La Sudoeste de la Munia. 12-6-04.
Valle y Cabaña de Barrosa, Cuello de
Robiñera, Cara Sur, Arista Oeste, Cima de la Munia y descenso al Cuello de
Robiñéra.
13-08-1987.
Salida 10:30 h. Llegada 21:30 h.
Sol.
Bastante fácil.
Ascensión.
Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.
Mapa de la Munia procedente de Iberpix. Vía en amarillo.
Cae
la noche cuando nos empiltramos en la tienda, ni siquiera hemos subido a
Bielsa, lo único que querremos es descansar y que pase el atroz calor que
soportamos en la tienda a salvo de los mosquitos. Yo me encuentro bien pero a
Rosa le molesta hasta el roce de los sacos en los pies. Nos dormimos con la
esperanza de que un par de calcetines finos y las zapatillas puedan salvar la
situación.
La
mañana del 13 de Agosto de 1987 nos sorprende algo más tarde de lo habitual. No
tenemos prisas pues las tiendas no abrirán hasta las nueve al menos. Recogemos,
desayunamos, enmochilamos y nos subimos a Bielsa que está prácticamente
cerrado. Echamos al correo una cinta del tomavistas, localizamos un taxi que
nos puede subir hasta la Entrada del Valle de Barrosa como teníamos programado,
compramos algo más de lo previsto, fruta y verdura, pues estamos dispuestos a
acarrearlo por darnos el gustazo; sabemos que en las travesías las frutas y las
verduras son lo que más se acostumbra a echar en falta pues su peso y su
conservación desaconsejan su uso.
Habíamos
previsto comer pronto en Bielsa quizás alguna ensalada y algo de pescado fresco
con abundante fruta pero hay que cambiar y lo haremos de esta manera no
prevista. También compramos los calcetines de algodón y llamamos a casa para
que sepan que todo marcha conforme al programa, liquidando, de paso, la
calderilla que también pesa pues sabemos que el taxi nos costará cien duros.
Valle y Circo de Barrosa. 2-7-07.
Son
las diez de la mañana cuando nos sentamos en el taxi, un Land Rover que nos llevará los 8 kilómetro
que hay hasta la Entrada del Valle de Barrosa.
Nos
paran en la Aduana, nos piden la documentación y les presentamos los Carnets de
la Federación Aragonesa de Montaña pues he cometido el error de no haber puesto
los Carnets de Identidad. Todos cometemos errores.
-Con
esta documentación no pueden pasar, ¿no llevan otra?
-No.
Tiene gracia, pienso para mí. Si lleváramos otra ya la hubiéramos presentado.
Mire
usted, venimos desde Benasque y aquí mismo nos metemos por el Barrosa…
-Sí,
pero no pueden pasar.
-(Ya
decidido a todo.) Bueno, ¿qué quiere usted, que pasemos por el monte o qué?
pues como podrá imaginarse no vamos a dejar colgada la travesía aquí. Ahora que
también se puede usted dar la vuelta, nosotros pasamos por el río y usted no ha
visto nada.
Vista atrás en el Valle de Barrosa. 2-7-07.
-Bueno,
eso…
-Oiga,
a ver si ahora nos va a emprender a tiros cuando pasemos por allí enfrente…
No
contesta. Le damos las gracias, arranca el taxi y nos espera un poco más
adelante. Pasamos a 10 metros del guardia, nos subimos al taxi e inmediatamente
nos deja en la Entrada del Valle de Barrosa.
El
día está caliginoso con una situación anticiclónica de sur y en la Mina nos
aligeramos un poco de ropa a cambio de cargar un pelín más las mochilas. Rosa
se adelanta un poco para probar las zapatillas pero lo que comprobará será el
peso de las botas en la mochila.
Me
entretengo tomando algunas vistas para alcanzarla luego. Me dice que va como
los ángeles y respiro confiado pues conozco su tenacidad y resistencia con lo
que comienzan a disiparse los negros nubarrones de mi mente. Había llegado a
pensar que podría terminarse aquí nuestra travesía por culpa de los pies.
Circo de Robiñera.
Continuamos
valle adelante sencillamente felices, nos espera al fondo un barranquete y un
baño pues para completar vamos bien de tiempo. También al fondo, nítido,
preciso, inconfundible y altísimo el Cuello de Robiñera entre el Pico Robiñera
a la izquierda y la Munia a la derecha
pero eso es para después de comer, primero habrá que aproximarse a la base de
la pared y elegir un acceso u otro ya que la duda ya nos surgió la primera vez
que nos acercamos al valle y nadie nos la ha podido aclarar.
No
son las doce y estamos refrescándonos en el Barranco de Barrosa y mientras mi
señora se alarga en el tema, yo más breve prepararé la comida con todo eso que
en una travesía haría saltar de gozo y alegría a todo el que tenga experiencia
en este asunto. Terminamos llorando a moco tendido de puro gozo.
Hemos
descartado ya la vía directa por debajo del Pico Robiñera y estamos en el Refugio
Pastoril de Barrosa abierto y lleno de estiércol, en lamentable estado a 1700
metros de altitud cuando es la una y media. Hemos decidido ascender el circo
comenzando por nuestra derecha y utilizando una loma arbolada en la vertical de
la Munia.
Nuestro campamento en el Cuello de Robiñera.
La
pendiente es fortísima y vamos trazando nuestro camino, algo que goza de
nuestras preferencias y no lo podemos negar, con lo que le damos trabajo al
altímetro.
Poco
después viramos un poco a nuestra izquierda como si fuéramos hacia el centro
del circo a buen ritmo, seguimos intuitivamente la ruta proyectada pues nos
encontramos en una parte de la pared, tras salvar un par de resaltes rocosos
tan vertical que disponemos de un reducidísimo campo de visión.
Erramos
un poco la vía y cuando nos damos cuenta estamos trepando una pared rocosa con
no muy abundantes presas sin saber si tendrá salida tan discreta trampa. La
fortuna nos acompaña y con precisa dedicación superamos la pared con lo que salimos de la verticalidad aunque
la pendiente siga siendo valiente.
Un
poco hacia nuestra derecha contemplamos una pared que estará situada entre la
Munia y la Pequeña Munia pero nuestras opciones no se presentan hacia allí sino
perseverando hacia el centro del circo
por un inestable y caótico pedregal que atravesamos casi en horizontal
para alcanzar un espolón más pedregoso que herboso a la vez que se nos va
ampliando el horizonte. El valle que se ha dormido muy abajo y que hemos
contemplado repetidamente desde algunos miradores excepcionales, se nos esconde
con prisa a la vez que las pendientes se moderan.
Arista Oeste de la Munia. 12-6-04.
Pisamos
planos neveros entre un caos de rocas miles de veces trabajadas por hielos y
soles y contemplamos, ya a nuestra derecha, las Paredes Cimeras de la Munia: el
Cuello de Robiñera frente a nosotros ya es nuestro; mejor dicho, lo compartimos
con algunas ovejas que desperdigadas denuncian la presencia de minúsculos
rellanos herbosos cuando el reloj marcha las cinco y cuarto.
Cuando
se llega a un collado es normal echar una ojeada de despedida a lo que hemos
dejado atrás para asomarnos lo antes posible al otro lado. En esta ocasión
cumplimentamos la primera parte de manera muy parcial pero posponemos la segunda pues nuestra
vista resbala por la cresta hasta el Collado de la Munia, sigue por las
Blancas de la Larry y de pronto sientes
como un golpe seco en tu interior y tus ojos son ineludiblemente
arrastrados y secuestrados por una imagen oscura y profundamente tornasolada,
aérea, altiva, respetada y deseada: La Norte del Perdido y te quedas quieto
como un muerto, contienes sin querer la respiración a la vez que un volcán de
recuerdos entra en erupción dentro de tu cerebro. La de veces que en dos
años he bajado el glaciar desde aquella
mañana en Góriz, cuando en un claro de la tormenta dijimos adiós al personal
del refugio y salimos en polvo hacia el Cañón de Ordesa en lugar de haberlo
hecho cuatro horas antes hacia el Cuello del Cilindro.
-¡Ahí
está! (quedamente como con miedo a despertar a ese gigante que duerme un sublime sueño de dos años.)
Luego se amplía la postal con el Marboré, el Cilindro, el Soum de Ramond y la
Sierra de las Tucas perdiéndose Pineta para abajo.
La Oeste de la Munia 13-9-13.
Nos
asomamos a la otra vertiente y un brutal tajo en la Oeste de Robiñera descansa en la Cubeta lacustre de los Ibones
de la Larry y en medio, llenándolo todo con una blancura lechosa cual polvo de
estrellas encarnación de Vía Láctea: la sahariana calima.
Acampamos
en un lugar de ensueño absolutamente solos a 2850 metros de altitud, con una
temperatura envidiable, en un balcón inimaginable, al lado de un diminuto y
encantador ibón pirenaico, en un escalón herboso recostado con el Pico
Robiñera, con tiempo y descansados. ¿Se puede pedir más?
Tenemos
tiempo para asearnos a conciencia, contemplar el paisaje acercándolo con el
Zoom del tomavistas, estudiar el plan a seguir, tomar fotografías y cenar
tranquila y plácidamente en bañador. Son las siete y media.
Es
fácil de asumir la escasa calidad de nuestro sedentarismo. Estamos rematando la
cena cuando, casi sin querer y de repente, se me ocurre proponer el ascenso a
la Munia que tenemos prevista para el día siguiente por la mañana: enorme
locura desde casi todos los puntos de
vista dada la hora y el desconocimiento total de la cresta.
Ordesa desde la Cima de la Munia. 5-8-98.
Rosa
que es brava como ella sola y con una moral como la copa de un pino asiente y
con el anorak sobre la camisa inicia la subida. Entre tanto, yo también me
visto, cojo la cámara fotográfica y el tomavistas, lleno la cantimplora y arreo
tras ella.
Subimos
en diagonal la ladera, un canchal en el flanco sur de la arista para llegarnos
a la misma junto al sombrero: una piedra con dos apoyos y un hueco por debajo
del cual accedemos al primer escalón
rocoso: sorpresa. Tenemos que trepar de buena manera y el tomavistas sin funda
ni procedimiento de transporte que no sea en la mano, con sus 1500 gramos de
peso que no puede ir entre la piel y la camisa queda aparcado en la base de la
pared.
Buscar
una vía accesible que nos permita afrontar la situación y encaramarnos en la
pared es todo uno. Superado este paso encontramos las trazas de paso que
recorren intermitentemente los afilados y a veces dislocados dientes del
cresterío: volamos superando dientes que cada uno nos parece el último,
trepamos decididamente en repetidas ocasiones y a las ocho y media tras
cuarenta y cinco minutos de ascensión
acelerada estamos en la Cima de la Munia a 3134 metros de altitud tras
salvar un desnivel de 300 metros que nos separaba de ella y mi señora con el
turbo puesto en los pies: las zapatillas.
Desde la Munia así tuvimos que ver el Glaciar de Monteperdido. 13-9-13.
En
esta frontera no nos han pedido la
documentación, algo es algo y por ello en lugar de dialogar con el aduanero
entramos con la vista en el Circo de Troumouse desde el Col de la Seda hasta el
Pico Montferrant. Es una pena que la luz del día no nos permita una
contemplación con el detalle que deseamos, pero ya sabíamos que se trataba de
llegar, tocar chufa y bajar. Así lo hacemos tras la foto de la constancia que
inmortalizará a un simple par de zapatillas.
Caemos
cresta abajo parejos con la noche, recogemos el tomavistas, nos despedimos del
país vecino hasta el día siguiente, que si todo va bien nos reencontraremos en
la Brecha Tucaroya y dulcemente nos descalzamos al lado de minúsculo punto
plateado que contemplábamos hace cuarenta y cinco minutos desde la cima.
Croquis de la tercera etapa de la travesía.
Tomamos
nuestro vaso de leche en amor y compañía de un cielo indescriptible: hoy
estamos más cerca de las estrellas y la luna, esa vieja envidiosa censura
decididamente la inolvidable velada. Nos acuna el bucólico tintineo de dulces y
remotas esquilas mientras regalada y blandamente nos desleemos diminutamente en la noche.
Para ver la Continuación.
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