido mi objetivo fijado, la medalla de oro.
Gráfico Puyada a Collarada 2000.
No
tengo ni sed, ni hambre, ni estoy agotado. He bajado al sesenta o setenta por
cien de mis posibilidades y ha llegado bien, tan bien como jamás pude imaginar
que llegaría, tan bien como se piensa que se debe llegar.
Recibo
felicitaciones, de las primeras la de mi hija Biola que se ha venido en bici
detrás de mí para darme dos besos y eso sí que me ha alegrado. Hasta Máximo y
Carmen se acercarán para verme. Las
recibiré toda la tarde, parece ser que el personal no confiaba en mis
prestaciones. De todas maneras, es normal ya que mis actividades físicas han
sido siempre privadas. He charlado durante la prueba con todo el mundo y lo
seguiré haciendo toda la tarde.
En
las duchas del poli me quito los esparadrapos y compruebo que los pies están
impecables, me pego una ducha de cuarto de hora hasta que se me pone mala
conciencia, me cambio de ropa y llevo la sucia a casa de mi abuela, que buen
alegrón se ha llevado al verme ya en casa. Pasaré la tarde charlando y esperando la llegada de
Rosa a la que ya le han comunicado mi llegada de inmediato.
Cuando llega le digo que al
dorsal 29 le han tocado un par de botas
Boreal, botas que le regalaré para que las gaste conmigo en el monte.
Luego recibimos las medallas
y a casa más hueco que un ocho y gordo a reventar de satisfecho: ¡Conseguido,
chaval!
Rosa dice que está muy
cansada y yo me lo creo pues ha debido pasar nervios de narices. Yo estoy bien,
me he tomado una buena ración de bicarbonato y no tendré prácticamente agujetas.
Mi abuela me dirá, dos días
después, que quiere regalarme una caja para que guarde la medalla, que buenos
esfuerzos me ha costado ganarla: ¡Hay que joderse con la abuela!
Ahora, después de pasada, si
me preguntan por la Puyada diré que es un “infierno sensacional”, y el que
quiera saber más que la pruebe
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