27 jun 1993

7-93. COLLARADA. 27-6-1993.

 Collarada desde la Espata. 29-10-06.

Refugio de la Trapa, Refugio del Trapal, Corredor Sudosete y Cima de Collarada. Descenso por la Fuente de los Campanales.
27-06-1993.
Salida 08 h. Llegada 14:20.
Sol.
Fácil.
Ascensión.

Rosa Mª. Marínez y Biola y Mariano Javierre.

Mapa de Collarada procedente de Iberpix. Vía en amarillo.

            Bajábamos por la pedrera de la Fuente de los Campanales a todo trapo. El personal se había quedado en la punta, nosotros habíamos dejado a Biola de meses en casa de mi madre y había que volver pronto.
            A la subida Rosa había devuelto, a la bajada llevaba los pies escaldados a tope. ¡No volveré más a Collarada! dijo repetidas veces, pero no digas “Por aquí no pasaré, de este agua no beberé, este cura no es mi padre o en este negocio sucio no está metido…” Volvemos a Collarada a petición suya.
            Está Junio estupendo y el 26 por la tarde, con tranquilidad, nos acercamos hasta Villanúa. Han dicho que la pista no está mal y que no tiene cadena.
            Al inicio de la misma encontramos una dirección prohibida por obras. Nosotros nos vamos con cuidado hacia adelante para encontrar una pista decente y unas obras inexistentes. Son 10 kilómetros los que nos conducen hasta el abrevadero conocido junto al que han levantado el Refugio de la Espata.

Collarada desde la Pista al Churrón. 31-5-09.

            De allí para arriba la pista se estropea un poco, esta bacheada y charqueada pero con cuidado sus 4 kilómetros nos depositan en el Refugio Pastoril de la Trapa y en medio del vacuno a 1730 metros de altitud.
            Plantamos la tienda con tranquilidad, nos damos un paseo y charlamos con una pareja de Huesca. También hemos olvidado el butano y la sartén, hacemos unas elípticas tortillas prendiendo unas ramillas pero bueno, está bien.
            El día es largo, están radiando la final de la Copa del Rey a la que este año ha llegado el Zaragoza y que regalará al Madrid y se nos hacen las once sin darnos cuenta. Luego en los sacos se os hace calor y damos vueltas como unos canarios en una jaula antes de dormirnos.
            A las dos me saldré del saco y  para volverme a meter a las seis. A las siete y media nos llama el despertador a una mañana estupenda. Pocos preparativos necesitamos para estar a las ocho desayunados y dispuestos para la marcha.

Corredor de Trapa. 23-4-08.

            Tenemos cerrado el camino por unas barras calizas que se rompen a ambos lados del lugar donde nos encontramos.  Hemos pensado tomar el lado oeste para acceder a la parte superior de las mismas y continuar camino en dirección norte aunque haya que dar un pequeño rodeo, la ruta a seguir no tiene pérdida posible.
            Cuando superamos el refugio cambiamos de idea y nos decidimos por un corredor que parece fácil y que lo es en efecto, pero que nos obliga a hacer un par de pasos con atención. El resto de los 50 metros no tiene significación.
            Alcanzamos la fina pradera de nuevo y continuamos por ella y por cualquier parte ganando altura pues después del rellano la pradera se empina.
            Poco después dejamos atrás una pequeña manada de ganado variado y a través de un pedregoso barranco, abandonamos el praderío y alcanzamos  el segundo rellano desde el que ya se avista la gran pedrera y el corredor somital.

Corredor Sudoeste de Collarada. 26-4-08.

            Piedra a piedra y nunca mejor dicho continuamos para arriba suavemente hasta que el rellano se empina y nos deposita en la enorme canchalera caliza en la que se alternan materiales de diversas proporciones de las que desdeñamos en lo posible las terribles gravas, aunque no siempre lo conseguimos.
            Luego, conforme ascendemos la pedrera se empina hasta ponerse valiente, de las pedreras calizas ya se sabe. Hacemos una pequeña parada sobre la piedra, ese enorme bloque calizo que se destaca de lejos, pues hay que tomarse un respiro ya que se hace calor: el sol comienza a calentar delicadamente.
            Delante de nosotros va un grupo, se ha metido ya en el corredor. Nosotros nos defendemos como mejor podemos de las graveras y nos acercamos al amplio corredor, al que atacaremos por la izquierda aprovechando al máximo la roca firme tanto para los pies como para apoyar las manos.

Desde el Corredor Sudoeste de Collarada. 26-4-08. 

            Se nos hace un poco más largo de lo recordábamos pero en contra lo subimos mejor de lo esperado. Unas calizas lavadas aunque rugosas nos depositan en la cresta por la que hacemos los últimos metros casi en horizontal, hacia nuestra derecha, este, y alcanzamos la Cima de Collarada a 2886 metros de altitud cuando son las once menos diez.
            Charlamos con los cinco que han llegado delante de nosotros, almorzamos, contemplamos un paisaje que no recordábamos de la vez anterior pero que imaginábamos, hacemos una foto y además miramos con unos prismáticos que llevan ellos.

En Collarada. 

            Todo está allí: el Ibón y la Pala de Ip, Punta Escarra, Peña Nevera,  Collaradeta, el Valle de Canfranc y al otro lado los Lecherines, el Aspe y demás etcéteras. Disfrutamos del paisaje como pocas veces. Sabiñánigo sumergido en la neblina se adivina junto al brillo del agua del Aurín.

Nos hacen una foto en Collarada.

            A las doce y cuarto nos vamos para abajo al trote una vez que hemos salido del corredor. Vamos en busca de los neveros que bajaremos con un saco de plástico en un enorme culembajen y como ya imaginábamos nos hartaremos de agua las ropas.

Bajando de Collarada en la Fuentge de los Campanales. 

            Nos quitamos ropas pues hace calor y además molestan mojadas, recogemos el saco, hacemos otra fotografía y continuamos el descenso con tranquilidad disfrutando del día ya que invita a ello.
            Abandonamos la pedrera y nos metemos en la pradera para pasar posteriormente junto al refugio de arriba. Después, llegados al corredor, lo tomamos otra vez en descenso detrás de un trío que deambula por allí. ¡Qué poco nos gusta dar vueltas!

Ip desde Collarada. 15-6-05.

            Echamos un buen trago de agua en el abrevadero del refugio de abajo y a las dos y veinte estamos en el coche.
            Descalzos y de corto nos lavamos un poco en el barranquillo y bajo el pino silvestre en el que tenemos aparcado el coche, comemos.
            Luego, tranquilamente, recogemos y a las cuatro y cuarto iniciamos la vuelta por la pista relajadamente contemplando cuanto se asoma a nuestros ojos.
            Una hora después estamos en casa contemplando la elegantísima estampa de Collarada desde nuestro jardín, mil y una veces contemplada; preciosa en azul y celestial en blanco. Hemos cumplido mi tésis en contra de la de Rosa por la que afirmaba que volveríamos a Collarada con la cría, aunque no lo hemos hecho por el Valle de Acumuer. ¡Otra vez será si ha de ser!

21 jun 1993

6-93. TRAVESIA LA SARRA-BALNEARIO DE PANTICOSA BIEN ACOMPAÑADO. 21 y 22-6-1993.


Foto de grupo en el Balneario de Panticosa.

La Sarra, Llano Cheto, Capilla de la Virgen de las Nieves de Reespumoso, Ibón de Llena de Cantal, Collados de Tebarray e Infierno, Refugio de Aragonesas de Bachimaña y Balneario de Panticosa.
21 y 22-06-1993.
Desnivel ascendido 1350 m.
Desnivel descendido 1150 m.
Distancia recorrida. 29000 m.
Tiempo efectivo 08:30 h.
Mixto.
Fácil.
Travesía.
Agua en todo el recorrido tanto en fuentes, barrancos, ibones y surgencias. 

Lorenzo Pérez, Carlos Marcén, Susana Gil, Vanesa Lacasa, María Iglesias, Eva Lacasta, Ainoa Sanagustín, Eva Pardo, Maribel Giménez, Miguel Pardo, Alberto Fernandez, Ignacio Rubiella, Jose F. Lafragüeta, Roberto Díez, Nicolás Pueyo, Roberto Ezquerra, Iván Ara, Felix Casanova, Mariano Javierre, Jesús Launa, Merche Rodrigo, Josemari Sanagustín, Daniel García, Carlos Betrán, Alberto Vizcarra, David Barraca, Eduardo Lacasta, Javier Fanlo, Gurtavo Pardo, Juan Pérez, Oscar Edroso, Ignacio Bretos y David Pérez.

Mapa de La Sarra a Panticosa porocedente de Iberpix. Vía en amarillo.

                ¡Venga, en diez minutos estamos en el Balneario!
            Y diez minutos más tarde, junto a la Casa de Piedra, hacíamos las últimas consideraciones acerca de la poderosísima acción de los tres grandes glaciares que bajados desde Argualas, Bachimaña y Brazato, practicaron la Cubeta Lacustre del Balneario de Panticosa.  No había ya tiempo para otras consideraciones como la incalculable presión  de una masa de hielo de más de 200 metros de espesor, ni siquiera para un breve vistazo al praderío vestido ya de brillantes y variadas orquídeas bajo la delicada sombra de viejos servales, o los, cargados a reventar de amarillo polen, pinos negros saliendo de una primavera húmeda y fecunda como mandan los cánones.
            -¿Qué tal os ha ido? 
          -Bien… ya veis. Y me dije para mí: “Tío, misión cumplida” mientras que en mi mente se iba enfriando un potaje aderezado con las especias de siempre: la tibia tristeza por dejar el monte y la gozosa alegría por haber terminado el proyecto, siempre me pasa lo mismo; y algunas especias más, no muy corrientes pero no por ello menos exquisitas.
         Posábamos para la posteridad en las ilusiones jóvenes de nuestros jóvenes compañeros de cordada, pero yo no estaba para posteridades. ¿Qué nos había traído hasta aquí?
            La verdad es que antes de empezar a escribir tuve serias dudas en hacerlo, porque a pesar de que quería que guardarais un buen recuerdo más, no estaba muy seguro de la conveniencia de soltar toda la basura  que alrededor del tema se había vertido y, desde luego, no estaba dispuesto a faltar a la verdad, un poco ya me conocéis, y escribiros un bello cuento de hadas que poco o nada tuviera que ver  con la más estricta realidad.
            El asunto comenzó a rodar a raíz de planificar el trabajo manual de la pasta de papel. Haríamos un trozo de Pirineo que es algo próximo, y… si el tema prosperaba igual íbamos a verlo a fin de curso.
            La Señorita Merche que lo ignoraba casi todo acerca de la actividad entró en el saco por la vía rápida, aunque luego la procesión le iría por dentro y podéis reíros de la Semana Santa Sevillana.
           Don Lorenzo se tragó el anzuelo que discretamente solté un buen recreo en la Sala de Profesores. Sabía que le gustaban estas cosas e incondicionalmente se montó en el carro, cosa que no le agradeceré suficientemente.
           Don Fernando tenía problemas personales que lo distanciaban del tema, lo que no le impidió que contáramos al menos con su ayuda moral.
            Eramos tres por tanto frente a la marabunta y dilatábamos el inicio en el tiempo lo más posible para no perjudicar al zagalerío, pero no se podía demorar ya más el asunto y lo echamos a andar planteándolo a vuestros padres y a vosotros por clases.

Barranco de Arriel desde el Llano Cheto.

            El lunes 3 de Mayo nos tropezamos con el primer problema grave: os habíais apuntado al bombardeo 67, parecía ser que de la información facilitada que hablaba de esfuerzo importante, concentración continuada, capacidad de resistencia, cierta dificultad, etc., el personal se había quedado con la copla de una noche con amplio y dilatado choteo en un refugio de montaña. Había pues, en consecuencia, que informar a los padres de la realidad de la actividad y de sus problemas de entre los que destacaban los originados por el número de interesados.
            Ni el riesgo a las víboras, la zona cuenta con una población importante de ellas; ni siquiera la crudeza de atravesar importantes campos de nieve en altura salvando fuertes desniveles os hizo decaer en vuestro empeño: os importaba un comino la falta de material adecuado, estabais dispuestos a soportar cualquier restricción alimenticia o las alergias de cualquier tipo,  no os pesaba en absoluto la mochila y el duro granito del Pirineo Axil era el más confortable de los colchones que jamás hubierais soñado con disfrutar. Y desde luego, con este panorama, no seríamos nosotros los profesores responsables los que derribáramos vuestro castillo siempre que fuera razonablemente seguro.
            Consecuentemente os ofrecimos todo lo que teníamos, incluso estábamos dispuestos a hacer la travesía dos veces dividiendo así al grupo, y vuestros padres acordaron ofreceros alternativas con una visita  a Barcelona.
            Para entonces yo había sido “llamado a la cordura” alegando la peligrosidad o yo qué sé de la travesía; pero lo curioso del caso es que aquellas personas que evaluaban la actividad como peligrosa tenían apuntados en ella a sus propios hijos, cuando lo más normal hubiera sudo borrarlos ejerciendo la patria potestad sobre ellos y obrando en consecuencia y eso si lo hubiera entendido: siempre se habló de que erais absolutamente libres de ir o no y esa condición se mantuvo hasta cuando en La Sarra nos echábamos las mochilas al hombro.
            En las barras de los bares y otros circulillos por el estilo fuimos calificados, poco más o menos, como incompetentes suicidas, posiblemente por personas que o bien desconocían la montaña como mal menor y por ello, ignorantes se atrevían a emitir juicios; o si bien la conocían estaban adornados de otras “virtudes” peores todavía.
            Como dice David Brett en su obra La Gran Travesía: “Que me aspen si entiendo qué es competencia en la montaña.” Por tanto, la conclusión es inequívoca: el que sin elementos de juicio considera incompetente a los demás está publicando su propia incompetencia.
            En los ya muchos años que llevo en las montaña me he tropezado con muchas gentes y he llegado a pensar de algunos que no tenían un aspecto muy convencional, que estaban fuera de lugar, pues el pensamiento es incontrolable a veces; pero la prudencia, la humildad y sobre todo la experiencia jamás han permitido que estos pensamientos tomaran palabra y mucho menos con el riesgo de poder hacer mal. En la montaña he aprendido muchas cosas que querría  que las aprendierais también vosotros. 
            Unos cuarenta de vuestros compañeros de séptimo curso deciden ir a Barcelona por múltiples razones que todos sabemos y yo juzgo justas, Don Fernando echó su cuarto a espadas en el tema y nosotros con un número ya razonable, seríamos 27 al final, nos enfrentamos con los problemas que yo tenía perfectamente delimitados y de los que conocía alguna de las claves para su solución: conocía perfectamente el terreno, sabía el nivel de innivación superior al de años anteriores, consideraba de capital importancia el orden, la disciplina y la atención en la marcha, estimaba con exactitud los desniveles y las distancias y sabía con precisión las dificultades de la actividad que no confundía con los peligros, tanto objetivos como subjetivos, que podían presentarse.
            Contaba con la colaboración de algunos de vuestros padres y de dos compañeros profesores que no eran ni asiduos, ni expertos en la montaña pero de los que podía obtener tan valiosa colaboración como su peso en oro.

Cascada del Paso del Pino y Garmo Pipos. 

            Contaba con vosotros y tenía en vosotros una fe ciega: me dijisteis con pocas palabras tantas cosas en aquella primera encuesta… sabía que cuanto más destartalado y pasota fuera uno, mayor y mejor talla daría en medio del ajo y ahora me siento orgulloso tanto por haberlo previsto como porque así se cumplió.
         Pero en montaña, como todo es necesario para envejecer disfrutándola, contaba con la experiencia suficiente y la capacidad de resolución de los problemas que la dificultad de la actividad pudiera plantear: acordamos listas de materiales, alimentos, botiquín general y una pequeña intendencia común en la que se incluía material de seguridad.
            Casi todo, poco a poco, fue quedando atado y digo casi porque al final concretando fechas serían los días 21 y 22 de Junio, si el tiempo lo permitía como en los toros, las disponibilidades personales y el desmonte de la morrena lateral debajo de Formigal que sepultó los accesos al Valle de Tena, nos obligaría a realizar los traslados en coches particulares. Solamente quedaba un aspecto pendiente: tenía que veros en el tajo para conocer más fidedignamente vuestro garbo y salero en el monte y para ello el jueves anterior a la marcha nos dimos una vuelta por los Capitiellos con fundida inicial incluida pues disponíamos solamente de la mañana y era esta una forma de repetir en poco tiempo las condiciones necesarias para ver vuestro trabajo de resistencia, además de otras lindezas como comprobar vértigos y aptitudes en terrenos escabrosos y descompuestos.
            Se os había recomendado sobar los calzados nuevos y así, de paso, andaros un poco, sobre todo los que no teníais costumbre que erais todavía la mayoría. También marcharíais con la mochila aproximada llevando todo el material con excepción de la comida.
            El asunto estuvo bueno y comprobé lo que tenía que comprobar: algunos de vosotros me podíais ayudar especialmente en caso necesario.
            Pero no solamente íbamos a hacer una travesía en el Pirineo, pretendíamos algo más: queríamos que supierais interpretar un mapa de curvas de nivel y así ser un poco capaces de adoptar unas estrategias de comportamiento frente a un mapa; queríamos que conocierais el trabajo que en este Pirineo hicieron los glaciares diferenciándolo del realizado por los ríos; queríamos que vierais in situ el fenómeno del metamorfismo de contacto; queríamos que aprendierais un poco sobre la flora y la fauna más notable del Pirineo y su distribución altitudinal; queríamos explicaros un poco el complejo origen del Pirineo y queríamos que aprendierais comportamientos básicos en la montaña todo como procedimiento para empezar a amarla y a respetarla, pues dice el adagio que solamente se respeta lo que se ama.
            Yo sabía que era mucho tomate lo de rocas intrusivas, especie endémica, Batolito de Panticosa, saxifraga longifolia, técnica de puntas, Cresta del Diablo, Collado del Infierno, estría de glaciar, potabilizador de aguas contra diarreas y átate los cordones de las botas que te vas a partir las narices; pero merecía la pena intentarlo; no porque la gallina no pueda volar debemos cortar las alas al gavilán.

Campo Plano y Llena de Cantal desde Reespomuso.

            Al día siguiente y aprovechando que vuestros compañeros se reponían de la soba-Barcelona y mientras la Señorita Merche se lidiaba el toro de los coches para los viajes, yo os metí un buen apretón describiéndoos el Pirineo desde el Balaitus hasta el Ebro, diferenciando la erosión caliza de la granítica, viajando desde la ingravidez y descaro de la chova piquigualda  hasta los conglomerados de pudingas de Santa Orosia o las margas azules del Basa y pasando evidentemente por algunas de vuestras caras que decían algo así como: “joder que lío de Pirineo.”
            Quedaba el tiempo, la gran incógnita. Para empezar, nevadas tardías  habían aportado una innivación superior a la de los últimos años, la nieve estaba 100 metros más baja de lo acostumbrado, lo que había comprobado en diversos lugares  en los que había estado por aquellas fechas. Sin ir más lejos el día 13 subiendo a Foratata, a las ocho de la mañana y a 1700 metros de altitud se quedaba cuajada la poca nieve que caía. ¿Qué pasaría una semana después a 2700 metros de altitud?
            Pasaría lo que tuviera que pasar, que no estaba en nuestras manos y por tanto no había que calentarse la cabeza. Tuvimos una semana “caliente” por temperaturas y porque la “presión” seguía en aumento. Tanto que al final y por razones que no vienen al caso, tuve que mandar al guano a algún payaso que había confundido el asunto con su circo particular y es que en este país se “pica” poco y mal.
          El mes de Junio tradicionalmente inseguro y tormentoso se cumplía un año más implacablemente en este 93. El sábado 19 en Sallent, lo sabíamos por la información de la Quebrantahuesos, la echaba hasta sin "porgar"; tanto que yo me quedé con la mochila preparada, dejando para mejor ocasión la prevista escalada a las Crestas del Diablo con mi amigo y compañero Miguel Lanaspa. En  montaña renunciar  a tiempo es una victoria segura.
            El tema meteorológico estaba tan complicado que en previsión de que nos pudiera pillar algún “marrón” interesante había previsto una ruta alternativa  que nos llevaría a la Cubeta Lacustre de Arriel y nos permitiría asomarnos al Circo de Arremoulit.

Circo de Piedrafita con Puntas del Pecho, Piedrafita, Marmoleras y delante Tebarray.

            Me llegaron a pedir explicaciones acerca de lo que haríamos el día de la marcha y un poco cansado ya de tantos “desvelos” por nuestra suerte, les contesté, lo más templadamente que pude, diciendo que no tenía la bola para contemplar el futuro.
            Por fin el 21 por la mañana, después de poneros el tema feo: “y si "acantaleaba" a la hora de salir, ¿qué?”, dijisteis más o menos que el que se moja se seca, y me gustó vuestro coraje, estabais dispuestos a sufrir para tocar el cielo.
            A las dos de la tarde estábamos metiendo las mochilas en los coches, avisé a la Guardia Civil, como está mandado, corté por lo sano las comunicaciones  que pedían hacerse con la emisora que llevábamos, pues en montaña es sabido que fijar un momento y un lugar solamente sirve para comprobar que se estará en otro cualquiera pero distinto y por lo tanto no consideraba conveniente crear expectativas de inquietud innecesarias, y al rato parábamos en Santa Elena para contemplar la erosión  de un valle de artesa glaciar y la posterior erosión fluvial, vimos las Surgencias del Puerto de Biescas y nos maravillamos con el níveo concierto floral de las saxifragas en su séptimo y último año de existencia. Luego continuaríamos por Tramacastilla y Sandiniés a Escarrilla, Sallent y la Sarra.
            Eran las tres y veinticinco cuando cruzábamos el Puente de la Faxas a 1438 metros de altitud diciéndoles a los conductores de los coches que ya nos veríamos mañana.
            La tarde está cargada y amenazadora a pesar de que luce el sol. Mi experiencia me dice que no será nada serio de momento pues hay cierta movida nubosa.
            En dirección norte, uno detrás de otro y con la organización prefijada nos vamos por la Orilla Derecha del Aguas Limpias  al Llano de Tornadizas después de atravesar el Barranco Ministirio.  El camino, casi una autopista, va ascendiendo suavemente  al encuentro de las Cascadas de Balzaroleta y Garmo Negro de Soba. Vamos dejando atrás el boj, el pino silvestre, sauces, mostajos, abedules y servales conforme empieza a clarear el abeto blanco, a sus pies gayuba, arándano y brezo y en los claros acónitos, botón de oro, hierba de San Juan y digitalis purpúrea

Reespumoso y Crestas del Diablo. 

            El valle se estrecha poco a poco hasta angostarse en el Paso del Onso; pero antes, con una delicadeza ilimitada, el bosque mixto se disuelve en un hayedo húmedo que nos regala con su sombra entre caleidoscópica, abrigadora y profundamente majestuosa mientras el barranco se ahonda rumoroso y espumeante  como azuzado por las verticales paredes del Garmo Carnicero en las que milagrosamente anida el sobrio pino negro.
            La gente sube bien, hay que ir parando un poco a los más fogosos de la cabeza. Yo sudo lo mío con mi cumplida mochila yendo y viniendo para explicar detalles interesantes y luego un poco más por la incomodidad de la ración extra más que  por su peso: algún fallo hay que cometer y es justo pagarlo, cómo no en la montaña que no se pueden dejar cuentas pendientes.
            Camino y barranco se aproximan y de la mano penetran en el Llano Cheto cuando a la vista se nos ofrece la sobreexcavación de la conjunción de los Glaciares de Arriel y Reespumoso. Nos cruzamos con un autobús de foráneos que nos saludan en Inglés y les correspondemos con el guiño de nuestra juventud, o es que alguien puede dudar de la juventud de los que van a la montaña, y con las majestuosas hayas, con sus hojas especialmente dispuestas que nos dejan en seco tras las primeras gotas, anuncio de una noche que puede ser festivalera.
            En el Barranco de Arriel a 1700 metros de altitud paramos a echar un trago, comer un poco que en modo alguno necesitamos y comprobar lo bien que se está sin la mochila. Algunos se sonríen satisfechos: el asunto va bien y no es cuestión de arrugarse pues lo tiene claro.
            Hemos subido bien en poco más de una hora y tras cumplida parada en la que pasamos revista a los desaguisados que no se han producido, continuamos por el Repecho del Paso del Pino con su suntuosa cascada a nuestros pies. Acabamos de virar al este contorneando Musales  y nos introducimos descaradamente en el reino del granito del Pirineo Axil por el firme camino instalado en la inestable pedrera  de la Cara Sur de las Frondiellas.
            Dejamos atrás la entrada a los Arrieles a nuestra izquierda entre los alientos del repecho y la ojeada al pino negro superviviente de su ciclópea batalla con el rayo. Despedimos las últimas hayas de las que nos subiremos unas ramas  para barrer el refugio y entramos al piso subalpino donde reina el pino negro acodado por las copiosas nieves en conjunción con el fototropismo positivo de la luz, sin competencias mayores que las del abundante rododendro casi florido.
            Parece ser que el día no está para alegrías faunísticas, solamente algunas perezosas babosas han salido a nuestro encuentro y las marmotas que tienen encadados a los vigías, la tormenta es inminente.
            Maribel tiene que habérselas con algún que otro fogoso todavía o espoleado por el “marrón” que se avecina.
            Nos ponemos los chubasqueros pues el chaparón parece un poco consistente y ya a la vista de la capilla y del murallón de la presa, envío al personal para adelante con Lorenzo Josemari y Maribel, Félix y yo nos quedamos con Merche, a estas alturas poco fogosa ciertamente. Cuando le he quitado la mochila en el hayedo tenía mala cara, pero poco antes de iniciarse el chaparrón la tenía peor. Estaba tan a punto de derrumbarse que la he tomado de la mano por miedo a que se cayera. Poco a poco se recupera y el color le vuelve a la cara, solamente nos quedan 180 escalones que debieron ser hechos a la medida del Gigante de Sallent, tío de mi buen amigo Pedrito.
            Cinco minutos más tarde ya ha dejado de llover cuando llegamos a la Capilla de la Virgen de las Nieves, son las seis de la tarde.

Pico Llena de Cantal con nieblas. 

            El Ibón de Reespumoso represado a partir de 1930 tiene una superficie de 55 hectáreas y una capacidad de embalse de 17 hectómetros cúbicos, anega una cubeta glaciar rodeada por la majestuosidad de un ramillete de cimas todas ellas por encima de los 2500 metros, destacando algunos interesantes tresmiles como las Frondiellas o la Faxa, crestas tan espectaculares como las del Pecho, Pecico o del Diablo rodeadas de semiestables pedreras graníticas  en las que falta el Pino negro diezmado en la época de obras y en las que sobran restos de instalaciones de todo tipo realizadas también en esa época y que el tiempo todavía no ha engullido y cantidades ingentes de basuras traídas y abandonadas por la mala educación y la falta de cultura que han causado la desaparición de los tritones pirenaicos y desaconsejan beber las aguas de los múltiples  iboncillos que pueblan el fondo del circo.
            Mientras le gente pone a secar lo que se ha humedecido me voy hasta el Refugio de los Vascos, la nueva Obra del Pilar del Pirineo por faraónica e interminable.
            Charlaré un rato con  Angel López que está terminando la fontanería, veré el refugio por dentro que, por cierto, anda algo atrasado, charlaremos del tiempo, del despilfarro  y media hora después me daré la vuelta en medio de una tarde que se ha ventilado un poco.
            Barren la capilla, organizamos el espacio para pasar la noche, charlamos y sobre las ocho cenamos sobre el roquedo granítico de los alrededores arropados por las vigilantes torres de las Frondiellas, Faxa, Campo Plano, Llena de Cantal,  Zarre, Gaurier, Piedrafita, Marmoleras, Tebarray, Forqueta y Musales.          
            Visitamos después el Chalet de Aragonesas violentado por enésima vez y convertido en basurero y nos disponemos para el sacrificio de los anunciados juegos made in Merche en los que caballerosamente participaremos a la vez que preparamos la leche caliente para todo el que guste.
            Terminaremos, originales como siempre, contando los resabidos chistes, lo que me servirá para comprobar, también como casi siempre, que no les conté el chiste de la vaca, ni el del perro, pero prometo contarlos la próxima vez.
            A las diez y media, con renovados truenos, nos vamos metiendo en nuestros sacos. Las bromas y el jolgorio aparecen puntualmente como la tormenta y las goteras, que ya imaginaba, con el primer chaparrón.

Subiendo hacia Llena de Cantal. 

            Hay que cambiar de lugar a alguno y proteger  salpicaduras con bloques prefabricados y con las capas de agua.
            Algunos, de cuyos nombres no me acuerdo pretenden prolongar la juerga más allá de lo deseado por la mayoría, hay que conminarlos a que cierren la cremallera o se marchen a la calle a ordeñar marmotas; pero en total más ruido que nueces.
            A las doce, ráfagas de viento nos anuncian que la tormenta ha pasado, el silencio se descuelga sobre los sacos y cada cual se dispone a repasar con su conciencia las cuentas pendientes del día y algunos, que lo sé yo, extrapolarán a su albedrío, imaginando el día siguiente; pero eso es otra historia que nos pueden susurrar al oído los Dioses del Pirineo, nada más que seamos capaces de escucharlos con nuestros enamorados corazones de montañeros.
            Una noche sobre el granito siempre es dura y por tanto larga con el deseo de que no se convierta en eterna y la espera de que nos rescaten del carrusel de vueltas y más vueltas las primeras luces del alba, que para este martes 22 de Junio llegan prudentemente a las seis y media de la mañana.
            Abro la puerta de la capilla de par en par y me hago un paseíllo por encima de los que todavía no se han divorciado  del amor del saco: oye, no falla, se despiertan todos.
            Hay que recoger un poco la leonera y marchar a lavarse a la salida del canal que trae las aguas de los Ibones de Arriel en una mañana que, casi recién nacida, como poco, está espléndida.
            Cogemos agua en las cantimploras para hacer la leche y somos asaltados  por algunos que pretenden asearse con el agua de las mismas; ¡será posible que sean tan vagos y tan cochinos! No me extraña que cuando llegan los primeros calores de la primavera cante la clase una cosa mala.

Ibón de Llena de Cantal con Frondiellas y Cristales.

            Desayunamos, enmochilamos los bártulos y a las ocho estamos cruzando la presa para tomar el camino que transita al sol de la mañana bajo la Cara Norte de Musales.
            Nos acompañan algunas chovas piquigualdas y algunos gorriones alpinos. No va a ser una travesía muy propicia para la fauna de la zona. La tarde no brindaba buenas condiciones y la mañana, no nos engañemos, tampoco las brindará.
            Los barrancos que atravesamos bajan crecidísimos tras una noche benigna. El Barranco de Campo Plano lo pasaron ayer con agua hasta la rodilla y el de Llena de Cantal baja tan crecido que ni soñar con el camino del fondo del valle, habrá que subir y pasar bajo las paredes de la Forqueta de Piedrafita.
            Vamos en dirección este, nos despedimos de las Frondiellas y el Balaitus entre nubes, fotografiamos las Crestas del Diablo, nos orientamos al sur y empezamos a ascender por renovada pradera alpina en la que quedan abundantes huellas de la nieve que acaba de desaparecer.
            Hemos atravesado algunos neveros residuales en los que aprovechamos para ver cómo pisan huella y cómo la abren algunos. Atravesamos uno inclinado hacia el barranco y nos alejamos del mismo para atravesar el Cerrojo  del Ibón de Llena de Cantal cuando nos visitan las primeras nieblas: han tomado el ascensor y se han bajado. Será que quieren vernos de cerca.
            Localizamos una pequeña manada de rebecos pastando en el fondo del valle para encumbrarse después por delante de nosotros hacia los Picos de la Divisoria cuando nos tenemos que poner  las ropas de agua pues viene un pequeño chubasco.

De llena de Cantal para arriba.

            El doble resalte no es fuerte pero a Merche se le vuelve a atragantar y cuando llegamos al Ibón de Llena de Cantal está bastante fundida y no quiero ni pensar en el miedo que le da el tiempo y el nevero que nos aguarda, son las diez menos veinte, estamos a 2450 metros de altitud, con el ibón medio helado, rodeados de nieve por todas partes y en medio de un ambiente decorado por las nieblas que parecen dispuestas a custodiarnos decididamente.
            Comemos y bebemos un poco, descansamos y nos aprestamos a subir el nevero que nos conducirá al Collado de Tebarray abrigándonos un poco, poniéndonos las polainas y sacando los bastones que hemos traído precisamente para este nevero.
            Media hora después continuamos con los primeros tramos que son suaves. Ganamos altura a la vez que también la ganan las nieblas. Poco después nos visitará el sol aunque solamente sea de cumplido.
            Abro huella bastante bien, la nieve está blanda pero consistente; detrás la reafirma Lorenzo y alguno más de mi confianza. Por medio va Maribel con la tarea casi innecesaria de poner orden y detrás Félix y Josemari disfrutando lo suyo pero vigilantes.

Dejamos abajo el Ibón de Llena de Cantal.

            El final del primer resalte se empina y la nieve se ha endurecido un poco debido a las lluvias, pero pronto alcanzamos el rellano en el que hacemos una parada y unas fotos. La gente empieza a disfrutar viendo que “el toro se va toreando”, solamente guardan una inquietud ya que el tiempo, de momento, acompaña: ¿cómo estará el paso? Pues todavía no se ve y lo que se ve, son los Picos del Pecho, está chungo.
            Nos vamos ya definitivamente para arriba, el nevero se empina pasando de los 30º a los 35º en un santiamén, hacemos un zigzag que aprovecho para hacerles unas fotos y orientados hacia la base del corredor; habíamos salido de Llena de Cantal en dirección este y ahora tras girar 90º subimos en dirección sur en busca del collado.
            El corredor no tendrá 100 metros de desnivel y se acerca a los 40º en su parte superior, nosotros nos aproximamos a la base de la roca pues el resalte nevado final es lo más fuerte. Ya en la roca, como era de esperar, hay una pequeña rimaya en la que un par de pasos atléticos obligarán al personal a lucir el tipo sobre la máxima pendiente del nevero. Diez metros más arriba está la roca en la que haré un seguro con una de las cuerdas y tenderé un pasamanos  que, por cierto, no va a utilizar casi nadie pero para eso hemos traído el material.

Llegando al Collado de Tebarray.

         Ya estamos en el Collado de Tebarray a 2782 metros de altitud que como poco les resulta espectacular. Les invito a que lo disfruten a pesar de que el viento titular de la plaza, aun siendo modoso, no lo aconseje precisamente y mucho menos las nieblas que descaradamente suben desde el Collado de los Infiernos para rebosar la Cubeta de Tebarray y engullirnos decididamente.
            Son las once y media cuando nos tiramos casi de cabeza al ibón que está a nuestros pies, pero desestimamos el baño ya que el ibón está un tanto helado y no será cuestión de romper el hielo para ello; solamente un saco aventurero se decide por el aseo personal, pero Josemari lo retornará a la disciplina de la, por cierto, pésimamente hecha, mochila.
            El granito que lo era todo en Reespumoso se ha ido mezclando con otros materiales diferentes fundamentalmente en cuanto a color, textura y tamaño. Aquí ya en el collado y en la Cara Oeste de las Marmoleras estamos en medio de las aureolas metamórficas de contacto que originó el magma del Batolito de Panticosa pues el granito queda cubierto por otras rocas como son las pizarras, gneis, micacitas y mármoles fundamentalmente.

Travesía del Collado de Tebarray al de los Infiernos. 

            Las nieblas no nos permiten contemplar el paisaje que ciertamente es espectacular y sin más dilación alcanzamos el Collado de los Infiernos y nos vamos corredor abajo entre las Marmoleras y el Pico Piedrafita a nuestra izquierda y los Picos del Infierno a nuestra derecha penetrando en el Circo de Bachimaña.
            Les había enseñado la técnica de puntas para subir y ahora les enseñaré  la de talones para bajar y los lanzaré al trote por parejas de la mano para que disfruten un poco como enanos, no todo ha de ser trabajos y sudores. Les haré una foto en medio del jolgorio general.
            Cortamos la fiesta al final del nevero cuando estimo que el puente de nieve sobre el barranco  no está ya suficientemente seguro y otra vez a la fila, al orden y al paso pues el Bramatuero Inferior y el Bachimaña Superior se ven lejos todavía.
            Los alrededores del Ibón Azul Superior son un auténtico torrente con abundantes trampas de nieve, por tanto nos encaramamos un poco en la ladera norte del valle bajo la cresta de Punta Zarre y así, por terreno más firme nos pondremos en la Cola de Bachimaña aunque no pasemos por el Azul Inferior.

En el Collado de los Infiernos.

            Cruzar el Barranco de los Azules es un tema que hay que abordar sin complejos: hay que hacer el pato como alternativa más segura. Buscar piedras para mojarse igual es tentar la suerte por encima de lo conveniente para terminar sentado en medio del barranco. Además, tan caro nos mojemos los pies más de lo que están.
            Hemos ido demorando la parada de la comida y ahora que es la una y hemos acordado parar se echa a llover. Por tanto hay que continuar en contra de todo lo que sería lógico y es que en montaña estas cosas suceden frecuentemente y se resuelven satisfactoriamente a costa de recurrir a esa fortaleza moral que tan bien se forja precisamente en la montaña.

En el Nevero de los Infiernos.

            A las dos estamos frente a la pared de la Presa de Bachimaña Superior. Comunicamos por radio que a las cuatro estaremos en el Balneario y bajo una lluvia remitente  tomamos la decisión de cruzar la presa e irnos a comer a los Barracones de Bachimaña que están abiertos y llenos de basuras.
            En los barracones vuelve a llover y nos metemos dentro a comer por fin y con cierto apetito. Es curioso cómo se te va la gana en la montaña. ¿Será que cuando se encuentra bien el espíritu el cuerpo pasa con menos?
            Son las tres y diez. El “marrón” que sube por el sur no tiene aspecto de remitir de momento, la Cuesta del Fraile vomita sobre el circo lacustre constantes bocanadas de niebla, pero hay que bajar. Nos ponemos las ropas de agua y adelante que ya queda poco.
            Alertamos a los del otro refugio e iniciamos el descenso atravesando el puente de madera de Bachimaña Inferior para orientarnos definitivamente al sur al encuentro de la vegetación de forma inversa a como la abandonamos ayer a la subida.
            Avisamos a los navegantes despistados sobre los resbalones en se la piedra lisa y mojada y cuando iniciamos la bajada fuerte en la Cuesta del Fraile se levantan las nieblas empujadas por el sol, un sol que baña de luz un valle por el que discurre el recién nacido Caldadrés de Baños.

Descenso al Balneario de Panticosa.

            Atravesamos zonas en las que el granito toma coloraciones insospechadas de la gana de los verdes al negro debido a la presencia de líquenes y también a la descomposición de alguno de sus componentes; pasamos sobre lajas perfectamente pulidas y estriadas en la dirección del valle, saltamos con las espumeantes aguas en las Cascadas de Diana y el Angel, admiramos una diminuta marmita que el barranco excavó en otros tiempos cuando discurría a un nivel superior y a las cuatro y media pateamos sobre la cubeta glaciar y actualmente lacustre del Balneario de Panticosa. Nos reciben algunos de vuestros padres que han venido a buscarnos para llevarnos hasta Sabi ya que no era cuestión de hacer la carretera a calcetín y nos hacemos satisfechos la foto con cara de queso, en inglés “chesse.”
            Luego vendrán más despacio los recuerdos que pintarán sonrisas en nuestras caras y pondrán palabras en nuestros labios para contarlo a cualquiera que nos preste sus oídos. Y solamente algunos, los más queridos, serán eternos en nuestros corazones, pues ni siquiera la memoria podrá extraviarlos en el tiempo; y esos, no tendrán precio.
        Ahora ya no tengo dudas, no dejaría de escribir esto por nada del mundo y es que algunos disfrutadores de la montaña lo hacen, al menos, por triplicado: primero cuando planean, después cuando lo realizan y tercero que no final, cuando lo escriben ya que luego lo leen y lo releen saboreándolo con sacratísimo deleite.
            Podría seguir diciéndoos muchas cosas pero me limitaré a daros las gracias a todos y a cada uno porque cada uno de vosotros ha dado lo mejor de sí y eso siempre es mucho y porque en el caso de haber necesitado algo más, también lo hubierais dado.
       De todo lo que pretendíamos, que no negaremos  que era muchísimo, espero que algo, posiblemente lo más importante, os lo hayáis guardado para vosotros y ese era y es precisamente el principal objetivo.
            Parece ser que por fin, no les ha quedado otro remedio, a los que vendían nuestra piel antes de cazarnos, se han debido quedar con las ganas. Las presiones que desde círculos, tan variados como difícilmente pueda imaginarse, me intentaban acorralar han ido cesando pero a duras penas, ya que después de nuestra vuelta todavía he escuchado algunas músicas celestiales. Para todos ellos y especialmente para aquellos que estaban preparados para tirárseme a la yugular a la más mínima ocasión, como siempre he sido muy claro y no voy a dejar de serlo: “que les den mucho.”
            Y para vosotros, no puedo desear otra cosa mejor, espero que hayáis dejado un trozo de vuestra alma en las alturas, que volváis a buscarla y entonces que nos volvamos a encontrar en la montaña.