Casquete Somital de Montañesa desde la Tuca. 9-6-12.
Collada,
Corredor Este y Arista Sur.
19-06-1994.
Salida 08:15
h. Llegada 13:30
h.
Sol.
Fácil.
Ascensión.
Merche
Rodrigo, Rosa Mª. Martínez y Biola y Mariano Javierre.
Mapa de Montañesa procedente de Prames. Vía en amarillo.
-¡Yo
Ya tengo de aquí lo que quiero! ¡Una nabata!
-No,
tú tienes de Laspuña algo más, por ejemplo, un imborrable recuerdo de una
erguida, incomparable y odiosa pedrera caliza, o la satisfacción de haber hecho
tu primer pico: la Peña Montañesa.
Se
había hecho polvo el programa el domingo de la Bajada de Nabatas por un
anunciado mal tiempo que luego no lo fue, y ahora 18 de Junio, cuando se nos
escapa de entre las manos la Primavera 94, retomamos el tema con sus
correspondientes variantes.
Con
un correcto adelanto inglés sobre la hora convenida aparece en casa Merche.
-Encula
tú el coche que esas cosas no las hago yo nunca.
Si
se habrá enterado esta chica que entre tantas marchas que tiene este coche hay
una que es la marcha atrás.
Cargamos
el maletero del coche con toda la parafernalia al uso y tras especular acerca
de si desayunas, la Merche va ligera de aparato digestivo, o visitamos Añisclo
hoy por la mañana, nos vamos hacia Biescas con la decisión tomada. Son las diez
y media.
-¡No
me digas nada, eh!
-Bueno.
-¿Viene
alguien?
¡¿…?!
¡Será posible! No hay nada como ser obediente y delicadamente ladino.
La
carretera está en obras, no puede ser de otra forma. Luego nos metemos en
curvas: ¡curvas que yo quiero! Son las de Cotefablo. Mira por donde, está el
túnel iluminado… la Divisoria de Otal… “la Bal de Fraxin…” y el prodigio del
Nuevo Broto, un arrabal más de Zaragoza.
En el Puente de san Urbez.
No
hay circulación y menos que habrá de ahora en adelante, pues en Sarvisé nos
vamos a nuestra izquierda metiéndonos en la Ruta de Añisclo que discurre entre
una agreste, espeso e intrincado pinar a salvo, por este año, de la
procesionaria que da gusto ver.
En
Fanlo paramos para que Merche saque al sol sus nervios y se relaje pues ya le
está haciendo falta. Por el contrario, Biola va inusualmente tranquila, quieta
y callada. Si estará mala…
Contemplamos
la amable Cara Sur de Punta Acuta, la pista que transita bajo el Casquete
Somital de Punta Diazas y al otro lado la Peña Montañesa remota y difuminada en
la caliginosa neblina de un delicado día de primavera.
Para
abajo paramos en el aparcamiento de San Urbez. Nos damos un paseo hasta el
barranco pasando junto a la Ermita de San Urbez entre fotos testimoniales del
cañón, deliciosas flores del caminillo, resueltas caricias: premeditadas
sensaciones táctiles y contenidos rumores de alfanjes.
-Mira,
una oreja de oso con sus pétalos soldados aureando un cáliz que recuerda
mágicas pubescentes sensaciones.
En el Cañón de Añisclo.
Paramos
repetidamente en el cañón para contemplar la decidida obra del agua sobre
calizas más o menos resistentes, pateamos los doscientos y pico escalones que
conducen hasta el manantial termal y cuando se separan los enormes paredones
del congosto abriéndose a la luz y al aire del llano, paramos a comer como unos
decididos domingueros. Son las tres de la tarde y tomamos hasta café casi
todos.
Sigue
haciendo calor cuando continuamos pasamos por Lafortunada. Merche se quiere
bañar con el pico mientras que Biola y Rosa acaloran atrás como pueden.
Pasamos
Bielsa y en Javierre. Otro baño. ¡Será posible tanto capricho acuoso!
¡Mirad
ese circo glaciar colgado en el Balcón de Pineta! Para llegar hasta allí, el
camino que nace en el fondo del valle se acerca a la Gran Cascada y rompiendo
la pared en lazos sobre esas manchas de verde se introduce entre esos
contrafuertes del centro y los Paredones de la Tuca Roya y los Astazu. Detrás
del plano collado de atrás está el Circo de Gavarnie y las más espléndidas
flores de nieve, leontopodium alpinum o
edelweis, que conozco.
A
la izquierda del balcón el primero que se ve es el Cilindro de Marboré, el
Perdido, la Espalda de los Esparrets, el Soum de Ramond o Pico Añisclo y
delante de este último el Pico Navarro. Más a su izquierda, tras este pequeño
glaciar colgante que se ve nevado está el Pico Rabada y a su izquierda ese último casquete es la Punta de las Olas.
Inicio del pedregal Nordeste de Montañesa. 30-4-11.
Más
al sur podéis ver el Collado de Añisclo, el mismo que hemos visto esta mañana
desde San Urbez. Y saliendo del circo los enormes paredones de las Tres Marías.
Qué
a gusto me perdería como un rebeco cualquiera por allá arriba donde el cielo
está más cerca. Si no fuera porque no soy el único dueño y no sé muy bien qué
soy ni a dónde voy, creo que me gustaría que mi cuerpo fuera depositado en la
montaña para siempre, o que mis cenizas fueran esparcidas por el viento en estas montañas que tanto
amo.
Son
las cinco y media, hemos dado una vuelta por la pradera y ya, con prisas, hemos
de marcharnos; una pena ya que sin prisas, sin agobios y sin calores pues no en
vano estamos en Junio, algo que nada tiene que ver con las movidas que se
producirán tan pronto como Julio toque a arrebato para catalanes, valencianos,
madrileños o incluso zaragozanos, el basurero estará servido; estábamos de
cine.
En
Bielsa ni paramos. A la entrada de Láspuña hay obras. La primera casa es la de
José María Lavilla, compañero de Merche al que visitamos para saludarle,
pedirle la llave de la cadena de la pista y una patata: remedio inefable contra
las iras de rayos y centellas tormentosas en boca de las autoridades de los
Boys Scauts. José María me sonríe entre dientes pensando en que Merche ha de
subir la pista con su coche, cosa que entendería pronto.
Parte Intermedia del Corredor Nordeste de Montañesa. 30-4-11.
Tras
un inicio de camino erróneo, entramos en la pista que tiene la barrera levantada.
Merche no tiene ninguna posibilidad y se planta. Tendré que habérmelas yo con
un coche que desconozco, que tiene potencia a base de revoluciones y en una
pista que, en principio está infernal y que se mantendrá casi invariablemente a
lo largo de su cinco kilómetros y medio: era una auténtica joya hoy destrozada
inmisericordemente por los ineptos que no saben qué hacer en una pista con un todoterreno. Pero a
presar de ello a las ocho y media
estamos en la Collada y Merche respira,
todavía con el alma en un puño, pues acaba de ver los paredones del corredor y le debe
cosquillear el “melico.”
Rosa
y Biola disponen la cena como oficialas de cocina mientras que Merche y yo
montamos las tiendas en un minúsculo y herboso rellano rodeado de bojes, pinos
y genistas.
Cenamos
en el collado ensalada y carne entre ingeniosos acertijos e inconsistentes amenazas
nubosas.
-¿Por
allí hay que subir…?
-Al
principio si pero luego el corredor se
orienta hacia la derecha para transitar tras esos farallones que ves. Bien se
vale que esta chica no tiene experiencia, que si no, no sé cuántas veces iba a subir esta noche por el corredor.
El Estrangulamiento del Corredor Nordeste de MOntañesa.
La
tarde se difumina paulatinamente jaleada por una noche de creciente luna que se
asoma entre girones nubosos de poco desarrollo, camino de su incruento ocaso en
brazos del, en esta época, madrugador
sol. Merche pasará la noche con Biola que duerme de cine, ahuyentando de esta
forma sus temores ante una noche toledana y nosotros de solteros
ajusticiando a la noche sin piedad de
cabo a rabo, no sin antes aconsejar sobre la conveniencia de no abusas
demasiado de uno mismo.
Amanece
a las siete y media de una mañana dominguera, hija ineludible de una noche
espléndida.
A
las ocho y cuarto, desayunados, tomamos el caminillo que arrancando a 1600
metros de altitud, suavemente atraviesa el bosquecillo y tras un cuarto de hora
nos enfrentamos a la base del Corredor Norte de Peña Montañesa, un pedregal calizo, absolutamente inestable,
de enormes proporciones y con 450 metros de desnivel fundamentalmente en
dirección sur, que subiremos por su orilla izquierda aprovechando un caminillo
trazado sobre la zona estable, que deja de serlo paulatinamente conforme vamos
alcanzando los últimos pinos silvestres en la boca del corredor, tras una hora
de camino y algunas fatigas que despistamos con una buena parada.
Dede el Collado de Montañesa hacia la cima del mismno nombre. 30-4-11.
Biola
va bien con su madre y Merche necesita alguna ayuda conforme el corredor se va
empinando y haciéndose más inestable, a la vez que se inicia una incipiente
borrasca.
El
corredor se orienta un poco al oeste y se empina empujándonos a las afloraciones rocosas firmes de su lado izquierdo que trepamos fácilmente, para
atravesarlo en diagonal enfrentándonos ya por su derecha al tramo final que
también trepamos por materiales firmes y alcanzamos el collado superior situado
sobre los 2200 metros de altitud, cuando hemos cumplido la segunda hora de
marcha mientras Merche se pregunta acongojada si hemos de bajar por el mismo
sitio.
Unos
girones de nieblas ascienden por la cara sur con intención de vernos las caras
pero lo harán de lejos.
Volvemos
un poco a nuestra derecha y empezamos la ascensión del casquete somital en dirección nor-noroeste, más suave
y más fácil en medio de una borrasca más pertinaz y consistente que la anterior
que termina por cargar el ambiente de electricidad.
A
las once menos cuarto hacemos cima en la Peña Montañesa a 2291 metros de
altitud. El viento está en calma pero la borrasca amenaza en altitud. Me doy un
paseo por la cresta hacia Ciresa.
Comemos
un poco, descansamos algo, hacemos varias fotos, contemplamos lo poco que las
nubes, nieblas y neblinas nos dejan ver
y a las once y media pasadas, ya que el paisaje está de fin de semana,
iniciamos el tan “temido descenso.”
-No
te preocupes, una cima casi nunca se disfruta en ella. Eso ha sido antes con el
deseo, en el caso de que haya sido superior al miedo, y después con el
recuerdo.
Nos
pasamos un pelín del collado y cuando iniciamos el descenso del corredor norte
llega una pareja.
Collado de Montañesa y atrás la Tuca. 9-6-12.
Enseguida
decido cortar por lo sano y meternos de lleno en las pedreras fuera de las
afloraciones rocosas firmes que se nos iban a llevar un tiempo escandaloso.
Como Rosa se vale por sí misma, mis trabajos me ha costado, tomo a Biola de una
mano y a Merche de la otra y entre bolazos y resbalones nos vamos decididamente
para abajo buscando a cualquier precio las graveras y encontrando invariablemente
la polca de costumbre.
Tuca y Montañesa desde peña la Solana. 23-4-10.
-¿No
te imaginabas esto, eh? Ya sabía yo que hasta te iba a gustar y todo. Cada uno
disfruta a su manera, cosa que se cumple una vez más y yo lo celebraré.
Se
acaban las graveras y tomamos el camino en la boca del corredor que nos llevará
tranquilamente al bosquecillo que nos regala brevemente con la deliciosa
frescura de sus sombras pues el día anda metido en calores.
Parte alta del Corredor Nordeste de Montañera. 30-4-11.
A
la una y media pasadas estamos junto al coche, se nos ha llevado el descenso
dos horas a ritmo de disfrute.
Recogemos
las tiendas mientras Rosa y la cría preparan la comida y encima de la fuente, apartados del tumulto de los todoterrenos y de
los acompañantes de unos escaladores, comemos no sin antes ocupar el hábitat de
una culebra de cristal o luzión que el personal no conocía.
Descendiendo la parte intermedia del Corredor Nordeste de Montañesa. 30-4-11.
A
las cuatro iniciamos el descenso de la pista mucho mejor que a la subida como
ya había advertido. Paramos a contemplar Ordesa, en Laspuña devolvemos la llave
y de nuevo con Merche de piloto otra sesión de curvas, el Puerto del Serrablo
en el que Biola se mareará y tendremos que parar repetidamente.
Poco
antes de las siete llegamos al “monte” y a partir de aquí tiempo para las
agujetas en el culo y para el recuerdo.