Estación teleférico Schwarzsee,
Hirli, Refugio de Hornli, Cabaña Solvay y Arista de Hornli.
25-07-1995.
Salida 10 h. Llegada 19 h.
Mixto.
Algo difícil.
2 d.
Ascensión.
Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez
y Mariano Javierre.
-Si
quieres, descansamos hoy y volvemos mañana para arriba. Mis socios estaban
dispuestos a repetir el Cervino por mí.
-Ni
hablar de eso. Contestaba mi frustración.
El
Cervino me esperaba.
En
la escalera interior de mi casa seguía y espero que siga muchos años el póster
enmarcado del Cervino; bueno, tengo dos;
con su imponente e impecable Arista de Hornli. Lo contemplaba todos los
días desde la esperanza cierta y gozosa de pisar algún día su cumbre o incluso hasta en ocasiones, con la inmensa
tristeza de creer que jamás volvería.
Sucederían
muchas cosas en los dos años siguientes…
-Me
gustaría volver a fotografiar aquellas aristas del Castore y… le habían fallado
las fotos de aquel año.
-¡Ya
os podéis ir solos! Yo ya he estado en el Cervino y en el Liskam y no pienso
volver.
-A
mí… je, je… me gustaría volver al Cervino… ¡Quiero volver al Cervino!
Amanece
el día 25 de Julio de 2005 día de Santiago y fiesta mayor de nuestro pueblo en
Tach. Son las siete de la mañana.
Frontal del Cervino. 26-7-92.
Desayunamos,
recogemos, montamos en el coche y nos vamos al aparcamiento. Seis francos
suizos por día nos va a costar la broma y eso que los suizos no tienen
inflación. En tres años se ha doblado prácticamente el precio del aparcamiento.
Extendemos las tiendas sobre los asientos del coche, van a tener tiempo más que
suficiente para secarse.
A
las ocho y diez, previo pago de 40 francos por tres idas y vueltas de Tach a
Zermatt, nos subimos al tren que en diez minutos nos deposita en Zermatt. De la estación nos echamos a la calle
cargados como mulos puesto que llevamos comida para seis días.
Hay
alguna nube suelta por allí pero, de poco desarrollo no nos preocupa demasiado.
Sabemos que pueden ir en aumento pero con la presión que leemos en un barómetro
no hay problema.
Nos
cruzamos con unas turísticas cabras que atraviesan el pueblo en dirección
contraria a la nuestra podando setos y entreteniendo a visitantes, y
contemplamos al Cervino con su tocado característico desde las inmediaciones de
la estación del teleférico.
El Schwarzsee tras haber dejado el depósito de materiales y alimentos.
Zermatt
se encuentra a 1620
metros de altitud. El primer teleférico, en seis minutos
y medio, nos deposita en la Estación de Furi a 1886 metros de altitud.
Hacemos un trasbordo y otro teleférico nos deja a 2431 metros de altitud
después de 11 minutos, estamos en Furgg. Para terminar, cambiamos de nuevo de
teleférico y en cinco minutos, un tercero nos lleva a la Estación de Schwarzsee
situada a 2582 metros
de altitud cuando son las nueve y media. Hemos pagado 18’5 francos suizos, lo
que no está demasiado mal.
Alrededor
del Schwarzsee hay demasiado tránsito, por ello, buscamos al sur del camino un
lugar apartado del mismo donde dejar nuestro material de vivac y los alimentos
para la actividad subsiguiente en Monte Rosa.
Treinta
metros abajo, en un lugar por el que no
pasará nadie a menos que se caiga y al amparo de una piedra que lo proteja del
sol, dejamos las bolsas cubiertas con losas, no vaya ser que algún pajarraco
nos haga alguna jugarreta.
A
las diez menos diez iniciamos el conocido camino que nos conducirá al Refugio
de Hornli siempre en dirección sudoeste. Lo iniciamos subiendo un pequeño
resalte por camino terroso y
transitadísimo, que recorre una pradera alpina algo machacada. Seguidamente se
allana un poco, desaparece la pradera y progresamos por un amplio camino sobre
materiales completamente meteorizados por las labores de las máquinas
pisanieves de la estación de esquí. Enseguida el camino se orienta en la ladera
para incorporarse Al contrafuerte rocoso del Hirli. Es el término del periplo
de los paseantes
El Cervino desde la parte baja de la Arista de Hornli.
Unas
escalas y pasarelas metálicas facilitan el acceso a la parte superior de la
proa rocosa y permite pasar al otro lado de la arista donde el camino se
arrellana de nuevo. Luego serpentea
transitadísimo y fácil de andar por las inmediaciones de la arista en una
ladera pedregosa que se alarga hasta el Refugio de Hornli a 3260 metros de altitud.
He
subido regular siendo condescendiente. No llevo peso, el día es extraordinario,
el ritmo no ha sido nada del otro jueves. ¿Será posible que exista la maldición
del Cervino? ¡Estaba acongojado!
Jamás
sabré que me sucedió en esa hora y media que empleamos en subir al refugio.
Nos
encontramos con dos grupos de españoles que quieren saber. Nosotros tratamos de
aclararles sus dudas, comentamos proyectos además del tiempo previsto y a las
doce nos vamos junto al sistema de captación de agua para comer.
Del
festín que habíamos preparado a base de fabada y carne guisada en abundancia,
un poco de ensalada y unas naranjas, a duras penas lo pruebo. Me encontraba
completamente hundido, mis socios lo saben y no sé qué les pasará por sus
cabezas, lo que pasa por la mía mejor ni contarlo.
Llenamos
las cantimploras, escondemos la comida sobrante y la basura para recogerla a la
bajada y a la una menos cuarto, atravesamos el neverillo bajo el resalte de entrada,
nos encaramamos a las cuerdas fijas y nos introducimos en la pared.
Intento
consolarme mientras voy delante en la travesía del primer corredor, recordando
lo mal que pasé las cuerdas la vez anterior sin luz. Esta vez no ha tenido
comparación.
El
día es excelente, hace sol, vamos con tiempo y no hay personal a nuestro
alrededor… y estoy volviendo a la normalidad. ¡Qué maravilla!
Vamos
hablando distendidamente y comenzamos a trepar como si camináramos por el
pasillo de nuestra casa. Tan relajados debemos ir que, nadie lo advierte, me
doy cuenta de que estamos avanzando fuera de la transitadísima vía y solamente
se advierten algunas huellas.
Deambulamos
entre dudas, no excesivamente preocupados por el asunto y desembocamos poco
después en un amplísimo corredor por el que decidimos subir renunciando a
desandar nuestros pasos. Por allí remontaremos hacia la arista y recuperaremos
la vía. Parece ser que se ha cumplido la posibilidad de extraviarse en la pared
alejándonos un poco de la arista.
Cabaña Solvay.
El
corredor debe estar en el trayecto natural de las piedras que caen desde arriba
pues las repisas están llenas de materiales finos que hay que limpiar puesto
que los apoyos serían bastante inseguros y peligrosos.
Por
cualquier lugar se puede progresar y en cualquier momento se complica la
progresión. Juan tira hacia la derecha del corredor y nosotros proseguimos por
el centro pero al final no queda otro remedio que hacer una complicada travesía
en diagonal, un poco hacia la derecha del corredor, con malísimas presas, lo
que supone un gasto importante de adrenalina y de tiempo, pero que nos deposita
en la parte izquierda de la cabecera del corredor que es la base de una de las
torres que se eleva para accidentar más arriba la arista.
Juan
funambulea a un nivel inferior al nuestro y termina por encaramarse al borde
derecho del corredor donde la roca es más firme y acaba saliendo junto a una
cuerda abandonada por algún apurado que pende alrededor de 30 metros casi en el
vacío.
No
nos habremos separado ni siquiera 100 metros de la vía
pero es otro mundo y, desde luego, el patio que teníamos debajo era
interesante: el corredor se contaba en un zócalo vertical que caía sobre el
Glaciar de Furgg que, por cierto, está sembrado de mochilas.
Hemos
salido del embarque, respiramos y nos vamos hacia arriba al encuentro de la
arista. Hay que ir buscando camino con frecuentes trepadas pero dentro de una
tónica general asequible. Un rato más tarde de lo que esperaba pues hemos
tenido que ganar bastante altura, alcanzamos la vía por la que baja gente.
Proseguimos
próximos a la arista subiendo corredores y contorneando torres que dejamos
siempre a nuestra derecha. Hemos entrado en calor y agradecemos que el sol se
marche a echar una pequeña siesta. Vamos a buen ritmo y yo de cine.
El
Refugio de Hornli se ha quedado allí abajo cuando pasamos junto a los restos,
casi imperceptibles de un viejo refugio. La Cabaña Solvay no
tiene que quedar ya muy lejos.
La
pared se pone algo más tiesa y progresamos aprovechando viras y rampas, subimos
casi por cualquier parte pero próximos a la cresta.
Enseguida
se asoma la Cabaña
Solvay a nuestra vista e inmediatamente un pequeño nevero de
cuya parte superior arranca la Laja Mosseley. Una sirga permite progresar sin
preocuparse en buscar apoyos sobre una zona muy pendiente y bastante lisa.
Las Lajas Superiores de Mosseley desde la Cabaña Solvay.
Mientras
esperamos que un par de cordadas rapelen la placa sacamos la cuerda y
aseguramos un poco a Juan que sube tranquilamente. Seguidamente lo hace Rosa
agarrándose airosa y sin compasión a todo lo que sobresale de la pared
incluyendo algún pitón en mitad de la laja.
Subo
detrás y recomponiendo el orden enseguida paso la cuerda por una barra de
hierro de la la terracilla de la Cabaña Solvay. Son casi las cuatro de la tarde y
estamos a 4003 metros
de altitud.
Desencordados
nos felicitamos porque de los restos del nevero adosado a la pared norte
del refugio gotea el agua y de esta
manera ni habrá que descolgarse por la norte en busca de hielo ni bajar la
placa Mosseley en busca de nieve.
La
cabaña está tal cual la recordábamos con la excepción de que le falta la hilera
de literas de arriba.
Los
veinte minutos largos de espera en la laja nos han permitido dejar de sudar y
ahora se hace enseguida fresquillo por lo que nos abrigamos. Luego echamos unos
tragos, entretenemos las mandíbulas con
unos frutos secos y contemplamos desde este pináculo inigualable la pared: bajo
la laja, nos muestra la
Torre Roja y hacia arriba, por encima de la Laja Superior de
Mosseley se ve el Hombro y el casquete somital ocupado intermitentemente por
las nieblas.
Juan
se encarga convenientemente del acopio de agua. Llenamos cantimploras botellas
y todo aquello que pillamos por el refugio atando cuidadosamente el recipiente
de recogida de agua no fuera a ser que por cualquier circunstancia se despeñara
pared abajo.
Nos
empiltramos entre las mantas un tanto húmedas, Juan pasa el tiempo como mejor
puede haciendo de samaritano con las cordadas que bajan.
-Juan
trabajando y nosotros aquí.
-Toma,
que se acueste si quiere, No te…
-Si,
¿y el agua qué?
-¿El
agua? ¡Yo no me voy a bañar, eh!
Recapacito
y descontando la espera y el embarque hemos subido 743 metros
en dos horas y media cortas, lo que aquí no es moco de pavo.
La
tarde se hace larga a pesar de estar acompañada del sonsonete continuo de la
emisora de radio. A las siete y cuarto cenamos con apetito.
Bajan
los últimos, dejan comida para un par de griegos que deben ir muy lentos
bajando y que creemos pasaran la noche en la pared. Sus compañeros se pegan
media hora en la laja inferior, se echan las nieblas encima, incluso nieva un
poco. Yo creo que estos ni siquiera llegarán al emplazamiento del viejo
refugio. Al ritmo que llevan llegar a Hornli les puede costar más de seis
horas.
Cuerdas fijas desde el Hombro en la Arista de Hornli.
Acostados
sobre las ocho y cuarto entramos en calor. La noche nos va a presentar un menú
variadísimo: graniza un poco, llueve y para completar el panorama se desata un
ventarrón de los de agárrate y no te menees. Repetidamente se escucha el ruido
de piedras que caen a vueltas por la pared. En una ocasión el chasquido es
considerable. Aquí en la cresta no podía ser de otra manera, pero la cabaña
resiste y al final el sueño puede con la musiquilla de la emisora y con la
marcha del reloj pues nos despertamos al día 26 sobre las seis y cuarto aunque
Rosa dirá que no ha pegado ojo.
Pensamos
que con esta nochecita no habrá subido nadie de Hornli pero ha debido ser un
temporal altitudinal pues los primeros enseguida pasan para arriba y aquí paz y
allá gloria.
Desayunamos
mientras recibimos los primeros rayos de
sol, nos encordamos y a las siete nos echamos a la pared como unos señores para
estrenarnos con una trepada fuera de la vía pues la Laja Mosseley
Superior está ocupada por una cordada. Y enseguida, tras un tramo fácil formado
por rampas suaves, alcanzamos los casi inexistentes neveros situados bajo el
hombro. Allí están las clavijas que hoy son innecesarias.
Nos
cruzamos con dos que bajan, deben ser los griegos, y alcanzamos la cresta en la
parte inferior del Hombro del Cervino echando una visual al poco hielo negruzco
de la cara norte pues el blanco brilla por su ausencia.
Cresteamos
el hombro a ritmo normal aunque mi chica se queja y pasamos por el lugar en el
que nos quedamos hace tres años con cuidado pues la cresta se afila bastante.
Enseguida nos llegamos al arranque de las cuerdas fijas que facilitan la
escalada a la Tete
del Cervino.
Las
cuerdas están ocupadas y hay alguna cordada esperando. Nosotros tenemos que
espera también y sabiendo que arriba habrá hielo y que no es muy buen sitio
para ponerlos crampones, decidimos ponérnoslos.
Ese
será nuestro error. Por una parte arriba encontraremos unos sitios estupendos
para ponerlos y por otra Rosa va a tener problemas adicionales en las cuerdas
debido a la dificultad de las presas sobre la roca pulida.
La Arista de Hornli desde el Hombro.
Siguiendo
nuestro turno pasamos las primeras cuerdas fijas. Son unas maromas de entre 15
y 20 metros
de lago solapadas unas con otras que facilitan el tránsito por aquí con una
pendiente por encima de los 45 º pero muy aéreos.
A
continuación la pared se pone vertical y las cuerdas se hacen imprescindibles
ya que la roca cuenta con la mayoría de las presas pequeñas y muy gastadas por
los crampones.
Juan
por delante va asegurando a Rosa que sube sin fuerzas para doblar las rodillas,
hacer presa con los crampones e izarse con la ayuda de los brazos. El panorama
se completa con que hay alguna cordada que baja y con la que hay que compartir
el uso de las cuerdas. Bueno, el problema real es que hay gente con más prisa y
morro que educación.
Dejamos
que se cuele una cordada y cuando mis socios están escalando un tramo, tengo
que enganchar a un tío de un brazo, apearlo de la cuerda y decirle con cara de
pocos amigos: “tranquilo, que ahora voy yo y tú te esperas”. Lo debe entender
bastante bien. En aquel momento no caí pero luego oyendo sobre el tema no me
extrañaría que hubiera sido algún guía de esos que se creen dueños del Cervino
La
verdad es que las dos cuerdas centrales salvan unos pasajes verticales que
suponen un auténtico suplicio para Rosa, le hago presa con las manos para los
crampones, la empujo pero será ella la que tendrá que sacar las uñas para
erguirse sobre las cuerdas. Al final, tiro pared abajo nuestra cortesía y a lo
nuestro que es llegar a cualquier precio a las cuerdas superiores, un poco más
tendidas y que nos depositan en la Toit , Una rampa de nieve
algo dura, adornada de pequeñas placas de hielo que configuran una zona este de
la cara norte, ya que las cuatro caras del pico se reducen a dos.
En la Cima Suiza del Cervino. No ha sido para tanto tía.
Poco
Después, a las nueve y media de la mañana, alcanzamos la Cima del Cervino, la
punta Suiza situada a 4478
metros de altitud, utilizando la huella que transita la
mayor parte de la cresta somital, solamente tres años más tarde de lo previsto.
Juan
nos mira satisfecho, Rosa está un pelín desmotivada a causa de las cuerdas
fijas y yo los fotografío para la posteridad en medio de una mañana
espléndidamente luminosa.
Valle de Aosta desde la Cima del Cervino.
Había
soñado tantas veces con este momento, había pensado incluso en algún tipo
especial de celebración, había imaginado alguna sensación íntima que supusiera
un broche de oro, indeleble en el tiempo, para tan ansiado momento… Pues no
señor. No es ningún sueño, estoy en la cima del Cervino o Matterhorn, “Mi
Cervino”, como si estuviera en la cima de Oturia. Debo de ser ya muy mayor.
Cima Suiza del Cervino.
No
estoy cansado, ni tenso, ni preocupado, ni contento ni alterado. Estoy frío,
algo distante y relajado.
-¡Menuda
espina tenías clavada…!
Hay
gente en las dos cimas. Nosotros descendemos hacia la brecha intermedia y
subimos a la Punta
Italiana a 4476 metros , en la que hay instalada una cruz
de hierro.
Tanteando cornisas para almorzar en la Cima Italiana del Cervino.
La
cruz y la cima están tomadas por el personal y consecuentemente nos vamos un
poco más allá y nos sentamos a comer un poco y a echar unos tragos contemplando
lo poco que la inclinación real de la cara norte nos permite ver y debajo los
lechosos lagos del Glaciar de Zmutt, 2000 metros más bajo.
También el Obergabelhorn, la
Punta de Zinal y el Diente Blanco que además de las
características viras nevadas no tiene demasiado de diente. Al oeste, aquí
mismo, el Diente de Hernce. Al este, tras rescatar los ojos de la imponente verticalidad con la que se
inicia la cara sur, la aglomeración de cuatromiles que se inician en el
Breithorn y terminan en la
Nordend , conocidos como si fueran amigos de la familia. Al
sur ignotos valles italianos rebosantes de nieblas de las que emergen crestas
desconocidas.
La Norte del Cervino mientras almorzamos en la Cima Italiana del Cervino.
Se
nos va algo así como media hora. Se está bien aquí pero así como hemos subido
tenemos que bajar. Recomponemos nuestro equipo y nos volvemos hasta la Punta Suiza.
Cima Suiza del Cervino desde la Italiana.
Recogemos
algunas piedras de la cima e iniciamos el descenso sobre la misma huella en la
nieve de la subida: la mañana está estupenda pero el gorro de lana no nos
molesta.
Nos la hacen a los tres en la Cima del Cervino con la Dent Blanche.
El
descenso de la Toit
va en polvo quitándonos los crampones junto a la cuerda superior y haciendo
cola.
Venga, que queda la bajada y no es moco de pavo.
Bajar
las cuerdas fijas que por seguridad no se suelen hacer en ensamble al menos las
más erguidas, se puede llevar alrededor de media hora pero se nos va la
intemerata: además de la cola de entrada hay que ceder el paso a cordadas que suben
y que nos cruzamos en las reuniones, hay que desliar cuerdas, compartir al
mismo tiempo algunas con otros que suben con muchas prisas… Total que acabamos
cabreados, bajando en ensamble y casi “peleándonos cuerpo a cuerpo con los
enemigos” que se creen dueños de las cuerdas. ¿En
esto se ha convertido la montaña? Pues esta no es la montaña que yo quiero.
Bueno,
a Juan se le caen unos encima y no lo sacan de la pared porque está sujeto a
las cuerdas con “un par de cojones”.
Suelas Vibran en las Cuerdas Fijas de la Arista de Hornli.
Rosa
baja bien sin crampones, sin guantes y sin gorro pero sigue teniendo pendiente
el tema de abrir las piernas, sacar el culo y mirar por entre las piernas. Le
haré una foto en medio de la pared como testimonio de que la pendiente huye
bajo nuestros pies.
Alcanzado
el hombro continuamos con el descenso maldiciendo como filibusteros. Bajo
delante haciendo camino fácil a base de vueltas, vericuetos y jeroglíficos, que
suponen pasos cortos y apoyos de manos para bajar de cara al valle la mayor
parte posible del tiempo. Bajaremos tranquilamente y bien disfrutando del
camino y del paisaje sin prisas, a pesar de que la hora vuela en contra de
nuestro propósitos.
Bajando el Cervino debajo del Hombro.
Los
pasajes aéreos del Hombro darán paso a las rampas sin nieve adornadas de
enormes barras de hierro, nos cruzaremos con gente que sube,
y tras un destrepe de la Placa Superior de Mosseley en el que hacemos un
poco de seguro llegamos a la
Cabaña Solvay cuando es la una del mediodía.
El
día es espléndido, de esos que solamente entren tres o cuatro en docena. Las
nieblas van haciendo su cotidiana faena en este pico y nos propician una
temperatura envidiable ya que sol en los tramos abrigados pega lo suyo.
Comemos
un poco, bebemos y reorganizamos las mochilas. Los griegos ya se han llevado la
comida, lo que confirma nuestra apreciación.
Placas Inferiores de Mosseley. Casi se ve Sovay.
A
las dos menos cuarto nos despedimos de Solvay y atacamos el descenso rapelando la Placa Mosseley.
Esta en peligro nuestra llegada al teleférico con intención de ir a pasar la
noche en las instalaciones de Kleine Matterhorn pero preferimos disfrutar lo
que tenemos por lo que pueda llegar.
Vamos
reconociendo pasajes, identificando tramos, contorneando torres, cruzando viras
y bajando corredores. Nos cruzamos con gente que va para arriba y que pasará la
noche en la pared o en Solvay y bajamos a ratos con otros, de entre los que
destaca un grupo con una jovenzuela que destrepa como los ángeles, y que da la
impresión de que se conocen la pared como la palma de la mano a no ser que uno
de ellos sea guía.
Finalmente
nos entretenemos con los corredores inferiores que no pasamos ayer a la subida
y que nos parecen de lo más respetable, vertical y artificiosos de la pared y a
las cuatro y cuarto rapelamos el muro de
salida, atravesamos el neverillo y nos desencordamos.
Fotografío
a Rosa que bebe mientras Juan recoge la cuerda, sonríen con el Cervino cargado
a sus espaldas. ¿Si tendrán por que sonreír?
Allí
estaba mi Cervino y allí se iba a quedar. La escalada es monótona, la roca es
mala, el esfuerzo es importante para el desnivel a superar, salvo las cuerdas
fijas no tiene pasos de carácter diferencial por lo que el ascenso es un ir y
venir en busca del paso más seguro, casi todo está suelto y roto, pero todo eso
es secundario, accesorio. Hay que ir al Cervino pues como dice Gaston Rebufat
en su obra, el Macizo de Mont Blanc, y a pesar de que la Arista de Hornli se
clasifica entre las rutas fáciles, la montaña tiene tal reputación que “el
alpinista que no la ha hecho no es tomado generalmente en serio.”
No
me veo yo precisamente alpinista serio por haber estado en ese maravilloso
montón de piedra donde no hay nada seguro. Lo que si es cierto es que desde que
Wimper, aquel 14 de Julio de 1865, lo conquistara por primera vez, el Cervino
que es una de las montañas más solas, más despojada de gangas, más geométrica y
más arquitectónicamente perfecta, nos llama a la mayoría de los montañeros que
la conocen, con una intensidad inusitada a su reconquista, aunque realmente
quien nos haya conquistado ha sido la montaña.
Neverillo de salida y entrada a la Arista de Hornli.
Hablar
del cervino es tan fácil y tan difícil a la vez… Pero si tuviera que
referírsela a un escalador le diría que se trata de una montaña en la que no
correrá el riesgo de olvidar su nombre mientras la escale. Si la referencia
fuera para un “machaca” le diría que se trata de un durísimo y supremo paso
para alcanzar el equilibrio total dentro de uno mismo. Y para cualquiera que
fuera le diría simplemente: es mi montaña y será tu montaña.
Recogemos
nuestra comida y nuestra basura, hacemos algunas fotografías y nos bajamos
hasta el Refugio de Hornli.
En
un momento me alargaré hasta la terraza del hotel para echarle una visual más.
No me parece tan pesado como hace tres años cuando estábamos recién llegados
aquí.
Dejamos
la basura en el refugio ya que no vamos a bajar al valle, echamos unos buenos
tragos y aprovecho para dejar breve constancia de nuestra actividad, a la vez
que rectifico convenientemente la referencia que hace tres años hicimos en el
Libro del refugio.
Desde Hornli el Hirli, Schwarzsee, y la Cadena de los Mischabel desde la Lenzspitze hasta el Stralhorn.
Son
las cinco de la tarde cuando abandonamos la plataforma del refugio y tranquilamente
nos vamos para abajo por un camino que resulta algo familiar ya. El teleférico
se irá sin nosotros esta tarde. Nuestro problema será encontrar un lugar para
pasar la noche a 2600
metros de altitud pero siempre puede resultar más fácil
y cómodo que en las instalaciones del Teleférico en Kleine Matterhorn a 3820 metros de altitud
que era nuestro proyecto original.
Hago
una cita de ocho piedras en la parte superior del Hirli, por si alguno se
pierde. Luego bajamos las escalas metálicas con los ojos puestos en una
cabañita adosada a la terminal de un arrastre de la estación de esquí. No hay
que desperdiciar ninguna oportunidad.
Nuestro refugio del Cervino en una mañana impecable.
El
receptáculo en el que da vuelta el arrastre está abierto pero, ha entrado el
ganado y no hay nada adecuado. Una escalera exterior conducen a una puerta.
Está abierta a un reducido entrante y más adentro: la cabaña del pastor,
limpia, recogida, maravillosa y toda para nosotros. ¡Bingo!
Bajaremos
a buscar nuestro depósito de material y alimentos, se nos llevará una hora y
pasaremos una tarde noche de auténtico delirio. La maldición del Cervino no se
ha cumplido, la montaña ha sido clemente con nosotros y nos premia de esta
manera.
Mañana
será un nuevo día que comenzaremos dejando el refugio como si no lo hubiéramos
pisado. Nos esperan los Breithorn y compañía.
Para ver la Continuación.
Para ver la Continuación.
Magnífico! Un saludo!
ResponderEliminar¡Hola Baldo!
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado.
Voy colgando cosas hacia atrás en el blog y le tocó al Cervino.
A mí me dejó un recuerdo imborrable. Creo que es una montaña que a nadie le deja indiferente.
Seguimos yendo al monte como de costumbre pero no hemos vuelto con los esquís a Tarmañones.
Si no me avisa mi "secretaria" ni me entero de tú mensaje.
¡Que vaya bueno!
Mariano.
Mariano,
ResponderEliminarvoy leyendo todas las entradas. Es como si fuesen atemporales. La encuentro todas igual de interesantes. Y muchas, originales, de las que no encuentras por ahí. De modo que mi comentario anterior es extensible a todas!!
Espero volvamos a coincidir.
¡Un saludo!