26 ago 2001

4.01. DOME DE NEIGE DES ECRINS. 26-8-2001.

Rimalla en la Dome de Neige des  Ecrins.
 
Cima de la Barre des Ecris, Pic Lory, Brecha Lory, Cara Norte y Cima de la Dome de Neige des Ecrins. Descenso a la Brecha Lory, Glaciar Blanco, Refugio des Ecrins y Pre de Madame Carle.

26-08-2001.

Salida 08 h. Llegada 15 h.

Sol.

Bastante Fácil.

Ascensión.

 Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

               Mapa de la Dome de Neige des Ecrins procedente del ING. francés. Vía en amarillo.

            A la Cima de la Barre des Ecrins, situada a 4101 metros de altitud llega la cordada que hemos adelantado y les dejamos sitio, nosotros siempre compartimos. Charlamos con el que va de último al que hemos conocido y con el que habíamos charlado en el refugio y el guía se ofrece a hacernos la foto de la cima. Algo se ha debido obrar en su interior ya que ahora está muy amable y resulta ahora hasta agradable. Nosotros no hemos tenido problemas ni los tenemos ahora, él sabrá. A lo mejor ha debido reflexionar y quizás haya llegado a pensar que: estos tíos no son unos mataos, van por aquí casi como si se tratara del pasillo de su casa.

Cara Norte del Pico Sin nombre desde el Primer Resalte del Glaciar Blanco.
 
            Con quince minutos escasos tenemos suficiente. Son las ocho de la mañana, nos despedimos y nos vamos de vuelta. Tenemos todavía por delante todo el 26 de Agosto de 2001.

Dome de Neige des Ecrins desde la Arista de la Barre des Excrins.
 
            Volver al Pico Lory tiene una corta historia de cuarto de hora por camino conocido y sin crampones. Desde la cima, a 4086 metros de altitud contemplamos a una cordada que sube por la arista, a la gente que se mueve en el glaciar bajo nosotros y enseguida continuamos con el descenso de la zona más erguida de la arista pero a muy buen ritmo.

Desde la Oeste del Pic Lory la Dome de Neige des Ecrins.
 
            Poco más abajo, en un tramo de paso obligado, de los no demasiados que hay, cedemos el paso a la cordada que sube, algo lenta por cierto y cuando están terminando el paso, por debajo de ellos, nos perdemos arista para abajo.
            La poca nieve que pisamos está bastante soleada y con un tacto más amable que a la subida. Descendemos el resto de la arista siguiendo en ensamble y en el paso de salida me asegura Juan por si acaso no vaya a regalarme algún resbalón inoportuno la repisa de salida.
            No será necesario pues viniendo de roca se puede pasar con presas de manos en la pared que hacen casi prescindibles los apoyos de pies y a las ocho y media aseguro con mi piolet el paso de los socios.

 Rimalla en la Norte de la Dome de Neige des Ecrins. 23-7-95.
 
           Nos ponemos los crampones tranquilamente en la Brecha Lory y continuamos en dirección oeste por la pared superior del glaciar para atravesar inmediatamente la rimalla superior que está muy rota y enseguida alcanzar la cima de La Dome de Neige a 4015 metros de altitud, tercer y último cuatromil del día y también último por este año. Son las nueve menos veinte.

Detalle de la Rimalla en la Norte de los Ecrins.
 
            La cima está concurrida y nos vamos un poco al sur sobre unas afloraciones rocosas para comer y contemplar el paisaje. Charlamos con una pareja de italianos mientras Juan hace algunas diapositivas y nos hacen alguna a los tres.

Espléndida mañana en la Cima de la Dome de Neige des Ecrins.
 
Desde la Dome de Neige  la Barre des Ecrins y el Pic Lory. 23-7-95.
 
            Charlamos también con una pareja de catalanes y media hora después dejamos al personal soleándose en la cima y nos vamos para abajo.

En la Cima de la Dome de Neige des Ecrins. Del fondo venimos.
 
Vamos a almorzar en la Dome de Neige des Ecrins.
 
            Con los crampones puestos vamos a bajar a tren. Pasamos la rimalla más abierta si cabe, aceleramos el paso en la zona batida por los aludes, somos apedreados por alguno que anda por arriba haciendo tonterías, y salidos de la zona de caídas de materiales recuperamos la marcha y continuamos para abajo ahora perdiendo altura consistentemente.
            Son alrededor de las diez de la mañana cuando alcanzamos el rellano glaciar bajo la pared y pasado el límite al que llegan los materiales de avalanchas nos quitamos los crampones y recogemos la cuerda.

Desde la Dome de Neige des Ecrins el Glaciar Blanco.
 
            Echamos un trago con sed pues hace calor en este abrigado lugar y luego tranquilamente continuamos glaciar abajo siguiendo la huella sobre una nieve que empieza a blandear.
            Paramos a contemplar la pared comentando lo complicada que se puede poner debido a la temperatura y al montón de gente que está por arriba todavía y lo que te rondaré. Algunos puentes que hemos pasado bajando estaban complicándose a marchas forzadas. La última grieta que hemos atravesado nos ha exigido un potente salto, y cara arriba será francamente problemática.
            Nos acercamos al refugio y decidimos subir la pared de frente y desde abajo. Será un cuarto de hora de trepada entretenido, buscándonos la vida por cualquier parte. Son las once y media cuando aparecemos en la vertical del refugio.
            Nos descalzamos y con las chancletas nos metemos al refugio. Bebemos con sed, comemos lo que nos apetece, pues llevamos de sobra, aderezado con ese condimento especial que tienen algunos momentos finales  y descansamos un poco al amor de la penumbra del comedor con los relojes vitales medio parados.
            Luego montamos las mochilas, nos despedimos del personal y tras volver a calzarnos tomamos el camino para abajo. Es la una menos veinticinco.

Por debajo del Enorme Rellano del Glaciar Blanco.
 
             El descenso del tramo bajo del Glaciar Blanco es un mero trámite. Hay que bajar y lo hacemos con aire de despedida en un día  climatológicamente extraordinario. Vamos ligeros de ropa y por tanto  con las mochilas llenas aunque no pesen demasiado. Recordamos nuestro descenso anterior un tanto insatisfechos y ansiosos pues nos íbamos al Cervino, hoy nos vamos a casa.
            Terminado el glaciar nos incorporamos a la morrena lateral izquierda del mismo con gentes diseminadas por todo el camino ya que es domingo y hace buen tiempo.
            A pesar de que nuestro ritmo no es fuerte sí que es persistente por lo que vamos pasando a gente y seguimos cruzándonos con más.
            En el barranco próximo al Refugio del Glaciar Blanco echamos un buen trago pues tenemos sed y continuamos pacientemente para abajo. Alcanzamos la lengua terminal del glaciar y agradecemos el frescor que nos proporciona el agua del glaciar. La verdad es que nos encontramos un pelín machacados. De nuevo, y van tres de tres, en poco más de 24 horas hemos movido 2369 metros de desnivel de los que hoy han sido la mayoría, es decir, 1068 metros subidos y 2369 metros bajados y la sensación de desgana que se quiere apoderar de nosotros es similar a la que recordamos del 95.
            Cuesta remontar la casi imperceptible subida que tenemos tras el cruce del barranco hasta las gastadas rocas de la parte superior del escalón final; y costará más todavía bajar hasta abajo, incluso nos llegará a fallar el cálculo horario.
            Con mucha más gente que sube y baja que malagana, lo que ya es decir, descendemos el polvoriento y transitado camino que nos ha de llevar a cruzar el puente del Barranco Desagüe del Glaciar Negro con nuestro imperecedero recuerdo para Tito y Calvo. Siempre que venimos aquí nos pasa y hoy, desde la cima de La Barre des Ecrins, ha tomado Juan perfectamente el corredor en el que perdieron la vida.

El Rellano del Glaciar Blanco con la Barre des Ecrins y la Dome de Neige.
 
            Son las tres y cinco cuando llegamos al coche. Lo sacamos un poco hacia delante y en su lugar, a la sombra de los sauces cabrunos, preparamos la mesa y disponemos la comida.
            Será una relajadísima comida llena de sensaciones y recuerdos, el día es extraordinario y certificamos que es la primera vez que salimos de los Alpes con tan buen tiempo; además que, con seguridad, hemos tenido el mejor tiempo de todas las veces que hemos venido a Alpes y eso que hemos tenido suerte siempre. Esto dentro de un año tan malo como éste puede haber supuesto el disfrutar de la mejor semana del verano 01, ya que muy lejos quedan la tormenta y las nubes del viaje de ida.
            La cerveza está fría de glaciar y por tanto de vermut para adelante todo marcha sobre ruedas. Comemos al gusto y abundantemente pues la despensa lo resiste y los estómagos lo soportan. Postre, café, pacharán y música: estamos contentos y relajados. ¿Será la experiencia?
            Entre unas cosas y otras, hablamos de lo divino y de lo humano, se nos hacen las tantas. Tendré que llamar al orden a mis socios y a mí mismo pues estamos a 900 kilómetros de casa que a donde queremos llegar.
            Son las cinco de la tarde cuando terminamos de recogerlo todo y nos metemos en el coche. Hay que echar mano de la reserva moral ya que las ganas de conducir brillan por su ausencia.
            Poco después pasamos el Río Durrance y nos pegamos un remojón campanillero
            Cambiados de ropa, frescos y hechos unos brazos de mar nos metemos de nuevo en el coche y a la carretera. Pasamos Embrun y su enorme embalse.
            Cerca de Gap decidimos quedarnos y frente a La Roche des Armadans, en un altozano en el que se alternan pequeñas manchas de pino de repoblación con campos de gramíneas segados, en uno de ellos encontramos un pajar con un pequeño trozo  de una especie de era delante, plana y sombreada y allí nos quedamos.
            Sacamos la mesa y las sillas, abrimos una lata de aceitunas y unas cervezas frescas y allí nos relajamos como dioses en el séptimo día de la creación. No son más de las siete y media.
            ¿De dónde han salido las cervezas frescas? Pues de la combinación de la nevera y la imaginación. Subíamos hacia el Pre de Madame Carle y cuando pasamos junto al alud que llegaba casi a la carretera se me encendió la bombilla. A la bajada podíamos llenar de nieve la nevera, colocar dentro las bebidas y así no tendríamos que depender de los cubitos de hielo de alguna gasolinera.
            Cenamos tranquilamente en la agradable y reconfortante soledad del monte y a los postres descorchamos una botella de sidra  que, por cierto, está helada y brindamos, somos gente de costumbres. Brindamos por nosotros y también por las montañas que tan buenos momentos nos han propiciado, de los otros ya ni nos acordamos, y por los momentos felices que esperamos nos sigan proporcionando.
            Tomamos café y un poco de pacharán. No nos fumamos un puro sencillamente porque no fumamos y recordamos: nos vienen a la memoria momentos similares de pasadas ocasiones a la vuelta del Rimpfischorn, o del Monch, en Martigny, en Tach o en el campo base del Toubkal; momentos en los que te has dicho, casi con plena satisfacción; “misión cumplida.” Ahora cuando escribo  esto, es 14 de Octubre, no puedo dejar de pensar en Pepe Garcés que anteayer día 12 se quedó para siempre en el Daulaghiry y siento una pena tremenda porque no haya podido decir también, “misión cumplida.” O a lo mejor es que yo soy un simple y no puedo comprender que también él lo haya dicho con tanta satisfacción como pena por sus conocidos.
            Plantamos la tienda pronto y nos empiltramos
            Comenzamos el lunes 28  temprano, a las cinco y media, es de noche y la temperatura está estupenda.
            Hay que espabilarse y prestar atención recogiendo la tienda puesto que no se ve prácticamente nada. Menos mal que tengo cierta práctica al respecto.
            Ni siquiera perdemos tiempo en desayunar. Recogemos un poco el coche y nos echamos a la pista e inmediatamente a la carretera entre dos luces pues está amaneciendo. Empezamos la jornada con las luces del coche y sin circulación.
              En Serres nos liamos y serán las ocho menos cuarto cuando llegamos a Bollenne, mejoramos la carretera pero aumenta la circulación pues no en vano es lunes.
            Antes de llegar a Nimes paramos a desayunar en una sombra junto a la carretera, ya que hace un rato que no nos sale nada decente para parar. El día está soleado y por aquí, cálido como no puede ser de otra manera.
            Pasamos Mompellier y nos introducimos en la autopista.
            En el área de servicio de Cousán, vieja conocida nuestra, es la  última antes de abandonar la autopista en Narbonne, paramos y almorzamos un poco. Se nos va media hora en el asunto.
            A buen ritmo facilitado por la escasa circulación nos llegamos a Carcasonne con ganas de tomar el desvío hacia Auterive y Capens. Unos kilómetros más adelante buscamos y encontramos el área de descanso próxima a Auterive, que tan bien conocemos.
            Es la una y media y paramos a comer. Luego pasamos St Gaudens, Montrejeau, Lannemezan y Tarbes.
            Subimos el Portalet y a las ocho y veinte pasamos la frontera cuando ya va cayendo la tarde.
            Paramos en Escarrilla como siempre y echamos el trago que queríamos, ya no nos queda otra cosa que llegarnos hasta el pueblo.
             En casa nos espera nuestra hija con mesa puesta y cena preparada.
           El sábado 1 de Septiembre volvemos al monte para colaborar con la Puyada y al fin de semana siguiente, aprovechando que Rosa sigue de vacaciones y se ha estado recuperando de todos los “turnos” que ha tenido que hacer en los Alpes, nos vamos a la playa para compensar los 6655 metros de desnivel que hemos movido y los enormes montones de satisfacciones que nos han regalado.
         Otro día con las familias cenaremos para “celebrar la vuelta.” ¿Alguien había pensado que teníamos la intención de no volver? Pues no tenemos planes ni nada.
            Después dejaremos correr el tiempo que ese sí que va deprisa, haré cuentas de un recorrido de 3011 kilómetros, en el que  hemos movido 6655 metros de desnivel y hemos hecho 7 cuatromiles más de los que 6 han sido nuevos y van ya 47.
            Luego, el día que el azar señale de entre el infinito calendario; ése, el esperado y por ende deseado; en el que los astros se confabulen para ofrecer placer al populacho, en ése en el que ya creamos que se han agotado todas las posibilidades para la admiración  y la existencia toda de la esperanza más estoica; veremos, por fin, las diapositivas de Juan y lo celebraremos, directamente, por todo lo alto con loas y alabanzas sin tasa ni cuento. Y no es que, como dice el anuncio de la tele, “nos ilusionemos por cualquier cosa”, no; ni mucho menos, es que resulta mucho mejor vivir a gusto hasta reventar de placer que otras músicas celestiales que se puedan ofrecer como alternativas. ¡Diga usted que sí!

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