Mal porvenir frente al Glacir de Argentiere. 24-7-97.
Chalets de Longman, Glaciar de Argentiere y Refugio de Argentiere.
25-07-1997.
Desnivel ascendido 1200 m.. Desnivel descendido 400 m.
Distancia recorrida 9000 m.
Tiempo efectivo 04:45 h.
Niebla.
Bastante fácil.
3 p.
Agua en las instalaciones de los Chalets de Longman, en el Glaciar de
Argentiere según costumbre y época y en el Refugio de Argentiere.
Para tener recuerdos,
que son de las pocas cosas nuestras que nos quedan para siempre; mientras sea
posible, hemos de materializar las ilusiones a cualquier precio. El resto, casi
todo es efímero.
Mapa de Argentiere procedente del IGN. francés. Vía en amarillo.
Una travesía comienza
siempre con un simple paso afirma sencillamente y con razón David Brett en su
obra La Gran Travesía. Pero en la práctica, la cuestión no se resuelve tan
sencillamente. La clave puede estar en el cuándo.
¿Fue el primer paso
aquel que con las capas puestas y el alma llena de dudas nos enfrentaba a la
fina lluvia y a la pertinaz niebla en los Chalets de Longman?
¿Fue el primero el
dado al salir del coche en medio de la amenazadora lluvia para cambiarnos y
arreglar las mochilas en la parada del autobús de Argentiere?
¿Quizá fue ese que
dimos entre decididos y esperanzados para meternos en el coche en Sabiñánigo
tras las acostumbradas despedidas?
A veces puede
resultarnos bastante difícil precisar el inicio de algo. Hay que rebuscar en la caja de los proyectos e incluso hasta
en el baúl donde duermen las quimeras e ilusiones para dar con aquel primer
vestigio de esa realidad que ya ha sido.
Cayó en mis manos La
Gran Travesía de David Brett y por variadas razones me sedujo poderosamente. Me
gustan las travesías más que a un tonto un lápiz, se había quedado el Combin recordado siempre que pasábamos por el cartel
indicador de la entrada del valle, habíamos vuelto de los Alpes por tercera vez
con el Cervino en el bolsillo y con olor a despedida, pero ¿sería ésa la despedida de los Alpes?
Otro día, peleando
incruentamente con el inexorable tiempo derramado, que quién sabe dónde traspapeló nuestra juventud, abres unos mapas
y aparece vivo ese enorme y cigzagueante gusano, reptando fácil entre valles y
montañas. Lo comprimes mentalmente y lo seccionas de inmediato. ¿Cómo
"estomagar" semejante asunto? Burbujean Vignettes, Valsorey, Chanrrión,
Argentiere, Arolla...
La socia está para
pocos trotes, según dice ella, y yo "no quiero guerra, madre, no quiero
guerra" y callo.
Nuestras actividades alpinas van como el mal
tiempo en los Alpes Occidentales: de tres en tres cambiando días por años. Del
95 se pasa al 98, pero está tan lejos... Quizá el 97 sería bueno para romper
tanta uniformidad que nadie ha preestablecido. ¡Qué leches! El 97 será divino
para "darle al loco lo que quiere el loco", ya somos suficientemente
mayores como para buscar excusas, amén.
A finales del 96 hago
primer boceto y aparecen los primeros problemas que se unían a los comunes a
todas las travesías: transporte y peso.
Dónde dejar el coche y
cómo recuperarlo, el peso y el volumen de la comida para ocho días, el sentido
de la travesía…con ello preparé una coctelera en la que incluí el resumen
diario de desniveles y distancias en los dos sentidos, el encadenamiento con el
viaje de ida, la recuperación del coche, etc., etc… para colmo pasaríamos bajo
el Combin…
Sabía que la clave de
la travesía era el peso y que su solución pasaba por dividirlo con el problema
Orsieres… si Burg-St-Pierre está más alto que Orsieres y hay carretera entre
ellos, eso supone que se trata de un valle suizo y no italiano y por tanto el
valle tiene que estar unido por carretera hacia abajo, hacia Martigny… el tema
se aclaró de forma inmediata, fue algo así como emerger de un lóbrego corredor
al collado desde el que ves, a la luz del sol, medio mundo.
Saussure y el Pastor en Chamonix. 24-7-97.
La travesía seria de
L'Argentiere a Zermat.
El viaje de ida sería
a nuestro estilo, con día y medio hasta Chamonix. Pretendíamos llegar sobre las
cinco de la tarde, visitar la Casa de los Guías y proseguir hasta Orsieres o
Champex y dejar un depósito de comida para la segunda parte de la travesía. Volveríamos
a L'Argentiere para dejar allí el coche
e iniciar la travesía: serían once días: tres de viaje, unos 91 kilómetros o
pié con unos 8000 metros de desnivel
para unir esos dos
importantísimos centros de escalada en los Alpes, permitiéndonos ampliar nuestro conocimiento
general de la Cordillera Alpina.
Fricción es todo ese
conjunto de circunstancias previsibles que se escapan del control personal del
montañero y que dificultan, oponiéndose, el logro de los objetivos fijados. El
montañero debe tomar todas aquellas decisiones que aminoren la fricción, pero
deberá ser sabedor de que la habrá y que tendrá que contar con ella. No vamos a
llevar sacos ni ración de reserva, eso nos permitirá cierta ligereza… tenemos
experiencia y la prudencia necesaria para atravesar glaciares. Nos dirán que
hay mucha nieve en Grenoble… 7'5 kilos de comida para la primera parte y 13
kilos para la segunda, lo que supone 2 kilos por día aproximadamente… una
cuerda de 50 metros y 8'5 milímetros de
diámetro…
El día 23 de Julio de
1997 está bien, sin tirar cohetes. Hay una cierta calima y el tiempo no está
nada seguro: en este aspecto no ha cambiado nada y nos puede ir bien.
Todo transcurre como
siempre y nos metemos en el coche a las dos y media. Hay poca circulación y
algunas obras. Hacemos la variante de Auterive y en la variante de Narbonne
aparcamos en la misma viña de hace dos años.
Glaciar de Argentiere. 12-8-05.
Son las seis de la
mañana del día 24 cuando abandonamos nuestra viña y nos echamos a la carretera
con las luces.
Hay poca circulación
incluso al pasar por Sete. En Albertville está nublado y estamos en los Alpes. Los
glaciares que estamos viendo nos parecen cubiertos de nieve fresca por su
impecable blancura. ¡Con tal de que no haya demasiada!
A las cinco aparcamos
en Chamonix en nuestro lugar acostumbrado. La ciudad está atestada de gente, el
día medio-medio, la predicción meteorológica es regular: una presión indecisa,
nieblas y tal; y el futuro por el estilo. Nos vamos hacia Suiza. Subiendo el
puerto de Montets y frente al Glaciar de Argentiere, que está ahora soleado,
hacemos una foto y subiendo la Forclaz pasamos la frontera y nos bajamos a
Martigny.
Nada más bajar el
puerto en la rotonda de la entrada del pueblo un cartel nos guía: nos metemos
valle adelante hacia el Túnel de San Bernardo para llegar a Orsieres
Es un pueblo de fondo
de valle con cuatro salidas y final de ferrocarril. Lo malo de los valles
suizos es que no puede echarse uno en ninguna parte, lo emplean todo y más
todavía si está un poco llano. Y dormir encordado es, cuando menos, incómodo.
Valle de Trient. 24-7-97.
El Viernes 25 se
estrena lloviendo. En la estación del ferrocarril depositamos dos bolsas
grandes en las taquillas y liquidado el tema nos vamos con el coche hacia
Champex. Junto al lago, vemos el Telesilla de la Breya que posiblemente podamos
utilizar a la vuelta y preguntamos a un señor si por allí se puede ir a
Martigny. Nos quiere hacer dar la vuelta para ir a Orsieres pero al final
entendemos que también se puede ir de frente.
Se trata de un
descenso brutal e inimaginable. Parece ser que los caminos y luego pistas que
iban de casa en casa y de prado en prado han sido asfaltados. No encontramos a
nadie. Hay curvas en las que se baja de 6 a 8 metros con peraltes de 2 metros;
eso si, un montón de casitas, cabañas, hotelillos, chalets, etc.. ¿Será posible
este tipo de poblamiento o de turismo?
Aparecemos en
Sembrancher como si cayéramos escalando. De allí vuelta a Martigny y para
arriba de nuevo a L'Argentiere cargados de pesimismo pero nuestra esperanza no
ha muerto.
Serán poco más de las
nueve de la mañana cuando paramos en el aparcamiento de la parada del autobús a
la entrada del pueblo. En ella, al abrigo de la lluvia nos cambiamos de ropa,
arreglamos definitivamente las mochilas y nos vamos a la Estación del
teleférico.
Los teleféricos salen
cada media hora, así que no hay problema. El aparcamiento es enorme pero
mientras volvemos decidimos dejar el coche donde está, alguien nos ha dicho que
de vez en cuando limpiaban alguno.
Desde Argentiere el final de su glaciar. 12-8-05.
Extendemos las tiendas
dentro del coche y tras esconder una de las llaves en los bajos del mismo, nos
lanzamos a pelear con las mochilas, el tiempo, la distancia y el desnivel;
conocidos enemigos de viejas y siempre nuevas lides. Son las once menos cinco.
Ha parado la llovizna,
las nieblas siguen bajas, las mochilas no pesan demasiado y el piolet en la
mano no se nota frío. Llegamos al aparcamiento del teleférico por tercera vez,
sacamos billetes hasta los Chalets de Longman por el módico precio de 40
francos de los de cinco duros el franco y nos subimos al andén de salida.
A las doce menos
veinte parte el teleférico. En tres minutos y medio nos saca de los 1250 metros
de L'Argentiere y nos deposita en la estación intermedia de Longman a 1950
metros de altitud. Fuera está la niebla y llovizna sobre personal indeciso.
Nosotros también lo estamos.
Se nos presenta la
alternativa de echarnos a andar en busca del Refugio de Argentiere o tomar de
nuevo el teleférico hasta la estación término de Grandes Montets. Las dos
alternativas tienen ventajas e inconvenientes.
Lo que se ve de Montblanc desde Chamonix. 24-7-97.
Nosotros, cada uno por
nuestro lado, llegamos a la conclusión de que es mejor salir de aquí andando
que partir de allá arriba a 3233 metros, ya que si la niebla nos lo pone
complicado, será más fácil volver a Longman que a Grandes Montets. También
creemos que la ruta al refugio estará más transitada desde aquí que desde
arriba, y además, saliendo desde esa altitud podemos encontrar más fácilmente
hielo que ascendiendo hasta los 2772 metros a los que se encuentra el Refugio
de Argentiere.
Son unos momentos
complicados mentalmente en los que cada cual se guarda lo suyo y especula
consigo mismo en busca de razones para tomar una decisión algo razonada, valga
la redundancia. Vamos al aseo. Salimos a mirar nada y no vemos nada.
La poca claridad del
momento la aporta razones o sinrazones, vaya usted a saber, tales como que no
hemos hecho más de 1000 kilómetros para hacer turismo de salón, que el
sillón-bol se ha quedado en casa, en su sitio; que malo será que con huella
hecha no podamos alcanzar el refugio, no veremos nada del grandioso paisaje que
queríamos ver pero a lo mejor mañana,
con esos vientos altos que predicen, nos dejan echar alguna ojeada y continuar
con la travesía, que si nos humedecemos un poco ya nos secaremos... Sea como
fuere nos ponemos las capas con cierta rabia contenida.
¿Qué quiere Rosa, que
no se atreve a plantear con claridad y lógica?
¿Qué querríamos todos?
¿Qué queremos?
Saliendo de los Chalets de Longman.
Damos el primer paso
con las mochilas al hombro empujados por ¿ilusiones?, ¿esperanzas?, ¿deseos?,
¿Quién nos empuja? Será la voluntad la que dicte nuestro destino.
El teleférico nos ha
subido en dirección sudeste y partimos por la ancha pista, recién
arreglada por cierto, en dirección este
al encuentro del glaciar. Ascendemos suavemente en medio de una, también suave, llovizna que será
pertinaz, metidos en la niebla. Nos cruzamos con un grupo que baja atajando, a
una pista siempre le salen atajos.
Les hago una foto a
mis socios echándole a esta salsa un
tanto agria un poco de humor. Saldrán más nieblas que glaciar al fondo.
Nos dura la pista como
una hora. Hacemos la última curva a nuestra derecha y 100 metros más adelante termina saliéndole un
camino que se orienta al sur, a través de una empinada morrena bastante vestida
de vegetación. Sigue lloviznando intermitentemente y nos estamos alejando del
glaciar.
Ganamos altura
rápidamente, encaminados, y esperamos que en cualquier momento nos lleve, de
alguna forma, al acceso del glaciar.
Poco después perdemos
las citas cuando la vegetación ya ha desaparecido y comenzamos a transitar los
primeros neveros en los que no encontramos las huellas que esperábamos encontrar. Dudamos.
Buscamos citas y
huellas pero no las encontramos. Dudamos más todavía. Estaremos por encima de
los 2600 metros pues no me fío del altímetro con este tiempo y decidimos
faldear hacia el este al encuentro del glaciar.
Lo que encontramos es
una pared de hielo vivo con una fuerte pendiente lo que nos indica que estamos
demasiado arriba en este circo que se inicia por este lado con la Aguja de los
Grandes Montets y la Aguja Verde.
Juán confirma sus
dudas poco más adelante y nos detenemos a echar un bocado. No serán más de
cinco minutos para comer algunos quesitos, unos frutos secos y echar un trago
de agua. Nos vamos para abajo a ver dónde hemos perdido el camino.
Enseguida transitamos
lugares conocidos, vamos bien de orientación y luego vienen las citas.
Se levanta un poco de
viento sobre la morrena y deja de lloviznar. Luego alcanzamos el camino y un
rato después llegamos a la pista sin haber encontrado el acceso al glaciar.
De momento se me
ilumina la bombilla. Me adelanto por la pista hasta el monolito en el que a la
subida hemos visto el cartel que anunciaba el mirador del glaciar.
Perpendicular al cartel y tapado por éste, ya que se encuentra en su parte
trasera, está la flecha indicadora del Refugio de Argentiere. Son las tres de
la tarde, estamos a 2338 metros de altitud
y hemos echado dos horas de propina. ¡Menudo estreno de travesía!
Les grito: ¡Vamos, que
es por aquí!
Bajamos por un tramo
de morrena muy inestable y en cinco minutos estamos en el glaciar. Respiramos
sobre la huella en la nieve.
Pero dura poco la
alegría en casa del pobre. Poco después desaparece la nieve y aparece hielo
vivo donde se pierde la huella. El glaciar se agrieta peligrosamente, y a la
derecha, saliendo hacia la roca en un tramo de nieve se vuelve a ver la huella.
¿Será de entrada o hay
que abandonar el glaciar? La lógica riñe con la realidad: en ese grieterío no
habrá forma de pasar, por lo tanto, vamos para afuera. Enseguida aparecen citas
rojas y blancas, una sirga en unos tramos de roca muy pulidos por el glaciar y
una lisa y vertical pared en la que hay instalada una escalerilla de hierro
bastante larga.
Montblanc desde Argentiere. 12-8-05.
Debemos estar en el
buen camino pensamos. Y efectivamente salidos de la escalerilla vuelven las
marcas de pintura y la niebla.
El camino asciende
bastante por la roca y luego empieza a atravesar neveros cada vez más
continuados, siempre en ascenso y con marcas que de momento se pierden. ¡Ya
estamos otra vez!
La huella sigue para
arriba y con ella nos vamos. Poco después localizo unas huellas varios metros
por debajo de donde nos encontramos, cuando ya empiezo a estar mosca otra vez.
Juán insiste en ir para arriba y seguimos subiendo y de qué forma. Sí que es
cierto que hay muchas huellas, pero ya no sabemos si son de subida o de
descenso, o si las hemos hecho incluso nosotros. Hemos descrito una
semicircunferencia desde la entrada al glaciar y estamos, si he de fiarme de la
impresión que tengo, en un lugar bastante próximo al que estábamos a las dos de
la tarde.
Juán tira un poco más
para arriba. Acabaremos en Grandes Montets a este paso, pienso, cuando de
momento se abre un pequeño claro en la niebla y se ve abajo la huella
atravesando el glaciar en dirección sudeste hacia el Refugio de Argentiere.
Localizamos un enorme
bloque de roca en medio del glaciar por si se cierra demasiado la niebla, y
tiramos para abajo sobre nuestras propias pasos en busca de aquellas huellas
que había localizado antes en el glaciar, como si tuviéramos miedo de que se
pudieran borrar antes de alcanzarlas. Nos clavamos sobre nieve blanda y profunda,
la huella desciende un par de repisas nevadas y se adentra en el lecho glaciar
un tanto en descenso hacia la parte central. Vuelve a gotear y nos ponemos por
enésima vez las capas.
Alcanzada la huella
vamos a empezar a padecer los efectos de la nieve blanda, cosa a la que no le
habíamos prestado atención hasta que el falso llano glaciar nos regala con sus
severas dimensiones.
Vuelven las nieblas
pero la huella nos sigue guiando. ¡No está lejos ni nada el bloque rocoso! Lo
dejamos a nuestra derecha cuando la huella se decide a atravesar completamente
el glaciar. Suponemos que nos llevará al refugio, la dirección parece correcta.
Día de Santiago llegando al refugio de Argentiere.
Salimos del glaciar y
enfilamos una morrena lateral con tramos firmes y con otros inestables. Subimos
con pocas ganas entre abundantes y variadas trazas de caminos muy pisados. Se
hace larga la subida en la morrena y Juan se adelanta unos metros. Entonces, de
improviso, aparece la oscura silueta del Refugio de Argentiere de entre la
niebla.
Hemos metido una hora
desde que hemos localizado la huella en el glaciar hasta llegar al refugio y
eso que hemos venido bien.
Nos hace una foto Juan
con las capas del día y en la terraza cubierta del lado sudoeste colgamos
piolets, crampones y capas para que se sequen al viento que corre. Estamos a
2772 de altitud y son las seis de la tarde. Hemos estado seis horas dando
vueltas en la jaula de la niebla como unos vulgares gorriones de canalera; pero
aunque tenemos el tren inferior un tanto mojado, estamos donde queríamos estar.
Puedes ver la Continuación.
Puedes ver la Continuación.
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