Desde el Corredor Oeste del Perdido. 16-8-09.
Balcón de Pineta, Cuello del Cilindro.
Ibón Helado, Corredor Este y Arista Oeste. Descenso al Ibón Helado, Refugio de
Góriz y Pradera de Ordesa.
15-08-1987.
Salida 06:30 h. Llegada 16:45 h.
Sol.
Fácil.
Ascensión.
Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.
Mapa del Cilindro procedente de Iberpix. Vía en amarillo.
La
noche es larga y en nuestra mente están las tres fisuras del primer
escalón sobre el que se asienta el
Glaciar de Monteperdido y de ellas la que se abre en la parte superior nos
parece la más asequible. No hemos observado trazas firmes de camino en el gran
pedregal recostado sobre la pared y estamos ansiosos. Esta ansiedad nos llena de inquietud toda vez
que nos encontramos a punto de emprender
una especie de examen de una asignatura pendiente desde hace dos años: querríamos que
despuntara ya el alba; hemos esperado dos años y ahora que nos faltan tan solo
unas pocas horas se está parando el reloj de nuestras mentes.
Ese
enorme silencio que lo llena todo, al empezar a caer la tarde, se ha comenzado
a romper discretamente: el glaciar despierta tras una jornada cumplida de calor
infernal lo que no nos sorprende demasiado. Los crujidos se van repitiendo,
quizás con mayor intensidad o al menos así nos lo parece cuando cae la noche
sobre nuestra tienda.
Glaciar del Perdido desde la Brecha Tucarroya. 6-10-11.
Sobre
las dos de la madrugada del 15 de Agosto de 1987, lo hemos oído los dos y
callado también ambos, un brutal y
terrorífico crujido ha rematado nuestro frágil sueño y por nuestra sorprendida
mente ha pasado el derrumbe del glaciar entero por lo menos. Quien no tenga
claro que un glaciar es un ser vivo, que pase una noche en circunstancias como
esta y saldrá de dudas. Conciliamos malamente el sueño ocultándonos la
inquietud el uno al otro.
No
serán todavía las cinco y media de la mañana cuando estamos ya a la nívea
claridad de las estrellas, total para lo que hemos dormido…
Desayunamos
sin gana, recogemos con premura pero nos cuesta lo mismo ya que lo hacemos sin
luz pues queremos estar, según nuestra última estrategia, en la base de la
pared cuando empiece a clarear.
Remontando el Glaciar del Perdido hacia el Collado del Cilindro.
Cruzamos
el barranco algo disminuido de caudal alrededor de las seis y media y atacamos
el pedregal. Las dimensiones reales de la pared se irán descubriendo a la vez
que nos vayamos aproximando a ella y la claridad del día comience a llegar.
Los
primeros tramos mixtos del pedregal inestable y empinado nos llenan de sudores y llegamos parejos con
el sol a la base de la pared cuando son las siete de la mañana ya entre los
primeros hitos que acabamos de encontrar y que tiran por tierra nuestro pronóstico
al dirigirse hacia la fisura central.
Después de una noche a la música del Glaciar del Perdido.
Reafirmamos
algunos hitos y atacamos la fisura con decisión: sube ligeramente acostada
hacia nuestra izquierda y tiene buenas presas. Subimos con un ritmo excelente
pero a pesar de ello se nos lleva veinte minutos; claro que la fisura subirá
alrededor de los 125 metros que se rematan con una serie de escalones rocosos
en los que nos guían hitos. El glaciar que esperábamos encontrar allí está más
retirado.
Hemos
abandonado la dirección de la fisura para continuar hacia el Cilindro. Nos han
aconsejado ganar la característica loma pétrea y redondeada tal y como vamos de
camino, por la parte posterior; es decir, por la parte que da al glaciar por lo
que atacamos por la rimaya al principio
con nieve blanda y con los piolets mientras esta nos lo permite. Luego la nieve
se endurece, tallamos unos pocos escalones sobre nieve ya muy dura y alanzamos
el rellano que el glaciar forma al apoyarse sobre el lomo que acabamos de
subir.
El Ibón Helado desde el Cuello del Cilindro. 3-8-07.
Nos
ponemos cómodamente los crampones pues aunque no es grande el trecho de glaciar
que hay que atravesar para ganar el roquedo por el que acceder al Collado del
Cilindro, la caída por el embudo que forma el hielo en la margen oeste del
glaciar es francamente espantosa, además y exclusivamente para esto los hemos
llevado encima toda la travesía.
Luego
de puntillas como los gatos atacamos la
pared de hielo que se comienza a empinar. El hielo que se derrite
abundantemente y son solamente las ocho de la mañana, corre haciendo profundos
regueros glaciar abajo. Nosotros glaciar arriba vamos tan a gusto que en lugar
de cruzar el embudo y ponernos a pelear con el inestable pedregal, proseguimos
por el hielo un poco a nuestra izquierda y ganamos altura con mayor comodidad.
El Corredor Este y el Pitón Sudoeste del Cilindro. 9-8-96.
Se
nos acaba el hielo en la dirección en que ascendemos cuando la pendiente es
decididamente brava. Hemos perseverado tanto sobre el hielo porque nos
encontrábamos seguros y continuamos subiendo los últimos tramos del pedregal
que nos conducen al Collado del Cilindro.
Nos
miramos y sonreímos bajo la severa mirada de los violentos pliegues de los
estratos del Cilindro que nos regalan el aprobado de esa asignatura pendiente
con la que con tanto ahínco y voluntariamente nos habíamos comprometido.
La imagen más guapa del Cilindro desde el Corredor Oeste del Perdido. 26-6-12.
Buscamos
el camino que nos conduzca hacia el Pequeño Lago Helado que discurre hacia la
Vertiente Sur del Cilindro. A media ladera, superados los resaltes rocosos,
tomamos a nuestra derecha el camino que
serpenteando por el canchal del pico asciende corredor arriba.
Dejamos
las mochilas y en mangas de camisa con la cámara y el tomavistas además de la
cantimplora, emprendemos ligeros la
ascensión del corredor sur que nos conduce al Cuello de Marboré, para darnos de
narices con una pared que no quedará más remedio que estudiar.
Los Corredores de la Oeste del Cilindro. 9-8-96.
La
primera conclusión es que hay que dejar el tomavistas, por segunda vez una cima
nos ha vuelto a engañar y la segunda es
que ligeramente a la izquierda del collado, orientados hacia el pico hay una
especie de corredor con presas que parece hacer accesible la pared. No creemos
que tan transitado camino en la pedrera sea hecho por gente que llega al
collado y se dé la vuelta.
Superamos
con lógica el corredor, avanzamos un poco por una crestecilla para luego
continuar el ascenso por dos amplias lomas terminales.
La Arista Oeste del Cilindro. 9-8-96.
Un
francés madrugador que vuelve de la cima nos hace una foto en el promontorio
terminal. Son las nueve y media de la mañana cuando respiramos el aire de la
Cima del Cilindro de Marboré a 3355 metros de altitud. No he resistido la
tentación de encaramarme en el montón de
piedras de abrigo cimero y decirme: “se acabó la subida por esta vez.”
Rosa
se ha sentado al lado del abrigo y enciende su acostumbrado cigarrillo de las
cumbres que le debe de sentar bastante bien pues entre volutas de humo
contempla sus botas que tan bien le han ido hoy tras reservar sus pies con las
zapatillas en las jornadas anteriores. Yo hace ya algún tiempo que paso de
tabaco.
El Perdido desde la Cima del Cilindro. 12-7-92.
No
se mueve ni un solo pelo de nuestras cabezas. Abajo en Marboré el sol se
recuesta en el rellano, más abajo el Balcón de Pineta parece dormido, El Cañón
de Ordesa se adivina bajo una espesura lechosa rebosante de las paredes del
cañón y a este nivel está todo bañado por una luminosidad translúcida que nace
de un sol que a duras penas molesta cuando se le mira de frente: la calima está
servida.
Estamos
de buen humor, bromeamos sobre nuestros aspectos y nos fotografiamos con las
camisas cambiadas. Rosa pasa a la posteridad recién mudada y el Perdido
complaciente que recibe a los primeros visitantes del día que promete serán
multitud. Nosotros compartimos el Cilindro con nuestra felicidad.
Desde el Cuello del Cilindro. 16-8-09.
Tenemos
que bajar 2000 metros y no estamos dispuestos para dejarlo para el día
siguiente. Delante de nosotros tenemos dos jornadas de nuestra travesía pero
nos damos la vuelta, echamos una visual larga al Circo de Gavarnié y empezamos
nuestro descenso por donde hemos subido.
Llegamos
a la pared sobre el cuello unos metros
más al sudoeste y encuentro una clavija con dos anillos de cuerda preparados
para rapelar o montar un seguro. Particularmente nos parece bien que en los
pasos complicados de las vías normales a los picos se coloquen elementos de
seguridad para ser utilizados discrecionalmente y que pueden ser la llave
adecuada que abra el camino a un lugar digno de ser visitado no dependiendo
exclusivamente del nivel de competencia para ese paso.
Faja Roya y Cilindro desde la Ciudad de Piedra. 13-7-01.
Destrepamos
hasta el Cuello del Cilindro, recogemos el tomavistas y nos vamos pedregal
abajo mientras contemplamos el desperdigado rosario de montañeros en el
Corredor Oeste del Perdido. Sería curioso hacer una estadística del personal
que sube al Perdido, al Cilindro o pasa hacia Pineta. Comprobaríamos que el
hombre es un animal de costumbres, que el pirineo integral es un perfecto
desconocido y que es realmente cierto el refrán que dice: “va Vicente a dónde
va la gente.”
Llegados
al Ibón Helado, remojamos nuestros pies y tomamos un vaso de leche a la
temperatura del agua del ibón. El día va de calores.
Luego
continuamos de camino para bajo por un camino conocido con el asunto
completamente consumado.
Una
pareja de jóvenes montañeros deben ver en nosotros a gente adecuada y nos
preguntan. Van hacia Pineta, sin crampones ni piolets y nos dan un poco de
miedo. Les diremos que se puede hacer casi todo fuera del hielo pero que los
pocos metros que hay que atravesarlo son de alto riesgo.
Cañón de Ordesa por encima del Circo de Soaso. 3-8-07.
Poco
más abajo llegamos al “Laberinto” un caos de piedras a medio camino entre el
Ibón Helado y el Refugio de Góriz y que nunca he logrado atravesar por el mismo
sitio y lo acabamos haciendo el sarrio en un escalón rocoso en el que Rosa está
a punto de pegarse un castañazo. En la montaña, cuando menos lo esperas salta la
liebre y es que son esos momentos en los que por cansancio, desidia, descuido o
desatención se relaja la vigilancia y se producen accidentes más o menos
trascendentes. Lo sabemos pero… De
cualquier forma vale más recordarlo pues es el mejor camino para que
esto difícilmente suceda ya que seguro no hay nada.
Nos
alcanzan cerca del refugio un par de montañeros a los que hemos despistado con
nuestro ascenso al Cilindro. Iban al Perdido y se darán la vuelta desde el
Cuello del Cilindro. Nos cuentan y les hacemos los dientes largos contándoles.
Abandonamos
los grises calizos para introducirnos poco a poco en el verde de los primeros
retazos colonizados por las pratenses aunque seguimos en el gris caliginoso del
día. Nuestros fortuitos compañeros nos toman con el tomavistas a la entrada de
Góriz pues queremos aparecer los dos en el reportaje. Son las doce y media del
mediodía.
Cola de Caballo. 11-7-92.
Preferimos
estar a la fresca penumbra del refugio y nos sentamos en el fondo del comedor.
Rosa va a por un par de cervezas y una bolsa de aceitunas y tiene un rifirrafe
con la esposa del guarda más que otra cosa por desagradable pues no creemos sea
pecado preguntar si están frescas. No debe saber que hay ya refugios que te
sirven el champagne con el termómetro. Le deseamos suerte para beberse las
cervezas calientes porque somos gente educada.
El
comedor está vacío a excepción de un montañero que reposa lo que parece ser una
frugal comida, no es de lo corriente que funciona por estos pagos, tiene
aspecto de estar de vuelta de casi todo y no ha perdido detalle del suceso.
-Estos
no cambiarán no, le comento a Rosa.
-Qué,
¿a dónde vais?
-¿Quién,
nosotros? En polvo para casa.
-¿Hacéis
travesía no?
-Sí,
venimos desde Benasque y nos desmontamos aquí.
Sin
querer y solidariamente en contra de los avinagrados guardas del refugio
entramos en conversación.
Las Tres Sorores desde el Pueto de Mondicieto. 27-9-00.
Yo
entiendo que regir un refugio concurrido como éste, con todo tipo de personas,
montañeros y algún que otro guerrillero urbano que lo confunda con su
acostumbrada boite, se las debe traer con abalorios; pero por encima de todo
deben de ser profesionales y disimular
cuando no se pueda evitar tales contingencias personales y además, la experiencia,
que estos la tienen, debe capacitarles
para distinguir a unos de otros propiciando un trato adecuado a cada uno. Ni el
momento, ni la concurrencia ni nuestro aspecto y modales podía llevarles a
engaño.
En
algún momento debemos nombrar nuestro pueblo.
-Yo
también soy de Sabiñánigo.
-¡No
me digas! Somos de una edad muy aproximada.
-Soy
Carlos.
Le
invitamos a otro vaso de leche, se acaba de tomar un cazo de campeonato y
charlamos. Se ha venido a despedir del Pirineo por estas vacaciones.
Se
iba a marchar para abajo cuando hemos llegado e insiste en esperarnos y en
bajarnos a Sabi. Recogemos a todo trapo e iniciamos juntos el descenso del
Camino hacia el Circo de Soaso.
Quinta y última etapa de la travesía.
Es
un mozo de paso ligero y nosotros de invitados le seguimos. La magia de la conversación que para los tres
es tema preferido, nos deposita en un suspiro en la Cola de Caballo, hemos bajado
en tres cuartos de hora exactos. El ritmo del descenso y el calor del día nos
invitan tomar un baño y en un momento estamos los tres en bañador y en el agua
que está fresquita pero estupenda.
En
las gradas de Soaso tomamos unos litines que Carlos se fabrica y felices y
animados, cuando todavía falta bastante para que el reloj llegue a las cinco,
dejamos las mochilas en el coche. Nuestra travesía ha tocado a su fin. Han sido
7200 metros de subidas y 6400 metros de bajadas a lo largo de 90 kilómetros
bastante bien lastrados por si soplaba viento en los collados.
Tomamos
un refresco en el Restaurante de la pradera de Ordesa ya sin prisas, nosotros
celebrando sencillamente nuestro subjetivo éxito con tres tresmiles de
prestigio.
El
coche nos regala el mullido de sus asientos y por conocida carretera nos
deposita en la puerta de nuestra casa. Nos despedimos no sin el deseo de
preparar algún reto juntos para sus próximas vacaciones.
Croquis completo de la travesía
Una
vez duchados nos vamos a por nuestra
hija andando, nuestro coche está en Huesca y habrá que bajar a buscarlo. La
bofetada de calor que recibimos, al abrir la puerta de la calle donde el
asfalto hierve día y noche en la semana más caliginosa que se recuerda por
estos pagos, la recordaremos durante mucho tiempo. Luego, el atroz calor
disipará discretamente nuestras mentes para en cualquier momento volverse a
condensar en alguna parte del Pirineo.
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