En el Plateau de Trienet con la Fourche, Tete Blanche y el Col de Tour.
Col
d’Orny, Plateau de Trient, Col du Tour, Glaciar de Tour y Le Tour.
12-08-2005.
Tiempo efectivo 05:30
h.
Sol.
Bastante fácil.
No
hay demasiados lugares para el aprovisionamiento de agua pero se sale de
refugio y se pasa por otro fuera ya del glaciar.
Llegado el final, terminada la
travesía, sin querer te instalas en la más profunda pasividad, en ese relajo
desde el que esperas no sabes qué, miras y no ves, dejando vagar tu mente de
manera absolutamente ociosa y en un momento inesperado sonríes tontamente dando
gracias al destino que ha propiciado la satisfactoria consecución del proyecto,
haciéndote inmensamente feliz una vez más. ¡Bravo chavales!
Y realmente te sientes incapaz de realizar cualquier cosa que implique una
simple actividad mental.
Mapa de Orny a Le Tour procedente de Landeskarte der Schweiz. Vía en verde.
Glaciar de Orny hacia el Col de Orny.
Hemos bebido tanto líquido que a las dos me levanto al aseo
aprovechando que Rosa también lo hace. El cielo está lleno de estrellas y de
vuelta a la cama mi mente se va por las alturas sin sueño. ¡Qué bien se está!
A las cinco nos presentamos en el viernes 12 de Agosto y final de
nuestra travesía. Es noche cerrada y tranquilamente nos aseamos como unos
“dandys”, desayunamos más tranquilamente todavía y lo disponemos todo para la
marcha mientras amanece.
Quiere amanecer cuando abandonamos el Refugio de Orny.
A las seis de la mañana salimos del refugio y nos vamos por el
caminillo sobre la morrena en dirección este para pasar junto al pequeño lago
situado al este del refugio y descendiendo unos metros alcanzar el Glaciar
d’Orny. Cuando vamos a entrar al glaciar advertimos que el grupo que va a las
Agujas du Tour ha salido en horizontal por otro camino que va también al
glaciar pero algo más al este.
Como no tenemos prisa decidimos
en lugar de entrar al glaciar aquí,
ascender de frente la morrena descompuesta e inestable y alcanzar el
camino superior. De paso les damos tiempo para que vayan delante mostrándonos
el camino por si pudiéramos tener algún problema de orientación en el Plateau de
Trient.
Mar de nubes al amanecer por debajo de Orny. Se asoma el Combin.
Son poco más de cinco minutos los que empleamos en tomar el camino
superior a través de una inestable y empinada pedrera granítica, tras la
paradilla correspondiente para recoger los crampones y los piolets que los
llevábamos en las manos.
El camino, prácticamente de llano progresa al encuentro del glaciar
para incorporarse al mismo alrededor de 800 metros más al este,
poco más arriba, dando tiempo a que el sol vaya emergiendo del enorme mar de
nubes que colmata los fondos de los valles.
Entramos al glaciar con el grupo delante y progresamos por el mismo
lentamente puesto que no queda nieve de temporada y el hielo liso en suave
pendiente obliga a buscar presas para los pies.
El grupo se detiene finalmente para encordarse y ponerse los crampones
y nosotros, tras ponérnoslos también les dejamos con sus lentas maniobras y
marchamos para arriba.
Glaciar de Orny desde el col del mismo nombre.
Sorteamos alguna pequeña grieta al entrar sobre glaciar cubierto ya de
nieve de la temporada y enseguida alcanzamos el Col d’Orny en su punto más
bajo.
Se trata de un amplio y plano collado por el que se accede al
amplísimo Plateau de Trient. Son las siete de la mañana, nos encordamos
prudentemente, echamos la despedida al Glaciar d’Orny y accedemos al plateau
por su parte este a 3098
metros de altitud.
Depresión del Plateau de Trient hacia el Col de Balme y Pointe de Orny.
Se trata de una meseta glaciar a la que le calculo sobre 300 hectáreas de
superficie ligeramente deprimida hacia el norte.
Refugio de Trient elevado sobre el Plateau de Trient.
Inmediatamente comienza el espectáculo que vamos a disfrutar
“tranquilamente” luego, ya que nuestro camino no tiene ninguna dificultad y las
grietas son perfectamente visibles. Ahora la vista se nos va atropelladamente
de un sitio a otro: mira allí... y allí y aquello de allá... Nos olvidamos del
camino.
Agujas Dorades desde el Plateau de Trient.
Hemos dejado debajo y detrás, al este, toda la desconyuntada Arista
del Portalet con su impresionante conglomerado de agujas y al sur aparecen los
ocres y cálidos paredones de las Agujas Doradas agrupadas en cuatro fantásticos
bloques.
Cerca de la Fenetre de Saleina.
Detalle de la Vertiente Oeste de la Fenetre de Saleina.
Ganamos suavemente la parte central del Plateau en dirección sudoeste
y adivinamos de inmediato la espectacular Fenetre de Saleina, muy oscura
todavía en la sombra y un tanto hundida. Seguidamente y al sudoeste las
esbeltas torres de La
Fourche. Detrás de este zócalo asoman tímidamente, bañadas de
luz, las últimas rampas de la norte de las Agujas de Argentieres y de
Chardonet.
La Fourche desde el Plateau de Trient.
El oeste se inicia con la semilunar Tete Blanche en la que hay una
cordada haciendo hielo y los pináculos graníticos que jalonan el Col du Tour,
nuestro destino inmediato.
Agujas de la Norte del Col de Tour.
Al norte del collado la meseta se va elevando para coronarse sucesivamente
con las Agujas del Col Superior du Tour y
las Agujas du Tour y du Pissoir hacia las que evolucionan gentes
aparecidas por el Col du Tour.
Depresión hacia el norte desde la parte alta del Plateau de Trient.
El norte queda libre para que el glaciar como un inmenso mar se
desplome, fuera de nuestra horizontal vista, formando los Glaciares de Grands y
Trient y al nordeste las, oscuras al contraluz de la mañana, Petite Pointe
d’Orny y la Pointe
d’Orny en cuya ladera se sitúa el enorme caserón del Refugio de Trient.
Agujas de Tour desde el plateau.
Aquí estamos porque aquí queríamos venir a ver toda esta inigualable
maravilla. El día es de esos de los que solamente entran cinco o seis en
docena.
Hay una huella no demasiado marcada pero que se puede seguir sin
ninguna duda y que suponemos que nos llevará al Col du Tour. Pero aunque se
puede llegar enseguida, a nosotros nos va a costar un buen rato pues estamos
pegando fuego a nuestras cámaras fotográficas.
El col de Tour.
He resistido la tentación de proponer a mis socios alcanzar la Fenetre de Saleina y
asomarnos a la cabecera del Glaciar de Saleina
porque a pesar de que no se nos hubiera llevado demasiado tiempo, no he
considerado conveniente perder tiempo
siendo que nos espera un largo descenso y nuca se sabe cuánto nos va a costar.
Por tanto ascendemos suavemente las finales eses de la huella y alcanzamos el
Col du Tour situado a 3281
metros de altitud cuando son las ocho de la mañana.
En el Col de Tour.
Nos hacen un par de fotos en el collado pues hay personal vario y
cinco minutos después, despedidos del Plateau, nos vamos por el sombreado lado
sur del mismo, ya que hay un gendarme que lo divide en dos.
Inicio del descenso del Col de Tour.
La Aguja de Chardonet al este del Col de Tour.
Abordamos el descenso de una pared granítica de grandes bloques por entre los que no va la
vía de descenso, que se ha ido por el lado norte; pero no tiene otra
complicación más que el tamaño de los bloques que nos va a obligar a pasos un
tanto atléticos en una placa final algo lisa para hacerla con los crampones
puestos.
Todavía es buena hora para pasar grietas.
Vertiente oeste del Col de Tour.
Son alrededor de 30
metros que se llevan su tiempo por culpa de la pereza
que nos ha dado volver sobre nuestros pasos. Luego, alcanzamos el glaciar sin
rimaya y tras organizar un poco la cuerda nos vamos para abajo en dirección
este por un corredor de nieve dura que se va ampliando conforme perdemos
altura.
La Norte de la Aguja de Chardonet.
El Glaciar de Tour nos va a sorprender agradablemente tanto por sus
dimensiones como por su espectacularidad. Enseguida se amplía y nosotros nos
vamos por su orilla norte hacia un par de espolones rocosos que bajan de la
parte norte del collado. Es la zona en la que mueren las grietas ya que está
bastante agrietado.
Macizo de Montblanc destrás de la Aguja de Argentieres.
Pasamos frente al segundo espolón y nos encontramos de nuevo en medio
del glaciar. A nuestra derecha van apareciendo campos glaciares provenientes de
las Agujas de Tour y de Pissoir y nosotros continuamos descendiendo ahora en
dirección noroeste para, transitando zonas de pocas grietas, progresar hacia la
orilla norte del glaciar.
Contraluz sobre las Agujas de Genepy.
Nieve reciente que tapona grietas en el Glaciar de Tour.
Casi en la orilla, nos queda todavía el muribundo brazo norte por
atravesar, nos vamos para abajo por una morrena central que baja en nuestra dirección, pero no será buena idea ya
que, unos metros más abajo se convierte en una vertical y lisa pared
metamórfica que nos obliga a volver sobre nuestros pasos y a ponernos de nuevo
los crampones.
Finalizando el tránsito glaciar en el Refugio Albert I.
En dirección este bajamos el brazo norte del glaciar vestido de hielo
viejo ya y justo antes de que se inicie la cascada de seracs salimos del glaciar,
nos quitamos los crampones y tomando el camino de la morrena lateral derecha
descendemos los últimos 100
metros que se hacen largos y que muy escalonados nos
depositan en el Refugio Albert I. Situado a 2702 metros de altitud.
Llegando al Refugio Albert I.
Son las diez y cuarto y en la terraza situada al este del edificio inferior del refugio recogemos los
bártulos y almorzamos tranquila y cómodamente al sol.
Seracs de la Lengua Terminal del Glaciar de Tour.
Un helicóptero llega con cargas cuando ya estamos dispuestos a
continuar con nuestro descenso. Son las once de la mañana y nos vamos para
abajo por el camino que transita la parte superior de la morrena lateral derecha del glaciar.
El camino está muy transitado y nos cruzamos con gentes que suben y
que tienen más aspecto de excursionistas ocasionales que de montañeros. Además
baja sin contemplaciones.
La espectacular Morrena Oeste del Glaciar de Tour y la Aguja de Chardonet que se esconde.
La explicación es bastante sencilla y comprensible: la gente sube a
contemplar la cascada de seracs del Glaciar de Tour pero el primer tramo del
desnivel lo hace con un teleférico de la estación de esquí de Le Tour,
alcanzando el camino de la morrena en su parte intermedia sobre los 2400 metros y
prácticamente en horizontal.
Nosotros bajamos a buen ritmo la segunda parte de la morrena en
dirección oeste-noroeste pues se trata de la continuación de nuestro camino a
la salida del glaciar, dejando a nuestra izquierda una espectacular cascada de
serács que es lo que busca el personal y nos cruzamos con mucha gente que sube
acalorada.
A partir de la confluencia con el camino que viene por el norte desde
el teleférico, bajamos en dirección
este, completamente solos y eso también tiene su explicación como comprobaremos
cuando lleguemos abajo: la morrena en concreto es una perfecta flecha que
desciende por encima de los 1000
metros de desnivel hasta que desaparece en el vertical
paredón terminal del glaciar. Yo creo que no he visto jamás una morrena tan
rectilínea y con tanto desnivel como ésta.
Parte terminal de la morrena y Le Tour.
El glaciar desaparece hecho espumoso torrente en una fuerte pendiente,
pasamos cerca de la captación de agua y seguidamente, la morrena se difumina en
un vertical paredón sobre los 1700 metros de altitud.
Si hasta ahora el camino en la morrena bajaba muy consistentemente
ahora se va a derrumbar materialmente por la pared. Un camino inimaginablemente
vertical practica sucesivas e inverosímiles lazadas sobre una pared de verdura
arbustiva que nos recuerda algunos de los pasajes más verticales del camino que
va desde Pineta al Collado de Añisclo.
Antes de iniciar el último tramo de descenso hacia le Tour.
Con él hacemos una travesía hasta incorporarnos a un pequeño corredor
situado un poco más al norte del valle glaciar por el que hemos descendido.
Casi abajo nos cruzamos con un montañero, con un chaval jóven sin saber quién
le habrá engañado y con un pequeño grupo de excursionistas a los que
sencillamente compadecemos. Había que
bajar mucho pero de qué manera hemos bajado. La subida tiene que ser
absolutamente salvaje y no la querríamos para nosotros bajo ningún concepto,
pensamos ahora que estamos en este lugar y en este preciso momento, desde
nuestras almas clementes de montañeros. Mas la realidad se impone a las
caritativas especulaciones y deja
latente una maligna pregunta: ¿pero se puede saber que hemos estado haciendo en
estos diez últimos días?
Epilobium nuestra flor preferida en los Alpes.
Parece ser que estamos rematando la última bajada de nuestra Alta Ruta
y abordamos la enorme pradera alpina en la que hay instalados un par de
arrastres en lo que debe ser el “baby” de la estación de esquí. Son las doce y
media de la mañana cuando entramos en las primeras casas de la Estación de Esquí de Le
Tour a 1453 metros
de altitud poniendo fin así a medio día en el que hemos subido solamente 470 metros , hemos bajado 1828 metros , hemos
recorrido alrededor de 14
kilómetros y hemos caminado efectivamente durante cinco
horas y media.
Pradeío alpino y Glaciar de Tour.
En la primera calle del pueblo localizamos la casa natal del Guía
Croze y al final de la misma está la parada del autobús frente al enorme
aparcamiento de la estación del teleférico, ahora lleno a rebosar de coches.
Hay una fuente, un banco y un cartel que nos dice que el próximo
autobús será a las trece horas. Tenemos pues, por tanto, media hora para comer
un poco mientras esperamos.
Preparamos un poco de agua, bebemos, pero en lugar de comer decidimos
marchar andando hasta en pueblo al objeto de intentar comprar pan y así ya
podemos encadenar el regreso pudiendo comer, si fuera necesario en el tren o en
el autobús en caso de que no tuviéramos esperas intermedias. Grenoble queda muy
lejos y si queremos llegar antes de la noche habrá que tener algo de suerte.
Apenas caminamos diez minutos, entramos al pueblo, no vemos tiendas
pero si una parada de autobús y al autobús que llega inmediatamente.
Montamos, pagamos 1,5 euros y nos sentamos hasta Chamonix.
Por allí teníamos que haber salido.
Viajamos con el vacío relajo del momento y con la minúscula inquietud
que proporciona la inmediata vuelta. Me entretengo tontamente contemplando la
videoprogramación de paradas del autobús mientras espero poder hacer alguna
fotografía al Glaciar de Argentieres.
El autobús para en el pueblo justamente en frente del lugar en el que
dejamos el coche y que rescatamos para marchar hasta Bourg St. Pierre cuando
hicimos la
Chamoniz-Zermat. Yo hago la fotografía pero saldrá con
reflejos del cristal.
Luego, el autobús lo recorre todo, pasamos por el aparcamiento del
teleférico que sube hacia el glaciar para luego enfilar hacia Chamonix.
En Chamonix va de un lugar a otro pero nosotros no sabemos dónde nos
interesa parar para quedar cerca de las estaciones. Finalmente cuando ya vuelve
hacia el centro nos bajamos.
Es la una y veinte, hace calorcillo en un tremendo día de sol y
tenemos que comprar además de localizar las estaciones de tren y de autobuses.
No nos saben indicar la estación de autobuses pues parece que
preguntamos a turistas y entramos a comprar en un super muy próximo al centro.
El cajero del super tampoco sabe gran cosa por lo que decidimos seguir
los carteles de la estación de ferrocarril. ¡Cómo se nota que a Chamonix
siempre vamos en coche particular!
Después de un considerable paseo llegamos al recinto de la estación
del ferrocarril pero merece la pena puesto que allí también esta la estación de
autobuses.
No hay autobuses a Grenoble. Me parece raro que no haya aunque sea con
trasbordo en Albertville pero... En la estación del ferrocarril no hay
problema, los billetes son algo caros puesto que hemos de pagar 27 euros cada
uno, no hay nada más rápido; sale a las cuatro y diez, tenemos que hacer algún
trasbordo y al final nos entra en la cabeza que llega a Grenoble a las nueve de
la noche. ¡Será posible!
Por tanto, tenemos tiempo para comer tranquilamente.
Busco alrededor de la estación y enseguida localizo los jardines de
una iglesia reformista. A Rosa le parece un poco raro, pero allí comeremos
tranquilamente y a la sombra sobre la hierba de alrededor de la misma.
Son algo más de las dos de la tarde y tenemos comida suficientemente
sobrada. Hemos comprado pan y fruta, así que, nos despachamos a gusto. Hasta
nos hacemos un poco de nescafé aunque Juan no quiere en modo alguno, no sabemos
si para no ponerse nervioso o para que no le quite el sueño por la noche.
Comidos, Juan se va a dar una vuelta por el centro pero a mí no me
apetece moverme con la mochila, pues se me han ido las apetencias de caminar y
prefiero quedarme tranquilamente en la sombra.
Juan hará lo de siempre, es decir: Casa de los Guías, visita a
Saussure y repaso a alguna tienda de material deportivo de la calle Mayor.
Nosotros a las cuatro menos veinte cargamos con las tres mochilas, nos
acercamos tranquilamente a la estación que está aquí mismo y nos sentamos en un
banco de la sala de espera junto a las mochilas.
Instalados en la pasividad más profunda dejo vagar mi mente, y
mientras mis ojos se posan en cualquier objeto o persona de nuestro alrededor,
mi mente da gracias al destino que ha propiciado la satisfactoria consecución
de nuestro objetivo, permitiéndome ser inmensamente feliz una vez más. ¡Bravo
chavales!
Llega Juan y nos vamos al andén pues hay bastante personal.
A las cuatro y diez pasadas montamos en el tren que llega algo lleno
pero a pesar de ello tenemos asiento hasta San Gervais. Allí vamos a hacer
nuestro primer trasbordo, no sin antes comprobar que se trata de un tren
chu-chú y que además de parar hasta donde no está escrito en el libro de ruta,
va a velocidad de caracol.
El tren está caliente, algo sucio y no hay agua en los aseos.
A instancias del revisor bajamos del tren, cambiamos de andén y
esperamos unos minutos para tomar un segundo tren.
Se trata ahora de un tren compartimentado que va bastante vacío y en
el que vamos a disponer de un compartimento para nosotros solo.
Nada más ponerse en marcha nos vamos al aseo. Rosa se pega un mal
remojo y se marcha para afuera pues le da cosa el tema. Yo me quedo, me vuelvo
a cerrar por dentro y me dispongo a pegar un lavado como un angel: cuerpo,
piernas, pies, cabeza y alas.
Hay agua abundante, el aseo está limpio y hay papel suficiente para
complementar a nuestra pequeña toalla y dejarlo limpio y recogido
posteriormente.
Llama el revisor un par de veces y no me corto un pelo. Le grito que
está ocupado y si vuelve a llamar le abro y se lo digo en las narices.
Salgo tranquilamente cambiado de ropa y hecho un brazo de mar y no es
necesario que le explique nada al revisor que lo ha entendido perfectamente.
Mis socios no me imitan, ellos sabrán por qué, a pesar de que eso sea
algo corriente en los tiempos que corren. Además el precio que nos han cobrado
por el billete debía incluir el baño.
El tren más que despacio es que primero para bastante y segundo se va
a dar una tremenda vuelta hasta Annecy para luego bajar hacia Grenoble.
Yo tranquilamente y relajado repaso un poco por encima los diez días
de travesía que globalmente me han dejado un grato sabor a pesar de que ahora
lo contemple como bajo los efectos de la anestesia y me parezca hasta un poco
irreal.
La tarde va pasando y el tren se ha ido llenando conforme nos aproximamos
a Aix Les Bains que es el lugar donde hemos de hacer nuestro segundo trasbordo.
Al llegar a la estación, de nuevo nos dan prisa para que cambiemos de
tren pues parece ser que vamos con un poco de retraso. La verdad es que no
tardamos un verbo en montar en el otro
tren y además los revisores son los que se han cuidado de que no nos
confundiéramos ni retrasáramos y así
pudiéramos perder el enlace.
El nuevo tren tiene mejor aspecto y parece más rápido aunque no se
emplee a fondo. Ni siquiera entramos a los compartimentos pues nos quedamos en los asientos laterales
de la zona de equipajes y tránsito. Allí pasaremos la última hora de nuestro
viaje especulando si llegará o no a la hora prevista pues está empezando a
anochecer cuando transitamos por la zona en que llegamos a Grenoble pero por
carretera.
Finalmente a las nueve el tren para en la estación de Grenoble.
Estamos donde queríamos estar pero por la hora en que hemos llegado a Chamonix
yo hubiera jurado que tendríamos que haber llegado antes a Grenoble.
Hubiera sido preferible haber podido salir a la carretera de día para
alejarnos lo suficiente de la ciudad y buscar un lugar discreto para acampar
antes de que cayera la noche pero una cosa son los deseos y otra suelen ser las
realidades.
Cogemos nuestras mochilas, salimos de la estación y desandando el
camino de la ida alcanzamos la plaza del puente que sigue en obras y enseguida
nos llegamos a la calle en la que está aparcado el coche tras comprobar que el
supermercado de la Explanada
ya está cerrado.
El coche está tal y como lo dejamos. Huele un poco a la fruta y
verdura que dejamos pero se irá tan pronto como lo ventilemos un poco.
Metemos las mochilas, lo saco con cuidado pues lo deje arrimado a tope
a la pared y tras montarse los socios, salimos adelante en busca de los
carteles de Valence. Son las nueve y media y ha caído ya la noche. Estamos en
nuestro viaje de vuelta que terminaremos 24 horas después.
Va por nosotros y por las montañas que nos proporcionan muchos más placer que sufrimientos y nos hacen tan felices.
EPILOGO.
Han sido 10 días de actividad, bueno, 9 días y medio.
Hemos caminado efectivamente durante setenta horas y quince minutos
mas una hora y treinta minutos invertidos en recuperar los avituallamientos lo
que nos aproxima a una media diaria de siete horas y cuarto. El tiempo total
incluidos descansos se ha aproximado a las ocho horas y cuarenta y cinco
minutos diarios de media.
Hemos recorrido 237’5 kilómetros lineales mediante cálculo por
compensación sobre los mapas, lo que nos lleva a una media diaria de casi 24 kilómetros . En la
realidad habrán sido bastantes más. Me atrevería a estimar que nos habremos
acercado a los 30
kilómetros .
Hemos ascendido 12974
metros de altitud y bajado 13136 metros lo que
supone una media 1297
metros subidos y 1313 metros bajados
cada día. Posiblemente estas cifras serán sensiblemente superiores, pero así se
suele calcular.
Además han sido 2162 kilómetros de coche, 229 kilómetros en
tren para realizar el viaje y 46’5 kilómetros entre taxis y autobuses
evitándonos la carretera dentro de la travesía. En total han sido 14 días y
medio que se han pasado en un suspiro a pesar de ser nuestra estancia más larga
en Alpes.
Y todo esto para recorrer de la manera más económicamente posible en
cuanto a tiempo y esfuerzo la distancia entre La Berarde y Le Tour, lo que
no es más que un insignificante trocito de la Cordillera de Los
Alpes, aunque a nosotros nos haya parecido algo importante y nos haya llenado
de satisfacción.
Y pasta, pues no ha llegado a 400 euros. El
placer es difícil de valorar y en ningún caso resulta gratuito.
Posteriormente localizaré en Internet algunas direcciones y enviaré
algunos correos de agradecimiento a los guardas de la Cabaña de La Leisse y al guarda de la Cabaña d’Orny. También le
enviaré mis “agradecimientos más expresivos” a la guardesa del Refugio Bezzi por ser
absolutamente impresentable.
Finalmente me queda por envíar un agradecimiento a la azafata de la Oficina de Turismo de
Modane. Si logro su dirección lo haré para Navidad.
Por lo demás, los Alpes 05 están prácticamente liquidados.
Luego… allí estará, además de en nuestra memoria; aguardando que algún
día sea rescatada, sacada del pasivo sueño de armario, para reavivar la llama
del fuego eterno de nuestra alma, en el que nuestra mente volverá a cabalgar
montañas y montañas de sacratísimo placer, profundos, caleidoscópicos y
delicados valles de inequívoca satisfacción y eternos e infinitos horizontes
decididamente bellos, llenos de esa belleza que te pinta sin querer una
deliciosa sonrisa en la cara.
Y volveremos a soñar pues sabemos que la montaña siempre nos estará
esperando. Si la montaña es un sueño, ¡Que nadie me despierte!
Para ver más fotos.
Para ver más fotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por tu comentario! Responderé tan pronto como lo localice.