4 ago 1992

9.92. MONCH Y VUELTA. 4-8-1992.

Detalle de la Sur del Monch. 3-8-92.

Refugio del Monchjoch, Arista Sudeste, Cima del Monch, Refugio y Estación Jungfraujoch.
04-08-1992.
Salida 06:30 h. Llegada 10 h.
Sol.
Fácil.
Ascensión.

Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

Mapa del Monch procedente de Bachmann. Vía en amarillo.

            A toda prisa nos quitamos las ropas húmedas y las ponemos a secar, cuerda incluida, si no es el sol al menos que las seque el viento.
            El refugio del Monchjoch situado a 3650 metros de altitud es bastante nuevo y amplio. En recepción nos pasan una cumplida ración de 24 francos por persona y nos indican que deberíamos haber reservado por teléfono: ja, ja, ja.
            Encontramos agua que baja de la Sur del Monch por una tubería de plástico con lo que solventamos nuestro abastecimiento y picoteamos un poco con un vaso de leche.
            Acomodados en el comedor Juan se entretiene con un fumador de pipa, yo prefiero tomar mis notas pero cuando voy a hacerlo advierto la falta de la bolsa en la que llevo la documentación, la información de las actividades y las notas que voy guardando.
            Miraré en vano en las mochilas y concluiré con que las he debido perder en la Jungfrau y espero que si alguien las encuentra me las envíe. A una de las chicas del refugio que habla Español se lo hemos comentado y le hemos dicho que mañana terminábamos por aquí y volvíamos a España.
            Tomo notas en un mantel del autoservicio mientras pasa la tarde. Recogemos los bártulos que no se han secado y se pone a nevar, regalo de las nieblas que han vuelto.
            Hemos tenido suerte pues no son tan frecuentes en Alpes los periodos de buen tiempo tan largos como éste. Se ha cumplido el undécimo día y parece que ya no va más. Nos ha rondado pero no nos ha impedido la marcha prevista. Ahora ya poco mal nos puede hacer.
            ¿Se saldrá Rosa con la suya? Me ha confesado que por ella, ¡ojala llueva! Está harta de montaña de tensión y de nervios.
            Son las siete de la tarde cuando Juan y Rosa calientan la cena  abajo en la entrada a cubierto del ventarrón. La verdad es que el refugio parece estar colocado en el peor sitio del mundo: un collado infernal en el que el sol se marcha a las cuatro de la tarde y donde una pisanieves ha arrimado nieve al casetón donde las guardan.
            Cenamos tranquilamente, se nos hacen las ocho y media y una hora después nos vamos a las literas. Ha dejado de nevar y tenemos por delante media noche por lo que no merece la pena especular, cuando nos levantemos ya se verá.

Parte rocosa de la Sur del Monch tomada a la vuelta hacia el ferrocarril. 4-8-92.

            A las tres de la mañana comienza el 4 de Agosto de 1992 pues pretendemos meterle un buen empentón al viaje de vuelta. Es nuestro último día en Alpes pero nadie mueve. Se han levantado algunos pero debe hacer una noche de perros.
            Continuamos en la cama pues de noche y con la huella borrada por la ventisca poco o nada se puede hacer mientras no amanezca y nuestro cuerpo nos lo agradecerá.
            Se nos hacen las cinco, nadie mueve pero nos levantamos. Está nublado y de momento vamos a desayunar, luego recogeremos y decidiremos.
            Desayunamos al gusto pues vamos muy sobrados aunque yo solamente me tomaré un par de vasos de leche que eso si me pasa.
            Juan y yo decidimos intentar la ascensión ya que tenemos tiempo sobrado para ello. Rosa dice que se queda que no quiere marchar con mal tiempo, sin huella y sin saber bien a dónde va. Preparamos dos breves mochilas mientras esperamos que haya luz suficiente y como esperábamos, Rosa se apunta:
            - ¿No me has preparado nada?
            - Como has dicho que no venías… Anda, abrevia que nos vamos.
            A las seis y media y en la entrada del refugio, los dos montañeros con los que coincidimos ayer nos indican que la vía normal arranca en el Espolón de la Arista Sudeste muy cerca del refugio.
            La mañana está nublada aunque  apacible pero puede suceder cualquier cosa. Somos los primeros en salir del refugio y nos hacemos huella un poco en descenso hasta la base del espolón sur. No ha sido mucha la nieve caída y a estas horas todavía está dura la de debajo.

Arista Sudeste del Monch 4-8-92.

            El espolón rocoso está poco nevado pues el viento se ha llevado la mayor parte de la caída y comenzamos a ganar altura fácilmente pasando junto a un pluviómetro.
            Enseguida superamos un nevero fácil que conserva la huella y al final del mismo alcanzamos la cresta rocosa que sube directamente desde el refugio.
            Unos pasos en roca un tanto  aéreos en la misma cresta pero fáciles nos conducen al inicio del segundo nevero bastante tieso pero con huella.
            El repecho se hace notar pero enseguida cabalgamos sobre la arista somital virando claramente al este. Cresteamos alternando rampas inclinadas con pasajes llanos sobre nieve que tiene una huella asentada sobre el abismo de la cara norte, en busca del merengue somital del Monch envuelto entre nieblas.
            Suerte que la huella todavía aguanta  a esta hora. Si el día va a buenas y sube gente  no les quedará más remedio que hacer nueva huella pues ésta se caerá; vemos el abismo a través de los agujeros de las conteras de los piolets.
            Son las ocho menos veinte cuando ocupamos la minúscula Cima del Monch a 4099 metros de altitud, es la última cima de la serie.
            Hace frío en medio de la niebla. Obligamos a Rosa a pisar la cima  pues se quedaba en un escalón inferior  por miedo a la enorme cornisa que es la cima  pero que a estas horas está firme con estas condiciones y hacemos una triste fotografía.

Descenso del Monch cuando unas horas antes ni lo imaginábamos. 4-8-92.

            Rosa lleva las suelas de las botas algo desgastadas y le da cosa el descenso, así que se pone los crampones, nos encordamos y para abajo pues cuesta poco y los beneficios de cara a la rapidez en el descenso son seguros.
            Con todo ello no le concedemos ni siquiera un cuarto de hora al último cuatromil  de los Alpes por este año y nos vamos para abajo empujados por el tiempo y por unas condiciones que no acompañan.
            Pasamos el tramo más complicado con absoluta facilidad y el resto será un puro entretenimiento al encuentro del buen tiempo pues dejamos las nieblas ancladas en su reino de los 4000 metros y sin prisa contemplamos el Glaciar de Aletsch que se pierde al sur entre sinuosidades y el valle glaciar lateral al oeste que culmina con el Finsteraarhorn.
            En la cresta rocosa que separa los dos neveros nos cruzamos con una cordada que sube, seguidamente bajamos el último nevero, alcanzamos el dorso rocoso del que el sol está desalojando  la nieve de la noche y pasando junto al pluviómetro alcanzamos el Jungfraufirm.
            Rosa toma mi mochila y se va poco a poco hacia la entrada del Túnel de la Esfinge. Mientras tanto, Juan y yo,  nos volvemos en corto repecho hasta el Refugio Monchjoch. Son las nueve y cuarto.
            Recogemos las mochilas, preguntamos una vez más por la documentación y sin más tomamos la pista del pisanieves. Ni siquiera hemos caminado 100 metros cuando me doy cuenta de que no hemos recogido las cestas de la comida. Volverá Juan mientras me entretengo en contemplar la majestuosidad de la Cara Sur del Monch a cuyos seracs haré una fotografía.

Jungfrau desde la Sudeste del Monch. 4-8-92.

            Nos cruzamos con turistas que en zapatillas van al encuentro de un buen remojón pues la nieve ya está blanda en tan abrigado lugar y con montañeros, algunos hablan español, con mochilas que van hacia el refugio.
            Sentados en los bancos de la entrada del túnel nos entretenemos un poco contemplando los patinazos del personal que llegan en tropel pues parece que los han soltado a todos de golpe.
            Llega Juan, nos vamos para adentro y a medio camino entramos en la muestra científica del complejo sobre glaciarismo. Poco después, no tenemos nada más que hacer, tomamos el tren; son las diez y media.
            En el viaje de regreso ni siquiera nos asomamos a los miradores, es un momento blando y mentalmente blanco.
            En Klein Scheidegg preguntamos por la documentación por si se me hubiera caído en el tren pero nos dicen que acaso en Grindelwald. Luego la Norte del Eiger no será para nosotros envuelta en nieblas. Le haré una foto testimonial.
            A la una menos veinte estamos en Grindelwald, no nos dicen nada de mi documentación, cogemos el coche y nos vamos a un cámping a ducharnos. Lo harán primero ellos y luego yo disfrutaré de una maravillosa ducha con agua caliente y de un afeitado que me hacía falta. Luego nos reuniremos en el coche brillantes como unas coberteras en una víspera de fiesta.
            El día está tristón pero ahora no llueve y nos esperan 1250 kilómetros, eso le salva al mundo de que no nos lo comiéramos entero. Esto se acaba y tenemos conciencia de ello cuando nos metemos en el coche para hacer kilómetros yéndonos por donde vinimos.

La Arista Sudoeste del Monch desde Jungfraujoch y despedida. 4-8-92.

            Curiosamente recuerdo que las dos veces que hemos abandonado Alpes ha sido con mal tiempo, el bueno mientras estábamos arriba.
            Entramos en la autopista en Thun, comemos en un área de servicio Junto a Berna que no visitaremos pues a Juan no le van estas cosas y nosotros la conocemos y luego nos acercamos al Lago Leman que nos recibe brillantemente plateado al cálido sol de la tarde,  casi 90 kilómetros de reflejos ensoñadores.
            Daremos vueltas en Ginebra en busca de la Ruta de Lyon y finalmente entramos en Francia para salirnos de una mala carretera en las proximidades de Nantua y pasar la noche con las tiendas en un enorme prado.
            Dormimos por fin una noche sin la vigilancia atenta ante la siguiente batalla y a las seis nos levantamos a por la última jornada de la campaña. Antes de las siete, desayunados, estamos en carretera.
            Circunvalamos Lyon a buena velocidad, luego en Valence tomamos la carretera que ya conocemos más y paramos a echar un bocado cerca de Pont St. Esprit.
            Nos acercamos al mogollón de la costa. Nimes lo pasamos bien, Mompellier por la autopista que nos saca del lio de Sete y nos deposita en Narbona en un abrir y cerrar de ojos.
            Paramos a comer en un área de servicio de la autopista y ponemos a secar las tiendas que hemos recogido húmedas a la mañana en medio de un impresionante concierto de chicharras. Comemos. Unos italianos nos piden socorro con su nevera que no les funciona pero con estos calores casi les dará lo mismo que funcione o no.

Croquis de los Alpes Berneses. Vía en amarillo.

            Cerca de Toulousse decido salirme de la autopista pues ahora  me está  pegando el sueño. Luego tomaremos la autovía que circunvala la ciudad y por ella, a buen ritmo nos acercaremos al Pirineo.
            Cerca de Tarbes paramos en un área de servicio de un tramo pequeño de autopista, comemos unas frutas, descansamos y nos echamos una ducha de agua pulverizada. Estos fransuás están a todas.
            Luego vendrá la mala carretera y en Lurdes me lio teniendo que volver sobre nuestros pasos. En Louvie otra vez, la verdad es que estoy un poco cansado.
            Cae la tarde cuando entramos de lleno en el Pirineo. Subiendo al Portalet con circulación contraria, paramos a echar un trago de agua fresca en Artouste y a las nueve pasamos la frontera con la radio en marcha a falta de carnet de identidad. A las diez estamos en casa de Juan. Nosotros nos vamos a casa de mi madre en busca de nuestra hija que nos espera con su fiesta particular. Luego iremos a ver a los otros abuelos.
            Todo había terminado en teoría pero en la práctica nada termina. Nos iríamos a la playa a la carrera y luego, en algún momento de reposo mental me vendría todo encima: los trece días convertidos en doce y medio, los 2752 kilómetros hechos,  los 14 cuatromiles subidos sobre los 20 previstos, los 9200 metros ascendidos en siete días y medio de actividad, el buenísimo mal tiempo que disfrutamos y sobre todo los imprevistos. ¿Qué serían los Alpes sin imprevistos? y ¿qué seríamos sin ilusiones…?
            Cuando después de abrir la puerta de la escalera del garaje eché la vista al poster del Cervino que tengo en la pared  se me fue la vista al Hombro y en ese instante pasaron infinitas cosas por mi mente y me sentí grande y a la vez tan poca cosa…
            Juan llevó a revelar sus fotos y sorpresa: nos habíamos  quedado sin sus fotos por segunda vez.
            El 23 de Septiembre me llegó remitida desde Suiza la documentación al completo, la lógica se había impuesto una vez más. Se me ocurre que  para que una cosa se pueda perder en Suiza no quedará más remedio que volver a Suiza. 

Para ver el Comienzo.

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