25 jul 1985

1-85. CANFRANC-ORDESA 85. ETAPA 1. CANFRANC-LA SARRA. 25-7-1985.


Ibónes de Anayet y Espelunciecha desde el Diente de Anayet. 23-7-14

Canfranc Estación, Barranco de Canal Roya, Ibonciechos de Anayet, Ibones de Anayet, Barranco Culibillas, Corral de las Mulas, Sallent y La Sarra.
25-07-1985.
Desnivel ascendido 1350 m.
Desnivel descendido 1050 m. 
Distancia recorrida 22000 m.
Tiempo efectivo de marcha 09:00 h.
Sol.
Fácil.
Se trata de una larga etapa de senderismo que hubiera sido más agradable sin tratar de visitar los Ibonciechos, inexistentes prácticamente, de Anayet. A cambio hacer los 7 kilómetros de carretera en coche ha compensado sobradamente.
Agua  en Canfranc, en el Barranco Canal Roya, en las Surgencias del Ibón de Anayet, en Sallent y en la Sarra. Cuidado con los barrancos por el ganado.
Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Mapa de Canfranc-la Sarra procedente de Iberpix. Vía en amarillo.

            Salir a la montaña cuando la residencia habitual está prácticamente en la montaña es un proceso normalmente sencillo y breve, con la ventaja adicional de que puedes observar directamente el tiempo que con bastante aproximación vas a tener sin salir todavía de casa.
            Así era la montaña que conocíamos, generalmente a salvo de mojaduras y temporales, evidentemente  bastante cómoda. Una hora de coche nos colocaba en ruta ya no apta para vehículos, lo que no era más que un simple paseo: una hora de coche por la mañana y otra por la tarde, de vuelta salvo alguna ocasional noche pasada en refugio que no era más que la excepción a la regla general.
            El proceso de ir y subir media jornada para pasar la otra media bajando y volviendo, no por asumido dejaba depositada en nuestra mente la idea  de la inestimable pérdida de altura, ¡con lo que costaba ganarla!

La Entrada al Túnel de canfranc. Tecordando. 6-8-11.

            La solución al despilfarro era evidente: la travesía, pero ese peregrino concepto en nuestra reducida experiencia montañera era algo que debía esperar a nuestra maduración en un medio en el que nos estábamos iniciando con evidentes inquietudes.
            Una travesía que discurra por rutas no pateadas con anterioridad y que pretenda contar fundamentalmente con tus propios medios requiere además de experiencia una buena capacidad de organización. Se podría teorizar al respecto pero lo mejor puede ser que cada cual desarrolle sus propias posibilidades.
            Del “querer” al “estar” todo dispuesto dista lo mismo que del dicho al hecho, pero tendríamos tiempo suficiente para fijar una ruta inédita para nosotros en un Pirineo enorme y desconocido para nosotros, sin demasiadas complicaciones con los medios de transporte y con un tiempo limitado: pretendíamos un amplio desplazamiento entre media y alta montaña y queríamos autoabastecernos.

La Entrada a la Canal Roya. 6-8-11.

            Todo esto, con ser poco nos colocaba en un disparadero para el que no contábamos con suficientes mapas como comprobaríamos después, ganas e ilusión en cantidades tantas como inexperiencia.
            Contábamos con el ferrocarril y un Land Rover que hacía una especie de servicio en Pineta. Vivíamos en Sabiñánigo e iríamos de Canfranc a Pineta en cinco días.
            Reparto de jornadas, ruta a seguir, campamentos, abastecimientos, comunicaciones, comidas, ropas, equipos diversos… un follón bastante considerable, ruta previa que hay que recorrer necesariamente más conociendo que no nos gusta demasiado la improvisación. Aparecen las listas y el peso se convierte en una auténtica amenaza pues me liaría a pesarlo todo y como premio el pasar de 30 a 25 kilos finalmente, todo incluido. Bajar de allí ni nuestros materiales lo permitían, ni la seguridad mínima lo aconsejaba, ni la mínima comodidad lo recomendaba y aun así hubo que renunciar a llevar un segundo piolet, llevaríamos una cuerda de tan solo 9 metros y nos dejábamos en casa mis zapatillas pero nuestra ilusión podía con todo.

Sobre la Cabaña Lacuars dejaríamos el fondo del valle. 6-8-11.

            Todo quedó bastante bien atado menos el tema de los campamentos que con la excepción de una noche en Góriz, el resto podía salir bien o dejarnos a cubierto, bajo un plástico, de la noche y las estrellas.
            Salvaríamos lo mejor que pudiéramos las dificultades familiares: no les gustaba ni un pelo nuestro proyecto y nuestra hija se quedaría en casa de su abuela paterna aunque podía quedarse en cualquiera de las dos.
            Todo quedaría dividido en dos partes: 7 kilos para mi señora y casi 18 kilos para mí, la ropa puesta y sin agua. Cuando el día anterior me eché a la espalda la mochila os aseguro que un ligero escalofrío recorrió mi cuerpo.

Los Ibonciechos Orientales de Canal Roya con más agua que en el 85. 6-8-11.

            El pueblo está en fiestas, nos despedimos de los amigos pues a la vuelta nos marcharíamos a la playa a la carrera, disfrutamos del desfile inaugural de fiestas, bebemos zurracapote de las peñas, pero en medio de tanta algarabía festiva, nuestras mentes están en otros lugares.
            Tras una noche de inquietud, nervios e insomnio el despertador, a una hora prudencial nos llama al 25 de Julio de 1985. Son las ocho, desayunamos, cargamos con las mochilas y nos vamos a la estación cruzándonos con los últimos borrachines de la primera noche de fiestas y con algunos conocidos que nos desean suerte. Sacamos billetes y esperamos la llegada del ferrobús, por una vez, puntual.
            Son las nueve y media cuando arranca el tren y nos sentamos en un mullido asiento de un vagón media vacío. Casi nunca vamos en tren y dejamos que discurra el paisaje entre conversaciones intrascendentes en una mañana típica de Julio en la que el sol va a calentar de lo lindo pues ya lo está haciendo.

El prácticamente colmatado Ibonciecho Oriental de Canal Roya. 6-8-11.

            Dejamos que discurra el tiempo que se nos hace eterno y nos desembarazamos sin apetito de nuestro almuerzo hasta que la Tubería del Embalse de Ip nos anuncia que nuestro viaje está a punto de finalizar.
            Al sol de las diez y media de la mañana de Canfranc nos colocamos las mochilas y abandonamos la estación para tomar la carretera con dirección al Somport. Estamos a 1196 metros de altitud. Nada más terminar el pueblo y a la altura del Túnel Internacional, ahora fuera de servicio, saco el tomavistas e inmortalizo el momento y el garbo de mi señora carretera adelante. Tendré tiempo para considerar lo pesado que se puede hacer el día ya que el suave ascenso de la carretera lo acusan las rodillas. Me consolaré con el fuerte ritmo que lleva Rosa por delante y con el convencimiento de que todos los comienzos son duros.

Ganado en la Rinconada de Anayet. 16-9-04.

            Dejamos a nuestra derecha la Pared de Col de Ladrones y el acceso a Izas para continuar por la derecha del Aragón un poco más hasta que llegamos a la boca del siguiente valle y tras consultar el mapa abandonamos la carretera para introducirnos  en un pequeño bosque de pino silvestre y boj recorrido por un tortuoso camino que se adentra en la Canal Roya con 3 kilómetros de pista
            El camino se acerca al barranco del mismo nombre y por la derecha se encuentra con una vieja pista simada a tramos. Hemos dejado el bosque y la pista se convierte en gravera de rivera con lo que se terminan los anunciados 3 kilómetros. El camino mantiene su ritmo de ascensión y nosotros el nuestro que bastantes esfuerzos nos cuesta.
            Cruzamos el barranco y hacemos un breve descanso junto a un refugio pastoril situado bajo la Punta de las Negras cuando todavía no son las doce. Tomamos la decisión de proseguir al este abandonando el lecho del barranco para incorporarnos por las campas herbosas bajo el Falso Anayet y alcanzar directamente los ibones más bajos.

La Canal Roya desde las pedrizas hacia la Rinconada de Anayet. 23-7-14.

            El panorama ha cambiado, mejor dicho, lo hemos cambiado nosotros y ladera arriba vamos haciendo nuestro propio camino: ganamos altura rápidamente aunque nuestros esfuerzos nos cuesta pues la ladera está francamente empinada, no nos andamos con rodeos y el sol calienta lo suyo. Estamos ansiosos por alcanzar los primeros ibones.
            Superados los 2000 metros vamos virando un poco al sur. Hemos detectado la presencia de una pequeña charca prácticamente desecada y empezamos a tener, como coloquialmente se dice, la mosca tras la oreja.

Camino en la Rinconada de Anayet visto desde la Vía del Sarrio al Diente de Anayet. 23-7-14.

            La Cresta de Peña Blanca, alargadamente escarpada nos vigila desde la entrada del valle, quizás nos compadezca por nuestra inquietud. Son las dos de la tarde cuando me adelanto en un amplio escalón bastante horizontal en plena ladera y alcanzo una pequeña zona hundida y vestida de abundante vegetación propia de zonas lacustres colmatadas y tras breve conciliábulo decidimos parar a descansar y comer junto al lecho de un menguado barranco. Estamos cansados, acalorados y un poco defraudados pues o no hemos sido capaces de encontrar los Ibones Bajos de Anayet o se han evaporado.
            Comemos con no demasiada gana nuestro bocadillo de tortilla de patatas con jamón, una fruta y un vaso de leche teñida con dos terrones de azúcar, lo más nutritivo y apetitoso por 38 gramos.
            Son las tres menos cuarto cuando tras consultar de nuevo el mapa. El Falso Anayet ó El Diente y el Anayet nos cierran el paso al sur por lo que habrá que marchar un poco al este como procedimiento de alcanzar la Rinconada de Anayet y por ella la cubeta lacustre.

En los Ibones de Anayet.

            Comenzamos a perder altura, atravesamos una pequeña cubeta lacustre recorrida por un barranquillo y nos asomamos al fondo de la Rinconada. Entonces se nos aclara definitivamente la situación. Hay que perder altura en diagonal por una inestable pedrera hasta alcanzar la rinconada en el fondo de la pared por la que baja la cascada y ascender este escalón para alcanzar la Majada de Anayet en la que se asientan los ibones.
            A pesar de nuestros empeños en perder lo mínimo posible tendremos que situarnos en la base de la pared y ascender el zócalo de paredes marrones y grises que escalonadamente la conforman. La ruta es evidente  y nos permite fácilmente superar la pared y ganar los últimos escalones herbosos que son el inicio de la majada en la zona más próxima al Diente de Anayet. Hemos empleado hora y media en un trayecto apresurado que se suponía horizontal a priori.


Iniciando el Barranco de Culibillas. 2-6-07.

            Por fin y a nuestra izquierda localizamos el mayor de los Ibones de Anayet y hacia allí nos dirigimos para llegar a su orilla y soltar las mochilas casi con rabia.
            Rosa se remoja los pies, echamos una gaseosa mientras charlamos con cuatro excursionistas bajo la severa mirada de la Pirámide de Anayet. Algún día subiré, pienso. Mientras, dejo distraídamente que la mirada vague al norte. Entre Peña Blanca y una masa nubosa, elegante, rotundo, firme, solitario e iluminado aparece el Midi de Ossau. Habíamos subido dándole la espalda y solamente por esto ya habría merecido la pena el esfuerzo realizado.
            Inmortalizo al Midi con mi señora junto al Ibón de Anayet con la cámara de fotos, pasamos un rato encantador y nos proponemos volver para acampar con tranquilidad, pero tenemos que remprender la marcha.



El Barranco Culibillas en un final de Primavera florido. 6-6-08.

            Son las cinco cuando comenzamos el descenso del Barranco Culibillas en dirección este, confirmando la trayectoria fundamental de la travesía. Hemos estado por encima de los 2200 metros y nos espera el Corral de las Mulas tras descender alrededor de 600 metros.
            Barranco abajo alternamos tramos de pedregal con otros de praderío llevando a nuestra izquierda la afilada Cresta de la Garganta. Descendemos a buen ritmo animados por la proximidad de la pista que nos ha de seguir llevando para abajo. El praderío está lleno de ganado vacuno. Es una pena que se desperdicien tantos y tantos prados, alimento inestimable para una ganadería que podría ser una importante fuente de recursos para mantener la población en sus valles. Aquí no es el caso.



Anayet bajando hacia el Corral de las Mulas.

            Alcanzamos la pista cuando el sol ya nos acaricia más que molesta y lo agradecemos. Nuestro ritmo se ha ido pausando sin darnos cuenta posiblemente debido a la jornada que llevamos en nuestras piernas.
            Caminamos entre ganado y turistas. ¡Se habrá corrido la voz de que el monte es sano y saludable!
            Los hombros nos molestan un poco y se nos hace larga la pista mientras comentamos la posibilidad de que alguno de los coches nos baje hasta Sallent pues caminar 7 kilómetros por la carretera no resultará nada agradable. Pero eso será para mañana pues nuestro plan es acampar en el Corral de las Mulas utilizando el abrigo de la entrada o alguna dependencia.

El Corral de las Mulas ya está cerca. 2-6-07.

            Desistimos de tan tentadora idea pues no creemos que haya nadie que nos pueda coger aunque solamente sea por razones de espacio pero no por ello y a modo de terapia psicológica, en el caso de que bajaran a Rosa al menos que se llevara mi mochila, yo bajaría descargado y así más ligero. Ni que decir tiene que estoy loco por quitármela de encima.
            El Corral de las Mulas está cerrado, el porche tiene un par de dedos de estiércol, el agua está lejos y con tanto ganado es un problema al no conocer las fuentes que las habrá. Un par de kilómetros más abajo está Formigal y alguna posibilidad encontraremos… es momento de tomar decisiones pues son las siete y cuarto.
            Un coche que sube por la pista hacia la carretera nos ayuda a tomar decisiones. Para y nos invita a bajar hasta Sallent, lo que aceptamos de buena gana.



El Corral de las Mulas. 14-7-11.

            Nos deslizamos carretera abajo conversando acerca de la montaña pero mi mente está en otro tajo: nuestro programa acaba de cambiar sustancialmente.
            Son las siete y media de la tarde cuando estamos en Sallent donde habíamos programado comprar y telefonear. Estudiamos la situación y decidimos aprovechar la ventaja que tenemos con respecto al programa previsto: compramos unas cosillas también previstas pues a la mañana siguiente las tiendas abrirán tarde para nosotros.
            El asunto del teléfono es un poco más complicado pues están en fiestas y es muy mala hora. Decidimos esperar un poco echando una cerveza y nos acordamos del hermano de Rosa, le comunicamos las novedades y a las ocho y media estamos dispuestos para marchar hacia La Sarra, a una mala tenemos el abrigo de la cola del embalse.




La Sarra a la luz de la mañana. Llegamos ya de noche. 10-9-08.

            Tomamos la vieja carretera que sube a la Urbanización del Formigal en lugar de hacerlo por las huertas. Cualquier abrigo nos puede servir. Poco después abandonamos la carretera y nos vamos por otra que parte a nuestra derecha. Se trata de la Carretera Privada de Aragonesas que es la empresa que explota los lagos de esta zona del Pirineo y que nos introduce en el Valle del Aguas Limpias.
            No encontramos nada, el chalet de la orilla de la carretera está completamente cerrado y por tanto sabemos hasta dónde tendremos que llegar. Estamos cansados física y mentalmente. La nadada ha sido considerable, el sol nos ha machacado lo suyo, cambiar de programa ha alargado nuestra marcha aunque nos beneficiará a posteriori y la inexperiencia nos ha castigado con la inquietud y el nerviosismo. Para completar el cuadro quieren caer algunas gotas y en los 4 kilómetros de la carretera aparecen más cuestas de las esperadas.
            La tarde ha ido cayendo y llega la noche con unas gotas que nos preocupan pues estamos en la pared de la presa. Es solo cuestión de unos momentos. Dejamos a nuestra derecha el edificio de la central y avistamos el oscuro picnic poco más delante de la fuente del final del Embalse de la Sarra a 1450 metros de altitud.


Croquis de la Etapa 1.

            Son cerca de las diez de la noche cuando llegamos a trompicones en una noche oscura. Soltamos las mochilas en el banco de piedra con una idea en mente: mañana no vamos a ser capaces de colocar las mochilas sobre los hombros. Nos parece estar flotando en el aire.
            A pesar de todo estamos satisfechos: hemos superado la primera prueba de fuego, tenemos un techo para dormir y casualmente llevamos adelanto con el programa. El tiempo y nuestros hombros son dos reconocidas amenazas y los pies una incógnita.

Para ver la Continuación.

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