Que
desaparezcan los glaciares o disminuya la masa de hielo polar no es más que una consecuencia del calentamiento global que soporta
el planeta. Las precipitaciones son menos cuantiosas y más extremas y las
temperaturas son más elevadas comparativamente.
El cambio
climático que nos afecta tiene múltiples consecuencias para la pervivencia de
los seres vivos sobre el planeta. No se sabe muy bien si una de sus nefastas
consecuencias será la presencia de una atmósfera letal para la vida tal y como la contemplamos o si
la contaminación de las tierras y las aguas, de y en la que vivimos los seres vivos, no sirva para la obtención de alimentos; pero
lo que ya está aquí es una disminución alarmante de la masa de agua disponible
que la convierte en un bien tan preciado como escaso.
Una
cuarta parte de la población planetaria vive en zonas en la que escasea el
agua. No solamente son los desiertos donde el agua falta, sino que cada vez,
zonas más extensas de Africa, Asia o América consumen más agua de la que
disponen. La Vieja Europa podrá contemplar el fenómeno todavía como algo
distante pero zonas densamente pobladas de Asia o América llevan ya tiempo
tratando de contrarrestar esa deuda hídrica.
El
problema no es realmente si se puede pagar o no el precio del agua sino la
disposición de la misma. Por estos
pagos, somos privilegiados y en los restaurantes ya nos cobran una pasta no por
el botellín de agua mineral sino por agua filtrada del grifo, esa que ofrecían
gratis.
Se ha
descartado ya el proceso de desalinización de aguas marinas por insostenible
con las tecnologías actuales y estamos abocados ineludiblemente al reciclado de
aguas residuales. Si, del inodoro al grifo.
Hay
empresas que están en esa infernal y esperanzadora carrera del reciclado de las llamadas “aguas
negras” para consumo de boca mediante complejos y costosos procesos
industriales. California sabe ya bastante del tema pues empresas de ámbito local
recogen, conducen y procesan estas aguas que tendrán una nueva vida al abrir
los grifos de las casas donde previamente la han arrojado con sus lavaplatos,
inodoros, lavadoras y duchas: San Diego o San Francisco saben de ello y
Singapur está a la cabeza planetaria en el reciclado de aguas desechadas.
Primero
se someten a un proceso de filtración en la que el agua es despojada de un
inimaginable número de agentes contaminantes de tamaños micrométricos. Seguidamente se le somete a otro
proceso de filtrado más potente que es la ósmosis inversa donde desaparecen desde micropartículas
plásticas hasta la presencia incluso de covid, para terminar con una oxidación
avanzada y una remineralización que termina por proporcionar un agua de
altísima calidad dentro de los
parámetros de calidad actuales.
La
tecnología lo hace posible lo que no sabemos si podremos pagarla ni si el
planeta lo soportará pues no hay nada que no tenga efectos contaminantes.
Me
siento afortunado por vivir en un pueblo industrial con una contaminación
asumible. Bebía, cuando era un niño, agua de lluvia directamente de las rocas; toda nuestra
vida hemos bebido el agua del grifo, no hemos tomado en años ni un solo baño,
empleamos el agua de lavar los vegetales para regar las flores… he visto el
despilfarro del agua en regadíos y su racionalización posterior haciéndolo más eficiente y parece que no va a ser suficiente.
¡Un
vasito de agua, por favor!
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