La llama de unos leños que arden en una sinfonía vibrante de rojos azules y amarillos nos ofrece un bálsamo relajante para nuestros ojos secuestrados por su magia sinigual.
Las aguas de los ríos viniendo a nuestro encuentro para alejarse luego de nosotros, también suele ser innegable foco de atención.
Las saltarinas aguas de una fuente.
Y el mar...
Con su concierto infinito de espumas sobre la playa.
Cabalgando constantes sobre las arenas
nos subyugan y embelesan sin duda.
Un concierto sin par de verdes, ocres, azules y blancos
secuestran a nuestros ojos hacia la inmensidad,
nos hechizan intemporalmente creando caleidoscopios de espumas
que saltan acuosas sobre las rocas
o nos acarician agradecidas por nuestra idolatrada e infinita contemplación.
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