22 jul 1989

8.89. EL RIMPFISCHHORN. 22-8-1989.

Rimpfischhorn desde Allalinhorn. 1-8-07.

Teleférico de Felskin, Cabaña Britannia, Glaciar de Hohlaub, Glaciar de Allalin, Allalinpass, Glaciar del Ried, Rimpfischsattel y Cara Oeste. Vuelta a Saas Fee.
22-07-1989.
15:15 h.
15 h.
Mixto.
Poco difícil.
2 d.
3 p.
Ascensión.
Juan Castejon, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.                                                                                                                                                                                                                                               
Mapa de Rimpfischhorn procende de Landeskarten der Schweigh. Vía en amarillo.
                                
            En la estación del Teleférico a Felskin deSaas Fee nos aligeran 26 francos suizos por barba en concepto de ida y vuelta. Montamos con poca gente pues no es precisamente la mejor hora para subir, e inmediatamente nos elevamos vertiginosamente primero por la morrena y seguidamente sobre la parte sur del Glaciar del Fee.
            Diez minutos más tarde estamos a 3000 metros de altitud y fuera de la estación contemplamos hacia el este una especie de pista practicada sobre el hielo del glaciar que suponemos será para uso de máquinas pisanieves. Va desde la salida del teleférico hasta el Eginerjoch. ¡Cómo se están cargando los glaciares! Y los suizos no son una excepción.
            La pista es prácticamente llana y sabemos que para llegar a la Cabaña Britannia no hemos de salvar desniveles pero en contra tenemos una nieve convertida en sopa por una temperatura más propia de fondo de valle que de otra cosa.
            Vamos dejando a nuestra izquierda el glaciar rocoso y vertical en esta parte y pasando el collado continuamos levísimamente en descenso. A nuestra izquierda y por una brecha aparece el camino que partiendo un poco más arriba de Saas Almaguel conduce al refugio.
            Media hora de camino bajo la  arista este del Allalinhorn nos deposita en la doble escalera de acceso a la Cabaña Britannia. Estamos a 3029 metros de altitud y son las cuatro menos cuarto de la tarde.

La Cabaña Britannia desde la Morrena Glaiar de Allalin. 

            El refugio es un viejo caserón de gruesas paredes de piedra, se nota enseguida que se trata de un viejo y clásico refugio: ventanas pequeñas y verticales, muros de piedra, acceso casi señorial. Por dentro es angosto, con una cierta pátina de uso antiguo sobre todo en la madera que es el principal elemento constructivo. En el comedor hay mesas como hongos en temporada; las paredes están cosidas de fotografías, carteles, pegatinas, posters y anuncios absolutamente variopintos. Rosa se calza unos zuecos de madera.
            Nos inscribimos. Hay que apuntar la actividad que vamos a realizar, medida ciertamente interesante y que no se suele practicar en los refugios españoles.
            Fuera hay unos servicios absolutamente medievales y creo utilizar la palabra en su más justa medida. Se trata de una bancada de obra cubierta de madera en la que hay unas tapas redondas de madera que hay que sacar y dejar en el suelo para utilizarlo. Evidentemente no hay cisternas de agua.
            En un momento nos damos un paseo hasta la inmediata y próxima cima del Pequeño Allalin a 3066 metros de altitud. Merecerá la pena puesto que se trata de un pináculo incomparable. Nos enseña al oeste el Allalinhorn y el Glaciar de Hohlaub; al sur el comienzo del Allalinpass, la cara oeste del Rimpfischhorn con el Gran gendarme en primer plano, el Adlerpass y el glaciar de Allalin con su, a estas horas, fastuosa cascada de desagüe y el Strhalhorn con su enorme espolón el Fluchthorn; al sur, justamente debajo de nosotros pues la cara sur del pico es un brutal y vertical paredón de más de 500 metros, está el Embalse de Matmark tristemente célebre en su época de construcción ya que se instalaron los barracones de los trabajadores junto a la pared de la presa y un enorme desprendimiento del ahora colgante Glaciar de Allalin sepultó a casi un centenar de personas y al norte en la distancia el Weissmies y el Laginhorn y aquí mismo el Eginer, el Mittaghorn y cerrando el Circo de Saas Fee el Dom, la Lenzspitze, la Nadelhorn y el Ulrichhorn. Además contemplamos largamente parte de nuestro camino del día siguiente en una tarde de luces cambiante ante un posible cambio de tiempo, no demasiado consistente, al que no hacemos demasiado caso.
            Ya de vuelta al refugio nos entretenemos haciendo fotos a las cabras que se han acercado hasta el lugar donde queman las basuras del refugio. Luego pagamos 13 francos suizos por la litera y cenamos a nuestra manera entre la curiosidad del personal. La ensalada de tomate cebolla y olivas negras llama la atención, no así el puré de patatas, el pan de pueblo y el latón de sardinas subsiguiente, pero los plátanos y las naranjas que tenemos sobre la mesa son la envidia del comedor, sobre todo si se comparan con la compota de pera que servirán en el refugio.

Mi esposa con la fauna autóctona de la Cabaña Britannia.

            Ceno con poco apetito pues de nuevo me molesta el estómago al que no voy a hacer caso y sobre las ocho y media nos vamos a las literas. Nos han confirmado el empeoramiento del tiempo para mañana al mediodía y hemos decidido salir temprano.
            Las habitaciones son un tanto especiales con dos filas de literas sin miedo a coscorrones, taquillas y perchas frente a las mismas, todo comodidades para los escaladores a los que el tiempo les podía obligar a permanecer encerrados en el refugio: muy al estilo colonial. Tiene nombre y diseño de los escaladores ingleses miembros del Club Alpino Suizo, algo así como un bastión inglés en el corazón de los Alpes que les permitió estudiar y dominar la zona a fondo y con la comodidad de sentirse un poco en su propia casa.
            La noche va a resultar movida por el calor y por el viento que funciona fuera y que nos regala con el martilleo de la cuerda sobre el mástil en el que ondea la sempiterna bandera suiza de los  refugios.
            El personal comienza el Sábado 22 de Julio de 1989 a las tres de la madrugada. Nosotros nos levantamos a las tres y cuarto en medio de la movida. Recogemos nuestra ración de agua caliente incluida en el precio de la litera y desayunamos tranquilamente mientras el personal marcha. Nosotros salimos los últimos utilizando las  frontales. Sigue haciendo calor  y no hay estrellas. El tiempo ha cambiado innegablemente.
            Son las cuatro y diez y por marcado camino nos vamos en descenso al encuentro del Glaciar de Hohlaub. Enseguida encontramos a un grupo al borde del mismo calzándose los crampones y nosotros decidimos hacer lo mismo pues no sabemos cómo estará el glaciar y nos quitamos los anoraks.

Desde Britannia en un momento claro: Stralhorn, Rimpfischhorn y Allalinhorn.

            Pronto vamos a comprobar lo que de alguna manera nos temíamos. No ha helado y la nieve está blanda y húmeda por lo que el asunto puede ser valiente.
            Nos encaramamos en el Glaciar de Hohlaub atravesando las primeras grietas transversales abiertas, para cruzarlo en dirección sudoeste y alcanzar en suave ascenso un pequeño collado entre el Allalinhorn y un resalte rocoso que emerge en medio de los dos  glaciares.
            Alcanzado el collado, es La Silla Nevada, nos encordamos como medida preventiva. Amanece.
            Un pequeño y suave descenso nos coloca en el glaciar de Allalin. Llevamos delante una cordada a la que vamos a alcanzar y desde arriba no se ve a nadie más por delante.
            La mañana está cálida y nublada. De pronto oímos un silbido. Una piedra vuela de la cara oeste del Allalihorn. Juan la ve golpear en la ladera nevada bajo la pared y rebotar en la nieve como una pelota, con tan mala fortuna que golpea en una pierna a uno de los escaladores de la cordada que va delante.
            Cuando los alcanzamos, poca cosa se puede hacer pues un compañero ya se da la vuelta para ir hacia el refugio en busca de socorro mientras que el otro acompaña al accidentado haciendo de bastón ya que no puede apoyar la pierna en el suelo. Están a unos 50 metros del roquedo y cuando lleguen allí esperarán para ser evacuados pues no creen que puedan volver por sus propios medios.

Las Cabras de la Cabaña Britannia y parte inicial de nuestra vía al Rimpfischhorn.

            Han rechazado nuestro ofrecimiento de ayuda y continuamos apartándonos rápidamente de la pared para proseguir fuera del alcance de las piedras que puedan desprenderse.
            Alcanzado un punto bajo en el glaciar proseguimos en suave ascenso por una zona de enormes grietas abiertas sobre el hielo vivo en busca de puentes que nos permitan franquear la zona. Damos algunas vueltas hasta que por fin nos introducimos en una cuenca llana de nieve profunda en la que hay instalada una pequeña tienda.
            Dejamos atrás el emplazamiento de la tienda y comenzamos a girar al oeste  atravesando una zona de grietas no muy anchas pero cubiertas de nieve blanda que se sima a nuestros pies.
            Voy delante con Rosa en medio, como casi siempre cuando avanzamos por glaciar y de esta manera ascendemos una considerable y empinada ladera que nos ha de conducir al Collado de Allalin cuando ya estamos completamente a salvo de la posible caída de piedras de la pared del Allalinhorn pero en medio de una maraña de peligrosas grietas, alguna de las cuales hace emplearnos a fondo para salvarla.
            En el repecho de cuando en cuando nos hundimos hasta la rodilla, subimos persistentemente pero el ritmo se reducirá considerablemente cuando alcancemos el Allalinpass situado a 3564 metros de altitud. Son las seis y cuarto de la mañana.

Desde la Silla Nevada del final de la Arista Hohlaub del Allalin.

            En el collado giramos ligeramente al sur y remontamos un poco la nevada cara norte del Rimpfischhorn; vamos en busca de un dorso rocoso que baja de la cresta al Glaciar de Melich: el Gran Gendarme nos vigila.
            Especulamos acerca de lo fácil que sería progresar por la cara norte, pero la cresta posterior y el día que no está para bromas nos indican  progresar en busca de la cara oeste en busca de la vía normal.
            El espolón rocoso está delante de nosotros y todavía proseguimos un poco en ascenso diagonal ya que, cuanto más subamos…
            Alcanzamos la arista del espolón y nos damos cuenta de nuestro error: tras el dorso hay un enorme paredón de hielo que nos corta el paso hacia el glaciar cuyo fondo está alrededor de 150 metros más abajo: ¡Lo que nos faltaba hoy!
            La continuación a este nivel es francamente complicada y se impone descender algo más de 150 metros de altura en dirección hacia el Allalinpass, la vía pasaba por la parte más baja del collado hacia el fondo del glaciar que se encuentra un poco por debajo del nivel del collado.

Desde Allalin el Rimpfischhorn y detrás de Monte Rosa y Breithorn. 1-8-07.

            El descenso es complicado y no por la nieve profunda sino por las grietas que hemos de atravesar. Tenemos que hacer algunos quiebros e incluso asegurar algunos pasos con el fin de no correr riesgos innecesarios. Finalmente ganamos el fondo del Glaciar de Melich  cuando son las siete y media. Lo que nos hubiera costado un cuarto de hora se nos ha llevado hora y cuarto, un auténtico chollo.
             Recorriendo el anfiteatro glaciar oímos el ruido del helicóptero, suponemos que rescatando al accidentado; entre tanto el cielo prosigue muy cambiante y las nieblas que han tomado el ascensor están jugueteando en los paredones de la cara oeste del Rimpfischhorn, velando y desvelando caprichosamente un ramillete de palas y corredores que visten la larga cresta de gendarmes. Hago una foto de la terrorífica cara, al menos para mí en estos momentos mientras me cuestiono si seré capaz de llegar al pico, alargar el paso con nieve profunda me resulta casi imposible pues me encuentro cansado y con la moral baja.
            El Cervino a nuestra derecha está siendo sitiado por las nieblas. Esperamos que levanten y nos dejen contemplarlo a gusto.
            Nuestra ruta sigue ahora invariablemente al sur por una amplia  rampa o modo de corredor jalonado por grandes seracs, algunos de los cuales hemos de sortear describiendo lazadas en un repecho al menos fuerte para mí. Ultimo de la cuerda, difícilmente sigo el ritmo que marca Rosa, las piernas me pesan como si fueran de plomo, las rodillas no me suben, voy sin aire y en las paradas no me recupero pues cuando llego ellos ya marchan.

Glaciar de Melich desde Allalinhorn y segunda parte de nuestra vía al Rimpfischhorn.

            Digo que voy bien, es lo más corto que se me ocurre. Sonrío de mí mismo pues me siento tremendamente angustiado y carezco de energía tanto física como moral. Prieto los dientes y prosigo mi lucha con el enemigo que llevo dentro.
            Subimos con los pies fríos y no porque lo haga sino porque los llevamos mojados. El Rimpfischsattle se resiste pero finalmente alcanzamos el collado que es más bien un hombro: un amplio descansillo nevado a 3990 metros de altitud. El altímetro anda loco casi haciendo cima ya. Son las nueve y cuarto, hace frío y nos abrigamos.
            Las nieblas están puestas sobre el Monte Rosa: todo el gozo en un pozo. Como y bebo vorazmente, casi con rabia y liberado psicológicamente del peso de la mochila recobro la respiración y mi desmoralización se transforma en conformismo.
            Dejamos las mochilas y nos vamos hacia arriba al encuentro de la roca y de las nieblas por un corredor orientado al este.  Se sube bien pues la nieve no está muy dura pero enseguida se empina, se estrecha y la nieve se endurece. A nuestra izquierda hay una incorporación a la pared rocosa y proseguimos junto a la misma con unos tramos mixtos muy erguidos que estarán por encima de los 60º: roca para las manos y nieve para los pies.

Glaciar de Melich y Cara Oste de Rimpfischhorn.

            Subo bastante bien, todo lo contrario al infierno que acabo de pasar. Jamás sabré por qué. Son alrededor de 100 metros que hago delante y que nos conducen a una brecha, La Kanzel, en la que termina el corredor.
            La vía prosigue por un pilar vertical  de más de 50 metros de largo en el que la localización de un lazo de cuerda en la pared nos avisa del posible calibre del asunto. La vertiente este del pilar se prolonga indefinidamente hacia abajo.
            No termina de gustarnos la idea de hacer una travesía en horizontal por el inicio de la cara oeste y decidimos volver unos metros e incorporarnos a la pared oeste del pilar.
            Nos quitamos los crampones en unas repisas pequeñas ya en plena pared, los dejamos junto a los piolets e iniciamos una travesía horizontal hacia un minúsculo gendarme aprovechando toda la longitud de la cuerda. No resulta complicado puesto que el gneis a pesar de estar algo descompuesto ofrece muy buenas presas.
            Hemos oído voces a nuestra izquierda, posiblemente en paso hacia la roca que hemos desechado antes pero no sabremos más de ellas. De cualquier forma vamos hacia la vía de la que han surgido y para ello hemos de hacer una nueva travesía hacia nuestra izquierda. Juan explora el terreno mientras le aseguramos, desaparece tras un dorso y enseguida nos indica que podemos proseguir. La continuación no es difícil pero tiene un paso que hay que hacer en extraplomo con excelentes presas de mano dejando colgar el cuerpo. Es un paso vigoroso de brazos pero el resto es fácil.

Resalte en el Glaciar de Melich. 

            Reunidos, la pared pone mejor cara ya pero el que pone mala cara es Juan pues le preocupa el tiempo. Proseguimos un poco por una cresta mientras Juan lo hace por medio de la pared, no nos ponemos de acuerdo. Ganamos enseguida la parte superior del pilar y enseguida estamos en la cima: ¡El Rimpfischhorn es nuestro! Son las once menos cuarto.
            La cima principal del pico es una afilada pirámide de oscuro gneis en medio de la claridad lechosa de la niebla que por debajo de nosotros lo rellena todo. Está a 4199 metros de altitud y hemos subido teóricamente 1170 metros de altitud pero en realidad habrás sido algunos más de 1400 metros.
            No hay que perder el tiempo mirando un paisaje que no se ve, ni siquiera saldrá la foto que hago puesto que no he quitado la tapa del objetivo, por tanto, no permanecemos ni diez minutos en la cima a pesar de que no se hace frío. Seis horas y media para subir y diez minutos de cima son un “efímero premio” a semejante esfuerzo pueden pensar algunos pero se equivocan, hay algo más que empuja más alto, más fuerte y más arriba; ellos ni lo saben ni lo disfrutarán jamás.
            Nos vamos para abajo desandando exactamente el camino de subida. Deshacemos las travesías en orden inverso y enseguida alcanzamos los piolets y nos ponemos los crampones.

El Rimpfishsattle y el Casquete Somital del Rimpfischhorn.

            No ha resultado tan fiera la pared como parecía antes de emprenderla y es que en una buena porción de situaciones, tras un estudio más o menos detallado, se suele encontrar alguna solución adecuada a las posibilidades de cada uno y esta ocasión no ha sido excepción.
            Encordados con menos cuerda nos vamos corredor abajo abreviando con cuidado. El gneis tan oscuro, sobre todo en los tramos húmedos es una roca un tanto cruda y siniestra, nada que se le parezca al festival de los ocres de las calizas ni a la cascada de luz de los granitos sin líquenes; tiene, eso si, unos apoyos tan firmes y francos como el granito que recordaremos por mucho tiempo.
            Salvado el tramo mixto y aprovechando que la cama es cada vez más confortable y más blanda, dejamos el paso por el trote y a las once y cuarenta nos plantamos en el Rimpfischsattle, recuperamos las mochilas y proseguimos para abajo. Del Monte Rosa ni rastro y habíamos venido, entre otras cosas para eso.
            Descendemos el amplísimo corredor que conduce al fondo del Glaciar de Melich primero al paso y luego al trote hundiéndonos hasta la rodilla. A mi se me antoja demasiado ritmo pero como los socios tiran pues, detrás.

Rimpfischhorn de la Kanzel, por aquí no. 

            Descendemos la barrera de grietas y seracs y me noto de nuevo cansado pero hay que seguir hasta alcanzar la zona más llana del glaciar.
            Juan tiene prisa, Rosa va detrás al trote, yo no puedo y tiene que ceder gazas de cuerda tara terminar casi remolcándome: tira con un jabalí.
            El kilómetro escaso de rellano se me convierte en un infernal e interminable suplicio y le digo a Juan que si sigue tirando así terminará arrastrándome por el glaciar.
            No termina de creérselo pero cuando llegamos al imperceptible repecho que conduce a la zona más favorable del Allalinpass me clavo pues estoy completamente vaciado.
            Mis avisos no eran en vano y el proceso de la subida se ha reproducido a la bajada pero de manera más severa pues empiezo a estar “grogui”.

En el Rimpfischsattle, queríamos ver Monte Rosa. 

            Rosa me quiere quitar peso pero si no llevo más allá de cuatro kilos... No es ese el problema y me dejan ir delante para que ponga mi ritmo.
            En el Allalinpass nos hace una foto Juan con la tormenta pisándonos los talones aunque no creemos que sea importante ya en el lugar en el que nos encontramos. A mí desde luego me da igual. Voy delante por simple convencimiento: detrás no valgo nada en el caso de que alguno se precipite en una grieta, delante, si caigo, es más posible que me saquen además de que así me van viendo continuamente. Bajo por pura inercia entre el temor y el aturdimiento.
            En el rellano en el que estaba plantada la tienda nos alcanza la tormenta. Es la una y media.
            Nos ponemos los anoraks. Nos va a regalar una pequeña granizada mezclada con agua para proseguir con un chaparrón poco importante que se liquidará en media hora.
            Bordeamos el espolón este del Allalinhorn y nos metemos de lleno en el enorme laberinto de grietas. Hemos progresado demasiado hacia la pared y vamos a tener que dar bastantes vueltas en busca de puentes de hielo verdinegruzco, limado y firme que nos saquen del atolladero.
            El agua forma auténticos arroyos por el glaciar y se precipita a las grietas, descomunales fauces de míticos animales. Yo siento auténtico vértigo al saltar algunas de ellas cuando no requieren más que un simple paso largo.

En el Allalinpasss el adiós al Rimpfischhorn con la tormenta en los talones. 

            Cede el chaparrón, vuelve el calor y ascendemos con pena hasta la Silla Nevada para marchar hacia el inicio del Glaciar de Hohlaub. Hoy ha sido el día de los glaciares, vamos a cruzar tres de ellos dos veces cada uno. Suerte que son más bien tramos pequeños los que hemos hecho. En esta zona son generalmente pequeños con la excepción del Fee
            Son las dos de la tarde, el empeoramiento del tiempo no parece demasiado consistente aunque las nieblas siguen apelmazadas en las cimas y mi calvario sigue cuesta abajo liberado si cabe porque las grietas que nos quedan en el glaciar no son peligrosas y estamos ya fuera de la zona conflictiva.
            Camino con rabia contenida, estoy cabreado conmigo mismo: lo que debería haber sido un disfrute por rematar un proyecto, nuestra primera incursión en los Alpes, se puede decir que con cierto éxito, se ha convertido en un refinado suplicio. ¡A esto no había venido! Pero esta claro que uno nunca sabe lo que se puede encontrar y es mejor estar bien preparado por si vienen mal dadas.
            Se termina el glaciar, nos quitamos los crampones y nos desencordamos para subir el repecho del caminillo que nos deposita en la Cabaña Britannia.
            Son las dos y media de la tarde y ni siquiera nos detenemos en el refugio, pasamos de largo y nos dirigimos hacia Felskin en un camino que si ayer era una chapaleta hoy es un pantano.

Cabra en la Cabaña Britannia.

            Estamos locos por alcanzar el teleférico y cuando alcanzamos el Eginerjoch vemos salir gente de la estación pues llega un viaje. Inmediatamente nos enzarzamos en una frenética carrera, menos mal que en suave descenso, con la intención de cogerlo no vaya a ser que baje y cualquiera sabe cuánto tendremos que esperar al siguiente, pues con el día que hace no creemos que tenga mucha clientela.
            El personal nos mira cuando entramos en las instalaciones, la barrera se cierra en nuestras narices, el teleférico va a bajar de vacío y yo he querido entender que el próximo viaje es a las cinco y cuarto: la decepción es importante más cuando el teleférico sigue allí.
            El ambiente de la estación es frío y húmedo. Busco un lugar seco en el cemento del suelo y me siento relajado tras la crispación del último afaire. ¡Ya se acabó! ¡No hay mal que cien años dure… ni cuerpo que lo resista!
            Comemos un poco de queso por hambre y por matar el rato pues son las tres y cuarto de la tarde. Es un refrigerio de mudos pues nadie dice nada. Empiezo a creer que la falta de alimentación ha podido ser la causa de mi monumental pájara aunque no creo que sea única.
            Cuando nos queremos dar cuenta, está llegando otro teleférico. Caemos en la cuenta de que los viajes son cada cuarto de hora y no a las cinco y cuarto.

Croquis del Rimpfischhorn.

            No tenemos tiempo ni de apoyarnos en la barandillas. Son las tres y media y en diez minutos estamos en Saas Fee dejando atrás las alturas por vía de emergencia.
            De camino por el asfalto del pueblo se van escurriendo las botas a la vez que contemplamos una especie de mini festival folklórico en sus calles, yo al menos como tronco abandonado por la riada, con un estado deplorable con barba de ocho días y espantosamente cansado. El personal nos mira o al menos a mí me lo parece.
            Luego llegaremos al coche, lo pondremos todo patas arriba, nos ducharemos en el camping. Primero mis socios y luego yo, mientras tanto he de recogerlo todo a la carrera pues el cielo se pone amenazante para echarse a llover seguidamente.
            A la vuelta ha cesado de llover, brindamos con cervezas al frío hielo del Glaciar del Fee: ¡Por la próxima! Y ¡Que sea pronto! Y ¡Que nos vaya tan bien como esta!
            Algo se nos ha quedado allá arriba en las montañas, algo se nos queda siempre, de otra forma no tiene explicación el asunto, aunque tampoco se trata de explicarlo sino de vivirlo. Sonreímos mientras bebemos
            Luego nos quedará un largo regreso en coche hasta Sabi pero eso será ya otra historia. Ya en casa, nuestra hija Biola no sabe qué hacer con nosotros. Nosotros sí.

20 jul 1989

7.89. NADELHORN. LA NADELGRAT. 20-7-1989.

Cara Norte de la Nadelhorn. 

Cara norte y arista nordeste. Descenso al Windjoch, Cabaña Mischabel y Saas Fee.
20-07-1989
Salida 12 h. Llegada 09:30 h.
Sol.
Algo difícil.
3 p.
3 d.
Ascensión.
Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Mapa de la Nadelgrat procedente de Landeskarten der Schweigh. Vía en amarillo.

            La arista oeste de la Nadelhorn impresiona pero no mucho más que el brutal y vertical paredón que conforma la cara norte, pero por allí hay que pasar. Una huella medianamente marcada nos saca del collado y nos introduce en la pared.

Croquis de la Nadelgrat procedente de M. Vaucher. 

            Trabajamos de lo lindo con el regatón del piolet pero vamos avanzando prácticamente en horizontal por la cara norte hasta atravesarla completamente. La nieve se endurece enseguida conforme ha sido azotada por el viento pero es noble, se hace larga la travesía pero finalmente alcanzamos la arista nordeste que sube directamente desde el Windjoch. Aquí es hielo puro.
            El hielo difícilmente se deja mellar por las puntas de los crampones y escupe a las puntas de los regatones cuando la arista en ascenso discurre por terreno mixto de hielo y roca. No es un terreno muy difícil pero la sensación no es demasiado agradable cuando gana definitivamente el tramo de arista orientado de norte a sur.

Seracs en la Norte de la Nadelhorn.

            La cima está allí mismo defendida por una breve y fuerte pendiente que nos lleva a la zona noroeste de la misma. Una fina arista  nos permite alcanzar la limpia y aérea cima de la Nadelhorn con sus 4327 metros de altitud después de ocho horas largas de marcha. Va a ser la una.

El tramo de arista que no hemos hecho el Stecknadelhorn desde la Nadelhorn.

            La Nadelhorn es el pico de la Aguja y bien que hace los honores al nombre. La cima es un puntiagudo vértice de gneis en medio de una afiladísima arista orientada este-oeste y defendida por brutales paredones.
            No hay sitio para todos. Dejamos pasar a un guía con su cliente que vienen del flanco de la Lenzspitze y que han hecho seguro en la cruz de hierro que se yergue en la cima.

Cima de la Nadelhorn.

            No encuentro manera de sacar la cima con la arista. Por tanto me conformo con sacar a mis socios en la cruz que tampoco es cosa fácil. No debe de haber muchas fotos de esta cima.
            Nos felicitamos agarrados a la cruz y contemplamos la preciosa cara norte de la Nadelhorn recordando a los “dos mosquito sobre la tarta de nata” que vimos por la mañana. Más al oeste aparecen el Weisshorn, el Bishorn y Zinalrothorn ya perdiendo nitidez y al este la jornada del día desde un balcón de excepción.

La aguda Cima de la Nadelhorn.

            Ha caído el cuarto y último cuatromil del día que hemos hecho con la “inestimable” compañía del viento.
            Y como allí poco o nada nos queda por hacer con sumo cuidado iniciamos el descenso aunque con algo más de garbo que a la subida, conocido el patatar.
            El descenso se hace a través de la arista nordeste completamente helada y azotada por el viento impío que, en el tramo medio ha formado peligrosas cornisas. Nos libraremos de ellas como de hacernos pipí en la cama.

El Cervino desde la Nadelhorn.

            Adelantamos a la cordada de la cima cuando la pendiente se modera y el hielo se convierte en nieve muy dura, estamos próximos al Windjoch, pasamos el lugar en el que hemos abandonado la arista a la mañana y alcanzamos el Windjoch. Es la una y media pasadas.
            De allí para abajo nos espera la nieve blanda del Glaciar de Hohbaln. Bajamos relajadamente lo que no impedirá prestar la debida atención a las grietas. Prolongamos el descenso por la nieve todo cuanto nos es  posible a pesar de la nieve profunda y finalmente, salidos de la misma nos quitamos los crampones y nos llegamos a la Cabaña Mischabel cuando son las tres de la tarde.
            Comemos con satisfacción y con gana, lo que en mí es síntoma poco menos que de “gracia”. ¡Ya era hora!

Desde el Windjoch la Lenzspitze y la Nadelhorn. 

            Se han terminado los problemas con los guardas que nos hacen de cocineros y nos regalan con las mejores de sus sonrisas.
            En un momento propongo a mis socios bajarnos a Saas Fee pero la moción es derrotada por amplia mayoría.
            Luego la cena y una dilatada conversación en tres o cuatro medias lenguas en la que hablamos de todo lo humano y lo divino nos catapultan a una noche reparadora aunque no estamos demasiado sobados.

Engañosa imagen de la Nadelhorn desde debajo del Windjoch.

            El día 21 no tiene demasiada historia. Nos levantamos a las seis con permiso de los guardas y algo antes de las siete emprendemos la marcha para abajo. Será  más relajada que la subida pero a buen ritmo fácil de mantener a pesar de todo.
            Son las nueve cuando alcanzamos las primeras calles de Saas Fee. Hemos liquidado en 48 horas 3300 metros de desnivel y  cuatro cuatromiles.
            El día no ha hecho más que empezar y todavía tenemos que subir hasta la cabaña Britannia pues nos espera el Rimpfischhorn.

6.89. STECKNADELHORN. LA NADELGRAT. 20-7-1989.


Hohberghorn y Durrenhorn desde la Sudeste de Stecknadelhorn.

Cima de Hohberghorn, Cara sur y arista noroeste.
20-07-1989.
Salida 11 h. Llegada 12 h.
Sol.
Algo difícil.
3 d.
Ascensión.
Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y  Mariano Javierre.

Mapa de Nadelgrat procedente de Landeskarten der Schweig. Vía en amarillo.

            El amable collado del Stecknadelhorn se encuentra sobre los 4000 metros de altitud es un pequeño campo de nieve que, tras alcanzar su punto bajo, se eleva  paulatina y brevemente pues la nieve se acaba enseguida convirtiéndose en una arista mixta de gneis, micacitas y nieve dura; una arista algo descompuesta a pesar de las indicaciones de Michel Vaucher en las 100 Mejores Ascensiones en los Alpes de Valais y bastante aérea además de vertical en la vertiente del Glaciar del Ried.

Hohberghorn desde la Cima del Stecknadelhorn. 

            El viento que, este 20 de Julio de 1989, hace la arista con nosotros, no podía ser de otra manera, nos invita a tomar una decisión que, por otra parte, es clara: hay que dejar la arista y progresar ligeramente por el flanco sur y ya nos tienes como gatos con caracoles en las patas.

Seracs en la travesía del Glaciar de Stecknadelhorn.

            Continuamos con los crampones puestos en un terreno soleado, abrigado del viento, muy inclinado, rocoso y descompuesto. Nos sirve para pillarle el gusto definitivo a los terrenos pestosos, especialmente indicados para liberar adrenalina a pozales. La nieve aparece de nuevo 200 metros más adelante.

La doble rimalla de la Norte de Stecknadelhorn.

            Suerte que la pared no es difícil y nos regala con abundantes apoyos para pies y manos, aunque algunos sean de dudosa calidad y estén dispuestos a obsequiarnos con un traqueteado viaje hasta el profundo Glaciar de Hohberg.
            Nos cuidamos muy mucho de correr y con “suficiente seguridad” salvamos algunos pocos pasos complicados que sin crampones hubieran resultado algo más sencillos.

La Sur de la Nadelhorn y detrás Lenzspitze desde la Noroeste de la Nadelhorn.

            Hasta lo malo se termina y alcanzamos una inclinada pared  bastante tiesa pero vestida de nieve buena que enseguida nos enseña la salida en suave ascenso: la pared se aloma y suavemente nos invita a ir girando al norte en ascenso para alcanzar sin ningún problema la amable cima del Stecknadelhorn tras subir 150 metros.

Croquis de la Nadelgrat.

                 Estamos a 4241 metros de altitud, casi como antes, pero una hora y cuarto más tarde.
              La cima no aporta prácticamente nada nuevo que no hayamos venido contemplando desde hace rato. Todo nuestro interés se centra al este y en la esperanza de que la nieve esté tan bien como aquí.

Arista Noroeste de la Nadelhorn desde la silla nevada. 

            De la cima bajamos muy suavemente hasta alcanzar enseguida una amplia silla nevada que muere en la aérea, rocosa  y difícil arista oeste del Nadelhorn casi en horizontal.

Para ver la Continuación.

5.89. HOHBERGHORN. LA NADELGRAT. 20-7-1989.


Hohberghorn desde el inicio de su arista norte. 

Cima de Durrenhorn, Hohbergjoch y Arista sudeste.
20-07-1989.
Salida 10 h. Llegada 11 h.
Sol.
Dificultad media.
Ascensión.
Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Mapa de la Nadelgrat procedente de Landeskarten der Schweig. Vía en amarillo.

            Estamos a 3917 metros de altitud y en pleno Hohbergjoch, llevamos cinco horas andando y nos planteamos comer algo pero el viento nos aconseja proseguir en busca de algún recoveco abrigado en la arista antes de entrar en la nieve que empenacha la arista nor-noroeste.
            La arista está bastante descompuesta y su cara nordeste que es la expuesta al sol se despeña verticalmente sobre el Glaciar del Ried, la otra, a la sombra y al viento no es nada aconsejable. Va a resultar complicadillo encontrar un lugar decente y decidimos parar en plena arista, algo ventilados pero cómodos. No es que digamos que digamos pero tampoco digamos que digamos. Almorzamos cuando el altímetro se sitúa por encima de los 4000 metros

Echando un bocado en la Norte de Hohberghorn. 

            De cualquier forma no echamos demasiadas raíces en el lugar y enseguida proseguimos cresta adelante para ponernos los crampones por segunda vez justo a la entrada de la nieve. Es la lata de las crestas mixtas.
            Ascendemos con buena nieve ligeramente en el flanco nordeste en la zona terminal superior del paredón que está imponentemente helado de tal forma que nos obligará a retomar el filo. Unos tramos mixtos con bastantes apoyos de manos nos devuelven a un tramo de fina arista nevada que se arrellana para depositarnos el la cima del Hohberghorn a 4219 metros de altitud. Acabamos de subir otro peldaño de 300 metros en esta espectacular escala. Son las once menos cuarto del 20 de Julio de 1989.

Desde Hohberghorn Stecknadelhorn y Nadelhorn.

            La cima es una continuación de la arista plana y afilada que no ofrece el más mínimo abrigo. Nos estiramos un poco para romper el ritmo tratando de desentumecernos y soportamos estoicamente el rigor de la cima con el consuelo del próximo collado.

Croquis del Circo de Saas Fee.

            No hay miedo a que nos ente la polilla pero a pesar de ello todavía nos entretenemos un poco contemplando la fastuosa vista de la potente arista  oeste del Dom de Mischabel y el Festijoch que mentalmente nos conduce al fondo del valle de Zermat a la altura de Randa.
            La cresta va girando y ahora continuamos en dirección sudeste dejándonos deslumbrar por el sol pues enseguida la arista en descenso se ensancha y se aloma depositándonos en un precioso manto de nieve que enlaza  con el collado del Stecknadeljoch situado a 4146 metros de altitud.

Bajando del Hohberghorn. El Cervino en la distancia.

            Hacemos una foto elíptica del Cervino cuando el reloj marca las once de la mañana tras liquidar el segundo cuatromil del día.

4.89. DURRENHORN, LA NADELGRAT. 20-7-1989.

La Nadelgrat desde el Ulrichhorn con el recorrido en rojo.

Saas Fee, Refugio Mischabel, Windjoch, Hohbergjoch y arista noroeste.
20-7-1989.
5 h.
10 h.
Sol.
Dificultad media.
3 p.
3 d.
Ascensión.
Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Mapa de Nadelgrat procedente de Landerkarte der Schweig. Vía en amarillo.

            Sólo en contadas ocasiones los sueños se convierten en realidad. De esas contadas ocasiones, quizás las más quiméricas que se desechan por “inaccesibles tonterías que vagan por las mentes desocupadas de los soñadores”, tocadas por mágico polvo de estrellas, vuelven a ocupar un lugar en nuestra mente.
            Volvíamos del Posets borrachos de contestos…y si nos fuéramos a Alpes…
            En Chamonix, además de visitar la Casa de los Guías, nos hacemos la Dome de Gouter, el Montblanc y el Maldito de tacada para empezar nuestra lista de cuatromiles. Luego pasamos a Suiza.
            … tengo que frenar pues estoy a punto de meterme en Saas Fee sin levantar la barrera.
            Es 19 de Julio de 1989 y estamos en  una ciudad con cuatro aparcamientos y sin tráfico. La ciudad que no se ve desde aquí, está detrás y debajo de la plaza circular donde termina la circulación. Allí está la estación de autobuses, la oficina de turismo cerrada a estas horas, son las seis de la tarde y esto es Suiza, y el camping: un praderío alpino, irregular que cuenta con un bloque de servicios junto al aparcamiento 1.
            Tratamos de buscar toda la información posible para añadir a la que tenemos que es muy poca, damos una vuelta por el pueblo con los inevitables sustos de los silenciosos coches eléctricos que nos pisan los talones a cada instante, localizamos el camino de salida para la Cabaña Mischabel y nos orientamos gracias a un mapa mural de grandes dimensiones que hay en la oficina de turismo.
            Luego montamos nuestras mochilas, cenamos y nos empiltramos en la tienda.

Alphubel, Dom de Mischabel y Taschhorn desd Saas Fee.

            Una noche cómoda con fuerte viento de madrugada nos posiciona en el 21 de Julio. No me apetece ni abrir la tienda. Imagino una fea mañana a pesar de las buenísimas predicciones meteorológicas, pero la mañana está rediante y el Circo de Saas Fee espléndido.
            Van a ser las nueve de la mañana cuando, sin prisas pasamos por la oficina de turismo, comprobamos algunos detalles y nos vamos pueblo adelante en busca de nuestro camino: hemos comenzado una jornada a 1800 metros de altitud y nos espera un tajo de 1529 metros de desnivel, la Cabaña Mischabel se encuentra a 3229 metros de altitud. La Nadelgrat  es cara, no tiene medios mecánicos de aproximación y hay que currársela desde abajo. La aproximación ya es una ascensión en sí misma.
            Abandonamos el pueblo por la zona noroeste, atravesamos el praderío en suave ascenso y tras dejar atrás el bosquecillo de alerces, los arboles alpinos por excelencia y nos introducimos en el cono de deyección del barranco desagüe del Glaciar de Meeting.
            Tomamos el camino de la orilla izquierda del barranco que progresa por un lomo morrénico pero no estando muy conformes con este camino, creemos que tenemos que alcanzar el espolón de la otra orilla, cruzamos las dos ramas del barranco y tropezamos con unos de los múltiples caminos que cosen el circo y que une el Glaciar de Meeling con el del Fee.         
            En la cresta un cartel confirma nuestra buena decisión por lo que proseguimos ascendiendo un terreno mixto con afloraciones metamórficas oscuras principalmente gneis, micacitas y materiales esquistosos. Subimos a ritmo de 500 metros por hora a pesar de las mochilas y nos alargamos hacia arriba en compañía de pradera alpina instalada muy alta. Estamos sobre los 2800 metros de altitud.

Los dos Edificios de la Cabaña Mischabel.

            Se nos hace calorcillo y paramos a echar un trago. Luego seguimos para arriba siempre por un camino muy transitado que comienza a atravesar neveros residuales en el final de un circo orientado al este.
            A pesar de que el ascenso ha sido muy consistente el camino se empina un poco más y requiere de pequeñas trepadas siempre fáciles. Se puede progresar un poco por cualquier parte. Unas viejas  sirgas nos sirven de orientación.
            Finalmente aparece la bandera suiza pero quedan 200 metros de trepada continua. A las doce estamos quitándonos las botas.
            La Cabaña Mischable es un conjunto de dos edificios escalonados y situados en el borde de un crestón orientado al noroeste. Perfectamente cuidados y limpios, no tienen zona libre pero en cambio en lugar de chanclas hay pantuflas y las mantas tienen señalizado el lado de los pies.
            Nos apuntamos indicando la actividad del día siguiente ineludiblemente.
            Un cartel indica que el agua no está potabilizada, algo normal, y como la venden a precio prohibitivo, localizo una escorrentía del Glaciar de Hohban en un lugar difícilmente contaminable y nos vamos por agua mientras nuestra chica se queda a preparar la comida en una mesa de uno de los rincones del amplio comedor.

Bajo el Windjoch. 

            Cuando volvemos está en plena reyerta con uno de los guardas, defendiendo las judías que ha puesto a calentar en el fogón de butano, pues no es nadie ella. Nos calentarán la comida que les facilitemos y agua caliente cuanta necesitemos. Es una justa compensación a la ausencia de cocina libre.
            La tarde es enorme, nos da tiempo para todo.
            La pared noroeste tiene un concurrido banco pues se trata de un buen “magano” Allí acaloramos e incluso nos preparamos el té para el día siguiente. Luego cenamos y sin prisas nos vamos a las literas con intención de amortizar los 12 francos suizos que nos cobrarán.
            No tenemos prisas pues tenemos la intención de no madrugar demasiado ya que no conocemos el camino y mejor será ver bien. Tardamos bastante en dormirnos.
            ¡Infelices de nosotros! A las dos el personal mueve. Creemos que serán los que van a la Lenzspitze.
            Si, si; a las tres echan la luz los guardas y hacen un resaque. Nosotros quietos.

Desde el inicio del Ulrichhorn, el Windjoch y la Nordeste de la Nadelhorn por donde volveremos.

            A las tres y media somos extraditados inmisericordemente de la habitación.
            Son las cuatro y media cuando nos disponemos a abandonar el refugio y nos aborda un guarda.
            -¿Nadelgrat?
            -Si, Nadelgrat.
            -Docce, trecce auras…
            -¡Menos! Nueve o diez horas.
            -¿fortes eh?
            -¡No estamos mal…! ¡Fuertes!
            Salimos a la calle, damos la vuelta al refugio, pasamos junto a la plataforma de los helicópteros y proseguimos la dirección del ascenso del día anterior, es decir,  fundamentalmente orientados al noroeste.
            La mañana que no pasa de fresca quiere comenzar a clarear por el este, no empleamos las frontales pues nos orientan las lucecillas de algunos desperdigados en el crestón.
            Enseguida comenzamos a pasar neveros residuales aunque fundamentalmente avanzamos por roca y a adelantar personal. Entramos en calor y a buen ritmo alcanzamos enseguida la arista este de la Lenzspitze en el límite inferior del Glaciar de Hohbaln, nos ponemos los crampones y nos encordamos.

Glaciar del Ried y embarque por encima del Windjoch.

            Debemos de acceder a Windjoch pero para ello hemos de descender un poco hasta alcanzar una zona inferior del glaciar para tomar una huella que transita entre dos importantes grietas. Luego en dirección noroeste  avanzamos hasta la base de la pared defendida por una rimmalla que en pocos días se puede poner muy complicada.
            Tenemos por delante una pared de 200 metros de desnivel bastante erguida pero con un descansillo intermedio. Arriba esta el Windjoch.
            El collado se encuentra a 3830 metros de altitud y en plena arista que une la Nadelhorn con el Ulrichhorn. Nos enseña el Glaciar del Ried sin huellas tras recibirnos con un bofeton de viento helado. Es el collado del “wind”, no hay ninguna duda.
            Llevados por nuestra costumbre de no perder un metro de la altitud ganada nos vamos, con dudas, por la huella que se va arista arriba. Unos metros adelante sale una rama horizontal hacia el glaciar y la tomamos convencidos.
            Unos cientos de metros horizontales nos conducen al final de la misma en plena pared norte de la Nadelhorn y ante la disyuntiva de volver sobre nuestros o bajar directamente optamos por la segunda alternativa: vamos glaciar abajo directamente para salir del embarque.

A través del Glaciar del Ried. 

            Estamos encima de un muro bastante vertical que tiene debajo una importante grieta delatada por el cambio de tono de la nieve: una pequeña trampa.
            El escalón es corto pero bastante vertical por lo que optamos por asegurarme el descenso. Pasada la grieta, aseguro la bajada de mis socios y les hago una foto.
            Salidos del embarque proseguimos para abajo en busca de una zona más plana del glaciar a la que deberíamos haber ido directamente desde el Windjoch.
            La travesía del Glaciar del Ried para hacer la Nadelgrat es fácil y se aconseja hacerla temprano con buena nieve para evitar hacerla de regreso, tarde y con nieve más blanda. Se hace primero la parte fácil para hacer después, al final, la difícil.
            No terminamos nunca de atravesar en suave descenso el glaciar para dejar atrás pared de la Nadelhorn. Es más, para superar un espolón de la Stecnadelhorn hay que bajar más, luego para pasar bajo el Hohberghorn hay que seguir bajando y para colmo, esta zona del glaciar esta lleno de irregulares materiales de alud que dificultan un poco la marcha.

Llegando al Corredor Hohbergjoch entre Hohberghorn y Durrenhorn.

            Son las ocho menos cuarto cuando nos colocamos debajo del Durrenjoch, punto más bajo de nuestra trayectoria sobre el glaciar y por debajo de los 3700 metros de altitud.
            Los primeros 100 metros de ascenso los hacemos sobre el cono de deyección del corredor relleno de materiales bajados de la pared en dirección oeste. Bastante erguido nos mete en calores a pleno sol y nos quitamos ropa, en medio de la pared nos podemos achicharrar.
            Pasamos la rimalla fácilmente pero hemos de superar un tubo de hielo semicilíndrico de media docena de metros muy verticales. Lo hacemos con técnica de puntas y cuchilla de piolet. Luego el corredor se acuesta un pelín y nos ofrece una serie de canales paralelos fáciles con buena nieve.

En el Corredor Hohbergjoch.

            Subimos a tren y adelantamos sobre una placa de nieve dura alrededor de un bloque rocoso característico a una cordada que ha debido subir desde el Refugio Bordier pues no la habíamos visto delante de nosotros.
            Rosa tira delante como una jabalina, repitiendo la jugada de la Pared del Maldito, al encuentro de la bofetada del viento que de nuevo recibimos al alcanzar la arista en el collado, además de la inconfundible y magnífica visión del Cervino, limpio como un infante recién bañado, provocando e invitándonos a echarle un tiento aunque sabemos que no será para nosotros de momento.
            El Hohbergjoch se encuentra a 3917 metros de altitud. Dejamos las mochilas, nos abrigamos, nos quitamos los crampones y nos vamos cresta arriba hacia en dirección casi norte.
            Son poco más de 100 metros rocosos que salvamos con relativa facilidad  con un par de travesías y alguna que otra vuelta dentro de una trepada fácil en general.
            Alcanzamos la cima del Durrenhorn de 4035 metros de altitud cuando son las nueve de la mañana.

Desde la Cima del Durrenhorn la Sudoeste de la Nadelgrat.

            Nuestro primer cuatromil del día está ventilado. Contemplamos nuestra trayectoria en el Glaciar del Ried, la erizada y rota zona inferior del mismo pero lo que más nos llama la atención es la impresionante arista sur que nos espera.
            Poco después emprendemos el descenso un poco por cualquier parte ya que la arista metamórfica aunque está bastante descompuesta no se complica en ningún momento. Enseguida recuperamos el material y echamos la vista adelante con intención de proseguir pues la fiesta no ha hecho poco más que empezar.