1 ago 1992

7.92. EL HOMBRO DEL CERVINO. 31-7-1992.

Matterhorn.

Estación Teleférico Schwarzee, Hirli, Refugio de Hornli y Arista de Hornli.
31-07-1992.
Salida 14 h. Llegada 18 h.
Mixto.
Dificultad media.
2 d.
Ascensión.

Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Croquis del Hombro del Cervino procedente de Rihard Goedeke. Vía en amarillo.

            Con los pies hartos de agua pero excarcelados de los crampones y con la mente liberada de un “marrón” indescriptible llamado Schwarzgletcher empezamos a atravesar el Gornergletcher más parecido a un pedregal, o acaso la orilla de un río, que a un glaciar. Pasaremos una hora entretenida. Luego, remontamos cansinamente un transitadísimo sendero que nos ha de conducir a la Estación Rotboden donde hemos de tomar el Ferrocarril de Gornergratt, y muy arriba, el agudo perfil del Riffelhorn nos encuadra a su gemelo, el Matterhorn por su vertiente quizás menos estética. ¡Para allí vamos!

Para allí vamos. 30-7-92.

            El viernes 31 de Julio de 1992 comienza para nosotros a una hora de marqueses.
            -¿Qué tal estáis?
            -¡Bien, bien!
            -Entonces… ¿descansamos hasta mañana o nos vamos esta tarde para arriba?
            -¿Pero dará tiempo…?
            Disponemos de una soleada mañana en Tach para que se vayan secando todas nuestras pertenencias, preparamos las mochilas, comemos “relajadamente” y recogemos.
            Del tiempo no sabemos demasiado pero sigue en general bastante bueno y parece ser que se ha convertido en nuestro incondicional aliado.
            Sobre la una llegamos al aparcamiento de la estación que está lleno y, consecuentemente, he de bajar hasta el aparcamiento inferior situado en frente de nuestro campamento. Volveré por la orilla izquierda del río evaluando las posibilidades de un posible campamento para el caso de que nos falle el conocido.
            A las dos menos cinco, de nuevo,  montamos en el tren para Zermatt. Llegados a la estación, cargamos con nuestras mochilas y nos vamos adelante por la calle principal. Hay que atravesar un pueblo que está animadísimo.
            De camino localizamos un barómetro que nos da una presión muy aceptable para luego llegarnos a la Estación del Teleférico de Schwarzsee donde compramos billetes de ida y vuelta por el módico precio de 24 francos suizos.

Arista de Hornli desde Gornergrat. 26-7-92.

            Una telecabina nos saca del fondo del valle, sobrevuela una multitud de caminillos que pueblan la pradera y nos deposita en la Estación de Furi a 1886 metros de altitud. Seguidamente cambiamos de teleférico y continuamos hasta Furg a 2431 metros de altitud y todavía tenemos que tomar un tercer teleférico, que en un corto recorrido nos deja en la Estación de Schwarzsee a 2582 metros de altitud.
            Son las cuatro y cuarto, desmontamos, arreglamos las mochilas y nos vamos de camino pasando junto al Lago Schwarz que rodeamos por el sur y que tiene cierta movida en sus alrededores.

Desde la Parte Inferior del Hirli. 31-7-92.

            Un camino transitadísimo sobre el lecho absolutamente destrozado por las máquinas pisanieves de la estación de esquí nos eleva en dirección oeste al encuentro del inicio de la Arista de Hornli.
            No sé muy bien si la tarde esta un tanto neblinosa o es que el Cervino me pesaba mentalmente, pero hay que sobreponerse a eso pues nos esperan 700 metros de desnivel.
            La ruta tiene dos partes, la inferior que discurre al sureste de la arista  hasta alcanzar el Hirli, un potente resalte rocoso en la arista  de Hornli por medio del cual el camino se abrirá paso y una parte superior que evolucionará a la nordeste de la misma en busca del refugio.

Pasarelas metálicas en el Hirli. 31-7-92.

            Unas escalas y pasarelas metálicas nos permiten cómodamente encaramarnos a la rocosa arista para atravesarla y proseguir ya por la vertiente nordeste de la misma dejando tras nosotros la potente proa nacida de la arista y tan característica desde Zermatt.

En la Partte Superior del Hirli. 31-7-92.

            Luego, un  camino  trilladísimo pues la roca está absolutamente triturada, nos va elevando sobre la ladera nordeste. Subimos a buen ritmo y aparece el sol pues la tarde se aclara un tanto, lo que nos permite contemplar con claridad el Glaciar de Zmutt y la parte baja del Glaciar del Matterhorn por debajo de su incorporación a la cara norte.
            El camino sin duda nos conduce a la sempiterna bandera suiza del Refugio de Hornli cuando son las seis menos cuarto de la tarde.
            El Refugio es un viejo caserón situado al lado del Hotel Belbedere cuya terraza está poblada de mirones tomadores de sol.
            Pedimos literas a 16 francos suizos y subiendo, organizamos nuestras cosas y nos salimos a fuera.

Mi Cervino 31-7-92.

            Al sol, desde la terraza, contemplamos en Primerísimo plano al Cervino que nos regala, al contraluz de la tarde,  con su solidez impresionante y su pesada verticalidad definitivamente, todo ello envuelto con el papel de una grave incógnita.
            Somos atracados, al tener que comprar agua pues no hay en el refugio, pensando que esa debe ser una de las contribuciones a pagar por esta montaña y cenamos con la soledad del comedor. Luego comprobamos en el libro del mismo que lo español no abunda, o cosa rara, no han dejado constancia de su paso por aquí y charlamos luego con tres chavales de Barcelona que han hecho el Mont Blanc y todo eufóricos se han venido para aquí de tacada.
            Juan se va a dar una vuelta y nosotros nos empiltramos en las literas. Acunados por las mantas mi esposa revienta. Lleva ya mucho tiempo traumatizada por el Cervino y tiene sencillamente miedo. Ha pasado estos días anteriores bastante miedo también y se lo ha tragado haciendo gala de un estoicismo impensable. Ahora se derrumba purgándolo.
            Impotente intento razonadamente alejar de su mente esos sentimientos, pero no es que no tuviera éxito que eso carece de importancia, lo que conseguirá al fin es que en mi se despierte, más presente si cabe, la idea de haberla traído hasta aquí en forma de responsabilidad culpable, con lo que termina por contagiarme sus nervios; pues como cada quisqui, también yo había soportado mis ratos de tensión e incertidumbre.

Refugio de Hornli y Hotel Belbedere. 31-7-92.

            Pasé, pasamos, una hora toledana que no se si le sirvió a mi esposísima de catarsis, a mí me supuso un flaco servicio. Juan vuelve después de haber localizado la acometida de agua del refugio. Rosa me dirá que durmió poco, yo di muchas vueltas físicas y más mentales. Llegaría a pensar en la jubilación de la montaña y me sentí padre culpable como jamás lo había sentido.
            Las tres de la mañana del Primero de Agosto me pilla fresco y ya había habido movida anteriormente. Nosotros nos hemos propuesto no andar demasiado tiempo de noche en la pared, ya que no es cuestión de extraviarse en la misma con lo que en lugar de ganar tiempo igual lo perdíamos.
            Levantados desayunamos, yo sin gana me bebo la leche, preparamos las mochilas dejando cosas innecesarias en el refugio y tras encordarnos salimos a la noche cuando son las cuatro y media de la mañana.
            Voy detrás sin linterna. En un momento y por buen camino alcanzamos la entrada de la pared y el primer mogollón del día: nos saluda la Arista de Hornli con gente en una cuerda fija que permite salvar fácilmente unos pocos metros verticales y progresar sobre un diedro liso, rematándose el paso con la incorporación al primer corredor, amplio y descompuesto pero bien marcado en el que se alternan algunos trozos de sendero sobre materiales terrosos con algunos pasos de manos sencillos.
            Salvo la circunstancia regular al no poder ver bien las presas pero enseguida podemos contemplar la pared intermitentemente iluminada pues hay bastante gente por arriba y ya hemos adelantado a un par de cordadas.
            Juan ha echado unas voces a los tres catalanes que se nos iban a acoplar cuando nos encordábamos pero no ha obtenido respuesta. No les volveríamos a ver el pelo.
            Subimos un corredor próximo a la cresta y en su parte superior lo atravesamos incorporándonos tras un pequeño flanqueo a otro de similares características que salvamos con algún apoyo de manos. Vamos describiendo en la pared escalones hacia nuestra izquierda.
            Alcanzamos una prominencia y a continuación un nuevo corredor que nos conduce a la arista  para progresar por ella, rodear un par de gendarmes y volvernos a introducir en la cara este en busca del siguiente corredor.
            Empieza a amanecer.
            Llevamos una cordada numerosa  delante de nosotros con un último componente que sube tocado ya. Me animo pues no soy yo solo el que sube mal.
            Se desencuerda, lo adelantamos, hay voces en la pared pues lo llaman y lo veo pues sube detrás de mí: va de rodillas.
            -A este no lo tenemos que dejar pasar, ¡eh! Sube arrastro y va tirando piedras continuamente lo que supone un auténtico peligro.
            Intenta pasar y al final lo consigue y no por mi gusto pero lo cierto es que yo no subo nada bien, me falta el aliento con demasiada frecuencia y trato de descargar el máximo de fuerza sobre los brazos.

Cae la tarde sobre Monte Rosa desde el Refugio de Hornli. 30-7-92.

            La vía en la Arista de Hornli es una sucesión de corredores escalonados hacia la izquierda de la marcha. El peligro está en la gente que se encuentra en el mismo corredor por encima de ti, los demás no son problemáticos hagan lo que hagan. La gente va armada hasta los dientes, una auténtica herrería en marcha. ¿Será esto una guerra y nosotros no nos hemos enterado?
            No han pasado ni siquiera diez minutos cuando el que nos ha adelantado, lo estaba viendo, desprende unas piedras. Juan las oye y esquiva algunas pequeñas intentando parar una más grande. Rosa está escalando agarrada con las manos a las presas de una laja por lo que no ve nada y yo que he visto la piedra le pego un tirón del forro polar apartándola un poco hacia la derecha del corredor. La piedra bajaba directamente a su cabeza y le alcanza la mano derecha que no ha soltado de la pared y luego una rodilla, todo lo que no se había podido apartar de la trayectoria de caída.
            Parece ser que ha habido suerte por esta vez, solamente ha sufrido una fuerte contusión en la mano. El impresentable del gachó ni ha avisado que tiraba piedras  ni se interesa por el asunto. Rosa dice que está bien, que bueno… Yo me pongo muy nervioso, estoy cabreadísimo, le digo de casi todo. ¡Mira que lo había dicho!
            Vamos para arriba a adelantarles como sea, debajo de ellos no podemos ir.
            Al adelantarle le doy un cursillo intensivo de español a voz en cuello, no dice ni pun y todavía no sé cómo no nos enganchamos de la pechera. ¡Vamos para arriba, vamos!
            Se suceden corredores más o menos descompuestos pero siempre fáciles, alternándose con largos en los que aparecen lajas relativamente sencillas con buenas presas. La vía no tiene ya pérdida, está machacada y con frecuencia se puede progresar un poco por cualquier parte pues las dificultades son equivalentes y los adelantamientos relativamente sencillos.
            El ritmo es bueno sin más y a pesar de ello sigo subiendo mal. Llevo muchos ratos fundido con la esperanza de recuperar las fuerzas y el ritmo. Voy a fuerza de brazos pues no puedo con las piernas.
            Pasamos una serie de repisas que nos incorporan a la pared para tomar a continuación un corredor que nos devuelve a la arista  hacia un gendarme que contorneamos al paso.
            Por abajo aparecen algunas nieblas apelmazadas sobre el Glaciar de Furg mientras yo estoy sumergido en mi calvario particular. Rosa se da cuenta  a pesar de que disimulo y espero.
            Superamos unas lajas salpicadas de pequeñas repisas y aparecemos bajo una potente rampa muy erguida que superamos haciendo seguro con la cuerda. Luego viene un tramo próximo a la cresta a la que nos asomamos para ver una parte de la cara Norte.

En la Cabaña Solvay. 1-8-92.

            La Rampa erguida es la Laja Mosseley, tristemente famosa por atribuírsele  importantes accidentes, pero inmediatamente estamos en la Cabaña Solvay a 4003 metros de altitud. Son las siete de una mañana que está mejor por arriba que por abajo. Hemos subido  750 metros pero me encuentro como si hubiera subido 1000 metros más.
            En la cabaña hay unos italianos que nos ofrecen una galleta que aceptamos.          Deberíamos parar para comer, beber y descansar como dice mi cuerpo, aunque mi espíritu que le contradice una vez más me empuja a seguir para arriba al objeto de dejar atrás gentes igual a peligros y no hacer demasiadas colas en las cuerdas fijas.
            La Cabaña Solvay tendrá alrededor de 20 metros cuadrados, es de madera y dentro tiene mesas, bancos, literas, colchonetas, mantas y un radioteléfono. No le concedemos tiempo.

La Tete del Cervino desde la zona de Solvay. 1-8-92.

            Dejamos atrás a seis italianos y proseguimos para arriba por una pared que resulta algo monótona pero con las trepadas un poco más continuadas pero con similar dificultad que no pasará mucho del IIº. A pesar de ello para mí cada vez son más difíciles  pues voy absolutamente fundido.
            Cada vez paramos más frecuentemente y más rato, no doy más allá de media docena de paso y ya estoy hecho polvo. No sé qué futuro me espera.
            A trancas y barrancas alcanzamos el primer nevero cubierto de nieve dura que nos conduce a la cresta y al abismo de la Cara Norte. Desde aquí casi todo queda allá abajo. Pasamos sin asegurar en los piquetes de hierro que hay colocados al efecto. Poco después otro nevero que subo mejor pues los pasos son más uniformes, nos retorna de nuevo a la cresta. Estamos llegando al Hombro del Cervino cortado verticalmente sobre la norte del pico.
            El hombro se transita por la misma cresta y desde aquí se ve ya el tramo más erguido equipado con cuerdas fijas y que permite el acceso al casquete somital nevado.
            Voy tan mal que cualquier simple paso me resulta un suplicio.
            -Socios, yo me quedo. Subid vosotros que os espero aquí. No tengo ganas de arrastrarme más para arriba.
            -¡Pero si no son todavía las nueve de la mañana!
            -¡Yo también me quedo!
            -Anda, ¡no seas tonta y sube!
            Lo siento por Rosa pero la decisión está tomada. Animamos a Juan que tiene ganas de subir y se termina uniendo a una cordada de catalanes que hemos alcanzado al principio del Hombro.
            En  medio del Hombro del Cervino a casi 4300 metros de altitud nos quedamos. Sentados sobre una pequeña repisa, al tenue abrigo del solecillo y no a salvo de las piedras que pueden remover las cordadas que pasan por encima de nosotros tratamos de comer y de beber un poco con cierta dificultad. Nos abrigamos con todo lo que llevamos pues sudados, enseguida se hace frío.

Descansando en el Hombro. 1-8-92.

            Reconduzco a alguna cordada que viene a buscar nuestro abrigo, alguna que otra se da la vuelta desde allí… ¿qué pasa hoy que esto parece una procesión?
            Al final caigo en la cuenta de que hemos acertado la quiniela difícil, la de ningún acierto: hoy es sábado y por tanto fiesta, comienza Agosto por lo que es pleno verano y es el 1 de Agosto la Fiesta Nacional Suiza. ¡No te digo! Cuando elaboré el programa conocía estos detalles pero en modo alguno era capaz de imaginar una situación tan concurrida.
            El helicóptero comienza al rato a dar vueltas, las nieblas toman de cuando en cuando el ascensor y nos envuelven. Han debido advertir que estamos parados y esperan alguna señal por nuestra parte para sacarnos de la pared.
            Rosa tiene ganas de acabar con esta historia pero le preocupa el descenso de los neveros.
            Tendremos tiempo para todo, sobre todo para contemplar a caballo de la arista en este pináculo el Glaciar de Zmutt a un lado y al otro el glaciar de Furggen que vomita continuamente nieblas hacia arriba.
            A nuestros pies, una arista irreconocible desde aquí serpentea en un imposible escorzo cual si fuera un descuartizado ofidio. Ni siquiera se ve la cabaña Solvay. Haré una fotografía absolutamente irreal.

El Cervino desde la Nadelgratt. 20-7-89.

            Unas chobas piquigualdas destrozan la ley de la gravedad con las térmicas de la arista. Pero sobre todo tengo tiempo para pensar y recorrer mentalmente todos esos recovecos que nos han depositado aquí:
            He llevado un régimen alimenticio insuficiente, hoy he desayunado sin gana la leche bebida.
            No hemos descansado lo suficiente de la soba de Monte Rosa, deberíamos habernos quedado en Tach el día previsto.
            La noche en blanco, la pedrada, los nervios subsiguientes, la prisa, venga, venga… He metido la pata hasta la ingle… Pensaba que me iba a comer el mundo y con el primer bocado me atraganto… ¿A dónde ha ido a parar mi resistencia?... ¿Dónde está la confianza que tenía en mí mismo?...
            El Cervino es una montaña distinta a todas las que hemos hecho hasta ahora. Había que subir 1218 metros lo que suponía un desnivel normal para nosotros. Rosa también contaba con estar en la punta en tres horas ya que nosotros subimos mejor pendiente que largo. No somos escaladores y no estamos acostumbrados a estar un montón de horas en una pared como caracoles, lo nuestro es que estamos aquí y dentro de una hora allá, no aquí mismo. De cualquier forma parece  ser que esta montaña, mi montaña, no va a ser para mí. ¿Cualquiera piensa en volver aquí desde mi frustración?...

Frontal de la Arista de Hornli. 26-7-92.

           Ahora todo ha terminado…
            Pero no es cierto, hay que bajar, nos esperan los teleféricos y Grindelwald.
            Se hace largo, Juan tarda, hay cambio de tiempo y suben las nieblas con mayor asiduidad, se hace frío… pero finalmente creo verlo en las cuerdas fijas.
            A la una nos reunimos, nosotros con los crampones puestos. Han hecho cima, nos encordamos y nos vamos para abajo.
            Los primeros paso son torpes en la cresta no sé si estoy más entumecido que bloqueado. Llega el primer nevero y pasado el vértigo inicial me salva.

En el descenso del Cervino bajo el Hombro. 1-8-92.

            Al final del nevero inferior nos quitamos los crampones e iniciamos el largo descenso de roca. Al principio, un tanto inseguro, desciendo  algunos tramos de espaldas al valle y tengo cierta dificultad con los apoyos en pasos que son evidentes. Rosa baja medio asegurada como procedimiento para que navegue. Enseguida cogemos seguridad y ganamos ritmo, adelantamos a una cordada y alcanzamos la Cabaña Solvay.
            Nos metemos dentro no para descansar que creo que no es demasiado necesario sino para que coma un poco Juan y terminamos comiendo un poco todos y echando unos buenos tragos de agua ya que, bajando, no se nos hará demasiada sed.
            Enseguida nos vamos para abajo dejando la Solvay que esta noche tendrá buena compañía. Yo estoy ya como siempre. ¡Ya era hora!
            Desandamos la vía que hemos subido esta mañana guiados por los arañazos de los crampones y los cintajos. Ahora nos guiamos, no sé si más por la vista que por el olfato: el personal ha debido subir con la tripa floja.

Un claro en la Arista de Hornli desde debajo de Solvay. 1-8-92.

            Las nieblas, al revés que a la mañana, se quedan por arriba y nos respetan. Bajamos a muy buen ritmo pero a pesar de ello a Rosa se le hace largo y tratamos de engañarla como mejor podemos como procedimiento para que persista en el ritmo. De cualquier forma, estamos casi abajo cuando adelantamos a los catalanes que rapelan uno de los corredores.
            Un último corredor está ocupado con otra cordada que no sabemos si suben o si bajan, les adelantamos por fuera con un paso casi de hombros y cuando nos quieren dejar paso ya estamos agarrados a las cuerdas fijas de salida. Son las cinco de la tarde, Juan le pasa su mochila a Rosa que se va de largo camino abajo mientras que nosotros nos llegamos a la puerta del Refugio de Hornli y nos desencordamos. Hemos bajado desde el hombro en tres horas y media.
            Echaré una última ojeada al Cervino con mi mente en marcada división de opiniones y me tiraré para abajo junto a la hoguera que han preparado los del refugio para celebrar la Fiesta nacional.
            Rosa baja atajando y al trote, yo atajo todavía más y Juán que ha entrado a recoger las documentaciones que hay que depositar en el refugio ineludiblemente, lo hace al galope. Nos encontramos en el rellano próximo al cambio de vertiente en la arista, son las cinco y cuarto y sabemos que el último teleférico arranca a las seis.
            Me detengo para hacer una cita con ocho piedras, una por cada miembro de nuestras familias y me cuesta alcanzarles de nuevo pues bajan escopeteados.

Salidos de la Arista de Hornli. 1-8-92.

            Ya muy abajo aflojamos el ritmo sabedores de que no tendremos problemas de hora, pasamos junto al Lago Schwarz y subimos el último repecho que nos deposita en la estación cuando son las seis menos cuarto.
            No aparecen los billetes en nuestras mochilas y el empleado de la estación nos da unas prisas injustificadas puesto que no partiremos hasta un cuarto de hora después.
            En cuarenta minutos estamos en Zermatt vestida de fiesta, pero como no estamos invitados, posiblemente por no llevar la vestimenta adecuada, pasamos de la fiesta y nos largamos hasta la estación. Nos espera Tach y luego Grindelwald.

Para ver la Continuación.

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