Hemos
abierto,
sigilosamente
para que nadie se turbe,
un
lienzo inmaculadamente blanco,
donde
las mentes terrenales
materializan
los deseos,
y
dudamos
con
los primeros bocetos pergeñados,
pues
no hay duda
que
es día de luceros.
Dudamos
indecisos para escoger
entre
lo oportuno y lo esencial,
entre
lo lúcido y lo cierto,
entre
lo mejor y lo bueno…
Y
es que decididos a elegir
de
entre un vasto y granado universo,
ningunearemos
materiales tesoros,
quiméricas
ilusiones,
e
incontestables metas,
pues…
Queremos
para vosotros
algo
indeleble al paso del tiempo,
algo
que siendo viejo y resabido,
sea
siempre nuevo.
Queremos
para vosotros
un
resplandor que ilumine vuestro camino,
cuando
acaso falte luz…
y
que jamás se apague.
Queremos
para vosotros,
así
de simple,
así
de posible,
la
Eterna Felicidad.
Una
felicidad que no será precisamente,
la
que conocéis sin duda,
y que seguramente,
no cambiaríais hoy por nada.
Pero
no la felicidad
de
los de los mortales gozos,
los terrenales tránsitos,
o
los mundanales fastos.
Queremos
para vosotros
la
felicidad de las cosas sencillas,
la
felicidad de los momentos inolvidables,
la
de los elocuentes silencios,
la
de los quehaceres cotidianos,
sinsabores
pasajeros,
vivencias
y certidumbres
íntimamente
vuestras.
Esa
felicidad
que
os permita
miraros
complacidos a las caras
que
no es fácil;
que
os sugiera
inequívoca
y razonada comprensión
que
es posible.
Esa
felicidad
que
hay que pelearla día a día
para
que dure siempre:
La
felicidad deseada.
Y
luego, al tiempo,
poder
deciros, uno a otro,
con
las miradas entrelazadas…
que
mereció la pena.
13-6-15.
Asimiroasiveo.
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