El Refugio, la Dome y la Barre des Ecrins.
Pre de
Madame Carle, Glaciar Negro, Glaciar Blanco, Refugio des Ecrins, Glaciar Blanco
y Cara Norte
23-07-1995.
Salida 16:30 h. Llegada 16:45 h.
Sol.
Bastante
fácil.
2 d.
Ascensión.
Juan
Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.
Mapa des los Ecrins procedente del IGN. francés. Vía en amarillo.
“No
hay dos sin tres” es una de esas frases hechas que pueden o no cumplirse con el
paso del tiempo dependiendo de múltiples circunstancias; más a pesar der las insatisfacciones que nos proporcionara nuestra última estancia
en los Alpes, estaba destinada a cumplirse una vez más.
Lo teníamos
claro a pesar de los problemillas que aparecieron en Chamonix camino de la Junción en el verano
del 93. Habíamos ido hasta Austria y a
la vuelta en Chamonix enseñarle a Biola
el Montblanc.
Nuestras vidas
cambiaron consecuentemente, Biola
resultó ser alérgica a un montón de agentes
y su manifestación fueron frecuentísimas crisis asmáticas que trataron
de liquidar nuestra montaña familiar sin conseguirlo pero teníamos la Espada de
Damocles sobre nuestras cabezas.
En el 93 se
habían malogrado los Alpes y al año siguiente de vuelta de Italia pasamos por
Brianson y en medio de una tormentosa tarde de primavera imaginamos más que
vemos el Macizo de Pelvoux pero la suerte está ya echada.
Al Cervino
queríamos llegar rodados pero no quemados como nos pasara la vez anterior.
Serían once días, tres grupos de actividades con el Cervino en medio, luego que
lo quedó pendiente en Monte Rosa y comenzaríamos con los Ecrins y comprando un
mapa, con eso nos valdría.
La preparación pues
según costumbre ya que lo que funciona es mejor no tocarlo.
Con Rosa tuve
música antes de decidir, que ya lo teníamos decidido, y después de decidirlo.
Parecía ser que era la contribución a pagar. Además el tema de la forma física
era el muro que se interponía fieramente entre mi esposa y los Alpes. Compramos
una ciclostatic y adiós muro. Se pegó alguna sudada que otra y se acabó el muro
físicomental.
Fuimos haciendo
montaña como de costumbre y comenzamos a subir a Oturia, terminaríamos
mejorando tiempos del 92 aunque siempre nos parecía que llevábamos un ritmo
pobre.
En uno de esos
días coincidimos con Juan, el seguía bien a pesar de lo que decía, le dijimos
que no había que subir a Marte ni de llevarnos a alguno de nosotros en la
mochila a no ser que fuera estrictamente necesario.
Resalte Inferior del Glavciar Blanco a la bajada.
Además añadíamos
nuestras goteras: Rosa su afonía y la extirpación a la carrera de un pólipo
confirmándole que no le proporcionaría problemas; Juan seguía con la lata de su
pierna cuando le venía en gana pero huía de los traumatólogos como de la peste
y para no ser menos, yo heredé del esquí una dolencia en la rodilla derecha
producida por un tercio de la rótula que se había desplazado sobre el cartílago
y que había que extraer, pero me recetaron una rodillera de ventana que me
ayudó un tanto en los descensos y unos antiinflamatorios a los que mi médico de cabecera le adjunto un
protector de estómago y me pasaportaron para los Alpes.
Disponíamos de
bastante información pero no de Ecrins. Aquel montañero de Burgos con el que
bajamos de Garmo Negro nos dijo que era fácil y poco más sabíamos además de que
se trataba del primer cuatromil entrando desde el Mediterráneo, el macizo se
encontraba entre Grenoble y Brianson y que en la zona fue donde se mataron Tito
y Calvo en el verano del 82.
El viernes 21 de
Julio nos metemos en el Vitara cuando
son las dos y media de la tarde con la intención de quemar kilómetros. Nos
sabemos de memoria lo que viene a continuación.
Comentamos los
no olvidos en medio de un mediodía algo nublado y cálido y soportamos un
sonsonete e los cacharros. No me ha gustado la organización de los múltiples
objetos que llevamos.
Tras un tramo de
autovía hacia Toulousse nos vamos por
Capens y una carretera de montaña que con el coche nos permite ganar un poco de
tiempo. Luego en Carcasonne nos remojamos en una fuente y proseguimos
hasta rebasar Narbonne por la circunvalación y pararnos en una viña que
posiblemente sea la que hemos utilizado en alguna ocasión.
Vienen los
mosquitos pero será una visita breve. Cenamos con Casiopea y demás y sobre las once nos empiltramos.
Hemos plantado las tiendas a modo de mosquitera.
Las cinco y
media de la mañana llegan ya mismo pues es de noche todavía.
Carretera sin
circulación hasta Bezieres, en la playa
ya hay gente y Sete se nos hace largo. Pasado Pont vamos hacia Bollenne y paramos a echar un
bocado.
Luego en el
Valle de Aygues pasamos Serres y llegamos a Gap una ciudad encrucijada de
caminos.
Cascada de seracs de la Barre des Ecrins a la bajada.
Entramos en el
Durrance y paramos a comer en el Embalse de Serre Poncon. Lo hacemos en un picnic
que localizamos a vuelta de Italia y en una espléndida sombra. Vamos con un
poco de adelanto y nosotros nos echamos un buen baño. Juan de secano pasa de
largo.
A las tres menos
cuarto salimos pitando pues nos hemos cepillado el adelanto.
En L’Argentier
la Beesse dejamos la carretera principal y nos vamos con una secundaria a
Vallouise y Ailefroide. La carretera se estrecha más y se empina para
depositarnos en el rellano del Pre de Madame Carle cuando son las cuatro y
cuarto.
Aparcamos bajo el
Glaciar de la Momie en la Norte de Pelvoux, nos cambiamos y terminamos de
montar las mochilas a la carrera para meternos en camino a las cuatro y media
junto al Refugio Cezanne a 1874 metros de altitud. La tarde va a ser
entretenida.
Con buen tiempo
anunciado y camino ancho y transitadísimo avanzamos entre alerces para cruzar
el Torrente del Glaciar Negro. Hay movida de gente que baja, hace calor y vamos
a sudar de lo lindo subiendo en dirección norte el primer paredón orientado al
sur en el serpentea indolente el camino sobre los materiales graníticos de la
morrena glaciar.
Rosa tiene sed y
se le hace duro el principio como casi siempre, pero ya es sabido, hay que
poner el piloto automático, la marcha de resistencia y dejar que discurra el
camino. Ponemos a la señora delante para que nos dicte el ritmo y a otra cosa.
Tras la primera
hora el camino se encajona pelado ya de vegetación para arrellanarse de
inmediato sobre granito pulido por el glaciar que ante nosotros se abre en
abanico y nos saluda con su acostumbrada tarjeta de visita en forma de viento
fresco.
Atravesamos el
Lechoso e impetuoso Torrente del Glaciar
Blanco y superamos el resbaladizo resalte que nos deposita en el rellano del
emplazamiento del Viejo Refugio Tuckett.
Transitamos la
morrena lateral izquierda del glaciar asciende hasta el Refugio del Glaciar
Blanco situado a 2542 metros, paramos a echar un trago mientras que comprobamos
que la tarde comienza a caer, por suerte.
La Dome de Neige des Ecris desde la Cima de la Barre des Ecrins. 26-8-01.
Frente a
nosotros tenemos el hielo vivo sucio y agrietado del glaciar pues a esta
altitud ya no queda nieve de la temporada. ¡Que no le pase nada a este
glaciar con lo que le queda de verano!
Continuamos
camino virando un poco hacia el oeste y casi horizontalmente abandonamos la
morrena y nos introducimos en el Glaciar Blanco que se prolonga en suave
ascenso con la excepción de un pequeño resalte intermedio que nos vuelve a
poner en cintura pues la nieve está "blandurria" y hay que afirmar
los pies.
Voy delante con
el piloto automático y mis pensamientos vuelan de galaxia en galaxia a su libre
albedrío. ¡Qué maravillosas sensaciones
se disfrutan en esos momentos dulces en los que te olvidas del rigor de
la mochila, el camino lo permite y te
encuentras en la gloria de la montaña! La vista vaga por el fiero Cresterío de
la Grand Sagne sabiendo que no será para ti y en ese momento te preguntas por qué aquellos catalanes que relatan su
ascensión a la Dome de Neige no hicieron la Barre des Ecrins…
La rodillera que
llevo puesta ya hace un poco que me
molesta en la parte de atrás de la pierna. No sé si será buen invento pues la
tengo que ir subiendo de cuando en cuando.
Avistamos el
refugio al norte sobre el roquedo y a salvo del glaciar. Habrá que remontar 100
metros desde el lecho del mismo por terreno mixto y con nieve blanda que
imaginamos a estas horas y la verdad es que no nos seduce demasiado ya que
llevamos tres horas de marcha y se nota que sean las primeras.
Al final se nos
hace largo y nos mete en sudores. Son las ocho de la tarde cuando soltamos las
mochilas en el pórtico cubierto del Refugio des Ecrins. Juan se va a pedir
literas mientras que nosotros nos abrigamos un poco, hemos subido en camiseta y
se nos hace fresquillo.
La tarde ha
resultado interesante: el refugio se encuentra a 3175 metros de desnivel así
que hemos subido 1300 metros en tres horas y media, lo que no está nada mal
independientemente de la impresión que nos produzca el ritmo en cada momento,
más teniendo en cuenta que la aproximación ha sido larga cosa que hay que sumar
al desnivel.
Detalle con perspectiva de la Dome de Neige des Ecrins a la bajada.
A Juan le dicen
los guardas que si habíamos reservado.
-¡Pues han
tenido ustedes suerte!
Como que se
creían estos “fransuas” que nos íbamos a
quedar en la calle a pesar de la advertencia del Refugio Cezanne. El asunto se
liquida con 45 francos franceses por body previa deducción del 50%.
Guardamos
bártulos y nos metemos en el comedor que tiene un compartimento cocina con agua
corriente para que aplaquemos cumplidamente nuestra sed.
Hacemos el té
para el día siguiente y cenamos como unos señores incluida la ensalada y la
fruta. ¡Toma ya!
La poca movida
que hay en el refugio, cosa rara pues es sábado, se ha ido empiltrando y
nosotros también nos subimos a las literas cuando van a ser las diez menos
cuarto, lo de subir debe ser un detalle para mi chica a la que le encantan las
alturas para dormir.
Entre alguna que
otra “entrañable” sensación acústica y olfativa de relajados músculos,
preparamos fácilmente, al calorcillo de la noche y de las mantas, nuestro
particular encuentro con el reparador
sueño que nos facilite el necesario descanso y el tránsito hacia el día
siguiente.
A las cuatro de
la mañana comenzamos el domingo 23 de Julio de 1995. Hace ya un buen rato que el personal ha movido y
somos los últimos en salir de la habitación.
En el comedor,
la movida ha terminado de desayunar y está partiendo ya. Nosotros sabedores de
lo que suele venir, desayunamos con tranquilidad y, cosa rara, yo con cierto
apetito.
Son las cinco
cuando abandonamos el refugio tras dejar algunas cosas en las cestas y con las
frontales encendidas bajamos un camino que no conocemos al encuentro del
glaciar. Rosa baja adornándose con finos tropezones, se trata de su particular
llegada al día y como decía aquel, cada uno lo hace como quiere.
Nos incorporamos
al camino tras un enorme gusano de luces que nos precede. La huella es
prácticamente llana y discurre al encuentro de la que sube desde abajo.
Enseguida y
gracias a la luminosidad que desprende la nieve apagamos las frontales y se
camina bien ya que la nieve está bastante helada.
Detalle de la rimaya bajo la Dome de Neige des Ecrins.
Enseguida
empezamos a adelantar a gente y en aproximadamente una hora recorremos el
anfiteatro glaciar, aparentemente llano pero en el que superamos un desnivel de
300 metros.
A la altura del
Collado de los Ecrins comienza la pared. Estamos a 3367 metros de altitud y es
el lugar donde la gente aparca, come, se quita ropa, se encuerdan los que no lo
han hecho en el refugio y se aprestan para acometer el plato fuerte del día. Hay
un mogollón de escándalo.
Son las seis de
la mañana, el sol ya calienta la pared. Nos quitamos ropa, nos encordamos y con
los crampones puestos continuamos la marcha atravesando los restos de un
potente alud caído de la parte oeste de la pared que ha taponado la rimaya y
nos encaramamos en la pared siguiendo a la mitad de la procesión pues el resto
se ha quedado atrás.
Una barrera de
seracs divide la pared en dos corredores. La huella firme y marcada que
transita por el situado al oeste se empina impía y sostenida a lo largo del
tercio inferior de la pared con una inclinación cercana a los 45º.
Guardamos la
fila hasta que la huella, separándose de la segunda barrera de seracs que
defienden a la arista cimera, se orienta
hacia el centro de la pared remontándose sobre la barrera inferior. Es aquí
cuando abandonamos la huella principal y adelantamos a varias cordadas que
llevan menos ritmo que nosotros. Hemos entrado en calor y a buen ritmo nos
vamos para arriba: a Rosa le canta el palomo y a mí me molesta la rodillera.
Desde la Dome de Neige el Lory y la Barre.
La vía se va
orientando hacia la parte este de la pared y ganado altura uniformemente con la
excepción del último gran lazo que describe hacia el este contorneando en busca
de un puente para atravesar una grieta de enormes proporciones que fracciona
casi totalmente a la amplia pared.
A partir de aquí
hay que volver a atravesar de nuevo la pared en sentido contrario deambulando
entre profundas y abiertas grietas que
defienden la zona somital de la pared y que culminan en la rimaya superior a la
que nos aproximamos.
Nos pasa por la
cabeza atravesarla por un puente relleno de materiales de alud y atacar de
frente el ascenso de los últimos 150 metros de desnivel de la Barre pero nos
confiamos a la comodidad de la huella que se marcha hacia el oeste coincidiendo
con el mapa y además de que advertimos
que nadie ha subido por allí.
Poco después
alcanzamos el Col de la Dome junto a la rimaya superior y enseguida llegamos la
cima plana y nevada de la Dome de Neige des Ecrins situada a 4015 metros de
altitud. Será el primer cuatromil del año y último del día por razones
imprevistas.
En la Cima de la Dome de Neige des Ecrins.
Son las ocho de
la mañana y a pleno sol, en medio de una mañana magnífica nos extasiamos
contemplando un desconocido paisaje para nosotros: al norte y cerca la Grand
Ruine y más atrás el Macizo de la Meije. El resto es un enorme mar de aristas y
picos que desconocemos absolutamente.
Hacemos fotos,
comemos unos frutos secos y echamos unos tragos pues hemos subido prácticamente
de tacada.
En la Dome de Neige des Ecrins.
Pasadas las ocho
y media nos volvemos hacia el collado para encaramarnos por terreno mixto a la
cresta que asciende hacia el Pic Lory.
Hay una cordada
que está entrando en la zona rocosa y un par de cordadas esperando al pie de la
pared. Comentamos con unos italianos que el asunto va algo despacio. Poco
después se mete una de las cordadas que estaba esperando y se van a hacer
eternos. Cada uno sube asegurado, atado, sujetado, enganchado y con la Santa
Unción administrada a ritmo de paso por minuto.
Rosa, toda
animosa ella, ya nos ha dicho a la llegada
al collado de no hacer la cresta y marchar para abajo. Juan y yo
especulamos entre el va para largo y a lo mejor luego se puede adelantar.
Tan pronto como
el último ha avanzado unos metros en la
pared, Juan se encarama de un salto y los contempla descorazonado: están allí
mismo, van más lentos que los caracoles y este tramo de pared les puede costar
la intemerata.
Bajo la rimaya de la Dome de Neige decepcionados. Otra vez será.
Nosotros
llevamos cuarenta minutos esperando y terminamos por verlo claro: no estamos
dispuestos a ir detrás de ellos y que se nos hagan las tantas para llegar
arriba, pues lo que ha visto Juan desde allí se hace con la gorra y en ensamble
y a estos se les puede hacer de noche o
si se dan la vuelta montar un tomate curioso.
Nos vamos para
abajo, yo un pelín cabreado pues a esto no habíamos venido. Empezamos bien
pagando la novatada. Cuando la pared estaba limpia no hemos aprovechado la ocasión
y ahora a jorobarse. Así nos sobrará todo el día, no te digo.
Pasamos deprisa
la zona batida por pequeños aludes que se han derrumbado desde la cresta y que
tan poco le ha gustado a mi chica al tener que cambiar de ritmo. Hacemos luego
fotografías ya sin prisas y continuamos para abajo en medio de la solanera. En
cincuenta minutos nos bajamos 650 metros de pared. Son las diez y diez cuando
paramos a quitarnos los crampones, a recoger la cuerda y también a echar un
bocado y un trago.
Bajo la Pared de la Barre des Ecrins.
Continuamos para
abajo abrasándonos materialmente en la enorme tartera glaciar en la que no
mueve ni la más leve brisa.
Hacemos algunas
fotos que no nos satisfacen gran cosa pues la pared aparece acostada y sin
relieve y en una hora escasa nos plantamos frente al refugio. Juan se ha ido no
perdiendo altura para recoger los
bártulos del refugio, mientras tanto esperamos.
La rodillera,
según verá Rosa me escuece además de molestarme pues me ha hecho una rozadura
así que me la pongo a modo de espinillera y a ver qué pasa sin ella.
Se nos hace
larga la espera pues Juan tarda pero finalmente lo veo aparecer por arriba, nos
dirá que se ha ido demasiado alto y luego ha tenido que bajar con nieve muy
profunda.
Recomponemos las
mochilas y continuamos para abajo contemplando los Paredones de la Grand Sagne
que arrancan imponentes del lado opuesto del Glaciar Blanco por el que estamos
bajando.
Juan deja la
mochila y se vuelve al trote para arriba, ha llegado a la conclusión de que no
le han salido las fotos y ha cambiado de carrete. Volverá casi hasta el
refugio.
Media hora
después reemprendemos camino saliendo del glaciar y prosiguiendo por la
morrena. Es la una menos cuarto.
Paramos en el Refugio del Glaciar Blanco,
fotografiamos el cresterío con el Pelvoux, el Pic Sans Nom y el Coup de Sabre
que conforman la Orilla Derecha del Glaciar Negro tras los seracs de la enorme
cascada del Glaciar Blanco y continuamos para abajo al encuentro, de nuevo del
personal que sube masivamente al rellano en el que muere el glaciar.
Atravesamos el
barranco por el mismo puente y al otro lado del rellano, bajo la sombra de un
paredón orientado al este paramos a comer cuando son las dos y media. Se nos va
una hora en el tajo.
Luego salimos al
sol y al camino que discurre entre pulidas lajas de granito contorneando un poco
la cabecera de la Sierra de Soubeyran e iniciamos el descenso del último
resalte al encuentro de la vegetación que está implantada por abajo y en cuyo
fondo se encuentra el aparcamiento y nuestro coche. El Pre de Madame Carle
ocupa una minúscula parte del enorme rellano glaciar en el que difícilmente se
asientan alerces y sauces.
La bajada se
hace larga, se recalientan un poco los pies, Rosa da un tropezón campanillero y
a las cuatro y media cruzamos el Desagüe del Glaciar Negro y nos llegamos al
coche de llano, agradeciendo la clara sombra de los alerces.
A las cinco
menos cuarto estamos en el coche que sigue al sol, nos cambiamos de calzado y
nos vamos para abajo en busca de un lugar más agradable para pasar la tarde.
Allí se quedea la Dome de Neige des Ecrisns vista desde el Glaciar Blanco.
Bajamos 3 ó 4
kilómetros y en un rellano del valle aprovechando que baja un barranco nos
quedamos ya que no hemos visto sitios
mejores. Nos ponemos frescos y nos
dedicamos a todo lo preciso: secar cosas incluso haremos colada, aseo, reponer
líquidos y picotear. Solamente nos queda buscar un lugar discreto para plantar las tiendas que haremos cuando caiga
la noche.
Estamos en una
zona de valle estrecho con barranco, carretera con circulación y sobre morrena
más aparente que realmente buena para acampar, cosa que está prohibido. Por lo
tanto, después de la cena continuaremos para bajo hasta encontrar algo
adecuado.
Se va el sol y
hay que vestirse para disfrutar de una espléndida cena de domingo, aunque no
tengamos conciencia de ello.
Luego, con todo
recogido pasamos Ailefroide con su lío de calles, después Vallouise pero el
valle sigue siendo poco apropiado para nuestros propósitos. Tendremos que bajar
hasta l’Argentier la Beesse y en un prado recién cortado a la orilla del pueblo
encontramos un lugar limpio y discreto y plantamos las tiendas con los dobles
techos puesto que el cielo se ha arañado.
Son las nueve y
media cuando nos metemos a la comodidad de nuestros colchones. Hay tiempo para
recapitular sobre un día con una nube en
el horizonte y en el que hemos subido 940 metros y bajado 2140 con cierta
tranquilidad, un estreno de los nuestros con 2200 metros movidos en 24 horas.
No estamos más cansados que un día cualquiera de montaña y mañana está
lejísimos pues no tenemos que madrugar.
El 24 de Julio
del 95 es un día de descanso en el que nos levantamos tranquilamente a las
siete, desayunamos y nos echamos a la carretera
hacia Brianson y de allí, a la brava hasta Albertville y Chamonix.
Subimos las largas rampas de Lautaret entre ciclistas que vienen a subir el
Galibier cada uno como puede.
Paramos en la
cima en medio de una espléndida mañana a
pesar de que hemos dejado abajo algunas nieblas y aquí estamos al viento como
todo el mundo. Luego vendrá el Telegraph más suave y corto en este sentido para bajar
salvajemente hasta San Martín de Maurienne. Emplearemos tres horas y media para
hacer 160 kilómetros.
Volvemos a
columpiarnos en Albertiville y comemos en un picnik de Chamonix. Luego
aparcamos junto al palacio de hielo y nos acercamos como siempre a la Casa de
los Guías, su parte meteorológico es reconstituyente necesario. Anuncian buen
tiempo casi hasta Noviembre.
Telefoneamos
desde la Oficina de Correos y olvido mi cámara encima de la cabina. Volveremos
Juan y yo haciendo los 200 metros lisos y la recuperamos pues ya la habían
recogido.
Salimos de
Chamonix a las cuatro, echamos gasolina a la entrada de Suiza puesto que es
bastante más barata que en Francia. Bajamos la Forclaz y ni siquiera tocamos
Martigni pues nos vamos por el túnel; luego alternando autopista con carretera
nos bajamos hasta Visp y recordando nos llegamos a Tach cuando son las seis y
media.
La entrada a
nuestro cámping particular está asfaltada y prohibida pero nos metemos y nos
advierten que no se puede pasar; luego sabremos que han hecho una nueva entrada
al cámping nuevo, aunque eso no es lo nuestro.
Nuestro
campamento lo encontramos finalmente tal y como lo recordábamos: perfecto para
nuestros intereses y tenemos tajo pues hay que ponerlo todo patas arriba,
montar las mochilas para las dos próximas actividades, montar tiendas y
preparar la cena para empiltrarnos sobre las diez y cuarto. Mañana será martes
25, día de Santiago y patrón de Sabi y nos espera Zermat y el Cervino.
Para ver la Continuación.
Para ver la Continuación.
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