Cascada de Seracs del Glaciar de Brenay. Pasaríamos por nuestra izquierda.
Cabaña de Chanrrion, Glaciar de Brenay, Collado de Brenay, Cara Sudoeste y Cima de la Pigne de Arolla. Descenso por el Collado Sur y Cara Este al Refugio de Vignettes.
30-07-1997.
Desnivel ascendido1334
m.
Desnivel descendido 638
m.
Distancia recorrida 10000
m.
Tiempo efectivo 05:00
h.
Sol.
Fácil.
1
d.
Agua en la Cabaña Chanrrion, en el Barranco de Otemma, en el Refugio de Vignettes y en los glaciares según costumbre y época.
El agua es un bien, quién lo diría, escaso a veces en Alpes y conseguirla, sin pasar por taquilla como digo yo, es un arte y en ocasiones, no menor.
El proceso es elemental: primero, como todo quisqui, la pagas cara hasta que aprendes, luego aprendes a buscarla y con cierta pericia siempre la consigues. Finalmente te suele sobrar agua: es el objetivo perseguido.
Juan Castejón, Rosa
Mª. Martínez y Mariano
Javierre.
Nos han colocado en una habitación
para diez y a pesar de nuestros ruidosos vecinos logramos conciliar el sueño, pero a las tres de la mañana la gente ruidosamente
se levanta como si hubiesen tocado generala, dan la lata hasta las cuatro con
las linternas, con las luces, con las mochilas que han metido dentro de la
cama, con plásticos, con todo lo imaginable. Les chistamos repetidamente pero
los "clientes" están dispuestos a derribar el refugio si es preciso.
Al final ya, cuando el cabreo llega
a límites insospechados, al que por la noche decía que "éste era nuestro cuartel", un
inútil de cojones que lleva cinco minutos moviendo ferralla en la mochila; como
entiende algo de Español, le suelto a voz en cuello que los crampones y la
mochila se ponen abajo.
Si me contesta lo tiro por la
ventana. Pero no, toma los trastos y se marcha en polvo. Mas todo es igual
porque estamos totalmente desvelados y a las cuatro y diez echamos pie a tierra
del miércoles 30 de julio de 1997.
La marabunta está desayunando y
empieza a partir.
A las cinco y cuarto, cuando no queda ya casi nadie en el comedor, salimos a
la calle y a la noche. Todavía le va a costar amanecer.
Iniciando el Glaciar de Brenay y la Serpentine.
Salimos del refugio en dirección
norte por trillado camino que hacen algunos de los que suben del Lago Mauvoisin
situado a 2114 metros de altitud, hasta el que llegan los coches. Vamos en
busca del puente que nos permita atravesar el barranco desagüe del Glaciar de
Brenay.
El camino se mete en la morrena casi
de llano y cuando ya clarea bastante atravesamos el puente que salva un
impetuoso y crecido barranco.
Por su orilla izquierda vamos
ascendiendo muy suavemente, a través de la morrena, orientándonos al nordeste.
Poco más adelante la morrena se esconde bajo el hielo glaciar. Adelantamos a
los belgas que han salido una hora antes. Se están poniendo los crampones al
borde del hielo. Llevan un ritmo demasiado suave, más bien lento, parece ser
que la chavala no anda gran cosa.
Col de Brenay. Atrs Pointes Tsenna Refien.
El glaciar vestido de hielo vivo
tiene algunas grietas que no dificultan la marcha, asciende casi imperceptible
pero constantemente. Nos acerca a las rocas de la Serpentine y a la cascada del
glaciar.
Las dimensiones engañan y alcanzar
la base de la cascada, que hace rato estaba ya allí mismo, se nos lleva dos horas. Son las siete y
cuarto.
Nos vamos por su orilla derecha a
las rocas, que mal cubiertas de arenilla y piedras totalmente inestables, nos
exigen cuidado y atención y se nos llevan su tiempo. Continuamos luego buscando pasos que encontramos
fácilmente por un terreno más estable y
que nos van subiendo en el resalte.
Un nevero que está duro y que nos
permitirá salvar definitivamente la cascada, nos obliga a ponernos los crampones.
Una hora se nos ha ido en salvar la
cascada de seracs. A partir de ahora pasaremos el glaciar en suave pendiente
continuada con nieve endurecida por el viento que entra por el Collado de
Brenay.
Poco después paramos a echar un
trago de té cuando el sol nos aborda asomándose tras las Pointes de Brenay. El
viento ha espabilado al día, que por otra parte, nunca ha amenazado. La nieve,
que se anda con crampones estupendamente, está hecha un cristal.
La Sudeste de Pigne de Arolla.
De nuevo el Collado de Brenay se
alarga más de la cuenta, y es que vamos tan lanzados que nos engañamos con
cualquier cosa.
Fotografiamos la cola del Embalse de
Mauvoisin desde el Collado de Brenay situado 3639 metros de altitud y nos
disponemos a afrontar el ascenso de los 150 metros que faltan para el Pigne
d'Arolla por su cara sudoeste, perfecta e inmaculadamente vestida de nieve;
únicamente mancillada por un par de huellas: la que sube de Arolla y la que
traemos nosotros de Chanrrión. Un Pigne d'Arolla delicado y apacible.
Desde Pigne de Arolla el Gran Combin, la Serpentine y el MOntblanc de Cheilon.
Un ritmo persistente y decentillo
nos ha traído hasta aquí. Son las diez menos cuarto cuando, al sol, alcanzamos
la cima del Pigne d'Arolla a 3796 metros de altitud, cima descarada donde las
haya: al este la Serpentine, la Ruinete y el Mont Blanc de Cheilón con su
facilísima arista sur, detrás el macizo del Combín, al sur la Singla y el Petit
Mont Collón que da paso a nuestro futuro inmediato, el Col de l'Eveque, L'Eveque
y el Mont Collón, un poco detrás el Mont Brulle, les Bouquetins y la Tete de Valpelline, el Dent d'Herens y el
Cervino enfilados; todo Mischabel desde el Don al Stralhorn, Monte Rosa y algo
más bastante difuminado. Hacemos fotos, luego llegan los que hemos adelantado y
nos harán una foto.
Desde Pigne de Arolla los Cervino, Monte Rosa, Dent de Herence, Bouquetins y Mont Collon.
La cima es una diminuta cubeta
alargada y en estos momentos venteada y soleada. Con veinte minutos tenemos
bastante ya que nosotros no tenemos nada que hacer allí.
Mont Blanc de Cheilon y Pointes de Tsenna Reisen.
Avistamos el refugio al este con su
llamativo tejado verde y colgado en la parte superior de una vertical y
terrorífica pared. ¡Si no habrá mejor sitio para el refugio!
La pendiente aumenta poco más
adelante y la huella se abre en dos, nosotros nos vamos por la vía directa de
nuestra izquierda en la que hay una vertical y profunda huella sobre un muro de
hielo.
Refugio de Vignetes y Dent Blanche entre otros.
Son cinco minutos con zuecos en los
crampones y hielo en los apoyos en los que escenificamos un ballet infernal.
Mira que a estas alturas liarnos con estas artes. La amable cara sudoeste nada
tiene que ver con la delicada cara sudeste y menos todavía con la terrorífica
cara nordeste, abrupta, desconyuntada y ocupada por una enorme cascada de
seracs.
Desde el Col de Vignetes Pointe Genouvois y Aguja Tsa.
Alcanzamos el Collado de Vignettes,
ruta obligada al refugio un pelín mosqueados. Claro que un par de horas antes
todo hubiera sido diferente. A las once estamos en el Refugio de Vignettes a
3160 metros de altitud. Hemos subido 1334 metros y bajado 638 metros, en cinco horas y tres cuartos. Hemos ido
tranquilamente por debajo del mejor tiempo previsto.
La Norte del Glaciar de Arolla.
Dejamos a secar en la estructura de la terraza del refugio
donde paran los helicópteros nuestros materiales, atados para que el viento no
nos pueda gastar alguna jugarreta, mientras Juan entra como una moto a por
literas. Hay movida en el refugio. Viene mucha gente desde Chanrrión por
Otemma, aparecen por el Col de L'Eveque y suben de Arolla que está muy cerca, y
suponemos que vendrán con suite reservada.
No hay problema con 16 francos por
barba.
El refugio es un enorme caserón de tres plantas y dos
aprovechamientos de tejado. Cuenta con un pasillo cubierto por el lado sur, lo que permite el acceso a
la puerta principal situada en una esquina del lado este. Los aseos están
alejados del refugio, colgados en el infinito vacío y se llega a ellos por un
pasaje medio excavado en la roca y defendido con mallas. No hay agua pues la
poca que tienen para uso de la cocina, viene aérea, captada en la mitad de la
cascada de seracs de la cara nordeste de Pigne d'Arolla; así que, todas las
defecaciones se despeñan vertiginosamente pues están colgados los aseos
en el vacío del paredón sur en el que se asienta el refugio. Y claro,
cuando las térmicas empiezan a funcionar, se pone en marcha, automáticamente el
ambientador.
Tomando un delicioso baño de sol en
el el promontorio rocoso del nordeste
del refugio esperamos la gloriosa venida de nuestros ilustres conocidos
que llegan pasadas las doce y a los que saludamos desde las alturas.
Col de L'Eveque entre L'Eveque y el Petit Mont Collon lugar de paso de la próxima madrugada.
A veces, como en esta ocasión,
pienso que no me embarcaría con gente como esta para hacer montaña de ninguna
manera y menos si tenía que ser en los Alpes y en verano. Es más, ni siquiera
me gustan los equipos muy numerosos para las empresas que solemos realizar. Un
equipo numeroso siempre resulta lento y un equipo lento se puede convertir en
peligroso con suma facilidad. Ya tiene suficiente tomate esta salsa para que se
le añada gratuitamente un poco más. Y a veces, me surge una diabólica pregunta:
¿qué elegiría entre ir con un equipo lento o ir en solitario? Bueno, lo que de
verdad es diabólica es la respuesta.
A la una menos cuarto, cuando vamos
a comer nos encontramos en el hall y charlamos. Nos dicen que estamos muy fuertes,
que si hemos tomado la pócima de Asterix.
Comentando comentando les decimos
que mañana estaremos en Zermat al principio de la tarde, que queremos ir a
Martigny y recuperar el coche antes de
la noche. Entonces el alto de los dos mayores nos dice que somos "le
techebé", el tren de gran velocidad y unas cuantas lindezas por el estilo.
Nosotros pensamos que nuestra actividad no pasa de ser normal.
El pequeño de los belgas se ha
metido hasta la cintura en una grieta bajando y anda un pelín asustado.
Comemos dentro del refugio. Estamos
fatigados de tanto sol y nuestros ojos agradecen la dulce penumbra del comedor.
Luego liquidamos el mediodía con una
siestecilla de hora y media. Y cuando nos levantamos nos vamos a por agua.
Mont Collon desde el Refugio Vignettes.
Dudamos entre ir al glaciar sin
crampones o bajarnos desde el paredón sur del refugio pierde potencia bajo el
Collado de Vignettes, que tiene algunas afloraciones rocosas y será posible
encontrar agua a estas horas.
El tramo rocoso está muy roto,
recientemente roto y totalmente inestable. Una piedra le hace columpio a Juan
que el apoyarse en busca de equilibrio le propina un pequeño corte en la mano.
Tendremos agua accidentada. La hemos oído abajo pero nos falta recipiente para
cogerla.
Cuando Juan vuelve yo ya he
encontrado media solución haciendo cubeta al compactar nieve. Lo tienen claro
estos suizos si se creen que no vamos a conseguir agua sin pasar por taquilla.
Decantada y todo. Tanto que estamos tentados de poner un puesto de aguadores a
la entrada del refugio, pero al final optamos por dejarlo para mejor ocasión.
Bebemos hasta hartarnos y volvemos
con las tres cantimploras y la botella que no hemos tirado: cuatro litros y
medio que junto al agua caliente que nos den será más que suficiente. Además,
el último día podemos pasarlo solamente con aspirinas. Lo que traducido
significa, según Juan, que encontraremos agua yendo por lugares con
afloraciones rocosas.
Tomamos el sol en el picacho, nos
entretenemos, engrasaré las botas en serie pues nos les irá nada mal para
mañana; en fin, pasamos la tarde y ya
hartos de sol nos metemos dentro del comedor a hojear revistas.
La hora de la cena es épica, el
comedor está abarrotado y el negocio…Todos somos víctimas de lo que la
generalidad, parece ser, ha estatuido. Los refugios sin guardar son destrozados
y si no hay negocio no hay guarda. Así nos va.
Cada vez me siento peor en estos
refugios, atestados de turistas, que poco o nada tienen de montañeros, y no
dejo de preguntarme eso de que ¿Qué hace un chico como tú en un sitio como éste?
Debemos parecer unos tipos antediluvianos y desde luego, nuestras coincidencias
con las suyas, son eso, coincidencias, poco más que meras casualidades. Me
tengo por un ser medianamente sociable, respetuoso y no discriminador, pero donde
me encuentro mal cada vez estoy peor.
A veces darías bastante por un triste vivac
pues se convertiría en el mejor de los refugios imaginable. Acampar en altura
tiene un precio demasiado elevado para nosotros y con ello se acaban nuestras
alternativas.
Son las siete y media. Cenamos
amontonados y algo cabreados y no porque no entendamos el tema, que lo asumimos
a la perfección.
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