Nacimiento del Duero. 24-10-18.
Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
Gerardo Diego, escultura. Turismo Soria.
El video de Antonio García Megía pone un toque de delicadeza, si es que le falta
Días después vamos Soria a dar una vuelta por San Saturio, San Juan de Duero, la Dehesa y un Duero otoñal y delicadísimo que se ha hecho mozo ya y nos encontramos acartelado, junto al Instituto, también para recordar a Antonio Machado y su poema Recuerdo Infantil que aunque no sea de los más reconocidos tiene connotaciones especiales.
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.
Antonio Machado. Turismo Soria.
Y puestos en Soria y poesía, otro poema a Soria y el Duero.
Andando los caminos
entre ruedas y asfaltos,
viajando los destinos
entre palabras peremnemente infinitas,
entre signos mil veces soñados,
paso por Soria;
y te hago mía
cuando tu señor se llama
plácidamente invierno,
cuando castellanos galgos
pululan las solanas,
cuando tu clamorosa tierra
tirita y languidece,
cuando delicadísima
la primavera duerme,
cuando puestos mis ojos sobre ti
se me llenan de entrañas
vilmente destrozadas en silencio.
Pero cierro los ojos, los aparto
y te recreo en mí: impecable
¡Padre Duero!
constantemente humilde y entrañable.
Contigo aguas abajo
voy, mi oído a tu boca, al tajo
dormido de cada día.
Y me dices y yo aserto,
de no permitir que mañana
confundan tus rancios blasones,
y expolien tu esencia temprana.
Y te digo, quedamente, en tus canas,
que nunca fueron inútiles
los tiernos retoños de tus álamos,
y que jamás las ilusiones
fueron empresas vanas.
Asimiroasiveo.
El Duero vestido de Otoño en Soria. 26-10-18.
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