4 ago 2023

DEL INODORO AL GRIFO.

              Que desaparezcan los glaciares o disminuya la masa de  hielo polar no es más que una  consecuencia del calentamiento global que soporta el planeta. Las precipitaciones son menos cuantiosas y más extremas y las temperaturas son más elevadas comparativamente.

       El cambio climático que nos afecta tiene múltiples consecuencias para la pervivencia de los seres vivos sobre el planeta. No se sabe muy bien si una de sus nefastas consecuencias será la presencia de una atmósfera letal  para la vida tal y como la contemplamos o si la contaminación de las tierras y las aguas, de y en la que vivimos los seres vivos,  no sirva para la obtención de alimentos; pero lo que ya está aquí es una disminución alarmante de la masa de agua disponible que la convierte en un bien tan preciado como escaso.

                Una cuarta parte de la población planetaria vive en zonas en la que escasea el agua. No solamente son los desiertos donde el agua falta, sino que cada vez, zonas más extensas de Africa, Asia o América consumen más agua de la que disponen. La Vieja Europa podrá contemplar el fenómeno todavía como algo distante pero zonas densamente pobladas de Asia o América llevan ya tiempo tratando de contrarrestar esa deuda hídrica.

                El problema no es realmente si se puede pagar o no el precio del agua sino la disposición de la misma.  Por estos pagos, somos privilegiados y en los restaurantes ya nos cobran una pasta no por el botellín de agua mineral sino por agua filtrada del grifo, esa que ofrecían gratis.

                                El cambio climático ha agudizado la escasez de agua y la disposición de la misma, en ocasiones, tiene un costo ecónimo impagable pues la elevación desde acuíferos profundos o el transporte a largas distancias así como la potabilización de las mismas no solamente tienen un alto precio sino que la huella de carbono es inasumible.  

                Se ha descartado ya el proceso de desalinización de aguas marinas por insostenible con las tecnologías actuales y estamos abocados ineludiblemente al reciclado de aguas residuales. Si, del inodoro al grifo.

                Hay empresas que están en esa infernal y esperanzadora  carrera del reciclado de las llamadas “aguas negras” para consumo de boca mediante complejos y costosos procesos industriales. California sabe ya bastante del tema pues empresas de ámbito local recogen, conducen y procesan estas aguas que tendrán una nueva vida al abrir los grifos de las casas donde previamente la han arrojado con sus lavaplatos, inodoros, lavadoras y duchas: San Diego o San Francisco saben de ello y Singapur está a la cabeza planetaria en el reciclado de aguas desechadas.

                Primero se someten a un proceso de filtración en la que el agua es despojada de un inimaginable número de agentes contaminantes de tamaños micrométricos. Seguidamente se le somete a otro proceso de filtrado más potente que es la ósmosis inversa  donde desaparecen desde micropartículas plásticas hasta la presencia incluso de covid, para terminar con una oxidación avanzada y una remineralización que termina por proporcionar un agua de altísima calidad  dentro de los parámetros de calidad actuales.

             La tecnología lo hace posible lo que no sabemos si podremos pagarla ni si el planeta lo soportará pues no hay nada que no tenga efectos contaminantes.

                  Me siento afortunado por vivir en un pueblo industrial con una contaminación asumible. Bebía, cuando era un niño, agua de lluvia directamente de las rocas; toda nuestra vida hemos bebido el agua del grifo, no hemos tomado en años ni un solo baño, empleamos el agua de lavar los vegetales para regar las flores… he visto el despilfarro del agua en regadíos y su racionalización posterior  haciéndolo más eficiente y  parece que no va a ser suficiente.

                  ¡Un vasito de agua, por favor!





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