Foto de grupo en el Balneario de Panticosa.
La Sarra, Llano Cheto, Capilla de la
Virgen de las Nieves de Reespumoso, Ibón de Llena de Cantal, Collados de
Tebarray e Infierno, Refugio de Aragonesas de Bachimaña y Balneario de
Panticosa.
21 y 22-06-1993.
Desnivel ascendido 1350 m.
Desnivel descendido 1150 m.
Distancia recorrida. 29000 m.
Tiempo efectivo 08:30 h.
Mixto.
Fácil.
Travesía.
Agua en todo el recorrido tanto en
fuentes, barrancos, ibones y surgencias.
Lorenzo Pérez, Carlos Marcén, Susana
Gil, Vanesa Lacasa, María Iglesias, Eva Lacasta, Ainoa Sanagustín, Eva Pardo,
Maribel Giménez, Miguel Pardo, Alberto Fernandez, Ignacio Rubiella, Jose F. Lafragüeta, Roberto
Díez, Nicolás Pueyo, Roberto Ezquerra, Iván Ara, Felix Casanova, Mariano
Javierre, Jesús Launa, Merche Rodrigo, Josemari Sanagustín, Daniel García,
Carlos Betrán, Alberto Vizcarra, David Barraca, Eduardo Lacasta, Javier Fanlo, Gurtavo Pardo,
Juan Pérez, Oscar Edroso, Ignacio Bretos y David Pérez.
Mapa de La Sarra a Panticosa porocedente de Iberpix. Vía en amarillo.
¡Venga,
en diez minutos estamos en el Balneario!
Y
diez minutos más tarde, junto a la Casa de Piedra, hacíamos las últimas
consideraciones acerca de la poderosísima acción de los tres grandes glaciares
que bajados desde Argualas, Bachimaña y Brazato, practicaron la Cubeta Lacustre
del Balneario de Panticosa. No había ya
tiempo para otras consideraciones como la incalculable presión de una masa de hielo de más de 200 metros de
espesor, ni siquiera para un breve vistazo al praderío vestido ya de brillantes
y variadas orquídeas bajo la delicada sombra de viejos servales, o los,
cargados a reventar de amarillo polen, pinos negros saliendo de una primavera
húmeda y fecunda como mandan los cánones.
-¿Qué
tal os ha ido?
-Bien…
ya veis. Y me dije para mí: “Tío, misión cumplida” mientras que en mi mente se
iba enfriando un potaje aderezado con las especias de siempre: la tibia
tristeza por dejar el monte y la gozosa alegría por haber terminado el
proyecto, siempre me pasa lo mismo; y algunas especias más, no muy corrientes
pero no por ello menos exquisitas.
Posábamos
para la posteridad en las ilusiones jóvenes de nuestros jóvenes compañeros de
cordada, pero yo no estaba para posteridades. ¿Qué nos había traído hasta aquí?
La
verdad es que antes de empezar a escribir tuve serias dudas en hacerlo, porque
a pesar de que quería que guardarais un buen recuerdo más, no estaba muy seguro
de la conveniencia de soltar toda la basura
que alrededor del tema se había vertido y, desde luego, no estaba
dispuesto a faltar a la verdad, un poco ya me conocéis, y escribiros un bello
cuento de hadas que poco o nada tuviera que ver
con la más estricta realidad.
El
asunto comenzó a rodar a raíz de planificar el trabajo manual de la pasta de
papel. Haríamos un trozo de Pirineo que es algo próximo, y… si el tema
prosperaba igual íbamos a verlo a fin de curso.
La
Señorita Merche que lo ignoraba casi todo acerca de la actividad entró en el
saco por la vía rápida, aunque luego la procesión le iría por dentro y podéis
reíros de la Semana Santa Sevillana.
Don
Lorenzo se tragó el anzuelo que discretamente solté un buen recreo en la Sala
de Profesores. Sabía que le gustaban estas cosas e incondicionalmente se montó
en el carro, cosa que no le agradeceré suficientemente.
Don
Fernando tenía problemas personales que lo distanciaban del tema, lo que no le
impidió que contáramos al menos con su ayuda moral.
Eramos
tres por tanto frente a la marabunta y dilatábamos el inicio en el tiempo lo más posible
para no perjudicar al zagalerío, pero no se podía demorar ya más el asunto y lo
echamos a andar planteándolo a vuestros padres y a vosotros por clases.
Barranco de Arriel desde el Llano Cheto.
El
lunes 3 de Mayo nos tropezamos con el primer problema grave: os habíais
apuntado al bombardeo 67, parecía ser que de la información facilitada que hablaba
de esfuerzo importante, concentración continuada, capacidad de resistencia,
cierta dificultad, etc., el personal se había quedado con la copla de una noche
con amplio y dilatado choteo en un refugio de montaña. Había pues, en
consecuencia, que informar a los padres de la realidad de la actividad y de sus
problemas de entre los que destacaban los originados por el número de
interesados.
Ni
el riesgo a las víboras, la zona cuenta con una población importante de ellas;
ni siquiera la crudeza de atravesar importantes campos de nieve en altura
salvando fuertes desniveles os hizo decaer en vuestro empeño: os importaba un
comino la falta de material adecuado, estabais dispuestos a soportar cualquier
restricción alimenticia o las alergias de cualquier tipo, no os pesaba en absoluto la mochila y el duro
granito del Pirineo Axil era el más confortable de los colchones que jamás
hubierais soñado con disfrutar. Y desde luego, con este panorama, no seríamos
nosotros los profesores responsables los que derribáramos vuestro castillo
siempre que fuera razonablemente seguro.
Consecuentemente
os ofrecimos todo lo que teníamos, incluso estábamos dispuestos a hacer la
travesía dos veces dividiendo así al grupo, y vuestros padres acordaron
ofreceros alternativas con una visita a
Barcelona.
Para
entonces yo había sido “llamado a la cordura” alegando la peligrosidad o yo qué
sé de la travesía; pero lo curioso del caso es que aquellas personas que
evaluaban la actividad como peligrosa tenían apuntados en ella a sus propios
hijos, cuando lo más normal hubiera sudo borrarlos ejerciendo la patria
potestad sobre ellos y obrando en consecuencia y eso si lo hubiera entendido:
siempre se habló de que erais absolutamente libres de ir o no y esa condición
se mantuvo hasta cuando en La Sarra nos echábamos las mochilas al hombro.
En
las barras de los bares y otros circulillos por el estilo fuimos calificados,
poco más o menos, como incompetentes suicidas, posiblemente por personas que o
bien desconocían la montaña como mal menor y por ello, ignorantes se atrevían a
emitir juicios; o si bien la conocían estaban adornados de otras “virtudes”
peores todavía.
Como
dice David Brett en su obra La Gran Travesía: “Que me aspen si entiendo qué es
competencia en la montaña.” Por tanto, la conclusión es inequívoca: el que sin
elementos de juicio considera incompetente a los demás está publicando su
propia incompetencia.
En
los ya muchos años que llevo en las montaña me he tropezado con muchas gentes y
he llegado a pensar de algunos que no tenían un aspecto muy convencional, que
estaban fuera de lugar, pues el pensamiento es incontrolable a veces; pero la
prudencia, la humildad y sobre todo la experiencia jamás han permitido que estos
pensamientos tomaran palabra y mucho menos con el riesgo de poder hacer mal. En
la montaña he aprendido muchas cosas que querría que las aprendierais también vosotros.
Unos
cuarenta de vuestros compañeros de séptimo curso deciden ir a Barcelona por múltiples razones
que todos sabemos y yo juzgo justas, Don Fernando echó su cuarto a espadas en
el tema y nosotros con un número ya razonable, seríamos 27 al final, nos
enfrentamos con los problemas que yo tenía perfectamente delimitados y de los
que conocía alguna de las claves para su solución: conocía perfectamente el
terreno, sabía el nivel de innivación superior al de años anteriores,
consideraba de capital importancia el orden, la disciplina y la atención en la
marcha, estimaba con exactitud los desniveles y las distancias y sabía con
precisión las dificultades de la actividad que no confundía con los peligros, tanto objetivos como subjetivos, que podían presentarse.
Contaba
con la colaboración de algunos de vuestros padres y de dos compañeros
profesores que no eran ni asiduos, ni
expertos en la montaña pero de los que podía obtener tan valiosa colaboración
como su peso en oro.
Cascada del Paso del Pino y Garmo Pipos.
Contaba
con vosotros y tenía en vosotros una fe ciega: me dijisteis con pocas palabras
tantas cosas en aquella primera encuesta… sabía que cuanto más destartalado y
pasota fuera uno, mayor y mejor talla daría en medio del ajo y ahora me siento
orgulloso tanto por haberlo previsto como porque así se cumplió.
Pero
en montaña, como todo es necesario para envejecer disfrutándola, contaba con la
experiencia suficiente y la capacidad de resolución de los problemas que la
dificultad de la actividad pudiera plantear: acordamos listas de materiales,
alimentos, botiquín general y una pequeña intendencia común en la que se
incluía material de seguridad.
Casi
todo, poco a poco, fue quedando atado y digo casi porque al final concretando
fechas serían los días 21 y 22 de Junio, si el tiempo lo permitía como en los
toros, las disponibilidades personales y el desmonte de la morrena lateral
debajo de Formigal que sepultó los accesos al Valle de Tena, nos obligaría a
realizar los traslados en coches particulares. Solamente quedaba un aspecto
pendiente: tenía que veros en el tajo para conocer más fidedignamente vuestro
garbo y salero en el monte y para ello el jueves anterior a la marcha nos dimos
una vuelta por los Capitiellos con fundida inicial incluida pues disponíamos
solamente de la mañana y era esta una forma de repetir en poco tiempo las
condiciones necesarias para ver vuestro trabajo de resistencia, además de otras
lindezas como comprobar vértigos y aptitudes en terrenos escabrosos y
descompuestos.
Se
os había recomendado sobar los calzados nuevos y así, de paso, andaros un poco,
sobre todo los que no teníais costumbre que erais todavía la mayoría. También
marcharíais con la mochila aproximada llevando todo el material con excepción
de la comida.
El
asunto estuvo bueno y comprobé lo que tenía que comprobar: algunos de vosotros
me podíais ayudar especialmente en caso necesario.
Pero
no solamente íbamos a hacer una travesía en el Pirineo, pretendíamos algo más:
queríamos que supierais interpretar un mapa de curvas de nivel y así ser un
poco capaces de adoptar unas estrategias de comportamiento frente a un mapa;
queríamos que conocierais el trabajo que en este Pirineo hicieron los glaciares
diferenciándolo del realizado por los ríos; queríamos que vierais in situ el
fenómeno del metamorfismo de contacto; queríamos que aprendierais un poco sobre
la flora y la fauna más notable del Pirineo y su distribución altitudinal;
queríamos explicaros un poco el complejo origen del Pirineo y queríamos que
aprendierais comportamientos básicos en la montaña todo como procedimiento para
empezar a amarla y a respetarla, pues dice el adagio que solamente se respeta
lo que se ama.
Yo
sabía que era mucho tomate lo de rocas intrusivas, especie endémica, Batolito
de Panticosa, saxifraga longifolia, técnica de puntas, Cresta del Diablo,
Collado del Infierno, estría de glaciar, potabilizador de aguas contra diarreas
y átate los cordones de las botas que te vas a partir las narices; pero merecía
la pena intentarlo; no porque la gallina no pueda volar debemos cortar las alas
al gavilán.
Campo Plano y Llena de Cantal desde Reespomuso.
Al
día siguiente y aprovechando que vuestros compañeros se reponían de la
soba-Barcelona y mientras la Señorita Merche se lidiaba el toro de los coches
para los viajes, yo os metí un buen apretón describiéndoos el Pirineo desde el
Balaitus hasta el Ebro, diferenciando la erosión caliza de la granítica, viajando desde la ingravidez y descaro de la
chova piquigualda hasta los
conglomerados de pudingas de Santa Orosia o las margas azules del Basa y
pasando evidentemente por algunas de vuestras caras que decían algo así como:
“joder que lío de Pirineo.”
Quedaba
el tiempo, la gran incógnita. Para empezar, nevadas tardías habían aportado una innivación superior a la
de los últimos años, la nieve estaba 100 metros más baja de lo acostumbrado, lo
que había comprobado en diversos lugares
en los que había estado por aquellas fechas. Sin ir más lejos el día 13
subiendo a Foratata, a las ocho de la mañana y a 1700 metros de altitud se
quedaba cuajada la poca nieve que caía. ¿Qué pasaría una semana después a 2700
metros de altitud?
Pasaría
lo que tuviera que pasar, que no estaba en nuestras manos y por tanto no había
que calentarse la cabeza. Tuvimos una semana “caliente” por temperaturas y
porque la “presión” seguía en aumento. Tanto que al final y por razones que no
vienen al caso, tuve que mandar al guano a algún payaso que había confundido el
asunto con su circo particular y es que en este país se “pica” poco y mal.
El
mes de Junio tradicionalmente inseguro y tormentoso se cumplía un año más
implacablemente en este 93. El sábado 19 en Sallent, lo sabíamos por la
información de la Quebrantahuesos, la echaba hasta sin "porgar";
tanto que yo me quedé con la mochila preparada, dejando para mejor ocasión la
prevista escalada a las Crestas del Diablo con mi amigo y compañero Miguel
Lanaspa. En montaña renunciar a tiempo es una victoria segura.
El
tema meteorológico estaba tan complicado que en previsión de que nos pudiera
pillar algún “marrón” interesante había previsto una ruta alternativa que nos llevaría a la Cubeta Lacustre de
Arriel y nos permitiría asomarnos al Circo de Arremoulit.
Circo de Piedrafita con Puntas del Pecho, Piedrafita, Marmoleras y delante Tebarray.
Me
llegaron a pedir explicaciones acerca de lo que haríamos el día de la marcha y
un poco cansado ya de tantos “desvelos” por nuestra suerte, les contesté, lo
más templadamente que pude, diciendo que no tenía la bola para contemplar el
futuro.
Por
fin el 21 por la mañana, después de poneros el tema feo: “y si "acantaleaba"
a la hora de salir, ¿qué?”, dijisteis más o menos que el que se moja se seca, y
me gustó vuestro coraje, estabais dispuestos a sufrir para tocar el cielo.
A
las dos de la tarde estábamos metiendo las mochilas en los coches, avisé a la
Guardia Civil, como está mandado, corté por lo sano las comunicaciones que pedían hacerse con la emisora que
llevábamos, pues en montaña es sabido que fijar un momento y un lugar solamente
sirve para comprobar que se estará en otro cualquiera pero distinto y por lo
tanto no consideraba conveniente crear expectativas de inquietud innecesarias,
y al rato parábamos en Santa Elena para contemplar la erosión de un valle de artesa glaciar y la posterior
erosión fluvial, vimos las Surgencias del Puerto de Biescas y nos maravillamos
con el níveo concierto floral de las saxifragas en su séptimo y último año de
existencia. Luego continuaríamos por Tramacastilla y Sandiniés a Escarrilla,
Sallent y la Sarra.
Eran
las tres y veinticinco cuando cruzábamos el Puente de la Faxas a 1438 metros de
altitud diciéndoles a los conductores de los coches que ya nos veríamos mañana.
La
tarde está cargada y amenazadora a pesar de que luce el sol. Mi experiencia me
dice que no será nada serio de momento pues hay cierta movida nubosa.
En
dirección norte, uno detrás de otro y con la organización prefijada nos vamos
por la Orilla Derecha del Aguas Limpias
al Llano de Tornadizas después de atravesar el Barranco Ministirio. El camino, casi una autopista, va ascendiendo
suavemente al encuentro de las Cascadas
de Balzaroleta y Garmo Negro de Soba. Vamos dejando atrás el boj, el pino
silvestre, sauces, mostajos, abedules y servales conforme empieza a clarear el
abeto blanco, a sus pies gayuba, arándano y brezo y en los claros acónitos,
botón de oro, hierba de San Juan y digitalis purpúrea
Reespumoso y Crestas del Diablo.
El
valle se estrecha poco a poco hasta angostarse en el Paso del Onso; pero antes,
con una delicadeza ilimitada, el bosque mixto se disuelve en un hayedo húmedo
que nos regala con su sombra entre caleidoscópica, abrigadora y profundamente
majestuosa mientras el barranco se ahonda rumoroso y espumeante como azuzado por las verticales paredes del
Garmo Carnicero en las que milagrosamente anida el sobrio pino negro.
La
gente sube bien, hay que ir parando un poco a los más fogosos de la cabeza. Yo
sudo lo mío con mi cumplida mochila yendo y viniendo para explicar detalles
interesantes y luego un poco más por la incomodidad de la ración extra más que por su peso: algún fallo hay que cometer y es
justo pagarlo, cómo no en la montaña que no se pueden dejar cuentas pendientes.
Camino
y barranco se aproximan y de la mano penetran en el Llano Cheto cuando a la
vista se nos ofrece la sobreexcavación de la conjunción de los Glaciares de
Arriel y Reespumoso. Nos cruzamos con un autobús de foráneos que nos saludan en
Inglés y les correspondemos con el guiño de nuestra juventud, o es que alguien
puede dudar de la juventud de los que van a la montaña, y con las majestuosas
hayas, con sus hojas especialmente dispuestas que nos dejan en seco tras las
primeras gotas, anuncio de una noche que puede ser festivalera.
En
el Barranco de Arriel a 1700 metros de altitud paramos a echar un trago, comer
un poco que en modo alguno necesitamos y comprobar lo bien que se está sin la mochila.
Algunos se sonríen satisfechos: el asunto va bien y no es cuestión de
arrugarse pues lo tiene claro.
Hemos
subido bien en poco más de una hora y tras cumplida parada en la que pasamos
revista a los desaguisados que no se han producido, continuamos por el Repecho
del Paso del Pino con su suntuosa cascada a nuestros pies. Acabamos de virar al
este contorneando Musales y nos
introducimos descaradamente en el reino del granito del Pirineo Axil por el
firme camino instalado en la inestable pedrera
de la Cara Sur de las Frondiellas.
Dejamos
atrás la entrada a los Arrieles a nuestra izquierda entre los alientos del
repecho y la ojeada al pino negro superviviente de su ciclópea batalla con el
rayo. Despedimos las últimas hayas de las que nos subiremos unas ramas para barrer el refugio y entramos al piso
subalpino donde reina el pino negro acodado por las copiosas nieves en
conjunción con el fototropismo positivo de la luz, sin competencias mayores que
las del abundante rododendro casi florido.
Parece
ser que el día no está para alegrías faunísticas, solamente algunas perezosas
babosas han salido a nuestro encuentro y las marmotas que tienen encadados a
los vigías, la tormenta es inminente.
Maribel
tiene que habérselas con algún que otro fogoso todavía o espoleado por el
“marrón” que se avecina.
Nos
ponemos los chubasqueros pues el chaparón parece un poco consistente y ya a la
vista de la capilla y del murallón de la presa, envío al personal para adelante
con Lorenzo Josemari y Maribel, Félix y yo nos quedamos con Merche, a estas
alturas poco fogosa ciertamente. Cuando le he quitado la mochila en el hayedo
tenía mala cara, pero poco antes de iniciarse el chaparrón la tenía peor.
Estaba tan a punto de derrumbarse que la he tomado de la mano por miedo a que
se cayera. Poco a poco se recupera y el color le vuelve a la cara, solamente
nos quedan 180 escalones que debieron ser hechos a la medida del Gigante de
Sallent, tío de mi buen amigo Pedrito.
Cinco
minutos más tarde ya ha dejado de llover cuando llegamos a la Capilla de la
Virgen de las Nieves, son las seis de la tarde.
Pico Llena de Cantal con nieblas.
El
Ibón de Reespumoso represado a partir de 1930 tiene una superficie de 55
hectáreas y una capacidad de embalse de 17 hectómetros cúbicos, anega una
cubeta glaciar rodeada por la majestuosidad de un ramillete de cimas todas
ellas por encima de los 2500 metros, destacando algunos interesantes tresmiles
como las Frondiellas o la Faxa, crestas tan espectaculares como las del Pecho, Pecico
o del Diablo rodeadas de semiestables pedreras graníticas en las que falta el Pino negro diezmado en la
época de obras y en las que sobran restos de instalaciones de todo tipo
realizadas también en esa época y que el tiempo todavía no ha engullido y cantidades
ingentes de basuras traídas y abandonadas por la mala educación y la falta de
cultura que han causado la desaparición de los tritones pirenaicos y
desaconsejan beber las aguas de los múltiples
iboncillos que pueblan el fondo del circo.
Mientras
le gente pone a secar lo que se ha humedecido me voy hasta el Refugio de los
Vascos, la nueva Obra del Pilar del Pirineo por faraónica e interminable.
Charlaré
un rato con Angel López que está
terminando la fontanería, veré el refugio por dentro que, por cierto, anda algo
atrasado, charlaremos del tiempo, del despilfarro y media hora después me daré la vuelta en
medio de una tarde que se ha ventilado un poco.
Barren
la capilla, organizamos el espacio para pasar la noche, charlamos y sobre las
ocho cenamos sobre el roquedo granítico de los alrededores arropados por las
vigilantes torres de las Frondiellas, Faxa, Campo Plano, Llena de Cantal, Zarre, Gaurier, Piedrafita, Marmoleras,
Tebarray, Forqueta y Musales.
Visitamos
después el Chalet de Aragonesas violentado por enésima vez y convertido en
basurero y nos disponemos para el sacrificio de los anunciados juegos made in
Merche en los que caballerosamente participaremos a la vez que preparamos la
leche caliente para todo el que guste.
Terminaremos,
originales como siempre, contando los resabidos chistes, lo que me servirá para
comprobar, también como casi siempre, que no les conté el chiste de la vaca, ni
el del perro, pero prometo contarlos la próxima vez.
A
las diez y media, con renovados truenos, nos vamos metiendo en nuestros sacos.
Las bromas y el jolgorio aparecen puntualmente como la tormenta y las goteras, que ya imaginaba, con el primer chaparrón.
Subiendo hacia Llena de Cantal.
Hay
que cambiar de lugar a alguno y proteger salpicaduras con bloques prefabricados y con
las capas de agua.
Algunos,
de cuyos nombres no me acuerdo pretenden prolongar la juerga más allá de lo
deseado por la mayoría, hay que conminarlos a que cierren la cremallera o se
marchen a la calle a ordeñar marmotas; pero en total más ruido que nueces.
A
las doce, ráfagas de viento nos anuncian que la tormenta ha pasado, el silencio
se descuelga sobre los sacos y cada cual se dispone a repasar con su conciencia
las cuentas pendientes del día y algunos, que lo sé yo, extrapolarán a su albedrío,
imaginando el día siguiente; pero eso es otra historia que nos pueden susurrar
al oído los Dioses del Pirineo, nada más que seamos capaces de escucharlos con
nuestros enamorados corazones de montañeros.
Una
noche sobre el granito siempre es dura y por tanto larga con el deseo de que no
se convierta en eterna y la espera de que nos rescaten del carrusel de vueltas
y más vueltas las primeras luces del alba, que para este martes 22 de Junio
llegan prudentemente a las seis y media de la mañana.
Abro
la puerta de la capilla de par en par y me hago un paseíllo por encima de los
que todavía no se han divorciado del
amor del saco: oye, no falla, se despiertan todos.
Hay
que recoger un poco la leonera y marchar a lavarse a la salida del canal que
trae las aguas de los Ibones de Arriel en una mañana que, casi recién nacida,
como poco, está espléndida.
Cogemos
agua en las cantimploras para hacer la leche y somos asaltados por algunos que pretenden asearse con el agua
de las mismas; ¡será posible que sean tan vagos y tan cochinos! No me extraña
que cuando llegan los primeros calores de la primavera cante la clase una cosa
mala.
Ibón de Llena de Cantal con Frondiellas y Cristales.
Desayunamos,
enmochilamos los bártulos y a las ocho estamos cruzando la presa para tomar el
camino que transita al sol de la mañana bajo la Cara Norte de Musales.
Nos
acompañan algunas chovas piquigualdas y algunos gorriones alpinos. No va a ser
una travesía muy propicia para la fauna de la zona. La tarde no brindaba buenas
condiciones y la mañana, no nos engañemos, tampoco las brindará.
Los
barrancos que atravesamos bajan crecidísimos tras una noche benigna. El
Barranco de Campo Plano lo pasaron ayer con agua hasta la rodilla y el de Llena
de Cantal baja tan crecido que ni soñar con el camino del fondo del valle,
habrá que subir y pasar bajo las paredes de la Forqueta de Piedrafita.
Vamos
en dirección este, nos despedimos de las Frondiellas y el Balaitus entre nubes,
fotografiamos las Crestas del Diablo, nos orientamos al sur y empezamos a
ascender por renovada pradera alpina en la que quedan abundantes huellas de la
nieve que acaba de desaparecer.
Hemos
atravesado algunos neveros residuales en los que aprovechamos para ver cómo
pisan huella y cómo la abren algunos. Atravesamos uno inclinado hacia el
barranco y nos alejamos del mismo para atravesar el Cerrojo del Ibón de Llena de Cantal cuando nos
visitan las primeras nieblas: han tomado el ascensor y se han bajado. Será que
quieren vernos de cerca.
Localizamos
una pequeña manada de rebecos pastando en el fondo del valle para encumbrarse
después por delante de nosotros hacia los Picos de la Divisoria cuando nos
tenemos que poner las ropas de agua pues
viene un pequeño chubasco.
De llena de Cantal para arriba.
El
doble resalte no es fuerte pero a Merche se le vuelve a atragantar y cuando
llegamos al Ibón de Llena de Cantal está bastante fundida y no quiero ni pensar
en el miedo que le da el tiempo y el nevero que nos aguarda, son las diez menos
veinte, estamos a 2450 metros de altitud, con el ibón medio helado, rodeados de
nieve por todas partes y en medio de un ambiente decorado por las nieblas que
parecen dispuestas a custodiarnos decididamente.
Comemos
y bebemos un poco, descansamos y nos aprestamos a subir el nevero que nos
conducirá al Collado de Tebarray abrigándonos un poco, poniéndonos las polainas
y sacando los bastones que hemos traído precisamente para este nevero.
Media
hora después continuamos con los primeros tramos que son suaves. Ganamos altura
a la vez que también la ganan las nieblas. Poco después nos visitará el sol
aunque solamente sea de cumplido.
Abro
huella bastante bien, la nieve está blanda pero consistente; detrás la reafirma
Lorenzo y alguno más de mi confianza. Por medio va Maribel con la tarea casi
innecesaria de poner orden y detrás Félix y Josemari disfrutando lo suyo pero
vigilantes.
Dejamos abajo el Ibón de Llena de Cantal.
El
final del primer resalte se empina y la nieve se ha endurecido un poco debido a
las lluvias, pero pronto alcanzamos el rellano en el que hacemos una parada y
unas fotos. La gente empieza a disfrutar viendo que “el toro se va toreando”,
solamente guardan una inquietud ya que el tiempo, de momento, acompaña: ¿cómo
estará el paso? Pues todavía no se ve y lo que se ve, son los Picos del Pecho,
está chungo.
Nos
vamos ya definitivamente para arriba, el nevero se empina pasando de los 30º a
los 35º en un santiamén, hacemos un zigzag que aprovecho para hacerles unas
fotos y orientados hacia la base del corredor; habíamos salido de Llena de
Cantal en dirección este y ahora tras girar 90º subimos en dirección sur en
busca del collado.
El
corredor no tendrá 100 metros de desnivel y se acerca a los 40º en su parte
superior, nosotros nos aproximamos a la base de la roca pues el resalte nevado
final es lo más fuerte. Ya en la roca, como era de esperar, hay una pequeña
rimaya en la que un par de pasos atléticos obligarán al personal a lucir el
tipo sobre la máxima pendiente del nevero. Diez metros más arriba está la roca
en la que haré un seguro con una de las cuerdas y tenderé un pasamanos que, por cierto, no va a utilizar casi nadie
pero para eso hemos traído el material.
Llegando al Collado de Tebarray.
Ya
estamos en el Collado de Tebarray a 2782 metros de altitud que como poco les
resulta espectacular. Les invito a que lo disfruten a pesar de que el viento titular
de la plaza, aun siendo modoso, no lo aconseje precisamente y mucho menos las
nieblas que descaradamente suben desde el Collado de los Infiernos para rebosar
la Cubeta de Tebarray y engullirnos decididamente.
Son
las once y media cuando nos tiramos casi de cabeza al ibón que está a nuestros
pies, pero desestimamos el baño ya que el ibón está un tanto helado y no será
cuestión de romper el hielo para ello; solamente un saco aventurero se decide
por el aseo personal, pero Josemari lo retornará a la disciplina de la, por
cierto, pésimamente hecha, mochila.
El
granito que lo era todo en Reespumoso se ha ido mezclando con otros materiales
diferentes fundamentalmente en cuanto a color, textura y tamaño. Aquí ya en el collado
y en la Cara Oeste de las Marmoleras estamos en medio de las aureolas
metamórficas de contacto que originó el magma del Batolito de Panticosa pues el
granito queda cubierto por otras rocas como son las pizarras, gneis, micacitas
y mármoles fundamentalmente.
Travesía del Collado de Tebarray al de los Infiernos.
Las
nieblas no nos permiten contemplar el paisaje que ciertamente es espectacular y
sin más dilación alcanzamos el Collado de los Infiernos y nos vamos corredor
abajo entre las Marmoleras y el Pico Piedrafita a nuestra izquierda y los Picos
del Infierno a nuestra derecha penetrando en el Circo de Bachimaña.
Les
había enseñado la técnica de puntas para subir y ahora les enseñaré la de talones para bajar y los lanzaré al
trote por parejas de la mano para que disfruten un poco como enanos, no todo ha
de ser trabajos y sudores. Les haré una foto en medio del jolgorio general.
Cortamos
la fiesta al final del nevero cuando estimo que el puente de nieve sobre el
barranco no está ya suficientemente
seguro y otra vez a la fila, al orden y al paso pues el Bramatuero Inferior y
el Bachimaña Superior se ven lejos todavía.
Los
alrededores del Ibón Azul Superior son un auténtico torrente con abundantes trampas
de nieve, por tanto nos encaramamos un poco en la ladera norte del valle bajo
la cresta de Punta Zarre y así, por terreno más firme nos pondremos en la Cola
de Bachimaña aunque no pasemos por el Azul Inferior.
En el Collado de los Infiernos.
Cruzar
el Barranco de los Azules es un tema que hay que abordar sin complejos: hay que
hacer el pato como alternativa más segura. Buscar piedras para mojarse igual es
tentar la suerte por encima de lo conveniente para terminar sentado en medio
del barranco. Además, tan caro nos mojemos los pies más de lo que están.
Hemos
ido demorando la parada de la comida y ahora que es la una y hemos acordado
parar se echa a llover. Por tanto hay que continuar en contra de todo lo que
sería lógico y es que en montaña estas cosas suceden frecuentemente y se resuelven
satisfactoriamente a costa de recurrir a esa fortaleza moral que tan bien se
forja precisamente en la montaña.
En el Nevero de los Infiernos.
A
las dos estamos frente a la pared de la Presa de Bachimaña Superior.
Comunicamos por radio que a las cuatro estaremos en el Balneario y bajo una
lluvia remitente tomamos la decisión de
cruzar la presa e irnos a comer a los Barracones de Bachimaña que están
abiertos y llenos de basuras.
En
los barracones vuelve a llover y nos metemos dentro a comer por fin y con
cierto apetito. Es curioso cómo se te va la gana en la montaña. ¿Será que
cuando se encuentra bien el espíritu el cuerpo pasa con menos?
Son
las tres y diez. El “marrón” que sube por el sur no tiene aspecto de remitir de
momento, la Cuesta del Fraile vomita sobre el circo lacustre constantes
bocanadas de niebla, pero hay que bajar. Nos ponemos las ropas de agua y
adelante que ya queda poco.
Alertamos
a los del otro refugio e iniciamos el descenso atravesando el puente de madera
de Bachimaña Inferior para orientarnos definitivamente al sur al encuentro de
la vegetación de forma inversa a como la abandonamos ayer a la subida.
Avisamos
a los navegantes despistados sobre los resbalones en se la piedra lisa y mojada
y cuando iniciamos la bajada fuerte en la Cuesta del Fraile se levantan las
nieblas empujadas por el sol, un sol que baña de luz un valle por el que
discurre el recién nacido Caldadrés de Baños.
Descenso al Balneario de Panticosa.
Atravesamos
zonas en las que el granito toma coloraciones insospechadas de la gana de los
verdes al negro debido a la presencia de líquenes y también a la descomposición
de alguno de sus componentes; pasamos sobre lajas perfectamente pulidas y
estriadas en la dirección del valle, saltamos con las espumeantes aguas en las
Cascadas de Diana y el Angel, admiramos una diminuta marmita que el barranco
excavó en otros tiempos cuando discurría a un nivel superior y a las cuatro y
media pateamos sobre la cubeta glaciar y actualmente lacustre del Balneario de
Panticosa. Nos reciben algunos de
vuestros padres que han venido a buscarnos para llevarnos hasta Sabi ya que no
era cuestión de hacer la carretera a calcetín y nos hacemos satisfechos la foto
con cara de queso, en inglés “chesse.”
Luego
vendrán más despacio los recuerdos que pintarán sonrisas en nuestras caras y
pondrán palabras en nuestros labios para contarlo a cualquiera que nos preste
sus oídos. Y solamente algunos, los más queridos, serán eternos en nuestros
corazones, pues ni siquiera la memoria podrá extraviarlos en el tiempo; y esos,
no tendrán precio.
Ahora
ya no tengo dudas, no dejaría de escribir esto por nada del mundo y es que
algunos disfrutadores de la montaña lo hacen, al menos, por triplicado: primero
cuando planean, después cuando lo realizan y tercero que no final, cuando lo
escriben ya que luego lo leen y lo releen saboreándolo con sacratísimo deleite.
Podría
seguir diciéndoos muchas cosas pero me limitaré a daros las gracias a todos y a
cada uno porque cada uno de vosotros ha dado lo mejor de sí y eso siempre es
mucho y porque en el caso de haber necesitado algo más, también lo hubierais
dado.
De
todo lo que pretendíamos, que no negaremos
que era muchísimo, espero que algo, posiblemente lo más importante, os
lo hayáis guardado para vosotros y ese era y es precisamente el principal
objetivo.
Parece
ser que por fin, no les ha quedado otro remedio, a los que vendían nuestra piel
antes de cazarnos, se han debido quedar con las ganas. Las presiones que desde
círculos, tan variados como difícilmente pueda imaginarse, me intentaban
acorralar han ido cesando pero a duras penas, ya que después de nuestra vuelta
todavía he escuchado algunas músicas celestiales. Para todos ellos y
especialmente para aquellos que estaban preparados para tirárseme a la yugular
a la más mínima ocasión, como siempre he sido muy claro y no voy a dejar de
serlo: “que les den mucho.”
Y
para vosotros, no puedo desear otra cosa mejor, espero que hayáis dejado un
trozo de vuestra alma en las alturas, que volváis a buscarla y entonces que nos
volvamos a encontrar en la montaña.
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