¡Hola Ignacio!
Soy uno de esos todos al que le preocupa el tema.
Creo que no todos somos guías como tú y aunque de cuando en
cuando se nos eche encima algún “aventurero”, no será de los que pagan y… pero
a pesar de ello tratamos de graduar.
En mi blog tengo una Escala de Dificultad, personal y bien
visible ya que, sin quererlo al menos en mi caso, nuestras actividades pueden
ser consultadas y de hecho lo son.
Yo dejé en su día de dibujar las vías sobre las fotos
motivado por la gran variedad de competencias que podían ver y leer esa
actividad. Si alguien quiere se la facilito.
Entiendo que en internet es
imprescindible, salvo camino a un posible suicidio, la identificación de
la fuente y a partir de ese momento no sé, pero tengo una idea aproximada de lo
que significa la dificultad anunciada. A partir de allí mi competencia debe
hacer el resto.
En esa competencia incluyo entre muchas otras cosas la
certeza de que la montaña es un medio cambiante y la responsabilidad personal de mis actos a
los que de ninguna manera me ha obligado una descripción consultada por muy
reputado que sea su autor.
Calificar dificultades es complicado desde la subjetividad personal, siempre lo
hacemos sin pretenderlo, tratando de ser objetivos.
He estado en una sola ocasión en ese monte y creo que mi
calificación fue de fácil motivado fundamentalmente por el desnivel, la
distancia y el desconocimiento del entorno pero eso creo que significa poco y
el que lee tiene más elementos para elaborar un juicio que el solo término de
una calificación.
No sé si me estoy liando o lo estoy liando.
¡Que vaya bueno!
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