31 jul 1997

7.97. CHAMONIX A ZERMAT. ETAPA 7 Y ULTIMA. DEL REFUGIO DE VIGNETTES A ZERMAT. 31-7-1997.

Comenzando una larga jornada en la noche del Col Chermotane.

Refugio de Vignettes, Collado de L’Eveque, Collado de Mont Brulle, Collado de Valpelline, Glaciar de Stokji, Glaciar de Zmut, Zemut y Zermat.
31-07-1997.
Desnivel ascendido 1305 m.
Desnivel descendido 2743 m.
Distancia recorrida 33000 m.
Tiempo efectivo.
10:45 h.
Sol.
Bastante fácil.
1 d.
Travesía.
 
Agua en los glaciares según costumbre y época y en los Refugios de Vignetes, Bouquetins y Schombiel. También en Zmut y en Zermat.
 
Ahora, otra vez estamos contemplando, desde una distancia conveniente,  lo que ya es un recuerdo agradable pasadas las dudas, las frustraciones y los sudores. ¿Son los Alpes o es la montaña la que nos regala generosamente la dicha de ser felices? Y siendo simple y sencillamente felices así ¿nos podrán faltar proyectos?
 
Juan Castejón, Rosa Mª. Martíne y Mariano Javierre.
 
 
Mapa de Vignetes al Col de Valpelline procedente de Landeskarte der Scheiz. Vía en amarillo.
 
Mapa del Col de Valpelline a Zermat procedente de Landeskarte der Schweiz. Vía en amarillo.
 
            Tenemos prisa en dormirnos, no en descansar que estamos bien descansados; pues esperamos una n noche corta, o lo que es lo mismo, vamos a madrugar algo.
            Dormimos bien, pero se acaba pronto; mi casio nos golpea insolente y despiadadamente a las tres y media de la madrugada. Comenzamos pronto el jueves 31 de Julio de 1997, parece ser que queremos aprovechar el mes antes de que se marche.
            Solitos desayunamos en el comedor sin nada que se parezca a los tráfagos de la hora de la cena. Por tanto, abreviamos.
            Nos ponemos los crampones en los bancos de la entrada y aparecen los belgas, madrugadores como ellos solos. Nos despedimos pues no esperamos volver a vernos.
            A las cuatro y cuarto, con las frontales encendidas  abandonamos el refugio en dirección al Collado de Vignettes. La nieve está dura pero la noche no está fría, sólo delicadamente estrellada.
            Bajamos ligeramente al encuentro del Collado de Chermotane haciendo una fotos a mis socios con cierto aspecto nocturno. Hay que describir una amplia curva  hacia el sur para tomar la dirección que nos lleve a enfrentarnos al Petit Mont Collón y la verdad es que la vuelta se hace más larga y hay que bajar más de lo esperado.
            Alcanzado el collado y ya de llano hay que tomar la dirección  sudeste para bordear el pico. El rellano se acaba cuando empieza a clarear el día e iniciamos el suave ascenso en busca del Collado de L'Eveque siguiendo la huella en la nieve ya sin la asistencia de las frontales.

            La verdad es que las dimensiones de esta cabecera glaciar nos engañan y lo mismo ocurre con el repecho de ascenso que nos parecía despreciable, pero son 339 metros a subir y se llevan su tiempo.

 

Amanecer en el Col de L'Eveque.
 

            Son las seis menos cuarto cuando en el Collado de L'Eveque, situado a 3392 metros de altitud, tomamos cuesta abajo la dirección noreste dejando a nuestra izquierda el Pico de L'Eveque, y por un dorso nevado, flanqueado de grietas a ambos lados, siguiendo una amplia huella nos acercamos al Col Collón, lugar en el que hay, recién llegados, una pareja y por el que pasa una cordada hacia el Mont Brulle viniendo de Arolla o del Refugio des Bouquetins.
            Nosotros nos depistamos un poco y torciendo a nuestra derecha, posiblemente por no localizar correctamente la Vierge, nos vamos hacia Italia, en dirección al Lago de Place Moulín en la cabecera del Valle de Bionaz.
            No llevamos cinco minutos andando cuando ya sospechamos. Pasan otros cinco minutos hasta que nos asomamos a un valle que se precipita para abajo, y hacia el Mont Brulle no se ve posibilidad medio decente. Así que media vuelta de nuevo y al Col Collón.
 
Desde el Col de L'Eveque , Buquetins, Monr Brulle y La Vierge y detrásValpelline y Dent de Herence. 
 
            Hay que proseguir en dirección nordeste para bajar hasta la cota 2900, pasando al norte del Pico de la Vierge, eso es 200 metros más de descenso. El altímetro estaba colgado muy arriba.
            Frente a la Vierge y en el lado norte del Glaciar d'Arolla, localizamos un vivac que resultará ser el Refugio des Bouquetins

            Faldeamos al máximo dentro de la comodidad con la intención de perder la mínima altura, pero no nos valdrá, al final hay que bajar hasta el rellano glaciar y a partir de allí, en dirección este, iniciar el ascenso de la cabecera del Glaciar d'Arolla en busca del Coll de Mont Brulle. Son las siete y cuarto.

 

Cabaña de Boquetins hacia el Col de Mont Brulle rodeada la Vierge.
 

            Nos vamos al centro del glaciar en suave ascenso que se hará pesado al tener que bordear una profunda grieta de colosales dimensiones y encarar el resalte final que nos conducirá al claro collado.
            Alcanzamos el segundo collado del día y nos llevamos una sorpresa mayúscula: esperábamos un suave descenso nevado y nos encontramos con un descomunal paredón rocoso sin solución de continuidad.
            El Alto Glaciar de Tsa de Tsan está 250 metros más al norte, tras otro collado más discreto que éste, y al que se dirige por la derecha del glaciar, esa huella que hemos comentado ascendiendo poco antes.


            Para llegar a él hay que salvar una arista fácil pero muy descompuesta. Juan va delante bien, yo también, pero Rosa regular y con crampones peor. Faldeamos por el oeste el primer diente, pero más allá el tema se alarga y se complica y decidimos bajar al glaciar y atacar correctamente el collado por  lugar más adecuado.

 

Ascendiendo al Col de Mont Brulle.


            Bajo nosotros hay una zona chunga, vertical y agrietada, retrocedemos en descenso en busca de una vía más segura. Abreviaremos el descenso y ganado el alto rellano glaciar bajo la pared, atacamos en dirección norte un empinadísimo corredor que se estrecha en su parte superior y que, tras sacarnos el aliento descaradamente, nos conduce al tan buscado Collado de Mont Brulle a 3213 metros de altitud. Son las ocho y cuarto y nos encontramos al sol contemplando un tramo más de nuestra jornada.
            El mapa nos ha engañado, no señala correctamente el collado y esta vez, el embarque nos ha salido un poco más caro que el anterior. Lo malo es que hoy no es el día más indicado para embarques.
 
Glaciar de Tsa de Tsan.
 
            Vemos una cordada en la zona del Collado de Valpelline y nos alegramos pues al menos nos cruzaremos con alguien, esto se está pareciendo más a un desierto que a otra cosa.
            En dirección nornordeste bajamos la cabecera del Glaciar de Tsa de Tsan. Vamos a llevar durante un buen rato las paredes de los Bouquetins a n nuestra izquierda.
            Alcanzado el fondo del glaciar y en unas afloraciones rocosas que hemos divisado desde arriba poco antes del Collado de los Bouquetins, paramos a echar un trago y a comer un bocado. Son las ocho y media y ya es hora pues llevamos cuatro horas y cuarto de marcha.
            El día está despejado, hay algunas nieblas sueltas muy movidas y aquí, en este glaciar hace viento que sopla desde el Collado de Valpelline. Buscamos un poco de abrigo en las rocas.
 
Paciente ascenso  hacia el Col de Valpelline.
 
            Con un cuarto de hora tenemos tiempo más que de sobra para comer un poquillo, echar unos tragos y hacérsenos fresquillo, como poco. Casi esperamos con ganas el abrigo de la mochila en las espaldas sudadas y ahora frías.
            El Glaciar de Tsa de Tsan llanea primero, asciende suavemente después y medianamente al final. Pero con este inesperado viento de cara se va a hacer pesado  costoso y largo. Caminamos a veces con la cara vuelta al viento para descansar la respiración.
            Pasamos los preciosos seracs que defiende el Coll des Bouquetins y afrontamos el tramo final del glaciar por rampas más inclinadas pero defendidas del viento.
 
Los Buquetins desde el Col de Valpelline.
 
            He calculado almorzando, alcanzar el collado a las diez pues imaginaba que se nos pegarían los pies a la pendiente, a pesar de que la nieve estaba estupenda, a causa del viento. Llevamos una buena jornada y fotografío a Rosa con la boca entreabierta, no sé si más cansada que descorazonada o más desesperada que interesada.
 
La Oeste del Cervino con las Aristas de Zmut y Lyon y el Glaciar de Tiefmatten.
 
            A las diez y cinco llegamos al Collado de Valpelline, un rellano amplísimo enmarcado entre la Tete Blanche y la Tete de Valpelline. El cielo está desde un poco arañado a medio cubierto, pero la vista de 180º al oeste es gloriosa: próximo y luminoso el Dent d'Herens, remotas y minúsculas cimas entre Monte Rosa y Breithorn; oscuro el Cervino enseñando su menos estética cara oeste, más a la izquierda, en la lejanía, Mischabel en pleno con el Stralhorn, Rimpfischorn, Allalinhorn, Alphubel, Taschorn, Don, Nadelgrat delante; y en la zona izquierda, más próximos, el Obergabelhorn, Pointe de Zinal y cerrando el paisaje, la magnífica pirámide de la Dent Blanche. "La llegada al Col de Valpelline es uno de los momentos más brillantes de la Haute Route", según afirma Gaston Rebufat.
            Es una pena que vayamos con un programa tan apretado que no nos deja disfrutar como podríamos y querríamos hacerlo.
            La huella se abre en dos. Una, algo débil, va de frente hacia unas grietas que se ven y otras que se adivinan; y la otra, la más consistente, se va elevando un poco hacia el nordeste, contorneando por debajo a la Tete Blanche.
            A mí me huele que del collado no será cuestión de ir para arriba: de los collados, en las travesías, hay que iniciar los descensos. Juan se alarga a echar una ojeada y nosotros vamos detrás sobre la soleada y blanda zona en la que nos hundimos hasta la rodilla.
            Juan se eleva más de lo aceptable y nosotros decidimos no continuar por allí: eso nos huele a embarque. Pero la otra huella es tan débil y el paraje en el que se sumerge está tan roto que siempre dudas y más aquí y ahora con esta nieve.
            Es para abajo, ha subido a la Tete Blanche, y nosotros hundiéndonos a tope, nos vamos atajando al encuentro de la débil huella. El socio bajará detrás.
 
La Norte del Cervino con las Aristas de Hornli y Furg.
 
            Alcanzamos la huella cuando el llano se empieza a inclinar para abajo, es el lugar adecuado, pues dejarlo para después podría ser una aventura excesivamente arriesgada.
            Iniciamos el descenso del Glaciar de Stokji salvando limpiamente una grieta de enormes proporciones, en diagonal y hacia el espolón al norte de la Tete de Valpelline. La huella se inclina más, atraviesa alguna grieta que pasamos con más miedo que alma debido al estado de la nieve y a que no vamos encordados; y en una ocasión me quedo a esperar a los socios que vienen detrás, pues la grieta requiere un salto más que considerable.
             Cuesta abajo vamos dando zancadas amplias sobre la nieve blanda y Rosa que tiene las patillas más cortas se va quedando. Bajamos a buen ritmo.
            El espolón que llevamos a nuestra derecha se sumerge en el glaciar y emerge más adelante, pero lo hará a nuestra izquierda. Hemos decidido bajar el valle directamente sin pasar por el Refugio Schonbiel, ¡para qué!
            Nos orientamos hacia el este. Dudamos un instante entre continuar por el glaciar o entrar a las rocas del Stokji, pero enseguida encontramos huellas sobre las meteorizadas rocas del espolón.
            Posiblemente el viento que produce nuestro rápido descenso del glaciar haya propiciado el enfado de mi señora y su desconsolador hambre. A las once y media paramos a comer un poco. Con las cosas del comer y otros etcéteras  casi ni bebemos.
            Aprovecho, ya a destiempo, para curarle a  Rosa un talón y veinte minutos después, con los crampones y las polainas colgando en las mochilas, continuamos el descenso.
            Al sur, nuestra derecha, discurre profundo y enormemente agrietado el Glaciar de Tiefmatten nacido en la vertiente norte del Dent d'Herens, que se ha de conectar, un poco más abajo, con el ahora rocoso Glaciar de Zmutt. Llegar hasta la conexión de los dos glaciares resultará interesante.
 
Glaciar de Tiefmaten bajo el Col Leone.
 
            El camino que,  por cierto, parece bastante transitado, se despeña  materialmente por la vertical pared sudeste del Stokji. Se trata de una vía inimaginable llena de escalones y vueltas sobre sí misma, dentro de un tono generalmente fácil: un jeroglífico interesante que nos baja un montón, manteniéndonos bastante entretenidos.
            En la parte intermedia aparecen las primeras pratenses y un inconfundible olor a cabra: deben tener la zona como majada alta. Cuando la vía se arrellana, tenemos calor y la garganta se nos ha secado bastante.
            Rebasamos el Stokji caminando sobre una senda alta en la morrena lateral izquierda del glaciar. Encontramos a un grupo junto a una pequeña lagunilla glaciar y bajamos al fondo de la cabecera del Glaciar de Zmutt: una auténtica escombrera de colosales proporciones, de sobre kilómetro y medio de ancho  y cinco o seis kilómetros de largo, y que desde aquí parece que hubieran descargado todos los camiones góndola del mundo. Nos va a hacer sudar de lo lindo.
            Avistamos el brazo glaciar del norte del Stokji que hemos desechado y nos alegramos de no haberlo tomado. No pensamos que haya ruta decente por allí.
            Con  poco tenemos bastante y enseguida nos damos cuenta que  por el pedregal no hay camino y no hay futuro en este cirio infinito. Así que, de ir de frente para abajo, nada de nada, pues avanzar 100 metros es vacilar continuamente como si anduviésemos sobre un tempestuoso oleaje. No queda más remedio que orientarnos hacia el, elevado sobre el glaciar, Refugio de Schonbiel y entonces es cuando comenzamos a encontrar balizas y señales de pintura que nos guiarán en nuestro tránsito por el glaciar.
 
El Hirli en la parte inferior de Hornli. Atrás Monte Rosa.
 
            Subimos costosamente a estas horas  unos 50 metros de desnivel ya por camino sobre morrena bastante firme y entramos a la autopista Schonbiel-Zermat, por cierto, bastante saturada pues el cielo se ha encapotado y los turistas ahuecan el ala en tropel.
            Hemos terminado una larga jornada que se calcula en  unos 18 kilómetros, 1090 metros de desnivel, propinas aparte y de 8 a 9 horas de trabajo. Pero nosotros queremos más: queremos hacer dos etapas de una tacada. Es la una de la tarde.
            Así que entre la riada  nos vamos. Algo cansadetes, eso sí, pero contentos pues no esperamos que el camino nos depare más sorpresas.
            El día se nubla bastante, la temperatura baja un poco y nosotros lo agradecemos.
            Progresamos en dirección este por la izquierda del glaciar. Dejamos a nuestra izquierda el desagüe rocoso de  Zinal y Durand a la vez que vamos contorneando el Cervino: le hemos entrado por el oeste, la Arista de Lión, hemos rebasado la norte o de Zmutt, estamos frente a la Cara Norte bastante vestida de hielo para la época y tenemos que recorrer toda la arista este o de Hornli. Casi va a ser "Le Tour du Cervino".
 
Insólita imagen de la parte superior de la Arista de Hornli.
 
            Casi sin darnos cuenta el camino se acompaña de un barranco y se convierte en pista. Una pista tediosa y polvorienta. Estamos en la zona que ya habíamos contemplado desde la cima del Cervino, la de los lagos lechosos de decantación de las graníticas aguas de los glaciares por los que hemos transitado.
            Nos encontramos con varios grupos de paseantes y nosotros nos detenemos en una orilla de la pista a descansar, beber y romper la monotonía del momento. ¡Qué calorcillo y qué murria!
            Poco después continuamos el descenso por un valle que podría ser encantador pero que a nosotros no nos dice nada agradable en esos momentos. Ahora lo único que deseamos es llegar a Zermat cuanto antes y para ello habrá que perseverar en el empeño. Y de eso ya me encargaré yo tirando para adelante con persistencia premeditada.
            La tarde que amenazaba ya se ha espabilado, el tiempo está cambiante.
            Hemos bajado un resalte con cascada artificial incorporada y todo, hemos atravesado una zona de camino estrecho, hemos dejado atrás las instalaciones de decantación, hemos entrado en el nivel arbolado y ahora pasamos frente a una estación de teleférico que sube hacia el norte desde el lado derecho del valle, nosotros bajamos por el izquierdo.
 
Dent de Hernce  y Glaciar de Stockji.
 
            Pasamos un chiringuito y poco después llegamos al pueblecito de Zmutt, algo turisteado pero a pesar de ello, conserva un cierto sabor fuera del multitudinario tráfico que lo rodea.
            Cada vez encontramos más gente, cada vez estamos más cansados y cada vez hace más calor, lo único que va al revés es la altitud a la que nos encontramos, lo que nos queda para llegar a Zermat, y, por supuesto, las ganas de andar.
            Pero ya, cuando tenemos medio gastada la marcha de resistencia, le salen sombras al camino, japoneses y casas. Avistamos Zermat.
            Hay un partidillo de futbol en un jugoso campo-prado del otro lado del río y la ciudad es un hervidero de gentes a las cuatro menos diez que es la hora que señalan los relojes que van bien de hora, cuando entramos en Zermat.
            Atravesamos el pueblo, bebemos y llenamos las cantimploras con el agua de la fuente de las marmotas de la calle mayor, y nos llegamos a la estación.
            Son las cuatro y cinco pasadas. Localizamos el andén para Visp y nos venden billetes que deben ser de oro pues nos cobran 34 francos por 35 kilómetros, como dirá Juan, a franco por kilómetro; y ni siquiera esperamos cinco minutos: sale el tren zumbando.
            Bueno, zumbado es un decir, porque hará paradas, paradetas y paradicas a granel.
             Con el revisor, que es muy servicial, nos asesoramos. Nos dirá que es nuestra última oportunidad de coger tren para Martigny. Que sale inmediatamente a la llegada de éste y que no nos preocupemos por el billete que el revisor nos lo expenderá.
            Yo me voy al aseo y me pego una refrescada en el lavabo, me quito un poco de sudor y de calor. Hay tiempo para todo, pues el angelito va a tardar hora y media en el trayecto Zermat - Visp.
            Si en España nos encontramos con un tren así, los revientos llegarían hasta el infinito y no montaría en él ni el gato. Aquí va lleno, es carísimo y todos contentos y agradecidos.
            A las cinco y media, por fin, llegamos a Visp cuando ya desesperábamos de llegar. Nos llaman los revisores de nuestro nuevo tren, con las pintas que llevamos no podemos engañar. Nos meten en el tren que está en el mismo andén y antes de sentarnos, sale.
            El revisor es muy majo. Nos vende billetes con su ordenador portátil, casi de bolsillo. Aquí el precio está más proporcionado, nos cobran 22 francos por 70 kilómetros, aunque nadie diga que el transporte es barato. ¿Hay algo barato en Suiza?
            El aparatejo es una mina, así que visto lo visto, le pedimos información.
            Orsieres es estación término del ferrocarril. El último tren para Orsieres sale de Martigny a las diecinueve cero tres horas de la tarde. Podemos cogerlo ya que llegaremos a Martigny a las siete menos veinte. No cree que haya autobús postal hasta el día siguiente a las ocho de la mañana. Nos empezaba a facilitar las cotizaciones de la bolsa de Zurich cuando le damos efusivamente las gracias pues no tenemos cartera.
            El tren se pierde de llano por este valle. Entre tanto propongo a mis socios que esperen en Martigny mientras yo tomo el tren hasta Orsieres y hago autostop hasta Bourg St. Pierre. Y a una mala, tomaría un taxi, ya que no merece la pena que hagamos los tres juntos el recorrido.
            Así que, en vistas del panorama, como un poco por si acaso, me preparo una mochila quitando algunas cosas que se quedarán ellos, me llevaré un poco de comida, el anorak, una cantimplora, documentación y dinero, y un buen puñado de suerte.
            A la hora anunciada, con puntualidad suiza, llegamos a Martigny. La tarde está un tanto pesada, algo nublada y se nos hace calor en el tren y en la estación; claro, Martigny está a 467 metros de altitud y nosotros venimos de parajes más altos y más frescos.
            El billete hasta Orsieres me cuesta 9 francos, lo mismo que ponía en la expendedora automática, que seguro que nos hubiera devuelto el cambio correcto en caso necesario y si nos descuidábamos igual nos adelantaba el parte meteorológico del día siguiente y el lugar donde teníamos que aparcar el coche, algo así como el japonés de Tokío con lo de "Orós , ¿Alto o Bajo?”
            A las siete me subo en el casi vacío  expreso Gran San Bernardo que está decorado con un motivo clásico sobre el tema.
            A las siete y media en punto llega el tren a Orsieres. Cruzo el pueblo y saco el dedo
            Ni siquiera estoy cinco minutos. Un coche que sale del pueblo me para. Es un chico joven con una cría atrás. Al oír Bourg St. Pierre, me abre la puerta delantera.
            Es el dueño del cámping de Bourg. Habla bastante Español y hablamos del tiempo, de mucho de lo humano y de bastante de lo divino. Me dice que mañana tendremos mal tiempo y que de cara al sábado y el domingo mejorará, pero que no lo tienen muy claro y menos, tal y como se va desarrollando el verano.
            Cuando nos queremos dar cuenta estamos, a pesar de la carretera, en Bourg St. Pierre y
entre su "Buena suerte", y mis "Gracias", me quedo acongojado por mi suerte junto al coche. Salto loco de contento por mi buena suerte, tras recoger la llave que había escondido en los bajos del coche.
            Cojo una manzana, me meto dentro y para abajo, ni siquiera pierdo tiempo en quitarme las botas, los socios esperan, son las ocho.
            La tarde está cargada, la carretera está vacía, abro un poco la ventanilla pues tengo calor y me pongo a escuchar a Sabina: estoy contento.
            Bajo rápido pero sin pasarme. A las ocho y media estoy en la plaza circular de la entrada a Martigny. Doy alguna vuelta pues hay lío posiblemente debido a que mañana es la Fiesta Nacional Suiza y al fin, aparco en la parte trasera de la estación. Son las nueve menos cuarto.
            Me acerco al banco donde he dejado a los socios y les digo:
            - ¿Pedían un taxi los señores?
            ¿Qué os ha parecido, chavales?
            - ¡Ya estás aquí!
            Nos vamos a Charrat que ya lo conocemos para plantar la tienda y cenar copiosamente. Gotea.
            Comentamos nuestro proyecto:
            Podemos levantarnos sobre las seis o las siete a lo sumo, desayunar rápido, recoger el coche tras preparar unas mochilas rápidas pues tenemos comida sobrada de altura y subirnos a Champex.  Sobre las nueve podemos estar o cogiendo la silla o iniciando la marcha. Será un poco tarde pero el objetivo es llegar al Refugio de Trient a través del Col des Escandies. Son 1600 metros y malo será que aunque el tiempo esté regular, no estemos arriba al mediodía, quedando así tarde para descansar y secar alguna cosa mojada si es necesario.
            Al día siguiente salir al punto del día, pasar por la Fenetre de Saleina y llegarnos hasta el Col de Chardonet, con lo que habremos podido echar una visual a lo que dejamos de ver en su día. Luego dar la vuelta, con o sin Tete Blanche dependiendo del momento y bajarnos hasta Champex con el tiempo más que sobrado para  coger el coche y marchar hasta el Área de Peuty  para celebrar, por fin, el final de la travesía.
            Al día siguiente en Martigny preguntamos por un parte metorológico y nos dice un montañero que no hay nada que hacer.
            La decisión es fácil e inmediata: se acabó, nos vamos para casa.
            Hay que cambiar el chip a toda pastilla, nos metemos en el regreso. La mañana amenazadora se ha convertido en cálidamente gris y silenciosa, abandonada, intranscendente.
            En Chamonix paramos donde siempre y hacemos lo de siempre. Son las diez y media. En la Casa de los Guías comprobamos que el tiempo es y será malo y que, consecuentemente, nuestra decisión ha sido la correcta.
            Es viernes por la tarde, días primero de agosto pero no prestamos atención a esta circunstancia, ya lo pagaremos.
            Cerca de nimes hacedmos nuestra acostumbrada cena de celebración
            Tomamos cerveza fresca con aceitunas mientras plantamos las tiendas sobre basta y crecida hierba. Luego, tranquilamente, cenamos y a los postres llega nuestra ya tradicional celebración: galletas finas y variadas, bombones y sidra fresca por el éxito, contra nubes, nieblas y lluvias de nuestra travesía desde Bourg St. Pierre a Zermat.
            Creo que a pesar de todo hemos tenido suerte y hemos aprovechado bastante bien las circunstancias adversas. Esa puede ser una buena forma de tener futuro en la montaña. Tomamos café.
            Al día siguiente , sábado, en Nimes hay movida, de Nimes a Mompellier se va a hacer eterno el trayecto, a pesar de que solamente son 50 kilómetros. Vamos ya en caravana pero con detenciones continuas. La situación es tan lenta que 22 kilómetros antes de Mompellier decidimos meternos en la autopista que  está colapsada. La distancia hasta Mompellier y sus diez kilómetros de circunvalación se nos llevan una hora. La que hemos liado: nos hemos metido en medio del desembarco de media Europa en el Mediterráneo.
            A la salida de Narbonne, abandonamos el mediterráneo y cesan los atascos, comemos en nuestra parada de la variante de Auterive y  son las seis y media pasadas cuando llegamos al Portalet.
            Lo primero que podemos y debemos resaltar es que la actividad ha resultado satisfactoria. Satisfactoria a pesar del tiempo. Fue demasiada la fricción pero debemos estar contentos: antes, durante y después hemos tenido noticias de periodos generalizados de mal tiempo. Nosotros solamente perdimos alrededor de un 15 % de nuestra actividad programada.
            El cumplimiento de la actividad se ha desarrollado fundamentalmente alrededor de lo previsto, en general hemos superado favorablemente las previsiones. Cuando se trabaja con los parámetros con los que trabajamos, resulta normal que así suceda.
            Las cifras de la actividad han sido: 7791 metros subidos y 7773 metros bajados, recorriendo alrededor de 84 kilómetros en 7 días además de 2150 kilómetros de carretera
            Únicamente y relativo a presupuestos importantes, nos ha fallado un tema: el relativo a la concurrencia de gente en la Alta Ruta.
            Pensábamos que se trataría de una actividad que sería realizada masivamente. Creíamos que encontraríamos gente por todas partes y consecuentemente huellas profundísimas e inconfundibles por tanto.
            La realidad ha sido muy otra: en la zona de Argentiere no encontramos gente, pensamos que debido al mal tiempo; la etapa de Valsorey - Chanrrion no la hace casi nadie por lo que vimos, la poca gente que encontramos hace el organizado y descafeinado "Tour des Combins" con "guides"; la gente merodea entre Valsorey y Chanrrión pero desde Mauvoisin o Arolla, nada de excesos y mucho menos correr riesgos con el mal de altura; alrededor de Zermat pululan excursionistas; ¿dónde pues están los montañeros?
            La realidad es que la más famosa travesía de los Alpes no la hacen en verano ni los gatos a pesar de que el poco tiempo bueno ha coincidido con la segunda parte de nuestra travesía, en lo mejor del verano, y en pleno periodo vacacional. ¿No estarán todos de peregrinación en el Cervino? Y si aquí no hay gente, ¿qué será en los Alpes de Ortzal o Stubay?
            Ahora, otra vez estamos contemplando, desde una distancia conveniente,  lo que ya es un recuerdo agradable pasadas las dudas, las frustraciones y los sudores. ¿Son los Alpes o es la montaña la que nos regala generosamente la dicha de ser felices? Y siendo simple y sencillamente felices así ¿nos podrán faltar proyectos?

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