No tenemos perro y siendo medianamente responsables, estamos
a finales de Abril y llevamos una buena ración de confinamiento del de verdad, como la mayoría
del personal, como medida minimizadora del riesgo de contagio del coronavirus.
Orquídea sobre pétalos de membrillo.
Ya he descartado hacer la crónia personal del confinamiento
pues no aportaría nada especial. He
pasado por la ordenación de la falsa, la reorganización de la biblioteca, la
contemplación del paisaje familar desde el balcón como nunca lo había hecho con
aplausos incluidos por la tarde a las ocho, el cuidado inacabable del jardín… horas
y horas visitando páginas predilectas en internet, paso ya de noticias y bulos
que los medios nos regalan hasta el hastío y espero pacientemente.
Asfódelos en flor.
No es una queja pues dispongo de un jardín para respirar y tomar el poco sol que esta primavera nos lo ha regalado con cuentagotas y correr en el mismo o subir y bajar los 32 escalones que tengo en el interior de la casa y hasta he rescatado la vieja ciclostática que he utilizado como nunca.
Conjunto de Anacaptis piramidalis.
Y de ese jardín del que, de cuando en cuando, comparto algún
detalle, hoy os quiero regalar flores, pero no las habituales que son rosas,
dalias, pensamientos, primaveras, margaritas, geranios, crocus, tulipanes,
violetas o hepáticas; hoy os ofrezco algo especial, flores que podríamos
contemplar en estos momentos en el monte. Y como no podemos ir al monte todavía, os
las regalo yo: orquídeas y asfódelos.
Asfódelo gamón blanco o abozo.
Detalle de la cabezuela floral del Anacaptis.
Disfrutadlas de mi jardín en la esperanza de que pronto han
de llegar los momentos en los que podremos contemplarlas donde cada cual
quisiera.
Contrastado sobre boj.
Detalla del racimo floral del asfódelo.
¡Cuídense ustedes y que les vaya muy bueno!
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