En el Vértice Geodésico de Pusilibro.
Repetidos
de la Telefónica del Castillo de Loarre,
Cara Sur y Arista Oeste.
26-03-2000.
Salida 12
h. Llegada 14
h.
Sol.
Muy
fácil.
Ascensión.
Rosa
Mª. Martínez y Mariano
Javierre.
Mapa de Pusilibro procedente de Parames. Vía en amarillo.
Pusilibro es un pico perteneciente
al Prepirineo Sur situado en la Sierra de Loarre, que se hizo famoso en su día
debido a los ovnis que, supuestamente, aterrizaron por allí hace ya algunos
años.
Javier Pardina en su libro Montañas
de Aragón le dedica una reseña, y caído en mi mano, renueva mi viejo propósito
de ir a visitarlo con el objetivo de ampliar nuestro conocimiento del Pirineo.
Por su situación es uno de esos
lugares que quedan emplazados para un mal día de invierno con norte cerrado.
Pero este año, parece que las circunstancias
nos están llevando hacia “tierra plana.”
El Domingo 26 de Marzo a las diez
estamos en el coche saliendo en dirección hacia Loarre. Antes, entramos a
Bolea, no recuerdo nada de la vez en la que estuvimos, una Semana Santa con nuestra
hija Biola. Una vez allí comienzo a recordar.
La mañana está soleada, ventilada y
fresca, no invita demasiado a permanecer al aire libre, pero nosotros estamos
dispuestos a hacerlo, aunque la visita al pueblo no se alarga demasiado.
A la entrada de Loarre tomamos el
desvío de la derecha que es la carretera que conduce al castillo siguiendo
fundamentalmente la dirección norte en la cara sur de la Sierra de Loarre.
Claros pinares en las inmediaciones del Castillo de Loarre.
Llegados a la explanada del castillo
dejamos la carretera y nos adentramos en una pista que sale a la izquierda y
que continúa la dirección norte siempre en ascenso. Seguimos la principal, a
tramos asfaltados y tras 4’5 kilómetros nos deja en el collado junto a las
instalaciones del repetidor de la Telefónica.
Aparcamos buscando un poco la
protección del frío ventarrón mientras contemplo
la posible ruta que debe transitar la loma, a tramos aristada y que se yergue
hacia el este. En lo poco que se ve de la cara norte destacan los pinos
ligeramente blanquecinos de ventisca en la orientación norte.
Castillo de Loarre subiendo a Pusilibro.
Estamos a 1408 metros de altitud y
son las doce menos cuarto cuando iniciamos la marcha. Llevamos toda la ropa
puesta y una mochila que nos puede sobrar.
Bajamos un poco, siguiendo
indicaciones, por un camino que conduce con la bajada a Loarre e inmediatamente
alcanzamos la pista en dirección este-sudeste, para descender por ella un poco más.
Cuando vamos a llegar a la penúltima
curva que gira a la izquierda según se
sube y aprovechando que el piso del pinar aparece limpio y que es la zona más
próxima al supuesto resalte por el que hemos de pasar, decidimos abandonar la
pista e introducirnos monte arriba.
Cuando queremos darnos cuenta
estamos caminando sobre un sendero practicado sobre la pinarra al que
inmediatamente le salen balizas amarillas y blancas: “bingo.”
Genistas y pinos sobre la caliza de Pusilibro.
Con este camino salimos del bosque y
nos introducimos en el claro vestido de boj y arizón que nos lleva a la arista
bajo el resalte
En la arista el camino se corta
hacia el norte y no me doy cuenta que sale hacia el este directo al resalte.
Así que volvemos un poco hacia el resalte pero bajando ligeramente en un tramo
de camino que se encuentra cortado por piedras claramente y que enseguida
abandonamos para proseguir a media ladera buscando camino para pasar al sur del
resalte.
No somos los primeros en utilizar
esta alternativa pues en la genista hórrida descubro huellas de otros que lo
han hecho antes que nosotros. De cualquier forma continuamos adelante, ganamos
altura próximos a la roca eligiendo el
terreno más favorable para nosotros que nos saca sobre el rellano del final del
resalte en el que encontramos un claro camino.
Cerca de la Cima de Pusilibro.
Tomamos dirección este-sudeste y
poco más adelante, el camino quiere descender, advertimos que no es el nuestro.
Así que, damos media vuelta y sobre nuestros pasos alcanzamos el lugar en el
que nos hemos incorporado al mismo y continuamos en el otro sentido.
Poco más adelante alcanzamos otro
camino que, balizado, tomamos en sentido ascendente y se nos aclara casi todo.
Diez minutos después, prácticamente
de llano, alcanzamos la cima de Pusilibro situado a 1591 metros de altitud.
Desde Pusilibro hacia La Peña.
Es la una menos cuarto. En el
vértice geodésico le hago una fotografía a Rosa pues no me atrevo a dejar la
cámara sobre el trípode por miedo a que el ventarrón la derribe. El viento es
fuerte y muy frío, no en vano le ha metido el “traje blanco” a la parte norte
de los pinos.
Las nubes están metidas sobre los
1900 metros de altitud, de allí para arriba es de suponer que nieve en función
de lo que hace por aquí. Por tanto, nos tenemos que conformas con ver la punta
del Pico Gratal, el Pico del Aguila, el fondo del Valle de Rasal rematado hacia
el este por el Pantano de La Peña obligándonos a adivinar Oroel y San Juan de la Peña. Al sur la Hoya
difuminada por el frío nos invita a levantar el vuelo: con cinco minutos ha
sido suficiente.
De vuelta al Castillo de Loarre.
El camino nos lleva al lugar del
último cruce y volviendo directamente al este bajamos tranquilamente el resalte
pero por el lado norte hasta alcanzar el lugar de la arista en el que me he
dado la vuelta en la subida.
Poco después alcanzamos la pista y
por idéntico camino, tras coger unas matas de violetas floridas llegamos al
coche cuando son las dos menos veinticinco: nos ha costado poco más de una hora
el ascenso con dudas y cincuenta minutos el descenso; claro que, el desnivel
habrá sido alrededor de 200 metros o poco más.
Bajamos un poco para abajo con el
coche en busca de abrigo del viento y en una curva antes de llegar al Castillo
de Loarre paramos a comer un poco ya que ni hemos comido, ni bebido, ni sudado.
A las dos y cuarto reanudamos la
marcha ya que el sol, ahora medio velado, ni siquiera invita a permanecer por
allí.
Contraluz en Loarre. 8-3-08.
Llegamos a Loarre y de allí, pasando
por medio del pueblo nos vamos hasta Ayerbe, para continuar hacia Murillo.
Cruzamos el Pantano de la Peña y nos
vamos por la carretera vieja en dirección a Bernués. La verdad es que vamos un
poco a ojo pues no recordamos muy bien cómo están las carreteras por aquí. Es
normal ya que no vamos casi nunca por ellas. Tras un rato agradable y
prácticamente sin circulación nos llegamos a casa sobre las tres y media
poniendo fin a una jornada que no ha
sido más que un corto paseo.