Biola Javierre, la pionera en la lucha contra la leucemia:
“En el adn se encuentra la clave que tantos pacientes necesitan"
Doctora en Ciencias por el CNIO, con varios premios
internacionales, es una de las investigadoras más prometedoras de Europa.
Septiembre es el mes mundial para concienciar sobre el
cáncer hematológico, el quinto más frecuente en España, que supone el
10% de los diagnósticos.
“En adultos suele avanzar más despacio, pero en leucemias
agudas pediátricas, la progresión es muy rápida. Por eso todos los recursos
para avanzar son esenciales”, señala la doctora Biola Javierre (Huesca, 1983),
investigadora CRIS de Excelencia en el Instituto Josep Carreras de Barcelona.
La científica estudia la leucemia linfoblástica aguda tipo B
(LLA-B), la forma más común en niños y adolescentes. Aunque muchos responden
bien al tratamiento inicial, las recaídas siguen siendo un grave
problema.
Biola Javierre ha recibido 1.250.000 euros de la Fundación
CRIS Contra el Cáncer para su proyecto. CRIS Contra el Cáncer
Alrededor del 50% vuelve a enfermar y, en esos
casos, el 90% no logra superar la enfermedad. Para evitarlo,
la Dra. Javierre ha decidido mirar donde muy pocos lo han hecho, en las zonas
olvidadas del ADN. Explorar estas regiones menos estudiadas puede ser decisivo
para comprender por qué reaparecen y, sobre todo, cómo prevenirlas. “Quizá ahí
se encuentran las respuestas que tantos pacientes necesitan”, señala,
convencida de que esos interruptores invisibles podrían cambiar el futuro de
muchos. Galardonada con premios como L'Oréal-Unesco For Women in
Science 2018 e International Rising Talents 2019, su trabajo ha
aparecido en Nature Genetics y Cell.
Al otro lado del teléfono, desde un taxi, su voz transmite
cercanía y fuerza. Acaba de recibir 1.250.000 euros de la Fundación
CRIS Contra el Cáncer para este proyecto pionero contra la leucemia.
“Eso nos permite un impacto clínico real y devolver a la
sociedad su confianza. Mi sueño es que nuestro trabajo llegue a curar, aunque
sea a un solo paciente”, asegura. Y subraya que se necesitan tratamientos menos
agresivos, sobre todo en leucemias pediátricas, donde los efectos secundarios
incluyen provocar la infertilidad.
"Las leucemias pediátricas pueden provocar
infertilidad. Esto significa privarlo del derecho a ser padre o madre en el
futuro”
“En un niño, esto significa privarle del derecho a ser
padre o madre en el futuro”, advierte Javierre, y pone sobre la mesa
un tema delicado: la preservación de la fertilidad en pacientes infantiles y
adolescentes.
“En estos últimos sí es posible preservar óvulos o esperma
antes del tratamiento, pero en niños pequeños, o lactantes, no hay opciones. Es
un tema poco visibilizado, aunque relevante”, destaca.
En el laboratorio, la científica a veces recibe visitas de
pacientes, pero el contacto directo es limitado. Esa distancia, matiza, es
necesaria: “Personalmente, motiva mucho conocerlos, pero también te afecta. Hay
que mantener cierta separación para poder trabajar con claridad, porque en
ciencia los experimentos fallan y no podemos añadir presión emocional”.
Tras estudiar Bioquímica y Biología, se doctoró
en Ciencias por el CNIO. Hoy lidera un grupo que desarrolla herramientas
pioneras. “La leucemia no se origina solo por mutaciones, sino porque fallan
los interruptores que controlan la activación de los genes”, explica. Ella y su
equipo tratan de desentrañar esos factores, para aprender a manipularlos y
generar terapias más eficaces.
Sobre avances terapéuticos, destaca las inmunoterapias y
tratamientos dirigidos a mutaciones específicas que transforman el perfil de la
enfermedad: mejoran supervivencias, reducen efectos secundarios y amplían
opciones. Sin embargo, recuerda que “no todas las personas acceden a ellas por
igual. La sociedad y las políticas deben apoyar la investigación y
a la sanidad pública”.
"No me importa cuántas horas están en el
laboratorio. La creatividad no nace de calentar la silla, sino de estar
motivados y en equilibrio"
Comprometida con la igualdad, considera esencial mostrar
ejemplos de mujeres líderes en ciencia. “Hay muchas”, recalca. No obstante,
no está a favor de las cuotas. “Me hacen dudar si estoy aquí por méritos o por
mi género. Prefiero medidas que animen a más candidatas y garanticen procesos
transparentes y justos”, aclara.
En su caso, tiene claro que “el cáncer es una realidad que
puede golpear en cualquier familia. Por eso es tan importante ser conscientes
y apoyar iniciativas sociales y científicas”, insiste. En su voz se
mezcla la convicción de la investigadora y la vulnerabilidad de una madre. “Doy
las gracias por la salud en mi familia cada día de mi vida”, afirma.
Madre de dos hijos, sostiene que “lo importante no es la cantidad de tiempo con ellos, sino la calidad”. Aunque confiesa que “a veces no sé si concilio o sobrevivo”. También subraya la importancia de su marido, que “ha puesto en segundo plano su carrera para que yo pudiera desarrollar la mía”.
La investigadora, de 42 años, ha heredado la pasión por la
ciencia de sus padres. CRIS Contra el Cáncer
Si algo tiene claro es que su equilibrio resulta esencial:
"Es clave ser egoísta a veces: cuidar de mí misma, tener mi
espacio. Si yo no estoy bien, nada funciona”. Por eso, considera el deporte,
otra de sus pasiones, mucho más que un hobby. “Correr o ir al gimnasio es mi
terapia. Me devuelve energía y claridad. Es lo que me hace productiva y
mantenerme creativa”, afirma.
Ese enfoque lo aplica también en su liderazgo. Fomenta
flexibilidad horaria y objetivos claros en lugar de cultura presencialista. “No
me importa cuántas horas están en el laboratorio. La creatividad no
nace de calentar la silla, sino de estar motivados y en equilibrio”, dice y
destaca que “el bienestar es esencial para el rendimiento”.
Biola descubrió la meditación en la universidad. “Me ayudó
mucho. Hice dos carreras a la vez, fueron cinco años muy duros.
Pero valió la pena, obtuve un expediente excelente que me abrió las puertas a
un doctorado en cualquier lugar. Ese fue el primer paso decisivo”, recuerda.
Reconoce que maduró al salir fuera a formarse, “a base de
golpes, enfrentándote a sobrevivir en un país desconocido, con idioma y cultura
distintos. Aprendes, sobrevives y pierdes el miedo”. No era del todo nuevo: con
solo 12 años sus padres ya la enviaron a estudiar a Inglaterra.
De ellos aprendió a amar las ciencias. “Él era profesor y mi
madre no pudo estudiar, pero es más culta que yo, te lo aseguro”, afirma con
admiración. “Me transmitieron el amor por aprender. Yo era científica
desde niña, siempre liándola y haciendo experimentos en casa. Mi madre
alguna vez encontró un sapo diseccionado en la nevera”, confiesa.
“Con más de diez años de formación, un doctorando cobra
apenas el salario mínimo. La mayoría de investigadores no tenemos contrato
fijo; yo tampoco"
Uno de los momentos más emocionantes de su carrera fue
asistir a la tesis de su primer estudiante de doctorado. “Ver cómo alguien que
empieza de cero se convierte en un científico autónomo es muy emocionante. Es
un impacto multiplicado: no solo mi trabajo, también el de quienes formo”
Pese a su pasión, no esconde la frustración que
siente por la precariedad en la ciencia. “Con más de diez años de
formación, un doctorando cobra apenas el salario mínimo. La mayoría de
investigadores no tenemos contrato fijo; yo tampoco. La gente piensa que
estamos forrados, pero la realidad es otra”, cuenta.
A sus 42 años y siendo considerada una de las investigadoras
jóvenes más prometedoras de Europa, Javierre sigue dependiendo de proyectos
temporales. “Con esta inestabilidad, acabas quemando a la gente y la ciencia
pierde talento. La vocación sostiene, pero no siempre basta.
Necesitamos que la investigación tenga futuro, porque de ella depende la salud
y la esperanza de miles de personas”, concluye.
elespañol.com. 18 septiembre 2025, 07:51h
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